viernes, mayo 27, 2022

Madrugada sin tiempo

 



Lecturas de papel

 

Madrugada sin tiempo

 

Juan Guerrero (*) 

 

Llueve a cántaros, llueve copiosamente con inusual intensidad. Es madrugada. Al fondo la ‘tronada’ acerca el chubasco. Es madrugada. Me levanto. Regreso a la cama y ya no duermo. Sigo sintiendo la intensa lluvia. Me obligo a dormir y cierro los ojos, pero los relámpagos retruenan y se acercan. Alumbran esta extraña oscuridad. Me doy cuenta que no son los truenos ni la lluvia lo que me impide dormir. Soy yo y mis pensamientos. Sigo pensando en mis apreciados amigos profesores universitarios que desesperan mientras esperan (esperamos) el mísero pago de la quincena. Las imágenes de centros universitarios abandonados, desolados, destartalados me asaltan el alma.

 

La lluvia se desencadena y siento las balas que atraviesan los infantiles cuerpos de niños mientras un joven de no más de 18 años, recién escapado de la niñez, los masacra inmisericordemente. Su rifle de asalto apunta sus asombrados y latinos rostros. Los truenos y relámpagos impiden escucharme, y siento un antiguo recuerdo, son los días cuando entraba a la industria del acero a saludar a los amigos obreros, pero ahora también ese recuerdo de humo, ruido y calor me acerca esta acería ucraniana donde cientos de personas se han atrincherado mientras la guerra en su país acentúa el drama ancestral de seguir siendo homo faber, neandertalespitecantropusprehumanos.

 

Esta lluvia copiosa y densa acentúa esta noche de pensamientos lúgubres y mi mente no se aquieta, sigue lloviéndose de recuerdos, va y viene mientras se estremece, se alumbra de relámpagos, se hace pasado, presente y no avizora ningún futuro. Pienso en los prisioneros lanzados a eso que llaman ‘la tumba’, ese foso blanco y frío donde dicen que aprendes a temblar como un motor viejo. Donde las palabras que delatan salen suavecitas de tu boca y se hacen verdad virtual, una especie de ‘fake news’ que revela escondrijos y madrigueras.

 

Arrecia esta lluvia de madrugada y sigo con la mirada perdida en la oscuridad de esta habitación. De pronto me llegan los pasos de cientos, miles, millones de seres que se convirtieron en migrantes, la desesperación por huir del hambre y la persecución les obligó a refugiarse al borde de los caminos. Dejaron sus huellas en otras tierras, en otras aguas, subiendo las alturas andinas o en las aguas del Caribe, o en las aguas del Mediterráneo. Esta agua dulce que cae es un agua llorosa y triste. No alegra para nada el alma, quizás la limpia, pero no la aquieta.

 

-Hay tanta pena en el mundo, pienso. Tanto sufrimiento. Nos hermanamos en el dolor, me digo. Tanto progreso material, tanta producción de bienes y servicios, tanta corredera y adelanto tecnológico para estar muriendo todavía por una antigua viruela del mono. Es como una premonición, un ancestral recuerdo de donde algunos dicen que provenimos. La ‘tronamentazón’ dispara las gotas de lluvia y las paredes, los vidrios de las ventanas se estremecen, retumban como un coro de agudos cantos monásticos.

 

-Sí, la felicidad va emparentada con la libertad para lograr una estabilidad material, seguridad y protección familiar y del Estado donde vives. Pienso mientras escucho el agua que cae y el viento fuerte silba entre las ráfagas de una lluvia que ahora se vuelve menos intensa y se aquieta. 

 

La lluvia de este mayo sin fronteras, que cae esta madrugada, debe ser la misma y diferente, igual y otra, que en Malasia o en Vietnam o India, donde los vientos se transforman, caen en gigantescos tifones. Otras lluvias caen en África, al centro y sur, donde hay animales extraños y seres humanos que bailan y cantan con instrumentos donde nacen todas las músicas, todos los ritmos y cadencias que hemos conocido.

O en el Ártico, o Alemania o Polonia, donde las miradas buscan el abrazo del Otro semejante o diferente para sentir su cálida piel. La lluvia, esta lluvia que cae esta madrugada y me visita, debe traer un agua renovada, de regreso, vuelta a circular, una y otra vez, en la eterna magia que ofrece su decir, su silencio, para limpiar penas y tristezas, para aplacarnos el alma estremecida y al borde del desamparo, tan frágil y humana.

 

(*)   camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

viernes, mayo 20, 2022

Sobrevivir en Venezuela

 



Lecturas de papel

 

Sobrevivir en Venezuela

 

Juan Guerrero (*) 

 

-Si vamos todos a lo mejor nos escuchan, dijo uno de los que estaban haciendo la cola para surtir gasolina. Yo los miré. El sol del mediodía ‘partía tejas’ y el hambre hacía sonar los estómagos. Varios se levantaron y se sacudieron el polvo de los pantalones. Otros se fueron a cerrar sus vehículos. Pero la mayoría permaneció impasible mirando cómo los cuatro hombres se alejaban rumbo a la gasolinera para protestar frente a los guardias y policías, quienes, de manera descarada dejaban pasar a los <vip> que, apenas llegaban, les permitían la entrada para surtir.

 

-No sé qué van a ganar con ir a protestar, dijo un señor que estaba a mi lado. –Desde hace más de 8 años estuvimos peleando en las calles de todo el país y lo que ganamos fueron muertos, desaparecidos y presos. Todos ya se olvidaron de eso. Los políticos de la oposición andan disfrutando de sus negocios con el régimen o fuera del país con sus familias, bien acomodados. Nos dejaron solos y aquí estamos, -señalando la interminable cola de vehículos.Pasando calamidades y frustrados.

 

Hubo un silencio de aprobación y desconsuelo. No sabría definirlo. Quizás porque ya íbamos para 7 horas esperando para entrar y surtir gasolina. O porque ya en los rostros solo se aprecia agotamiento, cansancio extremo e incredulidad para soportar las horas, los días, las semanas y los meses que van pasando y caen como agobiantes dudas de sobrevivenciade este día y de todos los días.

 

Es que la rabia hace tiempo se transformó, más que en frustración, en sobrevivencia. El agotamiento físico, mental y espiritual, dio pasó a una suma de calamidades que algunos especialistas denominan como, ‘burnout”, o ‘persona quemada o bloqueada’. Ese cansancio crónico, extremo. La sensación de pérdida total de interés por la vida. Solo buscar sobrevivir, alimentarnos mientras pasan las horas. Es que en la Venezuela actual se han perdido todas las aristas que nos daban seguridad y nos instalaban en la normalidad de una realidad que ofrecía un destino, un futuro.Pero ya no sabemos si realmente vivimos en una sociedad y, peor aun, sintiendo que no existe Estado que nos proteja, mientras el gobierno se transformó en un régimen totalitario que humilla, veja y maltrata al ciudadano.

 

-La verdad, le escuché decir a un flaco y larguirucho señorque hacía la interminable cola, que aquí cada quien resuelve como puede. –Fíjese usted, señalándome. Con el negocio de la gasolina cada uno de ellos tiene su tajada. Sale de los llenaderos la gandola y ya los generales obtienen su cuota, luego llega acá y quienes administran la estación de gasolina, también le ganan, después, los policías y militares que custodian, venden los puestos <vip> y sacan sus dólares. Total, que esto es un negocio de corrupción muy difícil de solucionar. –Y ni se le ocurra decirle en sus caras que son corruptos porque lo sacan de la cola y se lo llevan preso, y nadie lo va a defender.

 

Es esa la sensación de indefensión, de amarga humillación y violencia contenida frente a la violencia representada en unos uniformes que defienden lo ilegal.

 

Nadie sabe a ciencia cierta si mañana amaneceremos sin agua, sin electricidad, con la inseguridad de saber si podremos comprar una bombona de gas doméstico para alimentarnos, si el Internet funcionará o si llegará la gasolina. Estos son los límites que cercan la vida del venezolano que habita un espacio geográfico llamado Venezuela. En la mirada del semejante uno intuye la tragedia compartida del día a día. La frustración de hacer una interminable fila para, después de cuatro o seis horas, escuchar que se terminó la gasolina y no saber si mañana volverán a surtir.

 

El drama psicológico, la tragedia colectiva se cuenta en historias de abuelos abandonados que prefieren dejar de comer para que sus nietos puedan alimentarse y alargar la vida para que puedan ser hombres y mujeres y alcancen a vivir un poco más. –Yo ya viví y es mejor que le des la arepa al niño que está creciendo. Cuenta uno que supo de una abuelita que se dejó morir de hambre para que su nieto pudiera comer. 

 

Yo escucho y me hago el desentendido para no seguir en este calvario de historias de anónimas voces que hablan mientras esperan surtir de gasolina sus vehículos. –Pero mire que en Carache (pueblito andino) llega una gandola cada quince días, dice un joven camionero. –Allá uno tiene que anotarse en un cuaderno que lleva un funcionario y después, debe irse de madrugada a la única gasolinera del pueblo. Aquí, al menos, a uno le dan un número y ya medio asegura que podrá surtir gasolina, dice el joven esperanzado.

