sábado, abril 30, 2011

Gramática del autoritarismo


Las almas de oración son almas silenciosas. Teresa de Calcuta.


Entre los dones y aprendizajes fascinantes de la vida, el lenguaje es quizá la capacidad más trascendental que ha podido desarrollar el hombre para elevarse a la categoría de lo humano. Y esto es así porque las palabras no son sólo estructuras que pueden pronunciarse y escribirse, sino que también poseen esencia para visualizarse en realizaciones concretas, materializarse y por tanto, generar creación. Además, el lenguaje se modela y sigue patrones que otros copian. Por eso existen las sociedades, los grupos humanos que se integran más allá de realidades espacio-temporales, en gestos, expresiones, modales y otras manifestaciones del lenguaje verbal y no verbal, que a la larga cohesiona y da sentido de pertenencia a un lugar, a un territorio.
Por eso es tan delicado el lenguaje. Por eso uno de los vehículos que posibilita este acto transformador, la lengua, está tan escondida y protegida: tapada por los labios y encerrada entre los dientes. Y sin embargo, cuando abrimos la boca generamos actos de habla que, más allá de la secuencia oracional para hacernos entender, están los reforzadores corporales que fijan las palabras y las hacen permanecer más allá de los instantes que duraron nuestras secuencias acústicas, nuestro sonido, nuestro timbre y nuestras cadencias.
La vida ciudadana posee unos códigos mesurados en el discurso. Es generalmente de corte melódico razonado, por tanto tiende a ser más reposado. Los individuos que ejercen su ciudadanía tienden a ser personas que respetan al Otro diferente. La palabra del Otro es para él motivo de interés, de reflexión, aunque no esté necesariamente de acuerdo en sus afirmaciones. La práctica de la ciudadanía exige por lo tanto un lenguaje, una estructura gramatical sobre un discurso que sea coherente con aquello que se práctica: el ejercicio de la libertad. Porque ejercer la ciudadanía es sinónimo de libertad. Y la libertad se practica en espacios donde la paz activa es un acto cotidiano que se ejerce en el uso de un lenguaje acorde con esa práctica. Por lo tanto, el lenguaje de la libertad es inclusivo y fomenta en la cotidianidad el ejercicio de la búsqueda constante de verdades que sean consensuadas y sometidas constantemente a la reflexión entre todos los individuos. La palabra entonces, permanentemente es renovada y brillan las verdades en acuerdos que llevan al ejercicio del poder-compartido y el trabajo grupal, donde se construye el protagonismo colectivo, como paradigma de los nuevos tiempos.
Y el tiempo actual es de una voz colectiva. Es el protagonismo del colectivo que señala al individuo lo que debe hacer y le da la responsabilidad de ejercer un cargo, por tiempo definido, específico. El lenguaje por tanto, tiene la impronta de un grupo, de seres humanos que poseen cadencias, ritmos, tonos y timbres de una sonoridad ética que orienta la dinámica social desde las coordenadas de un lenguaje dialógico, compartido y hermanado en la búsqueda permanente de la amplitud discursiva.
Resulta extraño, raro y obsceno que en pleno nuevo siglo aún se continúe escuchando un lenguaje militarista, cargado de ruidos que construye una terminología obsoleta donde palabras, tales como “batalla”, “campaña”, “comando”, “batallones”, “milicias”, “brigadas”, “escuadrones”, se combinen para aplicarse en la vida ciudadana y den la sensación de algo normal y corriente. Así las cosas, podemos encontrar programas, proyectos, empresas que poseen como principio alguno de estos términos: “La batalla de las ideas”, “Comando eléctrico”, “Milicias socialistas”, “Campaña electoral”.
Este lenguaje remite indudablemente al ejercicio de actos autoritarios en quienes ejercen el poder del Estado, presidente, ministros, gobernadores, alcaldes, entre otros, en la práctica de una ciudadanía que la convierte en manera autoritaria de vida. En actos de lenguaje y modos de vida caracterizados por una voz y unos modales cargados de fuerza corporal que en nada ennoblecen la razón de ser de una ciudadanía.
La práctica de la ciudadanía es contraria a la práctica del autoritarismo. No es posible ejercer actos ciudadanos cuando el liderazgo sociopolítico en el gobierno del Estado está marcado por actos autoritarios trazados por la vida militar.
En las sociedades nuevas cada vez es más raro encontrar militares ejerciendo oficios, labores ciudadanas. Ellos están cada vez más centrados en sus espacios y son vistos como seres de segunda categoría. Sólo necesarios para ejercer la fuerza bruta que ahora se disfraza con la tecnología y la robótica. Ellos son muestra de una antigua vida donde el maltrato al semejante era manera de ser cotidiana y por tanto, daba sensación de seguridad. Ahora la seguridad está en la razón, la verdad compartida y la palabra ejercida con serenidad y en paz.
(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

jueves, abril 28, 2011

MicroRelato


El doble

Finalmente descubrí quién era mi enemigo. Me vi al espejo y lo maté.

MicroRelato


Sobran las palabras

-Pero tu silencio me ha estremecido de murmullos la memoria, le confesó lacónicamente. Después supo que era muda.

MicroRelato


Zona de tolerancia

-Siga derecho, a media cuadra doble a la izquierda, después otra vez a la izquierda y al final, justo al lado del zanjón, un poquito más a la izquierda, está el palacio de gobierno.

