sábado, agosto 27, 2011

Mensajes de textos


Hoi alas onse de la mañana llegue de
Mexico y nosbamos ala tarde para España.
Simón Bolívar. Carta a su tío Pedro Palacios Blanco.



Lo que interesa de esta carta escrita por Bolívar, quien no tendría más de 16 años, mientras desembarcaba en el puerto de Veracruz, México, en su viaje a España hacia 1799, no es tanto el descuido ni torpeza en la transcripción del español de la época, que tendría más de una justificación, sino el hecho de resaltar algunos aspectos que aún hoy, a más de doscientos años, se siguen repitiendo: la tendencia al seseo en nuestro español venezolano, la pérdida de la d intervocálica y la ausencia de la tilde en la acentuación de algunas palabras. Rasgos estos que en los últimos años se están fortaleciendo en el uso cotidiano en nuestra población. Sobremanera entre usuarios de los modernos sistemas de comunicación, como son los llamados teléfonos celulares o móviles.
Sobre esa pequeña pantalla estamos asistiendo al nacimiento de un tipo de comunicación escritural que paulatinamente se fortalece a medida que se fonetiza en su transcripción el habla oral (se escribe como se habla) para comunicarse.
No creo sea prudente pasar a valorar semejantes rasgos en la grafía actual toda vez que estos parecen estar presentes desde hace un buen tiempo. Incluso mucho antes de normarse nuestra lengua con el nacimiento de la Real Academia de la Lengua, en 1713 por Felipe V, para fixar la lengua castellana, otros autores, como Francisco Sánchez de las Brozas, conocido como El Brocense, proponía en su libro Minerva, publicado hacia 1587, la necesidad de rescatar racionalmente la tradición de la lengua. Igual sucedió con el gran maestro Antonio de Nebrija, quien se enfrentó al Santo Oficio por sus posturas sobre una manera más elegante y moderna en el uso de la palabra escrita.
Sea para mantenernos actualizados sea para entendernos en este cada vez más complicado mundo hipercomunicado, lo cierto es que en la actual pantalla de los celulares aparece un tipo de comunicación que está rompiendo (-y esto no es necesariamente aceptado por todos) con las estructuras establecidas y fijadas por la norma. Sin embargo, es una realidad que no se puede obviar ni negar tan fácilmente imponiendo criterios moralistas, pseudoeducativos ni mucho menos siendo peyorativos con quienes asumen esta nueva manera de escribir sobre la pantalla del celular.
Conviene presentar, a manera de ejemplo, algunos párrafos para que se aprecie esta manera de escribir mensajes de texto:
“ce diría q’ (o ke) en la nueva manera de escribir el kstyano ablado en vnezuela ay una fuert tndncia a la economía dl lenguag, toda vz q’ el ablant reqrre a la concntracion d palabras q’ registran una doble pronunciación, ec uso multiple d registros foneticos tiend aora a sinttizarc con letras (fonemas) q’ asumen doble sonido. Tnemos entonces trminos, como por ejemplo: t, d, c, k, y, b, g, p, así como el uso de la y, q’ sustituy al sonido ll, mientras el uso de la ñ tiene cierta variedá d registros, todos sobrentndidos por el contxto dl discurso. Igualment aparec una clara manifestación d la prdida d la acntuacion y al uso ksi único d la coma y a vcs dl punto. Como c pued apreciar, las marks fonétiks kda vz + están indikndo q’ entre los ablants dl kstyano venezolano exist una urgnt y necsaria revisión d los postulados q’ ac ya + d 2 siglos normaron nuestra lengua y q’ oy c presenta como una kmisa d fuerza q’ no trmina d mostrar nuestra realidá + trascndnt”
Indudablemente que siempre será mejor acceder a este tipo de nuevas maneras de escritura, teniendo una experiencia previa en su uso que nos permita saber el por qué de esta interesante forma de registrar en la escritura la palabra oral. Y veamos esto no tanto como una consecuencia de los nuevos usos tecnológicos. Quién de nosotros no se acuerda de aquellos años cuando nuestros profesores nos llamaban la atención al escribir q’ en vez de que, o en quienes se proponían vender su carro (c vnd) escrito con tinta blanca sobre el parabrisas. Esos y otros registros han sido quizá los precursores de una manera de escribir no tan nueva ni traída por los cabellos, sino fijémonos en el “chamo” Simón cuando le escribía a su tío, entre otras hermosas construcciones: “Estimado tio mio: mi llegada á este Pu-erto ha sido felismente, gracias á Dios: pero noshemos detenido aquí conel motibo de haber estado bloqueada la Abana, y ser presiso el pasar por allí; de sinco Nabios y once Fragatas Ingleces. Despu-es de haber gastado catorce días en la nave gasion, entramos en dicho Puerto el dia dos de Febrero contoda felicidad. Hoy mehan sucedido tres cosas q.e mean conplasido mucho: la primera es el aber sabido q.e salia un barco para Maracaibo y q.e por este conducto podia escribir austed. mi situasion y partisiparle mi viaje q.e ise á Mexico en la inteligencia q.e usted con el Obispo lo habian tratado, pues mealle haqui una carta para su sobrino el Oidor de alli recomendandome ael, siempre q.e hubiese alguna detencion, la cual loacredita esa q.e le entregara usted, al Obispo q.e lemanda su sobrino el Oidor, quefue endonde bibi los ocho dias (…) Sumas atento Serbidor y su yjo Simon Bolivar (…) Yo me des senbarq.e enla casa de D.n Jose de Austrea el mario de la Basterra quien memando recado en cuanto llegue aquime fuese asucasa y conmucha instancia ymedaba por razon q.e no havia fonda en este puerto” Escritos de El Libertador.