 

Ya en mi casa, apenas entrando, comenzó el corte de electricidad que también le toca a la estación de servicio donde el joven esperanzado, varios vehículos detrás de mí, tenía horas esperando para surtir gasolina.  

 

(*)   camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

viernes, mayo 13, 2022

Rafael Di Prisco: caballero de las letras

 



Lecturas de papel

 

Rafael Di Prisco: Caballero de las letras

 

Juan Guerrero (*) 

 

Nos encontramos en el viejo pueblo de Juangriego, en la isla de Margarita. Fue una larga velada gastronómica, donde los gratos olores de la pasta italiana se entremezclaban con las anécdotas de nuestro común espacio que es la Escuela de Letras de nuestra universidad.

 

La noche avanzaba mientras recordábamos las historias sobre la bahía, sus bellos atardeceres y la algarabía de sus pobladores, y también las andanzas en el ‘pasillo’ común de nuestra insufrible escuela. -Porque el pueblo de Juangriego es viejo, acotaba Rafael, mientras nuestra querida profesora y amiga, Vilma Vargas, esposa amantísima y estudiosa de la poesía venezolana, nos incorporaba sus temas poéticos, sus amados trovadores y los eternos decimistas galeronistas de su tan querida isla.

 

Rafael siempre estaba concentrado en su universidad, la Universidad Central de Venezuela. En ella se formó y a ella dedicó su mejor esfuerzo intelectual y académico. Fue docente, decano de la Facultad de Humanidades y Educación, coordinador de publicaciones, director de la Biblioteca Central, editor de revistas de investigación y articulista de opinión.

 

La vida intelectual de Rafael Di Prisco (1931-2014) se nutre, además, con sus aportes a los estudios sobre literatura venezolana con su libro fundamental, Narrativa Venezolana Contemporánea, publicado en los años 70, donde destacan nombres emblemáticos de la narrativa nacional, como Gustavo Díaz Solís, Gustavo Luis Carrera, Adriano González León, Oswaldo Trejo, Julio Garmendia, que forman parte del repertorio narrativo venezolano y latinoamericano. 

 

Esa selección y estudio se amplía con los aportes que ofrece en su dilatada trayectoria, con otros títulos, entre ellos, La Conciencia CreadoraAcerca de los orígenes de la novela venezolana (con prólogo de, Juan Nuño), así como su obra narrativaEl matrimonio de Amelia LujánEl camino de las escaleras, donde Di Prisco se muestra como constructor de imágenes, con un lenguaje sobrio, trabajado y de buena factura estilística.

 

Recuerdo la cena mientras degustamos un verdicchio italiano. Su particular manera de preparar y servir la salsa. –Un exquisito anfitrión, pensé. Y realmente lo era, atento y acucioso, tanto en sus atenciones culinarias como en su actividad académica e intelectual. 

 

Rafael Di Prisco fue el fundador, junto con la escritora y profesora, María Fernanda Palacios y el crítico literario, Ángel Rama, de la revista de investigación y crítica literaria, Escritura, la primera publicación venezolana de alcance internacional, reconocida en el ámbito académico. Es una publicación que se mantuvo poco más de 18 años publicando los trabajos, estudios de investigación y demás aportes académicos de las mejores firmas de intelectuales latinoamericanos. La historia de esta revista, sus aportes a la consolidación de la memoria cultural latinoamericana, es de una singular trascendencia y bien merece un estudio pormenorizado para difundir su obra.

 

Conservo parte de los libros que tanto Vilma como Rafael, me obsequiaron cuando se jubilaron como docentes universitarios y decidieron irse a vivir a la isla. –Quisimos repartir nuestra biblioteca entre nuestros amigos, que sabrán apreciarlos, me comentó Vilma. Varios son los libros que atesoro y guardo en mi biblioteca de Puerto Ordaz. En esa ciudad de aguas dulces, en medio de un encuentro de escritores y docentes de la literatura venezolana nos vimos por última vez. Junto con su inseparable esposa, y también con la compañía de los poetas, Benito Raúl Losada, Lucila Velásquez, Luz Machado (la poeta inmensa, como inmenso es el Viento Barinés que viene ‘lleno de presagios’), entre otros grandes intelectuales venezolanos, celebramos la dicha de estar hermanados en medio de versos y abrazos.

 

Rafael se dedicó en sus años, en la bella isla de Margarita, a escribir sus artículos de opinión. Una faceta que lo situó en el ‘aquí y el ahora’ de la vida nacional, sea en su particular etapa política, como en la defensa de la universidad venezolana. En esos escritos se encuentra el ciudadano que afirma la civilidad, la ética académica y la formación de los valores más trascendentales del ser venezolano. 

 

Un intelectual pedagógicamente formado para los tiempos que vendrán, amoroso, solidario, carismático, entrelazado a su eterna universidad y a la historia de la cultura y la literatura, piedra angular del ser y hacer de este académico, intelectual y caballero de las letras.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

Despacito se vive mejor

 



Lecturas de papel

 

Despacito se vive mejor

 

Juan Guerrero (*) 

 

Siempre he estado opuesto a esa tendencia a ‘la rapidez', realizar las actividades de la cotidianidad con premura y ‘a gran velocidad’, como si el mundo y la vida se terminaran a la vuelta de la esquina.

 

Vivir atropelladamente es de gente atolondrada, que a la final termina insatisfecha de todo y por todo. Seres que desde que nacen van directo en busca de una perfección, de un cumplimiento de objetivos de vida y de responsabilidades solo por el simple hecho de ser cumplidos y en una torpe manera de entender que ser competitivos no supone, ni debe entenderse, como pasar por encima de quien sea y como sea.

 

Esa manera de estar en medio de la vida buscando vivirla a mil kilómetros por día solo trae insatisfacciones, traumas y a la larga, mucha incomprensión y soledad. Porque el propio mundo y cada sociedad se mueven a velocidades específicas. Ocurre, por ejemplo, cuando nos desplazamos de una ciudad a cualquier pueblo o caserío, y queremos imponer nuestros propios tiempos, nuestro propio horario y terminamos siendo unos verdaderos seres ajenos a la dinámica de vida de esa población.

 

En estos tiempos de tanta corredera e incertidumbre lo mejor que uno puede hacer es tomarse el tiempo para detenerse en medio de estas locas carreras por llegar ‘a ninguna parte’ en específico, respirar hondo, aquietarse y pensar en uno, en la magia de seguir vivo y maravillarse por el entorno y el continuo fluir de la existencia. Nos damos cuanto que todo lo que existe en nuestro alrededor tiene una armonía, una lógica y un reposo para estarse en medio del mundo y lo mundano. 

 

Nunca he compartido las voces disonantes y ruidosas que invitan al frenesí de la vida. Esa especie de ‘trabajar’ alocadamente cinco días para entregarse al desenfreno de un fin de semana como si ya acabase la vida y no existiera más que hacer. Creo que el gusto por la vida parte del reposo que lleva a entenderla, al tiempo necesario para reflexionar sobrenuestra misma existencia, darnos el tiempo necesario para pensar, para lograr ese ‘ocio’ previo a la lucidez de crear, construir la ilusión que después veremos plasmados en partitura musical, en colores de una pintura, en hechos tecnológicos y científicos, en la amorosidad de una versificación para una canción.

 

El gusto de vivir a plenitud parte del reposo, de estar menos en el neg-ocio (negación del ocio creativo) y más en la lucidez de un cultivo del ser, en re-conocernos más como seres que existimos para el placer del tiempo en reposo, donde el ser se aquieta y trasciende en su fluir como humanidad.

 

No, de las carreras en la vida solo queda el cansancio, reza un dicho popular. Y esto es verdad. Sobre todo, si esa carrera la hacemos para ‘complacer’ a otros, para cumplir con las responsabilidades socialmente aceptadas. Para que el Otro nos acepte como quiere que seamos y jamás como nosotros quisiéramos ser aceptados. 

 

Es necesario reivindicar el derecho al ocio, la exigencia humana al reposo, darnos el tiempo largo de cruzar la vida a la velocidad que nuestro cuerpo y nuestros pensamientos lo quieran. Porque no existe mejor sensación de satisfacción que aquella que sentimos cuando nos ‘echamos en nuestro charco’ por muy puerco, hediondo o perfumado que esté, y sentir el placer del reposo. Allí no importan recompensas ni trofeos. Solo sentir cómo transcurre el tiempo mientras disfrutamos la absoluta informalidad, la dicha de estar vivos, respirar mientras posiblemente el mundo cae a pedazos. Porque hay realidades en la vida que jamás podremos cambiar, que no dependen de nuestras decisiones. Entonces nos damos cuenta que no somos irresponsables ni tampoco seres inconscientes. Que necesitamos reposo, tranquilidad, caminar despacio, detenernos en el sitio menos esperado, alzar la mirada y encontrar entre las nubes los rostros de quienes ya nunca jamás volverán.

 

La tranquilidad, el reposo y el ocio son dones de la vida. Practicarlos nos acerca a la ruta de algún dios oculto en nosotros, alguna divinidad que siempre hemos deseado visitar. La quietud en quien la cultiva transforma, deviene ser trascendente, de plenitud y mirada luminosa.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1