domingo, septiembre 22, 2013

Crueldad y sadismo

Hace unos cuantos años al hermano de un conocido empresario de la prensa escrita venezolana le dio por eliminar unos frondosos árboles que impedían a los camiones del periódico depositar las enormes bobinas de papel. Intentó derribarlos pero la comunidad lo denunció y en la prefectura le impidieron perpetrar el crimen ecológico. No desistió. Optó por envenenar los cedros. Les fue regando día a día kerosene hasta que las ramas se fueron secando y no quedaron sino los vestigios de unos enormes y hermosos árboles. Así pudo talarlos y encementar el paso de las máquinas para que entraran a la imprenta del prestigioso diario guayanés. Esa crueldad que he comentado ha sido una soterrada práctica en la Venezuela decadente de una minoría de mujeres y hombres que olvidaron valores, principios, ética y moral. Esta práctica se extendió a los animales. Perros y gatos han sucumbido a la crueldad de personas e incluso, instituciones del Estado que poco o nada hacen para proteger la vida de estos seres vivos. Ocurrió hace 2 años en Porlamar, donde la Alcaldía patrocinó el envenenamiento de perros y gatos callejeros por, supuestamente, existir una sobrepoblación de estos mamíferos. Estos hechos tan crueles, despiadados e inhumanos, pasan ahora a un segundo plano, frente a la perversidad que se hace presente en nuestra sociedad, y donde son los niños, ancianos y minusválidos, los más indefensos frente a la depravada, cobarde y sádica manera como ocurren los crímenes que casi semanalmente nos enteramos por los medios de comunicación y en la instantánea información de las redes sociales. Apenas hace un par de días ocurrió un cruento asesinato. Un joven minusválido murió como consecuencia de las quemaduras que le ocasionó su hermano, quien le roció gasolina y luego le prendió fuego. Estas y otras tantas atrocidades nos están alertando que en la mente del venezolano existe una perversa, una esquizoide actitud que le está llevando a cometer crímenes que sobrepasan el asombro y la humillación a la condición humana. En Quíbor ocurrió otro espeluznante atropello a la dignidad humana. Un joven de apenas 22 años asesinó a su mujer. Una muchacha que no llegaba a los 21 años. La asesinó frente a su hijo de apenas 2 años. Al paso de los días y ante la alarma de sus familiares por la ausencia de la joven, sus padres comenzaron a buscarla. Fueron hasta la vivienda de su hija y allí encontraron al niño, quien sin hablar apenas señalaba con sus dedos hacia la nevera. Cuando la abrieron, encontraron metida entre potes plásticos algunas partes de la malograda mujer. Días después, cerca de la destartalada vivienda, unos niños jugaban en un terreno donde improvisaban una cancha de fútbol. Uno de los niños que jugaban fue a buscar el balón que por una patada fue a dar hasta un basurero. Cuando el niño dio con el balón vio a su lado unas bolsas plásticas negras. Al hurgar en su interior vio una cabeza y restos humanos. Eran los de la joven madre. El marido la había tasajeado cual res, pues había trabajado en una carnicería. No creo que se pueda seguir ofreciendo más detalles de este y tantos otros crímenes que rozan la crueldad y el sadismo. Lo que sí es pertinente indicar es la peligrosa tendencia en el venezolano de mal acostumbrarse a estas aberraciones como si fueran actos aislados que no son parte de nuestras experiencias. Todos estamos inmersos dentro de una sociedad violenta y por tanto, la estamos padeciendo o porque lo ejercemos diariamente en la cotidianidad de la verbalización de gestos, ademanes y expresiones que muestran la violencia contenida de una forma de ser que se hace cada día más real. O porque en el silencio de nuestra aparente pasividad cedemos y nos convertimos en cómplices, por omisión, por no querer alzar la voz y denunciar al agresor, pues este posee poder, influencia en la esfera económica, política o militar, o simplemente tiene bienes materiales que impiden al agredido actuar. No creo sirva de mucho indicar la protección del Estado a través de sus instituciones que en este momento representan para el ciudadano, un riesgo para la denuncia. Pero debo recalcar una vez más, la responsabilidad individual de ese venezolano que se sabe protegido por un régimen que le permite transgredir y cometer crímenes con alevosía, crueldad y sadismo. No existe en ese venezolano ningún rasgo que le asemeje a aquel ciudadano de antaño: solidario, respetuoso, formal, virtuoso, de actuación recta y comprometido con su destino individual y colectivo. La banalización de la vida hace de estas dantescas historias motivo para la burla y el humor negro entre algunos ciudadanos. Si quisiéramos buscar a ese venezolano ético y moral tendremos que ir a los libros de historia o a los museos, como exploradores que buscan ciertas especies extintas. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis

La computadora

Armando es un señor bonachón y en su negocio es muy servicial y atento. Pero de nada han servido estos dones para ahuyentar a los malamañosos amigos de lo ajeno. En días pasados, y mientras se preparaba para cerrar su local de artículos de repostería, por los lados de La Piedad, los malandros le pusieron una pistola en la cabeza a su ayudante mientras le quitaban la computadora, una laptop de última generación. Armando pudo ocultarse y vio que los dos antisociales abordaban un "rapidito" (taxi) de un rojo descolorido y todo destartalado. Como pudo salió y buscó su carro. Mientras iba detrás del rapidito tomó su celular y llamó a la policía. Por respuesta obtuvo una negativa: -Es que no tenemos vehículo. Discó al 171 y allí tomaron nota y colgaron. A todas estas los delincuentes, con su laptop encima, se habían detenido a media cuadra de una estación policial. Ya caía la tarde mientras los cielos se cerraban presagiando un vendaval de agua. Buscó ayuda pero los policías le dijeron que ya estaban cerrando y además, no tenían ni vehículo ni armamento. –¡Cóntrale¡ Pero en las alcabalas móviles que montan en Barquisimeto sí tienen vehículos y bastante armamento para matraquear. Pensó y estuvo a punto de espetarles su rabia e impotencia. Por casualidad llegó un policía con su moto propia, quien tenía un viejo revólver que al menos asustaba. Pero tenía temor de enfrentarse a tres delincuentes Armando lo convenció y se presentó una persecución. Los delincuentes enfilaron a los cerros cercanos a la montaña de Terepaima. Ya era de noche y medio garuaba. En la carrera dieron con otras comisiones policiales quienes cercaron a los delincuentes. Uno estaba debajo de un carro y otro, por los matorrales, mientras el chofer del rapidito declaró que los malandros lo habían secuestrado. En la Comisaría le presentaron a los malandros. No querían confesar su fechoría. Armando solo quería recuperar su computadora por los tantos pedidos y despachos sin cancelar, con deudas y más deudas. Hasta ofreció contribuir con los policías con "algo pa' los frescos". Ahí sí que cantaron de bonito los desdichados. Cuando se los presentaron para el reconocimiento, Armando casi no pudo reconocerlos de la golpiza que habían recibido. Pero dijeron dónde habían dejado su computadora. Ya era de noche cuando comenzaban a redactar la denuncia...pero apenas había una sola hoja para escribir. La esposa de Armando debió ir a su casa y traer una resma de colaboración. Finalmente cuando iban a recuperar su valioso objeto, los rayos, truenos y centellas hicieron imposible ir hasta los matorrales. Además, ya eran pasadas las 2 de la madrugada. Apenas cantaron los gallos Armando se despabiló. Encendió su vehículo y se fue hasta donde los malandros dijeron que habían ocultado su computadora. Entre el lodazal por el aguacero de la noche anterior, yacía su laptop que había comprado a crédito hacía cuatro meses. Debió apartar piedras, ramas, sapos y lagartijas. Al abrirla, una densa mancha de aceite y aguas negras le empañaron la pantalla. Miró a su alrededor. Apenas un borrachito, quien lo había visto llegar y hurgar entre los motorrales, sonreía pícaramente. Se le acercó y mientras danzaba su resaca, exclamó: ¡-Pero tenemos Patria, compay! (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis

Maldad y violencia

Pareciera un lugar común hablar sobre la cordialidad del venezolano, su alegría desbordada, su zalamería y su ya trillada manera para hacerse de amigos en un dos por tres. Pero poco se dice sobre ese otro rostro donde anidan las bajas pasiones, las emociones que desde un tiempo para acá salen y se materializan en escalofriantes realidades y se traducen en cifras rojas, donde heridos, mutilados y muertos se cuentan por decenas, por cientos y miles. Quedamos también los sobrevivientes. Nosotros los mutilados, los ciegos, los sordos y mudos de tanta pasión desbordada. De tanta maldad que desnuda la piel y la expone a la intemperie, donde solo hay llanto de quienes viven la experiencia del familiar asesinado, del amigo que sobrevivió al asalto, al robo, pero quedó mutilado, minusválido para transitar en una sociedad de lobos, de “sálvese quien pueda”. Y también el llanto contenido de tanta impotencia, de ver cómo se van aquellos niños inocentes, jóvenes promesas y ancianos desvalidos, todos indefensos frente a la barbarie de una sociedad sangrienta, dura, irreverente y mal acostumbrada a la violencia y la maldad: material y espiritual, física y verbal. Esa violencia y maldad ocultas por años. Solo subrayo la primera responsabilidad que recae, una vez más, en el régimen que por estos años administra el Estado: su incapacidad e ineptitud para controlar la violencia a través del sistema judicial y educativo. Y por la otra, la familia venezolana: mal estructurada y en la actualidad, absolutamente banalizada y escandalosamente viviendo en una doble moral, que todo busca justificarlo por una modernidad mal entendida, permisiva y mediatizada. Hace algún tiempo publiqué un escrito sobre estos asuntos (http://papelesagua.blogspot.com/search?q=la+maldad+del+venezolano) Por mis afirmaciones recibí múltiples críticas, al igual que al hablar sobre las cárceles en Venezuela (http://www.prensaescrita.com/adiario.php?codigo=AME&pagina=http://www.eluniversal.com ) Pareciera que existe una sustancial parte de la sociedad que se niega a creer que estas escalofriantes, dantescas historias se vivan en la Venezuela actual. Apenas mencionaré lo ocurrido años atrás, como la masacre del barrio Kennedy, en 2005, la de los hermanos Fadhoul, o el dantesco caso del “niño de Guanare”, o la masacre de la hija del cónsul de Chile, en 2012. O apenas unos días atrás, la masacre de Las Calderas, donde más de 10 guardias nacionales masacraron a una indefensa familia, con cerca de 60 disparos, matando a la madre, su hija, mientras dos niñas quedaban en precarias condiciones físicas y psicológicas. O en San Félix, donde una joven debió presenciar cómo unos desalmados le arrancaban la cabeza a su hermano, de apenas 17 años. O la masacre de Mauroa, donde unos matones degollaron a dos niños y los enterraron en unas bolsas plásticas. O en Guacarapa, donde un menor de edad asesinó a dos niños y dejó herida a otra menor. O en Guarenas, donde otro menor recibió 14 disparos. Parte de este mal, este síndrome espiritual y psicológico tiene sus aristas, sus detalles. Sugiero lean en cualquier medio cibernético cómo se expresa la gran mayoría de quienes opinan, sobre cualquier tema, y se sorprenderán, además del descuido ortográfico (?) de la estructuración en su manifestación argumentativa. Se darán cuenta que existe una incapacidad para expresar ideas, para hilvanar un discurso escrito, por lo cual consideramos a esta, una sociedad lastimosamente descuidada en su desenvolvimiento psicolingüístico. Ahí mora (que vive, principia, vale) parte de esta violencia donde todos, absolutamente todos hemos encallado. Unos más otros menos, pero todos salpicados de esta maldad que es la violencia y sus múltiples manifestaciones. La maldad del venezolano hace ya varios años se desató y será muy difícil desterrar ese fantasma tenebroso de las calles. Ese mal anida en cada uno de nosotros, bien porque vivimos de él o bien por vivir en él, y nos acecha a cada momento. Unos duermen con ese monstruo, como el caso de Sinamaica, donde un joven mató a su cuñada a tubazos porque no le caía bien y se vengó porque lo botó de su casa. Muchas mujeres duermen con el enemigo, su propia pareja, bien porque las golpean, les violan a sus hijas, o porque llegan borrachos y les viene en gana violarlas porque simplemente es su mujer. O ella ejerce su violencia en los gritos, insultos y maldiciones. Y es también la educación, cuando el docente le exige una calculadora al bachiller si quiere pasar la materia. O la joven que calla mientras el profesor la extorsiona y disimuladamente le ofrece la tristemente “operación colchón” para que apruebe el año. La maldad y la violencia ocurren cuando la sociedad se hace permisiva e insensible, y el gobierno deviene régimen autoritario, inepto, corrupto y corruptor. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis

Régimen fascista

Desde 1827, cuando Simón Bolívar decretó la autonomía universitaria, las instituciones de educación superior venezolanas se han visto amenazadas por los diferentes gobiernos y regímenes que se han apoderado del Estado, bien por elecciones o por la fuerza. Pero el Alma Mater siempre ha sabido enfrentarse y resistir con su más preciado bien: el conocimiento. Esa trascendental herramienta que dignifica y es muro de contención contra la barbarie y el atropello de quienes se saben incapaces de ejercer autoridad por la capacidad para argumentar y conciliar. De nuevo la universidad se encuentra amenazada por un régimen que ya pasó del autoritarismo a mostrarse con su rostro de fascismo, arremetiendo contra la comunidad universitaria usando sus bandas armadas y su descomunal aparato comunicacional, de prensa, radio y televisión, además de las redes sociales. Después de casi 3 meses de paro indefinido, convocado por los gremios legal y legítimamente constituidos, y soportadas sus acciones por el derecho a huelga y manifestación, los universitario estamos siendo acosados por el régimen fascista, inepto, cobarde, corrupto y corrupto, a través de esquiroles que se han disfrazado de gremialistas, con agencias de maletín, para discutir un contrato colectivo írrito, que no solo vulnera y lesiona los sueldos y salarios de los obreros, personal administrativo y docentes universitario, sino también a los estudiantes y a la misma institución universitaria. En ese contrato se intenta puntualizar sobre la visión de un solo pensamiento en el hacer académico: el socialismo. Pero para imponer esta concepción de pensamiento único el régimen ha intentado acabar con la protesta, usando sus bandas de choque, en las universidades que mantienen el conflicto. Terrible, doloroso y dantesco lo ocurrido en la Universidad Nacional Experimental de Guayana, donde fue incendiada la sede de la Asociación de Profesores, varias docentes fueron vejadas y golpeadas, entre ellas la profesora Yolanda Camejo, a quien se intentó introducir por la fuerza en la sede gremial, para luego quererla quemar viva, junto con otros docentes. Al frente de estas acciones estaba un bachiller minusválido, miembro del denominado Movimiento Estudiantil por la Renovación Universitaria. Triste saber que detrás de estos jóvenes que ejecutaron tan bárbaros actos, muy posiblemente se encuentren los actores intelectuales quienes han trazado e indicado una línea política para amedrentar a los docentes universitario y acabar con sus justas reclamaciones. El mismo día y también por la mañana, en la Universidad Nacional Experimental Politécnica Antonio José de Sucre, sede Puerto Ordaz, el movimiento oficialista Alí Primera, secuestró a los docentes que estaban en asamblea para discutir la continuación o suspensión del paro. Por cuatro horas se les impidió entrar o salir del recinto académico, violando sus derechos ciudadanos. Pero si esto pareciera un hecho aislado, en el núcleo de la Universidad de Oriente, San Félix, estudiantes oficialistas impidieron la entrada al recinto universitario. Grave también ha sido el ataque con presuntos morteros y objetos metálicos, a 17 docentes y estudiantes en huelga de hambre, en la sede rectoral de la Universidad de Los Andes. Es de cobardes, de seres con pequeñez humana, disociados y de resentidos sociales los hechos que de manera sucinta reseñamos. El régimen ha confundido los términos que utilizamos los universitarios. Afirmar que asumimos la protesta académica de manera pacífica no es sinónimo de pasivo. Por el contrario, ahora con mucha más valentía, convicción y fortalecimiento de principios democráticos y de solidaridad, declaramos que la lucha por la vigencia de una universidad republicana, democrática, autónoma y pública, comprometida con la tradición cultural venezolana, debe continuar. Sin miedo, sin temor, porque nos asiste la razón y nos soportan las leyes y la legitimidad de nuestros gremios. Lamentamos saber que quienes ayer defendían la autonomía universitaria y a sus docentes, investigadores, estudiantes, obreros y personal administrativo, hoy estén transformados en burócratas, defendiendo lo indefendible: un régimen ilegítimamente constituido y soportado por enchufados que desprecian a su pueblo. Mantenerse en silencio ante semejante atrocidad de las bandas armadas de este régimen fascista, autoritario y militarista, es poco menos que cobardía y sumisión. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis

El idioma y la productividad

Cuando un hombre habla expresa su humanidad, la intensidad de un deseo que busca realizarse. Es que el idioma no es solo semántica y forma, también es contenido y sustancia espiritual. El lenguaje, en tanto sistema codificado, hay que verlo inmerso en un macro sistema que es la sociedad y, con ella, toda la carga de contradicciones que presenta. Por eso el idioma es como la sociedad, continua contradicción. En el desarrollo industrial el lenguaje es una de las herramientas que le permite al hombre generar objetos con altos índices de productividad. Sin embargo, estos índices en una industria no pueden estar circunscritos solo a las relaciones de productividad en sí. Gran cantidad de factores no solo condicionan al trabajador, también determinan su participación en la producción. El idioma es, en este orden de ideas, una herramienta de trabajo indispensable que determina y fija los índices de productividad. Si hablamos de una problemática en torno del idioma hemos de entender que su causa posiblemente esté en el hombre, y la de éste encontrarse en un régimen de Estado que le es hostil y lo niega como ser humano. Si hay un deterioro en nuestro idioma es que el espíritu del hombre está vacío. Vacío por el abandono a que ha sido sometido el lenguaje. Y si el idioma, como sinónimo de progreso, está deteriorado ¿cómo exigirle a este trabajador calidad en el producto que elabora? ¿cómo puede este desposeído del idioma entender su realidad si le falta la herramienta del lenguaje? El idioma es, fundamentalmente, la representación de ideas y sueños de una pasión, un anhelo, y es, por esencia, un cuerpo transformador. De ahí que los objetos fabricados por el hombre sean materialización del lenguaje. Su calidad, la del producto, viene dada por el correcto uso y aplicación del idioma. Por eso no se puede hablar de productividad apartando al idioma pues éste es la herramienta que da sentido lógico a las relaciones de producción. El idioma se genera por una necesidad objetiva en el hombre: el trabajo. Posteriormente y en reciprocidad, ambos se enriquecen. La calidad de ellos viene dada por el uso óptimo del esfuerzo y las herramientas que usa el hombre. Optimar los procesos de producción significa valorar el desarrollo de un vocabulario acorde con la actividad industrial. Esto es, ser consciente con el idioma que se utiliza. El desarrollo tecnológico debe desterrar la visión utilitarista del lenguaje, que niega la condición humana de la actividad laboral, condenando al hombre a convertirse en una tarjeta adherida a la rueda industrial. En 1771 Robert Owen, quien aplicó los fundamentos de la Utopía de Tomás Moro, organizó una comunidad que denominó New Lanark. En esta comunidad edificó una fábrica y a la vez construyó escuelas, viviendas, comedores, campos recreacionales, centros culturales y sitios de lectura para los trabajadores y sus familiares. Gracias a estas mínimas condiciones de bienestar que consiguió para sus trabajadores, Owen logró de ellos un índice más alto de productividad. En su opinión no eran solo las condiciones socioeconómicas ni las reivindicaciones salariales que lograron alcanzar índices óptimos de productividad. También fue el desarrollo educativo y cultural, y con ello el empleo de un adecuado vocabulario lo que permitió al trabajador ser consciente de su realidad e incidir sobre ella para transformarla. Por todo esto es de afirmar que de una hermosa utopía, que no es más que el sueño vuelto idioma, nacerá la nueva visión del hombre y el trabajo. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis

Lo que vendrá

Los nuevos tiempos se cubrirán con largos períodos de absoluta negación de todo aquello que signifique revolución, izquierda y socialismo. Dolorosamente se impondrá un extremismo conservador y riesgosamente sacramental. Todo el avance que se pudo lograr en la formación de un venezolano apto para vivir y convivir en una sociedad democrática, justa y libre, en las décadas pasadas, se ha dejado a un lado por la imposición de un pensamiento único que el actual régimen busca implantar, de manera autoritaria, con leyes, normativos y disposiciones que se contradicen con la Constitución Nacional. En los comentarios que hacen los ciudadanos en sus sitios de confluencia tradicional: el mercado, supermercado, abasto, sitios de recreación, entre otros, se percibe cansancio, agotamiento y desgaste entre quienes defienden o se oponen a este régimen. Paulatinamente se sienten las coincidencias de una sociedad harta de tanta hablachentería de líderes y dirigentes, de ambos bandos, quienes parecen estar más concentrados en defender sus puestos de primera línea en la pantalla y el micrófono, que en la defensa real, verdadera y concreta, de las brutales realidades que hora a hora debemos enfrentar los venezolanos. Ya se olvidaron los reclamos de las últimas elecciones y la gravedad de lo escuchado en boca de Mario Silva, por un nuevo llamado a organizarse para las elecciones de diciembre. -¡Demasiada precaución y cordura muestran los dirigentes opositores frente al régimen! dicen quienes esperan cambios y decisiones a las promesas de defender y esclarecer lo que sucedió en las elecciones del 14-A; mientras que por el lado oficialista los defensores del régimen esperan que sus dirigentes cumplan las cientos de promesas, como la construcción de viviendas, la reapertura de la mayoría de sus centros de salud integrales, y mejoras en la red Mercal, entre otros. En las penurias que sufre la sociedad venezolana va encontrando solidaridad, como en la aberrante criminalidad, la espeluznante violencia que encuentra por igual a opositores y oficialistas en los destartalados hospitales, morgues y cementerios. Desde esas realidades se ha estado forjando una nueva solidaridad entre uno y otro bando, que ha ido progresivamente fortaleciéndose y tiene en la actualidad un mismo rostro: el venezolano de siempre que no termina de encontrar líderes que de manera concreta, real y verdadera, demuestren que tienen agallas y capacidad política y gerencial para enfrentar esta ola gigantesca de podredumbre, con sabor a narcotráfico, donde está la totalidad del Estado y sus instituciones. Con absoluta seguridad debo afirmar que no existe una sociedad polarizada. Por el contrario, los ciudadanos cada vez estamos solidariamente más cohesionados frente a las penurias que cada día debemos enfrentar: escasez alimentaria, robo, criminalidad, inseguridad personal, sanitaria, educativa, financiera. En esas realidades los venezolanos nos vemos las caras y nos sabemos hermanados y acompañados. A estas alturas de las circunstancias políticas y deterioro del Estado, no nos interesa saber si será en revolución, en socialismo, en democracia, en fascismo, en monarquía o cualquier otro “ismo” donde alcanzaremos esa tan anhelada felicidad y seguridad personal y colectiva. Tan solo deseamos dormir en paz, en tranquilidad, sabiendo que contamos con nuestro sueldo de la quincena que nos alcanza para comprar lo que necesitamos. Ahorrar, y saber que el compadre y los demás vecinos y amigos estén bien. Acaso es mucho pedir a los políticos ese esfuerzo. Acaso los políticos no son funcionarios, comenzando por el presidente de la república, a quienes les financiamos sus puestos y sueldos, para que nos protejan y cumplan sus funciones. Será acaso demasiada exigencia solicitarle al señor alcalde que cumpla con sus funciones y mantenga el aseo urbano, el ornato y la seguridad policial en su municipio, como se pauta en las ordenanzas municipales. Intento llegar al mínimo pensamiento, a lo más elemental y ponerme en las neuronas de estos señores políticos para conocer si es demasiado esfuerzo cumplir con actividades, como las indicadas anteriormente. Pero no alcanzo a saber qué hacen en verdad los políticos en nuestro país, qué tanto hablan o tiempo emplean en reuniones o comisiones. Por eso, entre otras situaciones incomprensibles, la tendencia en la sociedad venezolana parece estar desplazándose hacia un pensamiento pragmático, concreto, básico de sobrevivencia y solidaridad. En consecuencia, también una manera franca, directa y realista de apostar por quien o quienes le presenten ofertas creíbles frente a sus justos reclamos que les ampare y proteja. Que permita conservarles sus tradiciones, su familia y sus creencias. Marx y sus trasnochados profetas pueden esperar. Es tiempo de replegarse y conservar lo primario: la vida. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis