sábado, junio 25, 2022

Caballitos de san Juan

 



Lecturas de papel

 

Caballitos de san Juan

 

Juan Guerrero (*) 

 

La tradición bolivarense indica que la celebración de lafiesta de las ‘correrías’ o popularmente conocidas como Los Caballitos de san Juan, inició con la visita del dictador, Juan Vicente Gómez a la Angostura del Orinoco, llamada luego, Ciudad Bolívar, a principios del siglo XX. Siendo un gran amante de los caballos el general fue honrado en el día de su santo con un desfile de caballos mientras los niños le presentaban unos muñecos en forma de caballos, hechos con palos de escoba, pedazos de tela y amarres de cuero. Asombrado el mandatario, obsequió monedas de plata a quienes le honraban, quedando así establecida una festividad que con los años fue tomando auge y contando con la participación de todo un pueblo.

 

Pero esta actividad en honor al dictador se fusionó con la establecida por la iglesia católica para celebrar el nacimiento de una de sus más destacadas figuras, el Bautista, primo del maestro Jesús. Indica la tradición que, para celebrar su nacimiento, el padre de Juan, Zacarías, esposo de Isabel, prima de María, madre del Mesías, hizo quemar una hoguera para avisar a todos, el nacimiento del hijo.

 

Sea esto verdad o no, lo que parece cierto es la similitud de este hecho con la festividad agraria de gran parte de las culturas mediorientales y de Europa, comenzando por la celta con el culto a Litha y su fiesta de inicio del solsticio de verano y para bendecir al sol en el día más largo del año.Siendo a su vez, la noche más corta del año, en esos días el ciclo natural se prepara para entrar en un largo tiempo donde el sol paulatinamente se va ‘apagando’ hasta, luego de seis meses, entrar en un nuevo ciclo donde la luz vuelve a ascender. Coincide ello, en la tradición cristiana, con el nacimiento del llamado maestro Jesús, ‘hijo del sol’.

 

Por ello, en los tiempos de finales de junio, en gran parte de las culturas de la humanidad, desde la antigüedad, se realizan actividades para que la luz solar no decaiga y siga alimentando la tierra. Son rituales, aquelarres, encuentros esotéricos y demás actos mágicos donde el fuego y el agua, preferiblemente, son parte esencial de ese tiempo. Elementos de la naturaleza que purifican, sanan y permiten la transmigración de cuerpos y almas.

 

En el pasado se realizaban rituales mágicos alrededor de inmensas hogueras, en bosques y cuevas. Hoy continúan esas llamas, generalmente frente al mar. Unos saltan siete veces sobre las llamas, otros se elevan nueve veces por sobre las olas, otros dejan caer una yema de huevo dentro de un vaso con agua salada para descubrir en sus formas los rostros de un escondido amor, mientras otros, recuerdan a Aglaonice, la sacerdotisa de las llanuras de Tesalia, quien tenía el poder de esconder la luna. Fue de las primeramujeres en conocer de astronomía y enterarse de los ciclos lunares y sus eclipses. Reunía en los montes de Meteora a sus discípulas, e invocaban a Hécate y sus misterios. Fueron ellas las reinas de los aquelarres, salían a la medianoche del 21 de junio, a los bosques para desenterrar la mandrágoraDespués, en la tradición medieval, buscaban la ‘hierba de san Juan’ para alejar demonios y sanar enfermos.

 

Mientras junio (Juno) comienza su tiempo de descenso y el sol se prepara para invernar, los mortales alzamos el fuego de nuestras hogueras para calentarnos y alargar su tiempo. Curiosamente es el tiempo más caluroso del año y el ciclo donde la tierra entrega todos sus frutos para alimentarnos. 

 

Descienden de los cielos los calores y bochornos del verano. Son también los ‘Caballucos del diablo’ que en Cantabria asustan y asombran, vienen de las montañas rodeados de llamas y azufre. O ‘Los Fuscos’ que cabalgan en las Canarias. Son estos ‘Caballitos de san Juan’ que se han fusionado con otras tradiciones y creencias y que tienen una marca propia. En todo caso, celebran y festejan la vida, sea para una divinidad que protege desde los oscuros tiempos, las siembras y cosechas, sea los nuevos dioses que se festejan en la tradición de religiones para compartir caramelos y golosinas, entre tertulias y encuentros frente a un mismo mar. Van los niños montados en sus caballitos por las calles y callejones de la ciudad, tocando puertas y ventanas, recogiendo la solidaridad de quienes sonrientes les saludan y obsequian. 

