sábado, enero 29, 2011

La voz



Hace años escuché de boca de un amigo una historia sobre dos hermanas que en Mapire, pueblo del estado Anzoátegui, habían hecho votos de silencio. Ellas habían visto morir a todos sus familiares y sólo quedaban ellas. Mi amigo José Luis me comentaba que tanto él como el resto de los jóvenes, pertenecientes todos a un coro universitario, quedaron impresionados por semejante actitud que mantenían esas dos mujeres. Totalmente vestidas de negro, sin mirar a nadie a los ojos, pero muy solícitas y serviciales. Les prepararon comida y dieron albergue en una casona de esas que hay en los pueblos de este país. Después de tantos años de pensar y olvidar esa historia vuelve de nuevo a mi vida, pero ahora vinculada con esa capacidad que tenemos los seres humanos para adecuarnos y ser coherentes con nuestro entorno y proceder a construir nuestras utopías. Se dice que en Bizancio los hombres, muy por el contrario a estas dos hermanas, hablaban con los ángeles. Oraban en una misma y única voz. Eran voces de la quietud, de la misericordia y la plenitud del ser. Por eso la voz antigua, de origen femenino, esa de magas, hadas, pitonisas y hechiceras, alimenta el alma y dispone al ser para el alimento nutricio. La voz reposada mantiene en su enunciación la exacta cuadratura universal que cumple con el sagrado equilibrio del áureas proportionis , esa que enunció Fibonacci y que anteriormente, los griegos descubrieron y aplicaron a todo su arte, arquitectura y hasta en la música. Por eso no hablamos de cualquier manera. Hablamos reflejando una perfecta proporción basada en secuencias rítmicas de silencios (pausas) y sonidos articulados. La voz posee la capacidad para introyectarnos y acceder a otras realidades. En ello la voz antigua de los aedos, bardos, trovadores, juglares, poetas, decimistas y galeronistas, continúa diciéndonos de una realidad más plena y trascendente, al momento de enunciar palabras. Por eso es tan necesario el reposo, el silencio al momento de atrevernos a sacar de nuestra voz, ese alimento para nutrirnos y nutrir al semejante. En las sociedades antiguas los miembros de clanes se repartían las faenas para permitirse generar nuevas voces, mientras se ubicaban en determinados sitios, espacios para arar la tierra o tratar con los animales, bien en el ordeño bien mientras pastoreaban. La voz era y sigue siendo la gran amiga y compañera de nuestro largo, extenuado camino hacia la nada. Los sabios, maestros espirituales, poetas y demás seres que otorgaron poder a través de la voz, siempre emigraron a lugares apartados para estarse en silencio. Cuando regresaron consigo portaron, además de alegría y esperanza, una voz potente y a la vez sublime que liberó almas y socorrió al desvalido y nutrió a todos. Eso nos dice que todo hombre que aspire ser líder, bien como maestro espiritual, bien como dirigente político, debe entender que su voz es un reflejo de su alma. Que las sociedades que viven y actúan en sanidad, exigen de sus líderes reposo y descanso mientras enuncian en su voz, la palabra que el Otro necesita para encontrar y calmar su ansia de libertad total.
Hasta ahora la única experiencia política real que se ha acercado a llevar en semejanza la misma voz de los dioses y maestros espirituales, es aquella llamada de la democracia. En ese sistema las almas nutren al semejante mientras se nutren del Otro. En ellos existen los espacios de silencio, de reposo que trasmiten permanente reflexión sobre la vida y sus contornos. Y es así porque la voz es lo más democrático que pueda existir. Porque la voz da existencia al semejante. Permite que el Otro sea un valor esencial y lo reconoce como tal.
Socialmente la voz se asemeja a aquellas realidades sociopolíticas donde vivamos. Esas otras experiencias que narran en la tiranía exigen voces altisonantes y de mando; donde el Otro sólo escucha una narración continua, secuencias de sonidos donde no hay reposo ni calma. Es una constante, diaria, permanente repetición de un estribillo al son de una especie de música para marchar. Así se acostumbra al oído a recibir ciertos y únicos sonidos que se transforman en ruidos mientras el alma se adormece y el cuerpo, como sonámbulo, anda por las calles como aletargado y vacío. Hay un atropello al alma en la sociedad que se dice tiránica al igual que aquella otra autoritaria. Ambas, como también la dictadura, son contrarias al camino que educa la voz para la reflexión verdadera y la necesaria lógica en la expresión de las ideas de libertad. Por eso la vida democrática, y si es participativa y de protagonismos compartidos, mejor aún, robustece la voz, la nutre para el encuentro con la diversidad de otras voces, que se hermanan en un ritmo de expresión, y que en su lógica y coherencia enuncian sonidos y silencios tan parecidos a lo que somos y deseamos ser.
Por eso nuestra ancestral voz, tan antigua como las mismas piedras, no puede perecer. Ella porta en su ser y hacer, sonido y silencio, la huella de un dios que nos pide reflexión, calma y constancia en la construcción de la libertad esencial.


camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

sábado, enero 22, 2011

Universidad y marginalidad



Generalmente se relaciona a la marginalidad con desnutrición, desempleo, analfabetismo e insalubridad. Esto, que no deja de ser cierto sin embargo, no es totalmente correcto. La marginalidad es fundamentalmente un estado mental. Así como suele identificarse tradicionalmente los sitios donde anida la marginalidad alimentaria y educativa, los barrios. También existen lugares donde otro tipo de marginalidad encuentra cobijo: urbanizaciones, gobernaciones, ministerios, partidos políticos, cuarteles, iglesias, mezquitas y conventos, cámaras de comercio, industrias, universidades.

Las investigaciones que se han llevado a cabo sobre la marginalidad le han señalado a ésta una vinculación con la totalidad del desarrollo humano. De esta manera encontramos que frente a la tradicional marginalidad por desnutrición material e insalubridad, coexisten otras formas de marginalidad, como aquella intelectual, académica, psicológica y espiritual. Son seres “desnutridos” de formación y afecto. Por ello sabemos de profesionales quienes denotan en su ser y hacer maneras cercanas o propias a una profunda marginalidad intelectual. Pequeñeces expresadas en la falta de análisis crítico frente a un texto, cuando no se es capaz de comprenderlo más allá del desciframiento en sus códigos lingüísticos. Esta marginalidad se refuerza en los centros de educación superior, donde una pequeña porción de docentes y parte del personal rectoral adolecen de los instrumentos teóricos de reflexión sobre los procesos educativos, que les permita entender la vida universitaria y nacional para fortalecer la memoria cultural en los estudiantes, quienes esperan la palabra, soportada en lecturas y discusión reflexiva, de los docentes y sus autoridades. Pareciera que estos marginales poseen mayor responsabilidad que aquellos quienes ni siquiera tienen qué comer. Es cierto que este tipo de marginal es difícil detectarlo, pues se cubre de fino ropaje y olorosos perfumes para parecer doctos en “sapienza” y reflexión. Son algo así como la historia del “diente roto”. El país universitario concentra en su dirección institucional una minoría de débiles mentales a la espera de ser recomendados para nuevas posiciones gerenciales en bien de grupos de compadrazgo quienes confunden malintencionadamente, entre política académica y política partidista, las directrices del pensamiento intelectual de lo “universitas” que guía toda acción académica universitaria que se precie de enriquecer el Alma Mater en sus cimientos espirituales. Esta confusión, esta marginalidad intelectual y espiritual, está llevando a la comunidad universitaria venezolana a codificar un discurso elemental que lleva en la práctica a una especie de “operativos” institucionales para recabar fondos, por ejemplo, que permitan la estructuración de la planta física, la improvisación de instalaciones en locales notoriamente antipedagógicos e insalubres, la contratación de personal sin las calificaciones para ejercer tan alta responsabilidad educativa.

La universidad es uno de los escasos espacios donde aún se encuentran mentes que dignifican con su ser y hacer la tradición y el rostro autónomo de un pensamiento intelectual, científico y humanístico que da fundamento al desarrollo integral de la mujer y hombre venezolanos.

La universidad republicana, autónoma, pública y democrática ofrece al país cerca del 80% del esfuerzo intelectual en conocimiento aplicado en investigaciones de primerísima línea. Ha sido la Casa del Saber donde la libertad de pensamiento ha formado la clase dirigente, económica y política de la nación.

Por todo esto, mantener silencio frente a esa minoría de marginales intelectuales académicos universitarios, que además son desnutridos de afecto y solidaridad humanas, y quienes con certeras estrategis clientelares se han apoderado de la universidad venezolana, es hacerse cómplice del estado de indefensión y abandono en que se encuentra la mayoría de la población nacional.Todo universitario, intelectual, académica y espiritualmente formado en valores y en la tradición más sublime del alma venezolana, no puede permanecer en silencio frente al oprobio de quienes están dañando la trayectoria de lucidez y dignidad que posee la universidad venezolana de siempre.

Permanecer en silencio hoy es poco menos que cobardía y autoengaño.







(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis




sábado, enero 15, 2011

Constancia y tradición



Desde que Luis Cárdenas Saavedra estableció la primera escuela de “canto llano”, hacia 1591, la tradición musical ha sido una constante en la cultura venezolana. Ayudaron a ello los frailes españoles y demás habitantes de lo que hoy se llama Venezuela. Junto con los músicos indígenas y posteriormente, los cantores africanos la actividad musical en nuestra sociedad se ha sostenido durante siglos fortaleciendo los valores y principios de nuestra tradición cultural. No en vano la creación del Oratorio de San Felipe Neri, hacia 1764, por el padre Sojo ha servido de ejemplo en la tradición de la música académica venezolana. Indicamos esto en razón de conocer desde hace poco tiempo del esplendoroso triunfo del maestro Gustavo Dudamel, quien, con menos de treinta años ha sido reconocido como uno de los directores de música clásica más importantes y prestigiosos del escenario internacional. Y esto ha sido así porque detrás de él permanece inalterable gran parte de la tradición musical venezolana y, fundamentalmente, por la actividad del denominado Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles. Institución creada hace más de 30 años por el maestro Abreu. Es no sólo la tradición de una fuerza musical poderosa y arraigada en la memoria del ser venezolano, sino también la constancia en la formación de jóvenes músicos que de manera permanente reciben su instrucción académica, en teoría y práctica, para desempeñarse con excelencia en los escenarios más exigentes de la música clásica y popular.



Pero si esto no es suficiente para indicar la importancia de la constancia y la tradición en el fortalecimiento de la cultura nacional y el desarrollo de la sociedad, es perentorio mencionar acá la fuerza de la tradición y la práctica de la constancia en la formación profesional de calidad. Lo observamos también en los peloteros venezolanos que desde hace varios años se mantienen como jugadores de primerísima línea en las denominadas “Grandes Ligas”, del beisbol norteamericano, escenario de máxima exigencia. La aparición de estos excelentes jugadores, como Galarraga “El Gato”, ha sido posible por la existencia de una institución como los llamados “Criollitos”, que tiene cerca de 40 años formando a niños y jóvenes en este deporte.



Finalmente debemos mencionar como fuente de tradición y constancia en la vida nacional a la llamada Fundación Miss Venezuela, cuya actividad ha permitido la presencia de la belleza femenina venezolana en las pasarelas mundiales a tal grado, de imponer las medidas que debería mantener una mujer (90-60-90), que por cierto, son las únicas que no se devalúan, y han sido aceptadas por los grandes modistos internacionales. Detrás de esas medidas y las jóvenes mises existe toda una estructura de profesionales quienes de manera constante a lo largo de más de 30 años, han construido un modelo de mujer –no estamos necesariamente solidarizándonos con ello- que sigue patrones e impone una tradición de belleza. Prueba de ello son las coronas traídas a Venezuela, como miss Universo, miss Mundo, entre otros galardones



También podemos mencionar los nuevos diseñadores de vestuario y accesorios, entre ellos Carolina Herrera y Ángel Sánchez, formados en academias con más de 25 ó 40 años de tradición en la moda nacional e internacional.



Como podemos darnos cuenta, sólo la constancia en la formación profesional posibilita a las sociedades el acceso a formas de vida con calidad y de mayor permanencia en el tiempo. Esto permite indicar que las tradiciones son necesarias para comprender nuestro entorno y salir de la miseria, tanto material como espiritual.







(*) twitter@camilodeasis camilodeasis@juanguerrero.com.ve

sábado, enero 08, 2011

Huecos de carretera


Transitar por alguna de las miles de carreteras venezolanas en estos tiempos resulta una penosa aventura. Y esto es así porque en todas, absolutamente todas las vías terrestres de nuestro país las carreteras presentan alteraciones en su estructura física. Si han sido refaccionadas no tienen la demarcación necesaria para que el conductor pueda manejar su vehículo con seguridad. En otras partes, los desniveles y fallas de borde son tan acentuados que es difícil conducir manteniendo la dirección fija o en las curvas, seguir la línea de demarcación. En otras vías los llamados popularmente “policías acostados” o reductores de velocidad han proliferado de tal manera, que en la carretera Lara-Zulia existen cerca de 133 reductores. La misma situación aparece en las vías a Oriente, como San Antonio de El Golfo-Río Caribe. Muchas de ellas no tienen la señalización correspondiente (franjas amarillas) obligando al conductor a frenar de manera intempestiva.
Pero estas fallas son apenas de menor consideración ante la proliferación de huecos, fisuras y fracturas de las carreteras nacionales, troncales, autopistas y demás vías terrestres. En la carretera Tinaco-Dos Caminos ya es casi imposible manejar a más de 60 kilómetros por hora. Los huecos impiden el tránsito normal de vehículos. La cantidad de automóviles accidentados por rotura de cauchos y rines es cada día más notoria. Sin mencionar aquellos que deben detenerse por accidentes mayores, como rotura del “tren delantero” o “puntas de eje”.
La vía entre El Sombrero-Santa María de Ipire es realmente dramática. Toda la carretera presenta alteraciones en su estructura y hay partes donde el asfalto ha desaparecido y sólo se puede transitar por caminos de trilla o simplemente arena y barro. La carretera hacia los llanos centrales, en general puede transitarse. Sin embargo, después de pasar el puente entre Nutrias-Bruzual y el desvío Mantecal-Elorza, hay dos huecos que tapan toda la vía. Nos contaba un mecánico en San Fernando de Apure que en las fiestas decembrinas una mujer murió en un accidente de vehículo en ese sitio. Similares accidentes ocurren a diario en las vías nacionales por la presencia de estas fallas en la estructura de las carreteras venezolanas. Es muy difícil manejar en estas vías sobre todo cuando llueve y más aún de noche. Ejemplo de ello es la vía Valencia-Puerto Cabello, que eternamente está en reparación. Igual situación se presenta en la vía Barcelona-El Tigre. Y ni se diga la “guillotina” entre Guanta-Cumaná.
Nuestro país era una mención obligada cuando se hablaba de las modernas construcciones de autopistas en los años setenta-ochenta. Hasta mediados de los noventa las carreteras nacionales eran transitadas sin mayor dificultad. La realidad actual de las carreteras venezolanas nos indica que el estado de las vías terrestres nacionales se ha quedado rezagado a países como Haití o países centroamericanos o las peligrosas vías de Etiopía-Somalía. Existen vías venezolanas, como el sector El Baúl donde los pobladores de los caseríos al pie de la carretera, como El Pueblito o Mujica, se dedican a tapar con tierra y arcilla los huecos por el día, mientras que en la noche proceden a destaparlos. Cuando uno debe detenerse en uno de estos huecos, tanto hombres como mujeres y niños, solicitan una “colaboración” por su “loable acción”. Ya esto es casi una tradición en muchas de las carreteras nacionales.
Muchos de los accidentes viales que a diario se conocen por los medios de comunicación han podido evitarse con un buen mantenimiento de las carreteras y autopistas. El tránsito de vehículos livianos debe además, realizar maniobras de riesgo ante la desmedida presencia de vehículos pesados (camiones, gandolas, autobuses) que no tienen escrúpulos en usar más de un canal de circulación permitido con sus pesados vehículos, dejando poco espacio al resto de los vehículos, irrespetando y transgrediendo constantemente las leyes de tránsito terrestre.
Como podemos observar transitar por alguna carretera venezolana por estos años es una arriesgada aventura. Como mínimo al final de su viaje usted llegará con su vehículo sucio o con un “caucho espichado” o “rin doblado”. Es la realidad que vivimos y ningún conductor puede decir lo contrario. Lo de los asaltos mientras cambia un caucho o verifica sino se le dañó el “carter” mientras sale ileso de un hueco, es cosa de otro escrito.


(*) twitter@camilodeasis / camilodeasis@hotmail.com