(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

sábado, agosto 20, 2011

Palabras prostituidas


En la antigüedad la palabra oral era pronunciada con determinada orientación. Las había dedicadas a ciertas funciones mientras otras estaban ofrecidas a dioses, protectores y jerarquías reales.
Desde el nacimiento del día hasta el fin de la jornada los hablantes prestaban mucha atención al uso de las palabras. No obstante por las laberínticas callejuelas de las antiguas ciudades, como Biblos o en Ur, se colocaban los habladores en las esquinas y otros lugares estratégicos, para pronunciar palabras que permitieran acceder a los dioses y demás deidades, esperando la ansiada gratificación de ser escuchados por la divinidad. Las palabras entonces reconfortaban, consolaban, orientaban y se sentía cómo ellas alimentaban el alma de quien osaba pronunciarlas.
Por esas y otras razones quienes se especializaron en el uso de determinadas palabras se convirtieron en magos, taumaturgos, alquimistas donde el lenguaje oral posibilitó la transformación de ordinarios metales en nobles y relucientes joyas de arte.
Sin embrago, la palabra antigua conservó en su esencia la misteriosa savia donde aún permanece el ethos, el carácter, la coherencia, la cohesión, la armonía y la cadencia de una sabiduría de vida que se ha transmitido de padres a hijos.
Tristemente algunos usuarios del lenguaje oral, los políticos, han usado las palabras para adosarles significados y connotaciones que en la práctica, distan mucho del origen, uso y aplicación actuales.
En boca de políticos la palabra pueblo perdió su razón primera como aglutinadora y dadora de vida y sentido de pertenencia a un lugar. Recuerdo cuando niño se la usaba para sumar adeptos y votos para la causa de algún grupo o partido político. Pueblo se asoció a demagogia, a picardía y a todo aquello que significara traición, mentira y pobreza de formación intelectual y de sentimientos. Con ese término muchos políticos lograron hacerse con el poder del Estado para, en su nombre, traicionar ideales y desnaturalizar la palabra y su magia. Pueblo ha sido sinónimo de minusvalía y, peyorativamente usada, se la asocia a persona inculta, que da lástima y es motivo de burla.
Otra palabra que por estos años ha sido degradada hasta la saciedad es socialismo. En Venezuela y otros países latinoamericanos se la entendía como un término que despertaba esperanza y deseo de cambio para una hermandad entre comunidades y como sistema político que brindase bienestar, seguridad y armonía para todos. Una suerte de legitimidad de la sociedad en su devenir como conjunto de personas que buscan acceder a un mundo más humano y digno. Dolorosamente por estos años esa palabra tan hondamente humana ha sido descuartizada, martirizada hasta degradarla al uso comercial del más puro capitalismo salvaje.
Ciertamente que el significado de las palabras está en las personas, su uso en boca de anónimos le ha estado cambiando su razón de ser, hasta llevarlas a una aplicación que dista mucho de su origen. Cualquier acto, programa político, proyecto económico, declaración de principios lleva el nombre socialismo como eslogan de un marketing que promociona y vende a un presidente, gobernador, alcalde o jefe civil.
Pocos usuarios de esa palabra sabrán qué significa tal término y peor aún, la actitud de vida que implica ser socialista.
Otra palabra desacreditada y sometida al más brutal saqueo en su significado y uso ha sido revolución. Todo político que se crea señalado por el dedo de su líder, piensa y actúa como un energúmeno, pasando por encima de cualquier persona para satisfacer al jerarca, creyendo que eso es revolución y ser revolucionario. Por estos años ser revolucionario falsamente se entiende como persona que debe acatar líneas de un partido e imponer a los demás planes y programas de acción sin mayor reflexión ni argumentación. Ser revolucionario es sinónimo de persona arrogante, de hablar destemplado, altanera, pícara, irreverente, obsesivamente ortodoxa en sus afirmaciones, fanática en sus creencias y supersticiosa en sus fantasías.
Sé que los ciudadanos de una sociedad como la venezolana tardaremos años en recuperar, no sólo la confianza en nuestro semejante, también en recuperar esas y otras palabras sagradas, limpiarles el estiércol que tanto político de pacotilla y utilería le ha lanzado a esos términos. Redimensionar las palabras, darles brillo y esplendor. Adecentarlas y hacerlas accesibles a todos los hablantes en un proceso riguroso y continuo, pedagógico y valorativo, dará señales para los nuevos tiempos, donde las palabras ofrezcan, tanto su sentido de uso común para comunicarnos libremente, como la magia que nutre y dignifica el alma de quien la pronuncia.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis

sábado, agosto 13, 2011

Al detal


Hace unas semanas, de viaje hacia San Fernando de Apure, mi esposa y yo nos detuvimos en una estación de servicios a la entrada de Sabaneta de Barinas. Con tanta sed quisimos tomarnos un refresco de esos energizantes. En su impresión el precio marcado era de BsF 9, pero la dependiente pidió 12. Al indicarle que el precio legal estaba en la impresión, ella nos dijo que ese era el precio que el dueño, un árabe, le había indicado, y que en los abastos del pueblo costaba más caro. -Cosas de estos tiempos, nos dijimos. Y es cierto. Por estos años el ciudadano venezolano ha estado viviendo el capitalismo más salvaje de que se tenga memoria.
El venezolano se ha ido progresivamente convirtiendo en un sujeto buhoneríl, tanto en la práctica como en la actitud de vida. Eso lo puede corroborar quien vaya un fin de semana al mercado del Cementerio, en Caracas, o al mercado de los Guajiros, en Valencia o a Maracaibo o al de Acarigua. O apenas trate de detenerse en un semáforo para que experimente cómo los vendedores ambulantes se caen, literalmente, a empujones entre ellos para venderle una bolsa de tomates o de aguacates o un matamoscas eléctrico.
Ya no queda sitio en este país donde la acción buhoneríl esté despejada. Todo ha sido ocupado por una horda de hambrientos vendedores quienes luchan en su frenesí para lograr vender aunque sea una “mano ‘e mamones”.
Pueda que los países europeos o Japón, Canadá o Australia sean sociedades capitalistas, pero obviamente están organizadas y tienen sentido estético y ético en sus relaciones humanas, aunque sea de “utilería”. Pero en Venezuela se vive y se respira un capitalismo absolutamente salvaje, inhumano, agresivo, comercialmente abusivo, sin moral ni principios, salvo el que dicta el sonido del dinero.
Además, las leyes, ordenanzas y normas que existen en la jurisprudencia venezolana se convierten en letra muerta cuando de cumplimiento se espera. El comerciante venezolano, ex pulpero de pueblo, se malacostumbró a obtener más del doble de ganancia en la venta de sus productos. Por otra parte, la figura del revendedor, que usted observa por doquier, ha contribuido a encarecer los productos básicos de la dieta del venezolano.
Frente a esta dantesca imagen del salvajismo capitalista el ciudadano común está atado de manos frente a esa avalancha de seres que día a día engrosan las filas de la buhonería nacional.
Por lo demás, la actitud del buhonero parece similar a la del minero: nunca establece un lugar fijo ni definitivo. Va de espacio en espacio alterando absolutamente todo el entorno sin jamás aportar nada positivo a quienes habitan los sitios que ellos invaden. Se les reconoce por los tarantines que levantan: chozas de plástico, andamios de alambre, tablas como mostradores improvisados, vías de acceso interior tan estrechas que se debe transitar casi de lado. En fin, esa improvisación ha saltado desde hace tiempo, años, a la memoria del venezolano y se ha vuelvo estrategia de Estado. Por eso las soluciones jamás pueden ser definitivas. Por eso el gobierno improvisa “operativos” como soluciones espasmódicas: operativo navidad, 2011; operativo carnaval, 2010; operativo Semana Santa, 2009; operativo vacaciones, 2008; operativo cedulación, 2007; operativo escolar 2006; operativo mercado, 2005, sin establecer planes definitivos para superar esta mentalidad de “tránsito” que existe en el enredo ideológico de los líderes del gobierno del Estado.
Ciertamente que la actualidad económica venezolana en modo alguno es la de un sistema socialista. No puede serlo porque si viviéramos bajo ese sistema, después de 13 años de este gobierno, ya estaríamos por experimentar, al menos, la seguridad social y el orden riguroso que se observa desde el aula de clase, la fábrica de producción y la familia. Por el contrario, y como lo hemos estado escribiendo desde hace más de 15 años, el Estado venezolano en la práctica dejó de funcionar y en la actualidad existe un gobierno de mentalidad marginal que actúa exactamente como un buhonero.

(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

sábado, agosto 06, 2011

Gobierno de papel


Entendamos de una vez esto: El gobierno del Estado venezolano es una gigantesca máquina de propaganda política! Y para ello quienes están en la dirección institucional se desempeñan como vendedores para promocionar el producto más acabado que tienen: la imagen del presidente. Así debe entenderse y no de otra manera. Las disquisiciones sobre si este es un gobierno de izquierda, socialista, comunista o de otra índole, está en un segundo plano. Tanto mejor para los intereses de propaganda del gobierno si los ciudadanos se desgastan pensando y hablando sobre este u otros temas. Entiéndase que este gobierno no tiene intenciones de realizar obras de infraestructura que permitan a los ciudadanos una estabilidad socioeconómica o de seguridad personal. Apenas realizar proyectos y anunciarlos es la estrategia. Para eso se formaron. Quienes controlan el aparato del Estado pasaron horas, días, semanas, meses y años pensando, leyendo y discutiendo sobre teorías y eso es lo que saben hacer. El llamado izquierdismo venezolano es de tendencia pequeñoburqués y medró a la sombra de los gobiernos anteriores, bien alrededor de los centros culturales, bien en las universidades o bien en la célebre República del Este. De manera excepcional el más importante crítico literario del siglo XX en Latinoamérica, Ángel Rama, lo menciona de forma casi profética. En su diario aparecen nombres de personajes que en la actualidad forman parte del gobierno y que en los años ´70 y ´80 estaban “asociados” a la maquinaria intelectual de los gobiernos tradicionales.
Por tanto, no podemos afirmar que este sea un gobierno diferente. Es, por el contrario, la decadencia de un modelo que ofreció ciertos adelantos y posteriormente, a finales de los años ’80 comenzó un imparable desastre del Estado con la desarticulación de todas sus instituciones y ya lleva cerca de 20 años en una degeneración inocultable. La actualidad en modo alguno es un socialismo ni mucho menos comunismo. Es un manejo con mentalidad marginal de la Cosa Pública. Las soluciones se hacen de manera improvisada como se comenzó a hacer en los gobiernos que actuaron en las dos últimas décadas. Esto es una continuación de un sistema de administración del gobierno del Estado que dejó de funcionar hace ya varios años. No es posible pedirle a este gobierno que solucione nada pues en la estructura mental de sus dirigentes no está instalada la capacidad gerencial ni la voluntad política para hacerlo, mucho menos el sentido de vocación de servicio ni mística de trabajo grupal.
Lo que sí saben hacer es generar propaganda: congresos, encuentros, seminarios, talleres, mesas de trabajo, reuniones políticas, paradas militares, celebraciones, cadenas informativas, declaraciones de principios, apoyos internacionales, diseño de estrategias en salas situacionales. En fin, es un tipo de venezolano formado en los años ’50, ’60 y ’70 y que ha influido en gran parte de las nuevas generaciones. Son los llamados “picos de plata” o “cabezas calientes”. Para todo realizan círculos de discusión. Están informados sobre todo y son capaces de hablar de cualquier tema como el más concianzudo especialista en la materia. Pero como todo teórico formado bajo el esquema stalinista, primero someten a discusión sus ideas a la camarilla de los cuatro o cinco incondicionales del equipo, y una vez tomada la decisión, la ofrecen a la “masa” para que ella apruebe y todo se vea como una decisión de la mayoría. Bajo este esquema se iniciaron en Venezuela y el resto de los países de este subcontinente, los partidos socialdemócratas y democratacristianos. Una estructura de cuadros con una sólida línea que venía impuesta desde arriba, por el líder o caudillo.
Bajo esta óptica es muy cuesta arriba sustituir este modelo que lleva cerca de 60 años en la memoria del ciudadano venezolano. La posibilidad que queda para poder enfrentar esta máquina de propaganda estriba en dos líneas de acción: por una parte, contrarrestar la calculada, pensada y mil millonaria propaganda proselitista del gobierno del Estado con hechos concretos que permitan a los ciudadanos optar por cambios reales y posibles. En ello los gobiernos regionales y municipales de oposición tienen una participación de responsabilidad histórica. Lo otro es presentar al ciudadano venezolano la imagen de una Venezuela posible, renovada, positiva, inclusiva, donde hasta los grupos comunitarios del oficialismo que creen en su líder, tengan la posibilidad de acceder y participen sin ser vistos como renegados. Al fin y al cabo esos grupos que viven en los pueblos, caseríos y zonas apartadas del país, sufren también las calamidades de un gobierno déspota, mentiroso y pícaro, y tienen derecho a participar en la construcción de una nación democráticamente participativa, comunitaria y solidariamente compasiva.
(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis