viernes, febrero 24, 2012

Librocidio


Me cuenta mi dilecto amigo Roger Vilaín, que en el Centro de Investigaciones Literarias de la universidad donde trabaja, la Universidad de Guayana, en Puerto Ordaz, algunos docentes de otras áreas se quejan porque los libros de la biblioteca especializada en literatura y arte del Centro, se ven demasiado, generan polvo y afean los cubículos. Le piden que haga algo para esconderlos.
Casos como este aparecen en el escenario académico y cultural venezolano periódicamente y se están haciendo cosa normal en las conversaciones, comentarios y noticias de quienes andamos por este mundo de la academia y la cultura venezolanas.
Hace pocos años fue noticia la “desactualización” de miles de libros de una biblioteca en el estado Miranda, por viejos y raros. Terminaron ardiendo en el basurero municipal. También ocurrió algo similar en la biblioteca pública de Ciudad Bolívar donde enviaron al basurero miles de libros porque nadie los consultaba. O como hace menos de un mes, cuando en la misma capital del estado Bolívar, representantes de la Misión Cultura iban botando paquetes de libros, aún con sus precintos, por la vía de Marhuanta. Libros que venían directamente de la imprenta, nuevos, y quizá porque exigía mucho esfuerzo mental y físico para irlos distribuyendo en las escuelas, liceos y bibliotecas del estado, los lanzaron a un costado de la carretera. Desidia, flojera o falta de solidaridad de estos empleados gubernamentales. Lo cierto es que esta práctica no es nueva en nuestra sociedad. Desde hace años, quizá siglos, una de las maneras de mantener control sobre la población ha sido precisamente impedirles que tengan acceso a la lectura. Antes, en la época de la Colonia estaba prohibida la lectura a las mujeres y clases sociales inferiores. Después, en el siglo XIX, en los años terribles de la Guerra de Independencia, el Imperio español ordenó detener y hasta cortarles las manos y lengua, a quienes poseían libros y sabían escribir.
Destruir un libro, por la magia que éste tiene y lo que representa, es un asesinato, una afrenta al saber y a la cultura de un pueblo. El libro es un cuerpo vivo, una existencia que prolonga su vida en quien lo posee. Nutre, alimenta al lector, lo acompaña y es solidario, crítico y a la vez liberador. Quien tiene un libro posee parte del saber universal. Quien tiene un libro se hace portador de un mundo donde tiene la posibilidad de transitar, observar, palpar, oler y acariciar personajes, paisajes y sensaciones que se graban en la sangre y la piel para toda la vida.
Por estos años obviamente que la práctica de mutilar al lector no se usa. Pero la intención de destruir al libro continúa. Quizá solapada, quizá de manera inconsciente, quizá más subrepticia. Lo lastimoso es saber que quienes practican el librocidio, docentes y funcionarios, tienen necesariamente que coexistir con la memoria cultural de todo un pueblo en el cuerpo de un libro. De continuar esta práctica en pocos años iremos al basurero a rescatar laptops, ipads y demás artefactos en los que se ha ido transformando el libro.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis

viernes, febrero 17, 2012

Diario


Releyendo el libro Diario, de Ángel Rama (1926-1983) encuentro una serie de afirmaciones que todavía, a más de 30 años de expresadas, están vigentes en la vida cultural venezolana.
Conocí al profesor Rama en los intensos años ´70 mientras estudiaba en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Nos presentó Vilma Vargas, profesora y amiga, de quien fui su asistente de cátedra. Era él un sureño (uruguayo) quien se había exiliado en nuestro país, debido a las dictaduras militares sangrientas instaladas en el cono sur y que perseguían a los intelectuales, entre ellos a Rama.
De voz apacible y serena y familiar mirada. Alto y corpulento. Casi ya entrando a los cincuenta años. Era, junto con su asistente y también coterráneo, Álvaro Barros Lémez, una de las primeras atracciones de adelantados pensadores que nutrían los pasillos de la escuela. Pero poco duró ese matrimonio porque Rama era, aunque de formación marxista, un pensador, investigador y crítico de la cultura latinoamericana. Su densa formación intelectual pronto hizo crisis y se enfrentó a la camarilla de seudo intelectuales agrupados en la tristemente llamada “República del Este” que, como muy bien la dibujó en parte de su diario, y mientras se suscitó una polémica llevada por el diario El Nacional, en 1977, afirmó: “Como era previsible (Federico) Ríu le tomó el pelo y publicó una de las notas de Ludovico (Silva) (…) y el artículo del Diccionario, con lo que quedó probado el plagio. Una historia triste, por los valores intelectuales que tiene (o tenía) Ludovico y casi un paradigma de los efectos de esta descomposición alcohólica de un medio intelectual otrora digno. (…) Pero este domingo Orlando Araujo publica en El Nacional una nota de elogio a Ludovico, evidentemente generosa y emotiva, tratando con artilugio poético de salvar lo insalvable. “Te has copiado de Dios” le dice en su párrafo final. Es el texto de un ebrio sobre otro ebrio (…) es el alcoholismo crónico de los dos y de tantos otros de una ridícula República del Este, que implica de cuatro a ocho horas diarias de bar (nadie sabe quién paga y se atribuye frecuentemente a las arcas del Consejo de la Cultura (antiguo CONAC) este secreto subsidio al alcoholismo (…) queda evidenciado el paupérrimo nivel de la vida intelectual porque, aunque parezca imposible, ambos son de los intelectuales valiosos con que cuenta la izquierda, de lo mejor, más leal y sano de esa intelectualidad.”
Lacerante e hiriente la historia de este episodio en la cultura nacional. Plagios, intrigas, desidia, fraudes, estafas, traiciones y huellas de xenofobia son las verdades que plasma en su diario Ángel Rama, quien es hoy considerado el más importante crítico de la cultura latinoamericana. Su pensamiento se encuentra condensado en dos extraordinarios libros: Transculturación narrativa en América Latina, y La ciudad letrada, además de sus ensayos y conferencias sobre escritores latinoamericanos.
En su tiempo no sólo se consagró al estudio e investigación de la literatura en la América hispana. También vinculó la creación literaria al hecho social, que lo presenta como el inspirador de la denominada sociocrítica moderna. Sus reflexiones sobre la Venezuela política de la década 70-80, son indicativos de los acontecimientos que para finales del siglo XX se desencadenan en un país sumido en el caos económico y la crisis sociopolítica. Leamos su diario: “6 de noviembre de 1977. La ciudad sin agua desde hace cuatro días. Un motín de protesta en el (barrio) “23 de enero” concluyó con dos abaleados y muertos por la policía, criaturas de 13 y 10 años, otro ejemplo de la brutalidad de la represión por los cuerpos de seguridad, que en este año ha arreciado como forma de contener el malestar popular. Es insólito: los millones del petróleo no alcanzan a solucionar las urgentes necesidades populares, pues la incompetencia, el despilfarro y la rapaz especulación burguesa se suman a las dificultades de una infraestructura económica y de servicios enteramente obsoleta que no puede adecuarse (falta de planificación, incapacidad, desatención) a las nuevas situaciones del país.” “En este último año la inquietud social ha crecido: huelgas, protestas populares, nuevos alzamientos guerrilleros (…) y un clima de inseguridad urbana acrecentado. Las raíces son evidentes: basta alzar los ojos hacia los rancheríos de los cerros (donde vive casi la mitad de la población de Caracas) para divisarlas, pero el gobierno sigue con la confianza puesta, por un lado en un desarrollo burgués de largo alcance que provea de trabajo y disciplina, por el otro en el terror de una represión que deja muertos prácticamente todas las semanas.”
Bajo el principio del intelectual éticamente comprometido con su tiempo, adelanta su crítica con los modelos estereotipados de los nuevos liderazgos políticos: “Pintoresco diálogo con (Juan) Fresán: cuenta de los sudores que están pasando los expertos en publicidad para forjar la imagen de Piñerúa Ordaz, en candidato de AD. Por ejemplo, la imposibilidad para conseguirle una sonrisa que no sea una mueca o de dotarlo de una figura atrayente (los bracitos de muñeco), que ha llevado a Fresán a proponer el slogan: ”No hay sitio para risas, la situación es dramática. Enfrentemos nuestros problemas.”(…) Este modo planificado de forjar el candidato, “haciéndole una figura”, produce vértigo y horror de nuestra civilización. Conozco lo que Jacobo Borges ha venido haciendo de Teodoro Petkoff, para transformarlo en el Robert Redford de la política venezolana y lo que antes hizo con José Vicente Rangel, sugiriéndolo, por la vestidura y posición del cuerpo, como un símil del santón popular José Gregorio Hernández. Se trata de vender un producto. No hay ya ingenuidad romántica, salvo en los grupos de izquierda que son, a la vez, más puros y más arcaicos. La disociación entre idea, carácter, cultura, doctrinas, proyectos, por un lado y aspecto-discursos-imagen, por otra, es propia de nuestro tiempo y patentiza su estructura compleja, artificiosa y fraudulenta. Es el fin de toda moral.”
Demoledora reflexión la de un crítico, ensayista, investigador y docente en universidades del mundo. Lo fue en Uruguay. Sus años en Venezuela le llevaron a dictar cátedra en la Universidad Central de Venezuela, en la Universidad de Los Andes. En México, en la legendaria UNAM. En Estados Unidos de Norteamérica, en la de Maryland y Stanford. En Europa, en la de Venecia, entre tantas instituciones a las que sirvió, mientras también adelantó proyectos innovadores, como los postgrados en literatura latinoamericana, en la UCV, y la creación de la Biblioteca Ayacucho, cuyo objetivo fundacional ha sido la de plasmar en textos el pensamiento de la cultura Latinoamericana en la voz de sus mejores intelectuales.
Por estos tiempos oscuros y grises el pensamiento de Ángel Rama se acrecienta y ofrece luces para comprender, tanto la realidad del Hecho Literario Latinoamericano, como las prácticas de los liderazgos políticos que sacuden a los países de esta América. Sea su palabra sobre otro gran pensador de la cultura latinoamericana, que hable: “20 de marzo de 1978. Entrego un artículo sobre Simón Rodríguez (…) Releo sus varias obras y repaso sus vicisitudes: un destino sudamericano! Diría Laprida (En el Poema Conjetural, de Borges: Yo que estudié las leyes y los cánones/ yo, Francisco Narciso de Laprida <…> Al fin me encuentro/ con mi destino sudamericano). Duele su triste vida y acompaña. Esos decenios por escuálidas ciudades americanas, sin recuerdos, atendiendo pobres negocios, viviendo de la caridad; esa muerte en un caserío ecuatoriano, río arriba, con los dos baúles llenos de papeles y nada más; esa continua frustración de pensar mejor que nadie y no ser oído, ni atendido, ni respetado; esa inteligencia, condenada por tal, en medio del caos, los apetitos desatados, la garrulería, la confusión. Todo define al intelectual en una América cruda, mal amasada.”