 

La humanidad siempre encontrará un refugio en sus tradiciones para perpetuar sus creencias y tener un motivo para encontrarse y celebrar la vida.

 

(*)   camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

martes, junio 21, 2022

La verdad duele

 



Estemos claros. El chavizmo no es una ideología. A lo sumo es un tipo de pensamiento de la marginalidad, impuesto como política de Estado.

Y esa imposición fue planificada y sistemáticamente aplicada, convirtiéndola en una perversa obscenidad política.

Quien posea medianamente formación académica sabe que entre las bandas delincuenciales no existe formación teórica ni menos política. Lo que existen son acuerdos entre pandilleros para delinquir.  No nos vamos a caer a engaños.

El chavizmo no es solo Hugo Chávez, su familia y amigos. El chavizmo es, fundamentalmente, un deterioro ético y moral que quebró consciencias, fracturó principios y valores, y acercó a las fuentes del erario nacional, tanto a personajes de cuello blanco como a choros, drogadictos y adictos a cuanto resentimiento y mal existen.

En Venezuela el asalto al poder del Estado ha sido un hecho que tiene sus antecedentes y también sus mentores, asesores y financistas. No nos caigamos a engaños. Todavía están frescas las voces e imágenes de aquellos llamados “profetas o viudas del desastre” quienes en su desespero acercaron la república al abismo de estos oscuros tiempos. Van desde Núñez Tenorio, Ernesto Mayz Vallenilla, Arturo Uslar Pietri, Ramón Escobar Salóm, hasta José Vicente Rangel, Guillermo García Ponce, William Izarra, Luis Britto García, Carlos Escarrá, Muller Rojas, Alí Rodríguez Araque, Luis Miquelena, entre un largo etcétera de cursilería y bobalicones, (-sin olvidar los tarifados asesores extranjeros, con Lucas Estrella y su Oráculo del guerrero, además de los brujos, santeros y paleros), así como los medios de comunicación de radio, televisión y prensa, quienes fabricaron a este frankenstein que ha sido Chávez y el chavizmo. Especie de ideología de la marginalidad, salida de un izquierdismo líquido (-usando los principios del profesor Zygmunt Bauman) putrefacto y desquiciado.

Por eso, cuando se intente reflexionar y relatar la historia política de la Venezuela de fines de siglo XX y principios del XXI, habrá que ser objetivo y honesto para colocar en su justo sitio a estos y otros personajes. Muchos de ellos todavía vivos y quienes disfrutan de los beneficios del actual régimen de Estado.

No olvidemos nunca que Chávez y el chavizmo son una construcción de las malas políticas de los gobiernos, en la mal llamada IV república. El chavizmo pertenece, como pensamiento arribista y de facilismo e izquierdismo Disney, al compadrazgo político de la tradición adeco-copeyana. Mientras el madurismo sí es hechura nueva, del siglo XXI, en su versión política degenerada y perversa del chavizmo.

Porque no se puede contar la historia de este terrible drama venezolano que padecemos, con documentales y libros sesgados, sin base histórica y con medias verdades, como el llamado “Chavismo: la peste del siglo XXI”, por ejemplo. O de medios de comunicación, y hasta banqueros, quienes pretenden ahora que se les obvie su participación en la implantación de esta perversidad de régimen totalitario que nos está devorando a todos.

El soporte ideológico del chavizmo y del madurismo no son ni Marx, ni Engels ni Lenin ni Mao. Ni tampoco el Che ni Fidel Castro. La verdad, la realidad está indicando que esta es una pantalla para esconder, usando la ilusión de las bellas palabras edulcorantes de los siempre acomodados izquierdistas venezolanos (-la izquierda Disney), la podredumbre de la marginalidad del delito de pandillas organizadas, en bandas y megabandas de asesinos y delincuentes, quienes ordenan desde las cárceles, partidos políticos, cuarteles y centros estratégicos como Miraflores o Fuerte Tiuna, usando una descomunal propaganda de Estado, donde se difunde un bien orquestado plan de la patria, como disfraz izquierdista para adecentar la perversidad y obscenidad de lo que en realidad significa esto llamado chavizmo.

Porque el deterioro del Estado no es un hecho fortuito. Todo. Absolutamente todo ha sido diseñado hace años, con otros nombres y otros actores. Lo que se ejecuta es un libreto. Los actores pueden muy bien ser sustituidos. Incluso el actual presidente, ministro de la defensa o cualquier otro gobernador, diputado o concejal. Estamos frente a un “sistema de régimen” totalitario que es más complejo y perverso que una tradicional dictadura.

La aberración de autoridad de Estado que se vive es algo inédito en el mundo. No hay comparación con otras experiencias vividas en sociedades que han sido sometidas a vejámenes, humillaciones y violaciones sistemáticas de sus derechos humanos básicos. Venezuela es un caso único. 

Me atrevo a señalar que el uso del pensamiento marginal hecho Estado sería algo novedoso. Otra señal lo comporta la participación de bandas de delincuentes al frente de la administración del Estado y sus instituciones. Además de la práctica del delito y su depravación, de manera cuasi formal, como virtud para el ascenso en la administración del Estado.

Por ello indicamos que el deterioro generalizado de la república y su sociedad, como política de Estado, son una planificación que a lo largo de los años está siendo exitoso. Su mejor logro han sido los cientos de miles de muertos, prisioneros, torturados, desaparecidos y los millones de venezolanos que han emigrado.  

Venezuela hoy no es un país. Es un descomunal y gigantesco campo de concentración sometido a un diario y permanente deterioro. Tanto material, físico como psicológico y espiritual. De sobrevivir, vamos a padecer por varias generaciones de un daño permanente e irreversible, tanto en nuestros organismos físico-mentales, como en nuestro medio ambiente absolutamente contaminado.  

(*)   camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

sábado, junio 18, 2022

Epifanía

 



Lecturas de papel

 

Epifanía

 

Juan Guerrero (*) 

 

 

Todo poeta debería tener cerca un maestro, un adivino, un mago, un ocultista, un hada madrina, un brujo. En fin, para lanzarse de lleno en lo hondo del alma es mejor ir acompañado por alguien que previamente haya estado al menos por las orillas de esa inmensidad donde moran las divinidades. Porque Dios, o Tríos, o Yahvé, o Adonai, o Alahaho Viracocha, o Zeus, o el Gran Arquitecto del Universo no puede ser otra cosa que nosotros mismos vueltos luz y estrellas.

 

Al menos yo tengo a mi propia bruja. Yajaira vive en San Félix rodeada de imágenes, santos, yerbas y aromáticos tabacos, junto con perfumes baratos olorosos a pachulí. La divinidad ha sido generosa conmigo. He sido bautizado, tres veces iniciado e integrado a sectas secretas donde se habla en voz baja y los hermanos de oración y meditación, se secretean cuitas, sueños en los momentos de iluminación y revelación.

 

-Todo eso y más es poesía, le escuché decir cierta vez a mi profesora y amiga, Hanni Ossott al responderle a un joven estudiante que se iniciaba en los misterios de las lecturas de los poetas malditos. Abrió una libreta y con su bolígrafo dibujó frenéticamente un sinfín de rayas. Las líneas se apreciaban flotando en la página en blanco. 

 

También ‘viví’ la plenitud de la palabra que me ofreció el maestro, José Manuel Briceño Guerrero, la vez que nos encontramos en Mérida. –Sí, sabía que vendrías a verme. Nuestro hermano común, ‘Duque de La Balta’, me habló de ti. Yo tenía en mi poder una carta que escribió mi maestro y que aún conservo. –No fue necesario entregársela, pensé. –Hasta somos familia, me dijo al despedirse y mientras dejaba salir una discreta y cómplice sonrisa.

 

Ingresar al mundo de la poesía es algo temerario. La vida se desgarra, se fractura y se hace y deshace como piel cambiante de una serpiente. Te vas deslizando por un camino largo y hondo, donde la vida se diluye día a día. Al final, ya no hay lucha, ni distancia, ni tampoco victoria ni derrota. Tan solo es un fluir de intensidades. Sin embargo, en las esquinas de ese mundo se perciben, como destellos de un amarillo intenso, las claridades de esas memorias fantásticas dadas en llamar, almas proféticas que siempre estarán cerca de ti.

 

También en Delfos sen la presencia de la divinidad mientras visitaba sus espacios. Todavía el oráculo eterno y apolíneo irradia su luz entre los altos pinos y en la sombra que se aprecia en sus tardes, a la hora del ángelusEs uno de los ónfalos (nudocentro, ombligodel mundo. Otro está en las aguas y en la base granítica de Guayana, teniendo como centro la altísima cascada del salto Ángel. Sitio de los tiempos que vendrán, para su peregrinación y devoción. Así me confesó mi amada y cercana amiga, Ida Gramcko, poeta de la luz interior del alma, mientras me mostraba los borradores de lo que después fue su libro, Salto Ángel. Misteriosa poeta que fue esta maestra de la noche, de altas madrugadas, de voz pausada y mirada intensa y purísima. 

 

Creo firmemente en los estados de éxtasis, de enajenación, donde el ser queda ‘hadado’ hacia el espacio donde se es completa y total luminiscencia, absoluta claridad y consciencia pura. Todo discurre en un mismo tiempo/espacio que se percibe mientras el cuerpo se desvanece, se aflige, sufre y al mismo tiempo cae vencido y colmado de eternidad. Después, uno traduce esos estados en lenguaje escrito, en el idioma de tus ancestros. Son restos, pedazos de luces que resplandecen y nos dejan la certeza de haber sentido la eternidad.

 

Los maestros, los brujos que otorgan la palabra poética y profética, habitan en cada espacio donde estén dos discípulos que ansían la plenitud. En cada pueblo, en cada ciudad y densa metrópolis ellos andan con paso calmo, silente, mientras escuchan, ven y contemplan. 

 

Ruega, implora a tu maestro, a tu hada, a tu sibila, por más humilde, bella y pavorosa que sea, al menos una palabra que abra cerrojos y candados. Una vez que ella te sea otorgada, nunca jamás te ha de abandonar.

 

Algún Tiresias, algún Melesígenesalgún gnomo o hada transformada en Hécate, Mefistófeles, en hijos de la Luz, seres lucíferos, entidades que transmigran almas, deberás invocar hasta dejar en ti solo la pura metáfora como sello de una antigua voz, un anhelo de eternidad que solo anida en la solitaria palabra de quienes preservan como tesoro del Arca de la Alianza, la esperanza del regreso al sitio exacto donde toda divinidad nos cobija.

 

(*)   camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

viernes, junio 10, 2022

La vida del maldito

 



Lecturas de papel

 

La vida del maldito

 

Juan Guerrero (*) 

 

Mi niñez estuvo marcada por el asma, por la continua presencia de los esbirros de la democracia, y por dos poetas; Rilke y Ramos Sucre. Ambos, los descubrí una tarde mientras mis hermanos desenterraban unos libros que habían escondido en unos hoyos cavados en el patio de nuestra casa, en el Maracaibo revoltoso de inicios de los años 60.

 

Mientras quitaban la tierra de las carátulas, recuerdo de manera nítida cuando mi hermana mayor abrió una de las bolsas plásticas, introdujo su mano y sacó un libro. En la contraportada vi la figura de un ser de cuya imagen me sorprendieron sus orejas; era la imagen de Kafka. Después mi hermana me dio para que limpiara otro libro. Mientras lo hacía, descubrí el rostro de otro libro. Era OBRASde José Antonio Ramos Sucre. Lo limpié con sumo cuidado porque pensaba que la persona con ese nombre era amigo de mi hermano, quien estaba escondido en las montañas perseguido por sus ideas políticas. –Debe ser buena persona, pensé. Lo quise leer y mi hermana dejó que abriera el libro. Me fue explicando mientras mi experiencia de lector inicial apenas si dejaba balbucear un intrincado laberinto de palabras que mi hermana me enseñaba a pronunciar. No creo haber tenido más de siete años, pero era de tarde cuando encontré a Ramos Sucre y lo confundí con un ‘perseguidopolítico’ y desde ese momento, quizás por haber hecho esa asociación de cercanía filial, su imagen y su vida entraron a formar parte de la mía.

 

Después, ya en la siguiente década, las lecturas de los poemas de Ramos Sucre (1890-1930) fueron parte de mi cotidianidad. Aprendí a escribir poesía imitando las imágenes del poeta cumanés. Quedaron en una vieja libreta que guardé en un baúl de metal, como esos que usaban los inmigrantes italianos, españoles y portugueses

 

Ese pequeño libro, editado por la Biblioteca Popular Venezolana, de las ediciones del Ministerio de Educación, estuvo siempre a mi lado, hasta que cierta vez, ya estudiante de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, lo presté a una amiga y lo extravió. Me confesó que de vuelta a su casa lo dejó olvidado en el asiento de autobús mientras bajaba al litoral. Para cubrir la ausencia, mi querida profesora, Vilma Vargas, me obsequió una pequeña edición donde el poeta aparece con un curioso sombrero. 

 

Yo aprendí a leer los poemas de Ramos Sucre de memoria, los recitaba para responderle a mi apreciado amigo y poeta, Eleazar León, quien era un extraordinario declamador de sus versos y de tantos otros poetas. De memoria recitábamos a nuestros amados poetas en las largas noches de la Sabana Grande, en la década de intelectuales y artistas callejeros.

 

Porque la mejor manera de comprender la obra de un poeta, de un aeda como José Antonio Ramos Sucre, es compartiendo su poética, mientras se celebra la vida. La aparente complejidad que pueda verse en sus poemas desaparece al ritmo de la cadencia etílica mientras se declaman sus textos y se afirman sus imágenes entre las sombras de un bar de ‘mala muerte’. Nada más falso que afirmar en Ramos Sucre que es un poeta difícil cuando se tiene al frente una botella de ron Santa Teresa, Jack Daniel’so una rubia bien fría. En esos estados del alma la poética ramossucreana se dispara y el universo simbólico toma cuerpo y aterriza entre monjes, al lado de mandarines, lobos que aúllan y rodean la ternura de ‘una blanca Beatriz’. Entonces uno quisiera estarse ‘entre vacías tinieblas’ para colmarlas de la amorosidad humana.

 

Tanta ternura que desprenden los versos de este poeta, tanta fuerza interior entre las imágenes que se entrelazan mientras fluyen otras palabras, mientras la tertulia de medianoche alarga un poema que dos embriagados aprendices de versos se empeñan en reescribir para negarse a finalizar la lectura de un texto tan brillante, como La vida del maldito: “Yo adolezco de una generación ilustre; amo el dolor, la belleza y la crueldad, sobre todo esta última, que sirve para destruir un mundo abandonado al mal.” Después, el poema alarga su discurso para declarar sin tapujos, que los semejantes aburren (“Detesto íntimamente a mis semejantes”). Quien, no! Los hay, unos peores que otros, comenzando por uno mismo.

 

Amo por ello, la verdad que existe en la poética de Ramos Sucre. Es una realidad construida a partir del saber, de las reflexivas lecturas, de sus angustias infectadas por los continuos insomnios que lo instalan en la penumbra de realidades etruscas, chinas y persas. Existe un pensamiento propio, intenso que jamás cede a la vulgar realidad de lo cotidiano, de esto que hemos sido, somos y seguiremos siendo.

 

La aversión del mundo y lo mundano lo llevan a declarar, en primerísima persona: “Yo quiero escapar de los hombres hasta después de muerto.” No dejar rastro alguno, abandonar el mundo sin dejar la mínima evidencia, vaciar la memoria de tanta ruindad, despojarla de toda ruina banal, intrascendente y mezquina. 

 

Ramos Sucre es un poeta para los nuevos tiempos, para después del final. Más allá de toda pose de intelectual farandulero, palúdico lector de titulares de última hora y escribidores de poesía por correspondencia. Volver a este poeta universal es regresar a las orillas de la cultura venezolana, en su esplendorosa raíz donde toda verdad se eterniza.

 

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sábado, junio 04, 2022

Pueblos lejanos

 



Lecturas de papel

 

Pueblos lejanos

 

Juan Guerrero (*)

 

Lejos queda Los Nevados, pueblo de montaña, silencioso y taciturno. Para llegar a ese remoto lugar, hay que atravesar montañas y serranías con más de 3700 metros de altura. Irse por una larga, serpenteante y estrecha ruta que comienza con una carretera asfaltada en la ciudad de Mérida. Después la vía se transforma en sendero de tierra y piedra y luego, se va acercando a estrechos precipicios donde uno siente que se le va el aliento. Son poco más de cuatro horas de un viaje en vehículo de doble tracción, donde sientes que vas quedando aislado, alejado de todo ruido citadino, de los olores que circundan tu cotidianidad.

 

El pueblo es frío y pequeño. Una iglesia del siglo XVI, con su placita y el bronce al héroe. Casas de caña brava y puertas antiguas, casi siempre cerradas. Ventanas con inquietas miradas. De vez en cuando sale humo de los fogones mañaneros. Al fondo, montañas nubladas, tapadas por las nubes que se cuelgan de sus laderas. Más allá y hacia donde la mirada cae, la serpiente de un río, Nuestra Señora de los Desamparados, que es tan largo como su nombre. De él se sirvieron los primeros pobladores para la trilla del trigo y también, para saciar la sed de las alturas.

 

Mi esposa y yo remontamos parte de la montaña, a lomo de mula, en viaje de dos horas (cuatro con su retorno), vadeando el río y sintiendo la antigua voz de un sonido que aquieta el alma, mientras la corriente salpica las piedras abrillantadas que, en variadas formas y tamaños, sienten el paso de quienes deslizamos nuestras manos sobre la piel pétrea cargada de eternidad.

 

Después, uno llega a la hacienda donde vive Francisco de Asís con su mujer. Le escuché atento cuando leyó uno de sus poemas, y mientras esto hacía, me acordé de esos tiempos cuando vivía en la Perugia etrusca y me iba una que otra vez, al pequeño pueblo de Asís, para sentir en sus calles, el paso madrugador del poeta y santo, quien, junto con sus hermanos de oración, transitaban por el pueblo en cánticos gregorianos y recitando los versos del poeta.

 

Pero Francisco, este de Los Nevados, es más poeta de la vida, de miradas, de voz quieta, silenciosa y de armonías espirituales. Ahora, años después de ese encuentro y mientras él sostiene entre sus manos una taza de café, lo vuelvo a mirar mientras se sienta junto a su esposa para eternizarse en una fotografía que estoy por hacerle. Y es este 'ahora’ cuando mi mente revela esa formidable imagen de un poeta encaramado entre el silencio de las montañas. Acaso ya fuera de todo festín y al final de sus días. Con orgullo me comenta que trabajó en la construcción del teleférico; -Más largo y alto del mundo, y a lomo de mula yo llevaba los cables y pilares para levantar esa obra. Así le escucho, mientras de nuevo alza su tacita y sorbe el humeante café.

 

Pienso ahora, que en todo pueblo –y si es lejano, tanto mejor- habita un maestro, un profeta y un poeta que, en su voz, en su mirada y entre sus manos, sostiene la palabra poética, esa donde habla la divinidad, esa que devela la hora exacta donde encuentras entre la mirada, la luz interior que te hace sentir pleno, colmado y satisfecho por haber encontrado tu semejante.

 

Lejos quedan algunos pueblos que son encantamiento y melodía espiritual para trascender, para lo esplendoroso de sentirse pleno y humano. Quizás sea mejor que esos pueblos de Dios queden lejos, alejados, distantes. Que debas llegar a ellos, silencioso y en peregrinación espiritual. Así entré al oratorio de esa vieja hacienda, donde existe una antigua imagen de la virgen de La Candelaria, quizás realizada en el siglo XVII por pintor desconocido. Cada fecha cercana a la virgen, desciende el cuadro de la rústica pared, es engalanado con flores que traen los campesinos y lugareños, y después, va en procesión por los escarpados caminos de la montaña. 

 

La pintura entonces, es más que un dibujo, que unos trazos y colores. Ella tiene vida y acompaña a quienes van a su encuentro y todos la sienten parte de su espacio, de un mismo sentimiento que es parte de su cotidiano existir. Pero yo la vi, en el centro de la pared, en su reposo, junto a otra pintura. Mientras, toda la sala era un pequeño museo que me era mostrado como un regalo para que lo apreciara, y sí, ese esplendor reposa en mí mientras siento la mirada del poeta, tan viva, de un ser agradecido, cargada de emoción por saberse acompañado.

 

Ahora todo vuelve a estarse en lejanía, en el reposo de la memoria que va a la corriente de un río de aguas dulces, y regresa con imágenes de plenitud y encantamiento.

 

(*)   camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1