viernes, noviembre 13, 2009

carlos yusti: hojalatero de la palabra


No por casualidad elijo este título para iniciar estas palabras sobre el ensayista, pintor, editor de publicaciones y convicto y confeso lector Carlos Yusti. Esto último como sello indiscutible de quien mantiene un ritmo de lectura de libros y de la vida que lo coloca en la cresta de la ola intelectual de nuestra época.
Su estilo ensayístico es corrosivo, sin muletillas complacientes ni explicaciones academicistas. No sé cuándo le conocí ni dónde. Ya sabía de él y él de mí. Quizá en esos tiempos, del dólar a cuatro treinta y de la caída del Muro de Berlín nos éramos indiferentes el uno al otro. Después la vida, las lecturas, el vicio de la escritura y la burla a la pacatería y jalabolismo de la sumisión a los preceptos sacros de la cultura oficial nos han acercado. Estas últimas palabras imitan en demasía su estilo personalísimo pero que tiene mucho de Francisco Umbral, del mismo Argenis Rodríguez a quien dedica uno de sus ensayos o también, desde una óptica más sublime, al Sancho Zancas originario en El Quijote. Prefiero llamarlo en su versión inicial. Yusti apuesta su destino como ensayista por senderos de lo sanchístico para darle mayor sentido de pertenencia a sus reflexiones. Hijo de su tiempo, Carlos Yusti aborda en sus ensayos literarios –diríamos más ensayos para existir- los contornos de personajes que en el ámbito literario e intelectual se han destacado por sus rasgos cotidianos, por el anecdotario de sus triviales y a veces fracasadas vidas de ciudadanos comunes y corrientes.
Esas anécdotas le han servido a Yusti para entrelazar sus análisis de las obras de quienes le han parecido interesantes en su transcurrir de dilettante lector que es. Confieso mi ignorancia sobre cómo ha llegado a coleccionar en su haber tantas anécdotas sobre escritores, artistas y demás personajes de la cultura universal. Intuyo que son sus lecturas. Porque Yusti es un monstruo devorador de libros. Pero además de ello, y como adición a su afiebrada costumbre de hambriento e inquieto hurgador de la vida, también es un cinéfilo y amante de las palabras. Toda, absolutamente toda palabra le es familiar, conocida. Las degusta mientras las llena de sentido común en tanto vienen ellas digeridas y pasadas a través del ojo experimentado de quien ha sabido darle burdel a sus reflexiones intelectuales.
Por ello se hacen tan agradables, cercanas y hasta graciosas las lecturas en todos sus ensayos y especialmente este último libro que en esta ocasión deseamos comentar Para evocar el olvido y otros ensayos inoportunos (Editorial El Perro y La Rana, 2009). Tomado, parte del título, de uno de sus ensayos sobre quien en su momento le pudo filosofar su vida. Otra de sus menciones es a su madre quien le permitió ser holgazán de la palabra y le llamó escribidor, y una hermana quien le obsequio su primer juguete intelectual, además de los libros que ya conocía, una máquina de escribir. Apertrechado de libros, en su incipiente biblioteca anarcotemática, máquina de escribir y mucho ocio u holgazanería, Yusti ha ido construyendo su propio universo estilístico.
Tanto más duro cuanto que este ensayista se ha hecho solo en el mundo intelectual. Debo acá resaltar en él su capacidad para sobreponerse a una vida dura como niño y joven en situaciones particularmente difíciles que le llevaron a múltiples trabajos, como caletero, ayudante de oficina, obrero, donde en los ratos libres o mientras descansaba después de los largos ratos de amor en El trece rojo, podía terminar de leer El Quijote y asemejarse a su tan querido Sancho.
No hay en el discurso ensayístico de Yusti intento por presentar un discurso mesurado ni reposado. Éste viene expresado en su exacto peso y nutrido con su personalísimo estilo, lleno de connotaciones, en voz alta, absolutamente franco, despojado de sinonimia y desnudo de todo modelo académico y mucho menos complaciente. Es natural pero a la vez con una hondura de peso intelectual. Hace gala de la síntesis que le conceden a sus escritos la magia de leerlos sin interrupción. La brevedad de palabras y a la vez su profundidad analítica, son inversamente proporcionales a la cantidad de imágenes e ideas que se desprenden al terminar de leerlos. Queda el lector necesitado de otras lecturas para ahondar, para continuar, para conocer y atar cabos de historias que apenas se aprecian en la densidad y complejidad de una escritura que en su sencillez se trasciende y trasciende en ritmo, cadencia, tono y hasta musicalidad. Porque en esto último apreciamos en Yusti un rasgo que lo acerca a la palabra poética. Parte de sus ensayos presentan esta sensación; por el uso de imágenes, de juntura de palabras que remiten a experiencias metafóricas de singular belleza. El mismo término “magializar la palabra” usado en varios de sus ensayos. O éste otro El universo se encuentra en cualquier lado. Quizá este también más mundano, Sentados ante el café de la miseria.