(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis

sábado, febrero 11, 2012

Memoria


Cuando vayas a votar acuérdate de aquel ciudadano que en vida se llamó Franklin Brito y a quien todos vimos enflaquecer mientras el gobierno divagaba en asuntos leguleyos hasta dejarlo morir de hambre.
Cuando vayas a votar acuérdate de aquellos meses cuando el gobierno dejó que se pudrieran cientos de miles de millones de kilos de alimentos por desidia, incapacidad gerencial y falta de solidaridad humana.
Cuando vayas a votar acuérdate de tu familiar, de tu amigo o del amigo de tu amigo a quien asesinaron, asaltaron, secuestraron, violaron, ultrajaron, humillaron, mientras el gobierno venezolano mantiene en las infernales cárceles, tanto a delincuentes como a inocentes, mientras otros ya han cumplido sus condenas o miles aún no han sido condenados y tienen años esperando sentencia.
Cuando vayas a votar acuérdate que las universidades venezolanas, republicanas, democráticas, autónomas y públicas, funcionan con el mínimo de sus presupuestos (apenas para el pago de sueldos, transporte y comedor), mientras el gobierno aprueba miles de millones de dólares en la compra de armas para unas guerras virtuales.
Cuando vayas a votar acuérdate que miles, millones de ciudadanos no podrán hacerlo, aunque lo deseen, por mantener un “bozal de arepa” y ser permanentemente vigilados, espiados y delatados por fanáticos y ortodoxos gobierneros.
Cuando vayas a votar acuérdate de las decenas de neonatos que a diario mueren en los hospitales públicos por falta de insumos, mantenimiento y desidia del gobierno.
Cuando vayas a votar acuérdate de los miles de accidentes que cada año ocurren por el mal mantenimiento de carreteras, autopistas, calles y avenidas. Vías inservibles, con huecos, baches y desniveles donde pueden verse las huellas de la tragedia en vehículos incendiados, volcados, dejando una estela de muertos, lisiados y mutilados, mientras el gobierno dona asfalto y maquinaria a otros países.
Cuando vayas a votar acuérdate de las cientos de escuelas, liceos y demás centros educativos donde ya no llega la merienda escolar, ni hay protección a niños ni maestras quienes quedan a merced del hampa, las aguas negras, las ratas y enfermedades.
Cuando vayas a votar acuérdate que será un acto inédito, histórico y tendrás la oportunidad de contarle a tus hijos y nietos que hubo un tiempo en Venezuela donde el gobierno del Estado amenazaba, infundía miedo a sus ciudadanos para que no votaran. Sin embargo, la población toda: pobres, ricos, profesionales, artesanos, ancianos y jóvenes arriesgaron hasta sus vidas para estar presentes y ejercer su derecho constitucional al voto libre, democrático y universal.
Ah!, cuando vayas a votar acuérdate de llevar también tu equipo mínimo de votación: ropa colorida, cómoda. No olvides tu botellita de agua, tu gorrito, tu sillita, un caramelito o galletica. Y lo fundamental: una sonrisa para compartirla con tu Otro igual o diferente y mucha dosis de ciudadanía. Y recuerda: el miedo se vence con la consciencia de saber que somos mayoría. Vota también por aquellos que están en la otra orilla y que todavía no dan su paso adelante para estar con nosotros en la construcción de una sociedad de incluidos, solidaria y democrática.

(*) camilodeasis@hotmai.com / twitter@camilodeasis

sábado, febrero 04, 2012

Gastronomía y nación




Al venezolano le están secando el alma. En el futuro cuando se quiera buscar al venezolano auténtico habrá que acudir a los libros como se hace con las especies animales extintas. Alfredo Armas Alfonzo.



Hace un tiempo escuché una conferencia sobre la cultura ofrecida por ese eminente pensador venezolano, Premio nacional de literatura, José Manuel Briceño Guerrero, donde enfatizaba sobre el valor de la alimentación en el fortalecimiento de la cultura nacional. Decía que su experiencia le indicaba el valor que el hombre le otorgaba a los alimentos más que al culto a la bandera, al himno y escudo de una nación. A fin de cuentas no hay nada más importante que la alimentación y su elaboración como afirmación de una verdadera y trascendente cultura en los pueblos.
Esto es radicalmente cierto. Además, viene a mi memoria cierta conversación con el escritor y amigo, Alfredo Armas Alfonzo, quien manifestaba que lo único verdaderamente venezolano era la Harina Pan. En esto tendríamos que estar de acuerdo con estos intelectuales, porque no hay nada más venezolano, culturalmente hablando, que el jabón Las Llaves o la Maizina americana (gran producto nacional).
Será por esto que las relaciones entre parejas se ganan también, cuando logramos introducirnos en la cocina de la casa, de ella o de él. Así, inmediatamente se genera toda una comunicación con la suegra mientras le ayudamos a explorar las recetas de la familia, entre olores y sabores que degustamos en el saber y sabor de la lengua. Por eso es tan importante tener claridad en la verdadera trascendencia de las cosas y su real dimensión de valores.
No indicamos acá que Simón Bolívar y el resto de los prohombres no tengan valor, así como todo lo que pudieron legarnos. Sin embargo, la realidad de la dinámica de la vida nos dice, y nuestros héroes así lo entendieron siempre, que más importante eran las cotidianidades de la vida: una buena “ayaca” en navidad, un oloroso chocolate de Chacao en las frías noches de soledad y aquellos tabacos rústicos traídos de oriente, mientras se pensaba en la hamaca la siguiente ronda del desayuno criollo y quizá la laboriosa jornada de olores frescos de las verduras y hortalizas recién cultivadas, mientras se esperaba a la amada que traía en su lengua, la dulce miel de los apiarios del centro, así como el jugo de caña.
Todo y más siempre estuvo en la mente de nuestros prohombres, quienes, como buenos descendientes de educados gastrónomos, a veces se llenaban el estómago de comida para reposar la siesta en amplias hamacas y catres, como buenos sibaritas. Allí no había patria, sólo el sublime culto a la comida casera.
Por eso pareciera de pendejos seguir creyendo que nuestros antepasados sólo andaban guerreando, pensando en estrategias militares y dictando decretos o en andanzas políticas. Eso sólo lo hacen personas incapaces de sentir un pueblo: creer que Sucre o Urdaneta o Páez o Piar sólo peleaban contra los realistas. Por el contrario, mientras cumplían a cabalidad con sus deberes de hombres comprometidos con su palabra y acciones por la liberación de los pueblos de esta América, pues también tenían tiempo, y bastante, para bailar, para conversar sobre el amor y practicarlo, mientras degustaban la comida como buenos hombres que al fin y al cabo lo eran, como el resto de los mortales: comiendo, fornicando y durmiendo la placidez del “dolce fare niente”.

(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis