jueves, septiembre 30, 2021

Patán




 Lecturas de papel

 

Patán

 

Quien habla como un patán, terminará por pensar como

un patán y por obrar como un patán. Hay una estrecha e

indisoluble relación entre la palabra, el pensamiento y la acción.”

Arturo Úslar Pietri.

 

 

Juan Guerrero (*) 

 

De manera acertada, Úslar Pietri calificó a los ‘malablaos’ como gente de almas enfermas que se convierten en seres pedantes y descalifican constantemente a sus semejantes hasta degradarlos cuando están en posiciones de poder. Son esos venezolanos de la nueva clase dirigente, en la economía, finanzas, milicia, política, que han terminado despreciando hasta su propio pasado.

 

  Los pedantes y su pedantería son la práctica común en la Venezuela actual. Transformados en los nuevos amos de un territorio que era un país, una nación y una república, portan el estandarte de la total y absoluta informalidad en la práctica de un lenguaje, de un idioma terrible y groseramente pisoteado, donde no hay espacio para la decencia ni el respeto a la tradición idiomática.

 

  Esta degeneración del hablante venezolano comenzó con el modelaje por los medios de comunicación donde sus primeros auspiciadores fueron dirigentes de la política venezolana, transformados de repente en figuras de lo que hoy pudiera denominarse, ‘influencer. Privaba (hoy es una constante) más el interés personal que el servicio público.Podría afirmar, que en la actualidad los políticos venezolanos son unos indigentes idiomáticos. Carecen del principio elemental de la comunicación: comunicar.

 

  Esa informalidad fue arrastrando progresivamente a nuestro idioma, sus maneras de expresión, las hablas regionales hasta ser degradado a expresiones de un neo lenguaje, donde lo soez, lo vulgar y el constante atropello a las expresiones que indiquen decencia y respeto por el semejante, se han apartado por una mal entendida informalidad donde supuestamente debe permitirse la entrada de hablantes que no poseen en su instrumento lingüístico las mínimas nociones de la comunicación socialmente aceptadas. Lo peor, esta nueva clase social construida al amparo de la noche oscura de las prebendas de la oportunidad política, han comprado su estatus a ‘realazo limpio’ creyendo que también lo pueden hacer con el idioma. 

 

  Delicado esto que indicamos pues alguno pudiera reclamar que se vulneran los derechos humanos de la comunicación, o se segrega a determinados hablantes. Pero esa no es nuestra intención. Indicamos acá la norma idiomática donde todos cabemos y debemos respetar para entendernos como “Dios manda”. Y es acá donde, precisamente, esas minorías están acabando con la tradición de una cultura que tiene más de 500 años en su cotidiana práctica idiomática de nombrarse y nombrar el mundo donde habita.

 

La perversión del lenguaje en boca de la dirigencia actual venezolana, desde todos los ámbitos del poder, constantemente son una afrenta contra la cultura y la historia de la lengua nacional. Ese empobrecimiento idiomático que se ve, la pus de la cloaca idiomática, se palpa en la calle, se evidencia en la nulidad de conceptos, de reflexiones, de planteamientos esclarecedores que permitan superar la crisis generalizada que ahoga al hablante.

 

Deberían ser estos, en primer lugar, quienes modelen en el habla estructuras lingüísticas que orienten y den luces al común del hablante, para que acceda a comprender la gravedad de su entorno y busque soluciones a su crisis cotidiana.

Soy testigo, en mi propio entorno, dolorosamente, de esto que afirmo cuando escucho a parte de mis vecinos y personas cercanas, en su básica manera de expresarse. Hay un vacío conceptual, una pobreza idiomática en la expresión de sus ideas. Todo su mundo se reduce al uso de una docena de términos donde la gran mayoría de ellos son recursos del lenguaje donde impera la obscenidad, la grosería sin más, las estridentes vulgaridades expresadas sin mayor rubor ni vergüenza. Lo triste de ello es que son personas jóvenes, muchos de ellos profesionales o con experiencia en sus oficios, con familia e hijos.

 

Les escucho vociferar a viva voz los términos más soeces que se pueda uno imaginar. Esto no implica, sin embrago, que, en determinados estados o situaciones, se pueda optar por el uso de uno de estos términos. Ocurre que mientras quienes podamos usarlos por razones específicas y en justificados momentos, estos hablantes han hecho de estas excepciones su lenguaje cotidiano, su día a día. No se dan cuenta para nada que esa práctica de degradación idiomática, progresivamente les está cercenando sus propios espacios idiomáticos, les seca el alma y los arrastra inevitablemente al quiebre moral, ético y de principios y valores que son la piedra angular de eso que se llama ‘ser humano’.

 

  Porque no es suficiente con ser hombre o mujer; es imperativo trascender lo básico de ser hombre y alcanzar la estatura de lo humano. Es imprescindible, urgente, contar con un lenguaje que adecente, que ilumine, que muestre el perfil amoroso de una humanidad que nos dignifique y dé sentido a lo que debemos ser como humanos.

 

(*)  camiodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

jueves, septiembre 23, 2021

Leopoldo




 Lecturas de papel

 

Leopoldo

 

Juan Guerrero (*) 

 

 Viví por 30 años en la Guayana venezolana, un espacio cultural que en los tiempos de la colonia pertenecía al virreinato de la Nueva Granada. Por esta razón y quizás por otras, los guayaneses siempre se han sentido pertenecientes a algo más importante que una capitanía, audiencia o república. Sus actividades cotidianas por siglos estuvieron marcadas por las referencias político-administrativas, financieras y comerciales directas con la capital imperialmadrileña o con Santa Fe de Bogotá, en la tierra de los muiscas. Los hijos de la élite angostureña salían por vapor directo a las islas inglesas del Caribe o de habla francófona, para dirigirse a París, Londres o Madrid. Eras súbditos de la corona española y así lo fueron por siglos.

 

  Fue en el siglo XX cuando el Benemérito Juan Vicente Gómez impuso su paz del silencio y unificó al país incorporando esa extensa región a lo que se conoció como Estados Unidos de Venezuela. Pero la Ciudad Bolívar de la era republicana siguió conservando su estirpe y prosapia virreinal en su hacer cultural ancestral y de glorioso pasado. Así también el resto de los antiguos pueblos, como Nuestra Señora del Rosario de Guasipati, capital de la tierra del oro,tierra de los indígenas kamaracotos, los grandes cazadores de zorros guaches. En esa población nació, el 15 de noviembre de 1928, Leopoldo Villalobos Boadael cronista emérito de Ciudad Guayana.

 

  Lo conocí a propósito de una confrontación sobre el nombre a unas páginas culturales, ‘Puerto de Tablas’, que coordinaba en el extinto diario El Pueblo, de San Félix, a mediados de 1984. Después se hizo común encontrarnos para conversar sobre la historia de este vasto y telúrico territorio de aguas dulces y cielos cristalinos.

 

 De Leopoldo me sigue sorprendiendo su constancia para coleccionar todas las publicaciones regionales y muchas nacionales. Su casa de dos plantas, era un verdadero museo hemerográfico. Tenía en su haber todas las publicaciones, diarias, de los periódicos de Guayana: El Expreso, El Progreso, Correo del Caroní, El Pueblo, El Bolivarense, El Diario de Guayana, El Luchador, Diario Primicia, La Esfera, El Guayanés, Nueva Prensa, entre otros. De todas esas y otras publicaciones la que más atesoraba era la revista El Minero, de la cual fue redactor y posteriormente su editor.Sigue así, Leopoldo Villalobos, la tradición de Guayana como la cuna del periodismo republicano y donde, hasta mediados de los años 80-90, era la región que poseía la mayor cantidad de publicaciones diarias y donde más periódicos se leían.

 

  Cierto día entré a su morada, mientras me mostraba su casaobservaba habitaciones enteras llenas con cerros de diarios que iban del suelo al techo. La sala completa atestada de periódicos, revistas, libros, manuscritos, fotografías, sin lugar apenas para pasar entre inmensos montículos de papel. Carpetas y demás publicaciones en el más completo desorden, ya comenzando a deteriorarse. Era, ciertamente, una inmensa memoria que yacía esperando ser atendida.

 

  -Esto es para ti, Juan. En mis manos depositó un libro de su coterránea, la poeta Jean AristeguietaEbriedad del delirio, con una dedicatoria. En su interior colocó un ejemplar de las plaquettes que esta destacada escritora continuaba promoviendo a sus más de 90 años. 

 

Leopoldo Villalobos publicó varios libros, así como innumerables artículos y ensayos sobre la historia de Guayana y sus misterios. De su pueblo, Guasipati, que está en el sendero de la inmensa selva de la Guayana venezolana, Leopoldo la describe, ‘Guasipati: memoria de un pueblo’,con acuciosa mirada para dar una versión más objetiva de la historia de esta tierra dorada y de inmensas y profundas aguas. Fundada, como el resto de pueblos y cantones, por los conquistadores y misioneros en el siglo XVIII. De tanto adentrarse los españoles en la selva buscando el mítico Dorado, fueron quedando misiones, como El Callao, Tumeremo, El Palmar, El Dorado. 

 

 La escritura laboriosa y reposada de Leopoldo Villalobos se aprecia, tanto en sus artículos publicados como en las crónicas, cuentos y poemas sobre la historia de los pueblos de la Guayana. –Es que en Guayana los poetas crecen como la verdolaga, mi querido amigo. Me confesaba, sarcásticamente, cierta vez a propósito de los encuentros y recitales poéticos a los que asistía.

 

Su prosa poética, presente en su ‘Mega canto a Guayana’, describe un territorio donde la memoria está íntimamente adherida a lo cotidiano, a los espacios de los pueblos que vio nacer y crecer, a las ciudades que se construyeron, como Ciudad Guayana, a los sitios ancestrales, como el Puerto de Tablitas donde se originó el pueblo de San Félix y del que tanto discutimos. 

 

Hoy Leopoldo no está. El integrante de la primera promoción (1960) de licenciados en comunicación social de la Universidad Central de Venezuela, fundadores del periodismo académico en Venezuela, partió un 31 de octubre de 2018. La Guayana de la inmensa memoria cultural, con sus ancestrales y misionales pueblos, sabrá recordar y apreciar su aporte a la cultura y las letras. 

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

miércoles, septiembre 15, 2021

El falso indigenismo




 Lecturas de papel

 

El falso indigenismo

 

Juan Guerrero (*) 

 

  Pensar que los aborígenes de esta parte del mundo eran unos dóciles y angelicales seres humanos es cosa de ingenuos y desfasados defensores del ortodoxo mundo que ahora se les ha dado en llamar, populismo o ecologismo.

 

  Pues no. Para finales del siglo XV el continente que se llama América estuvo por siglos sometido a las fuerzas imperiales de los grupos culturales más fuertes. Al norte, el imperio Mexica, y al sur el Inca. Dependientes de estos estaban las pequeñas naciones y pueblos que dependían de estos grandes monopolios, donde las guerras y sus consecuencias eran la cotidianidad, y se han podido estudiar de manera secuencial y objetiva.

 

  Gracias a estos conflictos permanentes entre los grupos imperiales, la llegada de los españoles y su posterior conquista y poblamiento fue posible, por la participación de pueblos indígenas aliados con los españoles. Lo vemos en la conquista de lo que hoy conocemos como Ciudad de México, donde Cortés apenas tiene poco más de 2000 soldados castellanos mientras es apoyado por poco más de 200.000 guerreros indígenas de pueblos, como los tlaxcaltecas, texcocos, totonacas, entre otros, enfrentados al imperio dominante.

 

  Igual pasa con la conquista y poblamiento de la Tierra de Gracia (Venezuela). Diego de Losada es acompañado por miles de aborígenes que están enfrentados a los temibles caribes y sirven a los expedicionarios españoles para ocupar el valle de los Caracas y derrotar, posteriormente, a los bárbaros comedores de hombres, mujeres y niños.

 

  Algunos investigadores manifiestan que en verdad los caribes practicaban la antropofagia, como lo cuenta el escritor, Herrera Luque en Los Amos del Valle. Otros, más condescendientes, indican que solo lo hacían en ceremonias y como rituales de guerra o para calmar la ira de los dioses. De cualquier manera, lo cierto es que estos pueblos eran muy dados, tanto a aniquilar, sojuzgar, esclavizar y comerse, sea por gusto o por motivos religiosos, a sus enemigos.

 

  La historia de la posterior denuncia de maltrato, crueldad y aniquilamiento de los pueblos indígenas, por parte del imperio español, fue un progresivo y bien fundamentado ardid ideado por las naciones y pequeños reinos de la Europa del norte, rivales imperiales que se vieron superados por la expansión que vivió España, a partir del siglo XVI, tanto por el descubrimiento y ocupación de América, como por el nuevo orden mundial trazado a partir de las nuevas rutas comerciales que se fijaron, gracias a los adelantos de los marineros españoles.

 

  Cierto que los primeros 50 años de la conquista española fue notoria y evidente tragedia para los pueblos indígenas, situación que la España imperial nunca negó. Por el contrario, estos desmanes dieron lugar al establecimiento de las llamadas Leyes de Indias donde se determinó un trato más humano y digno para con los nuevos súbditos de la corona española. Muestra de ello es el alegato que a favor de los indígenas formula, públicamente, en su libro, el sevillano fray Bartolomé de Las Casas, con su Brevísima relación de la destrucción de las Indias.

 

  Pero estas denuncias fueron usadas de manera sesgada por la propaganda imperial inglesa, francesa y holandesa paradarle a la España imperial una visión cultural deshumanizada y presentarla como artífice de todos los desmanes y tragedias que posteriormente ocurrieron. Sin embargo, los estudios realizados han demostrados que, por ejemplo, la mayor empresa esclavista estuvo formada, tanto por compañías inglesas y holandesas, que durante los siglos XVI, XVII, XVIII y hasta entrado el siglo XIX, cargaron con millones de africanos que vendían a los colonos desde el Caribe al Golfo de México y costa este de lo que son hoy los Estados Unidos de Norteamérica hasta la Nueva Escocia (Canadá).

 

  La farsa montada por la propaganda (Leyenda negra)inglesa y holandesa, se evidencia en la serie de panfletos, libros y documentos donde se presenta a la corona española como responsable del genocidio contra los indígenas del Nuevo Mundo. Las llamadas Encomiendas o distribución de indígenas a los españoles que residían en las tierras ocupadas, contaron siempre con la aprobación de parte de aquellos grupos de aborígenes que se aliaron a los conquistadores. Esto evidencia los privilegios que muchos pueblos indígenas conservaron siglos después. Ocurrió, por ejemplo, con los indígenas de la Capitanía General de Venezuela, con los palenques, guaiqueríescaquetíos, entre otros. 

 

  La aniquilación de los pueblos indígenas habría que verla, investigarla más a fondo, y razonarla de manera crítica y responsable, a partir del siglo XIX con el advenimiento de los movimientos llamados de independencia, donde pueblosindígenas enteros, hombres, mujeres y niños, que se negaban a abandonar su apoyo al imperio español y a su rey, fueron diezmados, aniquilados por las tropas patriotas. 

 

  Generalmente cuando se habla del imperio español y su presencia en el Nuevo Mundo, se busca resaltar lo negativo de ello. Se olvidan (por intereses ocultos y menos por ignorancia histórica) los inmensos aportes que esteverdadero imperio supuso para el destino de media humanidad. La llamada América Latina desarrolló una nueva lengua, asimiló una nueva religión y desarrolló una nueva historia; esto significó una cultura hispánica. Solo en estos tres aspectos se resume el destino posterior de un sobre humano esfuerzo combinado, entre miembros de dos culturas, española-aborigen, que fusionaron su destino, mientras en otras realidades, holandesa, inglesa, fue diferente; evidentemente segregacionista y donde se invisibilizó por siempre a los vencidos.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1



miércoles, septiembre 08, 2021

Angelaciones

 



Lecturas de papel

 

Angelaciones

 

Juan Guerrero (*)

 

  No me di cuenta cuando estaba en plena calle. Perplejo y como hipnotizado. Había ido a visitarlo en su casa de la urbanización Colinas de Bello Monte, en la Caracas de inicios de los 80. Al entrar por la sala lo primero que me sorprendió fue la gran cantidad de objetos, cruces rescatadas de viejas iglesias, grandes espejos, estatuas de cristos y vírgenes, relicarios, taburetes y poltronas. Mirando a otro espacio, cerros de revistas, ediciones completas de enciclopedias, periódicos de diversos años en grandes torres de papel. 

 

  Alfredo Armas Alfonzo (1921-1990) apareció de entre las sombras con el ‘machote’ de la revista. –Por aquí podemos sentarnos, Juan. Hizo un espacio cerca de la cocina. Me había invitado a su casa para revisar los contenidos de la publicación donde fungía como asesor literario. Lo menos que acataba a asimilar eran las recomendaciones para sacar la edición final. Mis ojos estaban sobre esos rostros de ángeles rescatados de aquellas antiguas iglesias de los pueblos que Alfredo (re)construyó en una de las mejores ‘poéticas de la narrativa venezolana de la modernidad.

 

  Porque la base sobre la cual se sostiene la cuentística de Alfredo Armas Alfonzo contiene un sustrato esencialmente poético, como ocurre también con Julio Garmendia, que se adelanta al llamado cuento fantástico latinoamericano. 

 

  Y es que Alfredo supo construirse su propio universo narrativo desde su origen, en las márgenes de las tierras de la cuenca de Unare, esa inmensa extensión de territorio que habitó con su heredad. Cientos de seres humanos desfilan a través de sus cuentos a más de los miles de actantes que en momentos se erigen como memoria viva y sirven para poetizar el entorno, donde la floritura es presencia en los rostros de una vastedad de familia que es, en definitiva, toda la orientalidad y más allá del tiempo/espacio, que es presencia en todo lo que sucumbe y deviene memoria del estremecimiento, melancolía y soledad en claroscuros, donde las querencias se amparan, abrazan y guardan sus misterios, sus silencios.

 

  La presencia de Alfredo en mi vida ha sido de un esplendoroso aprendizaje. De sus labios conocí del más remoto pasado de esta Tierra de Gracia. También por sus acertadas sugerencias como asesor editorial, y sus comentarios sobre su obra, sobre la literatura venezolana, sobre escritores de su generación. También la mañana cuando me llevó de obsequio uno de sus libros, Angelaciones (1979). Una edición de la Universidad Simón Bolívar, con prólogo de Efraín Subero, y con una preciosadedicatoria. Hoy, cuando me encuentro de nuevo con el libro, abro y releo lo escrito. Me sigue sorprendiendo esa caligrafía de maestro, tan hermosa y tan personal. La pude apreciar de nuevo, a mediados de los años 90, en Cumaná, en la Casa Ramos Sucre, en ocasión de un homenaje a su vida y obra. Había cuadernos con la escritura de su puño y letra. Entonces vinieron a mí los tiempos en Caracas y la visita a su casa, la lectura de sus libros, las largas conversaciones y su inmenso amor por Venezuela y su pueblo, Clarines y las tierras de Unare. 

 

  Mientras le escuchaba en su casa, seguía contemplando esos restos de cruces, de espejos que venían de antiguas iglesias. Esos casi descuartizados ángeles que estaban tan cerca de mí, como queriéndome abrazar. Entonces pensé, como ahora, que de seguro eran los restos de esos tiempos cuando se habían fundado los pueblos de la costavenezolana, como El Manjar (Puerto Píritu), como Nuestra Señora de Los Clarines, como las rancherías cercanas a la laguna de Uchirecomo Santiago de los Caballeros en el sitio de El Salado, Nueva Barcelona del Cerro Santo, y más allá, hasta San Antonio de Padua de GuaipanacuarSan Felipe de Austria (Cariaco). –Y tienes razón, Juan. –Mis historias no son solo de mi familia consanguínea, también puede tratarse del poblamiento de todo o gran parte del oriente venezolano. Hablamos de los tiempos del últimoconquistador, del catalán Joan Orpí i del Pau y su Nueva Cataluña. –Hasta los indios palenques salen por ahí, -me comentó. El cacique Charuán lo pongo a pelear contra el mismo Bolívar hasta ponerlo en desbandada, cosa que es verdad.

 

  En esa conversación aparecieron viejos nombres, la estirpe de los Armas, los Alfonzo, también las antiguas historias de espíritus que siguen poblando las tierras del Unare, la muerte de conquistadores, como la de Diego Fernández (o Hernández) de Serpa, las súplicas de patriotas y realistas, las escaramuzas republicanas y la devastación de la tierra. La sed perpetua y la infinita soledad de la noche de los tiempos hasta nuestros días.

 

  -Cuando se haga un recuento y búsqueda del venezolano auténtico, el verdadero, habrá que ir a los registros bibliográficos como se hace con las especies que se han extinguido. Resuena hoy, después de casi 40 años, suafirmación como un eco, como un duelo melancólico que se hace tan real.

 

  Hoy me refugio en la memoria de Alfredo Armas Alfonzo para adentrarme en una historia común, ancestral, asombrosamente actual, esplendorosamente soportada en una lengua colmada de plenitud y amorosallena de cadencias, poética, sabedora de historias y plena de sabores y olores. Una amorosidad de semejanzas que, en la cortedad de su escritura, se complace en un narrar la trascendente y cotidiana vida.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1