El único ensayista que conozco lector empedernido de manuales para celulares, para electrodomésticos, recibos de teléfonos, de agua, hasta las guías telefónicas. Por mi parte, sólo soy un enamorado de los diccionarios de todo tipo. Poseo más de cincuenta y paso algunos días buscando palabras raras para divertirme. Pero Yusti busca en esos manuales y guías telefónicas quizá la instrucción, el nombre o la dirección olvidada, la llave que no tiene ninguna cerradura en el mundo para abrir la puerta que lleve a la verdad literaria, del ensayo, del arte.
Buscador incansable de una plenitud en la vida, desde su misma realidad, la de todos los días, hallamos en los escritos de Carlos Yusti la huella que traza y a la vez borra la melancolía de quien va por los márgenes escribiendo la vida a secas.

lunes, septiembre 14, 2009

Don Juan Vicente Bolívar y Ponte: Amo y desflorador de doncellas


Cuando a mediados de 1765 llega a los Valles de Aragua, -La Victoria, San Mateo, Cagua, entre otros, el ilustrísimo y reverendísimo obispo don Diego Antonio Díez Madroñero, los pueblos del valle estaban quedando desolados porque la gente huía del cruento tormento a que los tenía sometidos el teniente de gobernación y señor y amo de tierras y gentes, don Juan Vicente Bolívar quien gustaba de amancebarse con cuanta mujer encontraba a su buen gusto de ver y entender.
Niñas, mozas y vírgenes, y hasta mujeres casadas y viudas eran las delicias de este padrote quien ejercía su poder como señor feudal o como se conocía por estas tierras a los adinerados hombres de la Colonia: los señores mantuanos.
Todo lo que existía en los territorios que hoy conocemos como Aragua, Carabobo y norte de Guárico, entre otras propiedades eran parte de su hacienda así como bestias, mujeres y hombres, sean esclavos o indígenas que por “encomienda” estaban bajo su protección y usufructo, heredados por sucesión familiar desde fines de 1593. Así, Juan Vicente Bolívar desarrolló tanto su poder económico como su interés por las niñas de entre diez y doce años, a quienes bajo engaño y promesa de casamiento con hombres de bien y para garantizarles su existencia, caían bajo sus patrañas, intimidación y fuerza física.
Por documentación desde hace ya varios años conocida, realizadas por Duarte, Pino Iturrieta, Quintero y recientemente por Alejandro Moreno Olmedo, sabemos que existe un documento medianamente extenso de Autos y Sumarias contra don Juan Vicente Volibar (sic) sobre su mala amistad con varias mugeres (sic), fechado en San Mateo en 1750 donde se recogen varias denuncias contra este mantuano referidas por el obispo Díez Madroñero en su visita pastoral por estos pueblos de Dios.
Contaba el mantuano casi cuarenta años y ya desde hacía tiempo mantenía relaciones ilícitas con niñas indígenas dejadas a su encomienda. Es más, por declaraciones de éstas, sus familiares, otras mujeres y vecinos, algunas de ellas fueron preñadas y hubo un caso, al menos registrado, donde el amo la indujo a provocarse un aborto. En otro, una mujer ya entrada en años y viuda, fue apaleada por el señor al sentir celos de ella. Dice así una de las denunciantes en parte del documento que existe en el Archivo de la Arquidiócesis de Caracas: “Desde que las muchachas (sean de la calidad que fueren) tienen diez años, ya las persigue hasta echarlas al inmundo: pasan de doce las doncellas que yo sé ha desflorado en sólo este pueblo tan cierto desde el tiempo que es teniente.”
No andaba con tonterías este señor de los Valles de Aragua. Ejercía su derecho que por mandato real le proporcionaba ser descendiente de aristócratas, blanco, adinerado y representante del poder al ejercer como teniente de gobernación.
Era, además de un consumado violador y corruptor de menores de edad, un consuetudinario practicante del estupro aún con mujeres viudas, a quienes mantenía bajo engaño y promesa de una vida mejor, como darles comida, ropa o proporcionarles una maestra para la enseñanza de las letras. Era atraído por las niñas vírgenes con quienes disfrutaba violándolas, él o las daba a su ayudante Francisco, especie de alcahuete quien le buscaba a las “muchachitas” más agraciadas para llevárselas a su alcoba o él mismo se introducía en las casas de las familias, estuvieran o no sus esposos, padres, madres o hermanos.
Así las cosas, cuando el señor obispo Díez Madroñero llega de visita a San Mateo, los pobladores corrieron a denunciar a su amo. Hasta el mismo cura párroco, junto con otros blancos confirmaron las denuncias en su contra. Lo cierto es que de estas denuncias jamás se supo si sirvieron para algo. Al menos todo “cambió para quedar igual”. Varias de las familias que se resistieron a dejar que sus hijas fueran deshonradas, debieron huir de los pueblos. El señor amo don Juan Vicente Bolívar, cercano ya a los cincuenta años, casó con una rica heredera mantuana de apenas catorce años de nombre María de la Concepción Palacios y Blanco, a quien le transmitió varias afecciones, entre ellas la tuberculosis y ésta a su vez, la depositó en uno de sus hijos, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco.
De todo este tremendo culebrón colonial resulta de interés observar el coraje que muestran quienes han sido ultrajadas por el mantuano. Una de ellas, María Jacinta Fernández, quien fue violada en su niñez y posteriormente, ya casada era asediada por don Juan Vicente hasta que se vio en la urgente necesidad de dirigirse por escrito a su ilustrísima, el señor obispo. Dice en parte de su carta, primer documento literario atribuido a una mujer: “Señor Ilustrísimo: el conflicto en que me hallo me hace acogerme a su amparo como mi padre y pastor, porque me veo perseguida por un lobo infernal (…) ese lobo es don Juan Vicente Bolívar, que hace muchos días me anda persiguiendo para que peque con él, siendo yo una mujer casada. (…) Yo, señor, estoy resuelta a no ofender a Dios pero soy mujer y no sé, si me veo más apretada, caeré en la tentación y así no hago otra cosa que pensar cómo me defenderé de este mal hombre. A veces pienso decirle que sí y tener un cuchillo prevenido para quitarle la vida por tener la gloria de libertar este pueblo de este cruel tirano.”

martes, junio 02, 2009

42B


Lo de la anorexia es más una imposición artificial de los modistos –con la salvedad de las verdaderas señoras de la moda- que una derivación de procesos psicológicos y desajustes fisiológicos. Para nadie es un secreto que en la mayoría de los casos los encargados de marcar la moda a escala internacional son unos “desviados” sexuales, resentidos con las mujeres por carecer de los atributos que en aquéllas les sobran.

No sé ya cuándo leí en una revista las declaraciones de un famoso diseñador de modas, quien indicaba que para él las “niñas” latinoamericanas estaban fuera de las pasarelas internacionales porque sus medidas (90-60-90) eran demasiado exageradas y resultaban vulgares con la estética que se manejaba.

Me acuerdo de aquella modelo llamada Twiggi quien fue de las primeras esqueléticas en descalcificarse frente a las cámaras y quien resultó para esos años un verdadero fenómeno por sus escuálidas medidas y proporciones. De ahí en adelante comenzó la proliferación de esqueletos ambulantes que al paso de los años han desembocado en modelo para que otras ingenuas se declaren seguidoras de modas, con lo cual se instalan en las medidas convenidas, de talla 10 hacia abajo, para ser aceptadas en los grupos sociales donde reinan los maricones.

Celosos por no poseer los atributos de un busco 40B y unas rítmicas caderas para contornearse cuando caminan, los modistos se reúnen cada fin de año en Milán, París o Nueva York, y, entre críticas a las actrices de Hollywood y chismes al Miss Universo, van decidiendo cuál será el color favorito del próximo año, el tipo de pantalón que se llevará, el tamaño del tacón a usar, la mejor falda y vestido, hasta desembocar en la ropa interior y los famosos trajes de baño. En todo ello va la marca de fábrica que apoya las decisiones de quienes han sido los ideólogos para que en los talleres de Hong Kong, Tailandia y China, se ejecuten los procedimientos para ir quitándoles a las mujeres, sobre todo latinas; sus encendidos atributos naturales.

Qué hombre no se sorprende cuando ve a una mujer caminando con una falda corta y en unos tacones de medida 10, mientras sus “lolas” bailan la danza del deseo y su picardía delata el movimiento de unas caderas que casi se sueltan de la cintura. Ese “jamaqueo” es lo que enfurece a los “alegres” modistos y sus acólitos en el mundo. No quieren dejar que las mujeres muestren sus senos, sus nalgas, sus muslos y hasta su esplendorosa fruta del deseo, que se aprecia todita rasuradita entre las sombras de una rosada pantaleta de seda.

A las mises las están alimentando con media lata de atún y medio litro de agua al día para que retenga los fluidos lo más que puedan y se le infle, a modo de globo artificial, su ya desequilibrada musculatura que paulatinamente se va “engüesando” hasta que van apareciendo en su espalda, en el pecho y en la frente, los síntomas inequívocos de la anorexia. Esa aversión a la comida y la modelación de una mujer enfermiza y endeble, está siendo monitoreada desde las oficinas de las trasnacionales de la moda para afirmar la preeminencia de los maricones modistos y los productores de ropa. Estos últimos disfrutan y ganan porque producen en serie las tallas mínimas con lo cual invierten menos tela, hilos, botones, cierres y encajes, y colocan las prendas a precios exorbitantes.

He visto en los centros comerciales a mujeres de 35, 48 y más de 50 años, buenazas en sus carnes, quienes se quejan por no encontrar tallas a su medida. Y no se diga que están gordas o que tienen demasiados “cauchitos” en el abdomen. Poseen las caídas normales para su edad, sus pechos aún no han perdido la batalla contra la gravedad. Tienen tremendo culo y unas caderas que denotan la experiencia en las guerras del amor. Pero no hay prendas de vestir a la moda para sus tallas.

Es que desde los centros donde se “piensa la moda” no existen modelos que se parezcan a la mujer latinoamericana. No existe un buen pantalón para una cintura 60 y que al mismo tiempo calce en unas caderas 90 o más. Tampoco hay una blusa para una talla de senos 42B. La solución viene gradualmente en las cientos de miles de mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, que se dejaron de vainas y se mandaron a colocar un poco de silicón en sus mamas, para pasar por sobre las medidas e imponer su poder, aunque sea de plástico.

Me uno al grupo de hombres que día a día nos alegramos al ver a las mujeres de más de 40 años caminando por las calles de este país mostrando sus atributos naturales o también con silicón o botox. No les importa en absoluto lo que digan cuando se ponen tremendos “faros” 42B –hasta parece un código nuclear- alumbrando a cuanto hombre y mujer pasen por su lado. Me gusta eso de ver mujeres mayores de 40 años con el cabello pintado de rojo intenso. Con las uñas en gel superlargas y dibujadas con alegres diseños. Me da nota ver mujeres mayores de 50 años con faldas cortas mostrando unos súper muslos más carnosos y apetecibles que “lomito de primera”. Son mujeres de libido subida. Ahí no hay modisto que imponga un carajo. Apártense es la consigna cuando ellas pasan por los pasillos de los centros comerciales. Desenvueltas y en sus femeninas carnes no dan respiro a sus enloquecidos movimientos de sus caderas. Hay que verlas los fines de semana cuando visitan las tiendas, los supermercados, los consultorios médicos, las oficinas públicas, y sobre manera, cuando están preparándose para meterse al mar. Son las sirenas venezolanas que desde cualquier ángulo afirman lo que son y con orgullo muestran los atributos que la naturaleza y algún dios les otorgó para que fueran felices.

jueves, mayo 14, 2009

Fallo de concurso de poesía

Ganadores y finalistas del concurso de poesía: El mundo lleva alas.
vocesdehoy © 2009
Se dan a conocer resultados del concurso de poesía El mundo lleva alas, convocado por la Editorial Voces de Hoy, radicada en Miami. Estados Unidos.

En el día de hoy 14 de mayo del año 2009, el jurado internacional integrado por: Teresa Coraspe (Venezuela) en calidad de presidenta, Cecilia Ortiz (Argentina), miembro y Josefina Ezpeleta (Cuba) miembro, declaran a 18 obras como finalistas de un total de 32 obras que participaron en concurso. Declaran además, un primer lugar compartido, un segundo lugar y un tercer lugar también compartido, y cinco menciones especiales. Todo ello se debe a la calidad de las obras seleccionadas. Los premiados con el primer, segundo y tercer lugar recibirán como premio una edición de la antología publicada por la casa editorial convocadora del concurso, con la totalidad de sus obras enviadas. Además, en dicha antología se publicarán la totalidad de las obras enviadas por los cinco finalistas ganadores de la mención del jurado, y un solo poema de los restantes concursantes, seleccionados entre los 18 finalistas. EL primer lugar recibirá también una serigrafía de un artista plástico reconocido. Todos los concursantes que resultaron finalistas, recibirán un certificado de reconocimiento por su obra seleccionada. De igual forma los integrantes del jurado recibirán una edición de la antología y su respectivo certificado por su excelente participación como jurados del concurso.

Obras Finalistas :
1. Betsimar Sepúlveda Hernández– Venezuela
2. Sara Vanégas Coveña– Ecuador
3. Aurora Elena Olmedo – Argentina
4. Roberto Bianchi – Uruguay
5. Luciana Martín – Argentina
6. Silvia Loustau – Argentina
7. Moisés Cárdenas - Venezuela
8. Francisco Robles – España
9. Estrella Fresnillo- Cuba
10. René Novoa – Honduras
11. Antonio Pol – Cuba
12. Manuel García Verdecía – Cuba
13. Juan Guerrero – Venezuela
14. Jaddin José Vivas Cuy- Venezuela
15. Aida Josefa Croce de Bazán – Argentina
16.Annie Vásquez – Venezuela
17. Gabriela Abeal- Argentina
18. Orlando Ignacio Fernández – Cuba

Premiados :
Primer lugar compartido: René Novoa (Honduras) y Manuel García Verdecía (Cuba)
Segundo lugar: Aurora Elena Olmedo (Argentina)
Tercer lugar compartido: Juan Guerrero (Venezuela) y Estrella Fresnillo-Díaz (Cuba)

Menciones especiales del jurado :
Silvia Loustau – Argentina
Sara Vanegas - Ecuador
Moisés Cárdenas – Venezuela
Francisco Robles - España
Roberto Bianchi - Uruguay

Mayor información: http://vocesdehoy.net/concurso_de_poesia.html

domingo, abril 26, 2009

El lenguaje de la libertad y la fantasía


La más grande biblioteca humana, la Internet, como infinita memoria de la Humanidad junto con la mirada virtual en el reflejo de la pantalla, tuvo en el pasado antecedentes no precisamente en los laboratorios de los científicos modernos. Fueron los escenarios de los escritores donde se delineó el rostro de esta maravilla humana que hoy aparece como normal dentro de la cotidianidad de la vida.

En un cuento de Jorge Luis Borges, El jardín de senderos que se bifurcan, escrito a inicios de los años ’40, del pasado siglo, el autor construye una especie de gran metáfora del tiempo a partir de la cual éstos coexisten, se superponen, se juntan, se distancian y finalmente se desarrollan en red de redes para establecer finalmente un continuum del presente eterno. Así, la obra borgiana se adelanta a la era cibernética en la segunda parte del siglo XX.

Pero si esto no es suficiente para comprender la trascendencia del lenguaje y de la palabra en particular, será en la obra de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cuya primera edición aparece hacia 1605, con una reimpresión ese mismo año, donde el autor construirá con la artesanal palabra, la virtualidad de un personaje que se erigirá como modelo del mal decir y del mal vivir. Nunca existió, físicamente hablando, Don Quijote. Fue el delirio por la lectura de tanta novela de caballería, tanta ingesta de granos y tanta malnutrición amorosa que lleva a Alonso Quijano al paroxismo de ser Otro y proyectarse en la verosimilitud de actos y hazañas por tierras de La Mancha.

Pero este Don Quijote no es del todo personaje imaginario salido de la mente alucinada de Cervantes-Quijano. Parecido al caballero de la triste figura existió en la realidad-real un anciano conquistador que, al decir de autores como Luis Beltrán Guerrero, Enrique Bernardo Núñez, Mariano Picón Salas y Luis Brito García, entre otros, demuestran con suficiente documentación la existencia del Quijote en Venezuela.

Sabido es que en la ciudad de Caracas vivió por los primeros años de su fundación un personaje, como lo fue Alonso Andrea de Ledesma (Villa de Ledesma-España, c. 1537-Caracas, 29-5-1595) conquistador, quien junto con otros antiguos fundadores de la ciudad capital del país poseía tierras y cultivaba y trillaba, entre otros productos, trigo así como el pastoreo y el ordeño.

Cuando el pirata Amyas Preston, capitán de la armada de sir Walter Raleigh toma por asalto el litoral de lo que hoy es el estado Vargas y se preparan para subir hasta el valle de la ciudad, los aterrados moradores huyen despavoridos a los bosques ante la inminencia del ataque. Es sólo Andrea de Ledesma quien, montado en su viejo y cansado caballo, que le acompañó durante las travesías por los caminos de occidente para espantar indios, junto con su vieja y oxidada armadura, casco de peñacho, escudo y lanza en mano; se enfrenta en su soledad a los terribles piratas.

Ledesma es un anciano enclenque, larguirucho y de cabello encanecido. Tendrá para la época (1595) cerca de 60 años. Toda una proeza en una sociedad donde la esperanza de vida no superaba los 45 años. Los piratas de Preston sonríen cuando le ven de frente y en actitud de combate. El pirata ordena que no le hagan daño pues sólo es un solitario anciano enloquecido quien ha osado enfrentarse quizá a sus mismos fantasmas en las tierras mágicas y telúricas del Nuevo Mundo.

Finalmente y después que el conquistador ha dado varios lanzasos y cortado uno que otro pirata, suena un estruendo de arcabuz y el viejo conquistador cae mortalmente herido. Preston ordena a sus hombres que le carguen y coloquen su cadáver sobre su escudo, le cubran con su amplia capa, y en señal de respeto y valor, los piratas disparan al aire sus armas.

Alonso Andrea de Ledesma fue sepultado, según refiere la tradición de la época (…) usando de todas aquellas ceremonias que suelen utilizar las milicias para engrandecer con la ostentación las exequias de sus cabos.

Es conocida la permanencia de Cervantes en Sevilla a propósito de sus deseos, que llega a expresar en carta de solicitud a las autoridades, para embarcarse como colono a tierras descobertas. Le interesa saber todo lo que ocurre en esas lejanas tierras. Muy seguramente debió tener referencias sobre el hecho anteriormente ocurrido entre el conquistador Alonso Andrea de Ledesma y el pirata Amyas Preston. Las noticias sucedidas en las colonias del reino eran sabidas, aunque con meses de retardo, por los habitantes sevillanos quienes se enteraban de manera oral y por los comentarios de quienes iban y venían del Nuevo Mundo.

También existe una referencia alusiva a unos bardos españoles en el largo poema de Juan de Castellanos, soldado español quien emigró al Nuevo Mundo y posteriormente se ordenó sacerdote y escribió el más extenso poema en lengua española, Elegía de Varones Ilustres de Indias; son 113.600 versos endecasílabos, escrito hacia 1577.

En este poema Castellanos nos dice en una de sus partes, referida a la vida de unos soldados en la isla de Nueva Cádiz de Cubagua:

Y aún tú, que sus herencias hoy posees
No menos preciarás saber quién era
Bartolomé Fernández de Virués,
Y el bien quisto Jorge de Herrera;
Hombres de más valor de lo que crees
Y con otros también de aquella era,
Fernán Mateos, Diego de Miranda,
Que las musas tenían de su banda.

Sobre la estrofa anterior nos comenta Luis Beltrán Guerrero, poeta, entrañable amigo, lejano familiar y académico de la lengua que Diego de Miranda se llama en el Quijote el Caballero del Verde Gabán. Diego de Miranda es uno de los pobladores de la Nueva Cádiz primitiva. Como recordaréis, el Caballero del Verde Gabán es aquél con quien Alonso Quijano topó en la tercera de sus salidas, el que vio absorto la singular aventura de los leones, el primer santo a la jineta que Sancho había conocido, aquel prototipo de la sabiduría clásica que pasaba la vida con su mujer, sus hijos y sus amigos, se ejercitaban en la caza y la pesca, sin muchos aspavientos de utensilios, galgos y halcones, poseía unas docenas de libros, sin que entre ellos se contasen los de caballerías, invitaba a cenar a sus vecinos, amistaba a los desavenidos, daba con la derecha sin que la izquierda lo supiese, ni murmuraba ni consentía que se murmurase en su presencia. Aquella casa del Caballero del Verde Gabán, la bodega en el patio, la cueva en el portal, muchas tinajas a la redonda, que por ser del Toboso le rememoraron al ínclito Caballero el nombre amadísimo de Dulcinea. Hay quienes juzgan que el Caballero del Verde Gabán de Cervantes era hijo del Diego de Miranda de Nueva Cádiz y su casa se levantó con el producto de la venta de perlas. Lorenzo, hijo del Caballero del Verde Gabán, es aficionado a la poesía, contra la voluntad del padre, hereda la afición literaria, ¿de quién, sino del abuelo? Si las musas tuvieran al abuelo “de su banda” no olvidemos que Cervantes refiere que el Quijote, tan sabidor en achaques de letras, proclamó poeta consumado al nieto de nuestro conquistador.

Dos acotaciones sobre lo mencionado por Luis Beltrán Guerrero. La primera es la referencia a la ciudad de Nueva Cádiz de Cubagua. Primer asentamiento poblacional europeo en tierras de lo que hoy es Venezuela. Allí existió el primer emporio perlífero que fue el inicio del saqueo de los bienes materiales e inmateriales a las culturas ancestrales de esta parte del mundo. Como ejemplo podemos indicar que las diez mil perlas que se exhiben en el manto de nuestra señora de Toledo en España, fueron sustraídas de las innumerables zambullidas a que se les forzaba a los indígenas para expoliar sus riquezas.

La otra referencia es al nombre de Dulcinea del Toboso. Doña Aldonza Lorenzo es la amada, la tosca campesina en quien la mirada obliterada quijotesca transforma en maravilla estética y afirma el ideal amoroso de la nueva humanidad.

No es de nuestro interés indicar en modo alguno de quién es la paternidad del verosímil Don Quijote. Quizá la realidad se desdobla y anula la realidad haciendo de Cervantes un personaje y del Caballero de la Triste figura el autor que se proyecta en su metáfora hasta alcanzarnos en nuestros días.

Es merced al lenguaje que se libera donde se aprecia la inmensa y descomunal imaginación humana que nos permite encontrar, más que en un análisis literario y filológico, el sentido real y verdadero de aquello que para nosotros significa esta obra y su influencia en la lengua española actual.

Quien desee aprender los aspectos de gramaticalidad española, su coherencia y cohesión fonofonológica, morfosintáctica y semántica, perderá su tiempo en las páginas de esta monumental obra humana.

Porque en El Quijote no se aprende en modo alguno la lengua española desde una perspectiva académica ni educativa. En El Quijote, por el contario, se aprende a vivir en español, se aprende a amar en español, se aprende a maldecir, a blasfemar, a fijar la mirada en la escoria social, en la actitud de los seres humanos que deambulan por los rincones del mundo hispánico buscando un lugar en el mundo para sonreír mientras se comen los mendrugos del pan crudo y de los granos podridos que dan los flatos en hombres y mujeres desdentados que se burlan de sí mismos y de los hijosdalgo que buscan situarse en la escala social para ser considerados por la realeza hipócrita.

Es Don Quijote el hablador de una lengua que se desplaza paralela a la lengua oficial que tanto Sánchez de las Brozas (El Brocense) y el padre Antonio de Nebrija ordenaron para que se impusiera a sangre y fuego en tierras ajenas. Tal como Ángel Rama lo afirma, la lengua española oficial se traduce en una escritura que norma la vida social de un mundo construido a espalda de los cientos de miles de millones de seres humanos que por el contrario, debieron conformarse con el uso de los rudimentos de un lenguaje más identificado con la jerga pueblerina que tanto gozo y magia posee y que desborda sus metáforas en los cientos de párrafos que la sabiduría cervantina adorna en esta obra. Por ello en un primer momento esta lengua oficial es prohibida usarla a los indígenas y esclavos.
La lengua de Don Quijote es el idioma español liberado de tanta cuadratura estilística y tanta norma gramaticalista impuesta por la escolástica medieval. Los giros idiomáticos encontrados en sus páginas nos dicen de un idioma con alma apasionada, endiabladamente testaruda, amorosa, maldiciente y benefactora, grotesca y superlativamente altisonante. A menudo vanidosa –sino compruébese el perfil de Dulcinea y el alucinante caballero- o también en el uso de las palabras mágicas, esotéricas y cabalísticas desde su mismo inicio: En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. Por qué no nombra el lugar, el sitio, el espacio aludido y a la vez olvidado? Será acaso la gran pantalla virtual de la vida humana que metafóricamente se alude y que siglos después se hace realidad? Ese lugar posiblemente sea el encierro de donde salió después de pagar un rescate. Pero también es el espacio literario que es atemporal, ahistórico y amoral. El espacio literario de la obra se cuenta a sí mismo su propia historia mientras establece su moral=eso que mora, que habita y que posee su propio valor, aquello que vale para contar y re-contarse la vida ad infinitum.

Sobre el esoterismo en don Quijote véase el libro de Julio Peradejordi, Los refranes esotéricos del Quijote donde se demuestra en concienzudo análisis, tanto el origen arameo antiguo del nombre, Quixote, como las referencias refranescas a un espacio interior, esotérico, donde el antihéroe desarrolla su actividad.

El camino que sigue el caballero de la triste figura no es tanto un viaje material por tierras de La Mancha. Es, básicamente, un viaje interior, una introyección hacia sí mismo. Especie de desplazamiento odisíaco donde el personaje se va construyendo su propio destino mientras se enfrenta a sus demonios y los logra exorcizar. Pero mientras Odiseo mantiene una lucha interior con fuerzas materiales caracterizadas por identidades vinculadas con las divinidades, con la deificación y el desplazamiento en espacios también que bordean lo paradisíaco; en don Quijote esas fuerzas no están deificadas, por el contrario, están identificadas con la misma vida de los mortales, con la condición humana que es a la vez mundana, cotidiana y aparentemente intrascendente.

Pero he aquí que el acto alquímico que logra la transformación de esos hechos de intrascendencia humana se logran merced a un lenguaje que trastoca la realidad-real y construye las otras realidades –tal como Cortázar entiende el tiempo en eso llamado fantástico- para instaurar las múltiples realidades que son verdad, o al menos verosimilitudes de la existencia humana.

Entonces el lenguaje viene liberado en la voz de don Quijote. No es sueño, tampoco locura. Son los actos del lenguaje hecho metáfora (-de meta-fêro=eso más allá de…) que construyen las realidades múltiples que hoy denominamos como ciberespacio, realidad virtual y por lo tanto conducen al tiempo único del aquí y el ahora o mejor, el yllo témpore o presente eterno, que es precisamente el tiempo de los dioses o en lo humano, el tiempo donde los niños se instalan para experimentar la vida.

En esta obra de la cual hablamos, don Quijote, el estado poético (-de poiesis=construcción) se asocia al estado amoroso para crear su propio universo, su propia y única verdad. La obra, esta obra de arte es el compendio de la cultura hispánica desde su misma esencia, desde su fuente cultural primaria en boca de campesinos, desterrados, putas, malhechores, hijosdalgo, salteadores, fracasados, pero todos soñadores de un destino semejante al destino de los dioses que se hablan desde un mismo lenguaje: ese de las palabras dichas en metáforas, parábolas o salmos, y que sigue por los siglos repitiéndose como un eco en boca de decimistas, trovadores y juglares, y en los nuevos cantadores de la vida, cruel a veces, como en el reguetón donde se habla del sexo, las drogas y la violencia de la vida. Da igual, sus ancestros están en los reggee jamaiquinos o en el soul del sur norteamericano y más atrás; los spirituals de los esclavos africanos que cantaron en actos mágicos su destierro a estas tierras de nadie y de todos.

En aquellas como en éstas permanecerán siempre las voces que se niegan a perecer en la realidad-real de una vida seca sin amor ni poesía. Quizá atropellada, desamparada pero colmada de lenguaje erótico de tanta plenitud de vida y que es palabra telúrica en la inmensa figura alada del caballero don Quijote, héroe de la cotidianidad, amo del fracaso, único dueño de la mágica palabra.






miércoles, abril 15, 2009

La plenitud amorosa


No exageramos al declarar que es Francisco Arévalo (San Félix, 1959) el primero en desarrollar un discurso poético donde la ciudad (Ciudad Guayana) aparece como el trasfondo de un escenario donde discurre la hiperrealidad de un submundo cruzado por la presencia de marcas discursivas que señalan burdeles, putas, esquinas y luces en semi oscuridad que bordean la piel de una ciudad a veces distante a veces hostil, pero siempre lacerante hasta penetrar el alma y dejar al descubierto esa herida y llanto de estar vivo.
Ese dolor de vivir el día a día en una ciudad que alucina de tanta luz y enceguece por las noches de tanto humo, ruido y mujeres complacientes que merodean por los bares hasta el alba. Y dentro de ello, la sonámbula mirada de Arévalo se mueve en cámara lenta, viviendo los detalles, la fragmentación de un mundo que apenas se percibe mientras se ingieren pastillas para tranquilizar la mirada obliterada de mujeres en escarlata, piedra de ámbar y zafiros, de labios carnosos embadurnados en el rojo del lápiz labial que marca la esforzada sonrisa que se vuelve mueca en el insomnio que ya no se soporta.
En sus libros Brote, 1989; Siempre Áspero,1993; Nadie me reina en estos parajes de hormigón, 1993; Sur, 1995; Alcoholes de la otra iglesia, 1996; Agrio de colmena, 2001; Hincar el tridente (colectivo), 2002, así como en su obra narrativa, muchos de ellos premiados, Arévalo acentúa una muy personalísima manera de observar la ciudad mientras sus huéspedes se desplazan en un mundo que bordea los ángulos de una intimidad que seduce, embriaga y al mismo tiempo aprisiona, lacera y corroe la piel hasta dejar sólo el esqueleto informe de seres que deambulan en las sombras de la noche impúdica a solas e insomnes.
También aparece en el discurso poético de Arévalo la presencia por la añoranza de otros espacios, donde sólo la voz poética puede hacer el ejercicio alquímico para construir realidades.
Y es precisamente en su hasta ahora última publicación, Adiós en Madrid, 2009, donde Arévalo revela por vez primera un discurso poético vinculado a la amada que finalmente aparece en sus coordenadas más íntimas. También en sus claves discursivas están los lugares transitados por el poeta: el Orinoco, Madrid, Puerto Ordaz, Granada, Sevilla, Barcelona. Son sitios que están vivos en la piel y que son visualizados y encarnados en la amada con una sobrecogedora cotidianidad que evidencia el esplendor de eso llamado “día a día”. Deslumbra el espacio cotidiano de Arévalo mientras los rasgos femeninos son deseados y buscados en los resquicios que yacen como claves en el discurso poético “que se viene siendo”. Discurso que se resume en su texto 18:

Aquí me paro
En los costados de esta noche alegre
A tan sólo metros
Los duendes huidizos que no regresaron al averno
El escudo de murallas para no volver
La pizarra donde fijamos tropiezos
De la manera que se viene siendo

En este último verso habita el ser de este libro. Se resume toda esta obra mientras los siete versos resplandecen para señalar otras esquinas por donde aparecen otras metáforas quizá más acabadas, tal vez de exactitudes mañaneras o en los largos orgasmos donde los amantes dejan sus silencios en las sábanas de espacios que abandonan para volver a entrelazarse en sus cuerpos: sus verdaderos espacios.
Los amantes no habitan en las ciudades y sitios que nombran los poemas. Ellos dejan su huella, su tránsito por esos lugares. Su verdadera existencia yace en la plenitud de sus propios espacios húmedos, lascivos, frenéticamente orgásmicos, lejanos de tanta cercanía y penetración, irreverentes y candorosos, púdicos y eróticos. Arévalo muestra por primera vez el lado amoroso vinculado a la mujer que en sus primeros libros pudo sentir pero que en modo alguno logró asir y vivenciar, como tal vez en algún viejo poema escribió:

Te contaré de mis aventuras
Piratas en Sevilla
De cómo enfermé de lujuria
En los puertos de Vigo
De cómo Estambul
Se convirtió en obsesión

Metáforas que iban construyendo realidades futuras. Ahora en Adiós… se asiste a un viaje doble: el físico que tiene dos tiempos. Uno en su cuadratura intimista y Dos mientras observan los paisajes ibéricos. Pero también, como ya ha sido indicado, está el viaje interior, el desplazamiento por el cuerpo de la amada. Escribiendo sobre su espalda y entre sus muslos, por entre la despeinada cabellera encuentra el acertijo de los textos poéticos que van penetrando en la íntima ternura de los versos que se abren, como la amada que va imperceptiblemente abriendo sus intimidades al amado.
Mientras el deambular por el espacio fragmentado de imágenes de cuadros y pedazos de lugares y espacios, hacen que Arévalo indague en sus derrotas el último regalo que ofrece: Sólo la humedad que te he dejado. Pero al mismo tiempo le advierte: no te conviertas en una mujer gorda de ausencias, Hay seres que ostentan alegrías inútiles.
No es nada complaciente esta poesía. No hay rosados versos en carmesí ni metáforas construidas desde los planos socialmente aceptados. Son textos con imágenes que dejan un sobresalto en la piel y la memoria. Extremos. Duros. Construidos con restos De la manera que se viene siendo. Ese leit motiv que es la mujer/hombre en nuestro tiempo y momentos.

Aunque parezca de un cursi sostenido
Siempre andarás conmigo
La impotencia de no tomar el atajo
Entonces será cuando veas en el orgullo una cara de perro

Después de todo, sigue siendo la misma pareja, eternamente amantes, como en el Cantar de los cantares: buscándose mientras construyen su espacio, su lenguaje y su silencio.

juan guerrero
puerto ordaz, madrugada del 11 de marzo de 2009