MicroRelato


Panadería La Marquesa

La mujer que desayuna mira de reojo las piernas a la chica de la minifalda. Ella las abre y la mujer saborea. Lame. Penetra su húmeda lengua en el espumoso capuccino.

MicroRelato


De repente

-El caso es que no hubo tiempo. Todo sucedió tan rápido. No me lo esperaba. Fue tan, pero tan ardiente que olvidé todo detalle. Sólo recuerdo el intenso olor a Chanel n.5.

MicroRelato


Fin de mundo

-Mi dios, de tener sexo, sería femenina. Dijo con apacible voz. Al amanecer las iglesias, mezquitas, templos y sinagogas se habían resquebrajado. Todos los fieles fueron liberados.

miércoles, abril 27, 2011

Plitvice


acaso he soñado contigo
mientras mi alma detiene su vuelo
en el parque plitvice
y brota la flor en su desamparo
y el pulviscolo asoma y moja el rostro
mientras el sol traspasa el rocío
y la salamandra humedecida
detiene su andar sobre una hoja

acaso he pensado en ti
mientras desando y miro las huellas
sobre los estrechos puentes de madera
que recorren la extensión acuosa del parque

dónde siempre dónde
ir sobre el borde del agua
verte en el umbral de la cueva allá
en lo alto en lo más nunca
continuar el parque lo otoñal
la caída de hojas su amarillez
subir mientras la soledad eslava
oculta el diálogo
bajar traer las manos de aquellos
que siempre he amado
apretujarte el rostro el hombro
fluye el agua y el suave viento croato
mece ramas mariposas pájaros

acaso he sentido tu voz
tu labio
la humedad de tu cuerpo
plitvice tiene largos corredores de agua
líquenes manantiales cascadas
la quietud inmensa de un bosque

(Trieste-Puerto Ordaz, 1980-1984)

sábado, abril 16, 2011

Warao witu



La primera vez que tuve conocimiento de la cultura warao fue en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Habíamos generado un cambio curricular y logrado introducir algunas modificaciones, como la inclusión de los estudios sobre lengua y literaturas indígenas venezolanas. Nuestro primer acercamiento fue con los grupos étnicos Wüayú, en la Goajira venezolana. Después fuimos al Delta del Amacuro para conocer la realidad cultural de esta otra etnia. Practicamos el idioma warao en la zona de Pedernales mientras remontábamos el caño Manamo. Los warao witu o verdaderos waraos fueron nuestros compañeros y orientadores para iniciarnos en el conocimiento de esa ancestral cultura. Hubo una hermosa integración con esas comunidades y nosotros, bisoños estudiantes y enamorados de nuestra realidad cultural, habíamos logrado interesar al claustro académico sobre la importancia de esta realidad cultural tan olvidada y mal comprendida, para aquellos tiempos. Era la década de los años ’70, cuando la llamada Renovación universitaria aún se vivía en nuestra escuela. Agrupados en un Frente en Defensa de las Culturas Indígenas, teníamos nuestros mentores teóricos: Miguel Acosta Saignes, los hermanos Jorge y Esteban Emilio Mosonyi, entre un nutrido grupo de otros amigos quienes aportaban sus experiencias sobre una realidad, la indígena, sólo abordada como objeto de estudio para museos e investigación antropológica.
Para esos años las diferentes comunidades indígenas en Venezuela estaban en un olvido total. Sólo los frailes capuchinos, como misioneros y herederos de los aventureros del siglo XVI, asumían su labor que era digna de respeto, aunque vista por nosotros con cierto recelo en cuanto a la recolección de las fuentes de la tradición oral: poesía, fábula y cuento. Casi todas reescritas y pasadas por el tamiz de la visión religiosa cristiana que suponía una censura de su cosmovisión.
Ahora cuando leo en la prensa sobre la muerte de seis niños de la cultura warao en el basurero de Cambalache, en Puerto Ordaz, me vienen a la mente las imágenes de esos seres que aún, después de casi cuarenta años de aquellos encuentros, siguen padeciendo el rechazo de una sociedad y unos gobiernos que nada le han solucionado, salvo la incorporación de un cuerpo de leyes, donde se les reconoce y da existencia y protección, pero sólo de manera teórica.
La muerte de esos niños por desnutrición, enfermedades respiratorias, disentería, entre otras afecciones propias de una interacción en un medioambiente notoriamente insalubre, como el botadero de basura de la ciudad, es prueba fehaciente de la inmoralidad de un gobierno y una sociedad que siguen discriminando a parte de su población, la más desvalida y desprotegida. Más allá de los estratos socioalimentarios, económicos y educativos en que se ha clasificado la sociedad moderna, los llamados estratos A, B, C, D y E… están las comunidades indígenas. No tienen clasificación alguna. Son los más pobres dentro de los pobres y miserables de este país. Además, al salir de sus sitios de origen para mejorar su calidad de vida, intentan integrarse a la sociedad pero son rechazados. Conclusión: terminan sintiéndose de ninguna parte y pierden su identidad cultural. Esto es lo más terrible que pueda sucederle a un ser humano.
La muerte de estos niños por hambre muestra el rostro dantesco y terrible del drama nacional de un gobierno que no atiende y menos protege a sus ciudadanos. Con esto, se demuestra que existe una fea, hipócrita, desleal y cínica clasificación de ciudadanos de primera, segunda y más categorías. Los indígenas están más allá. Son vistos con desprecio o con lástima por parte de sus mismos hermanos venezolanos. Son objeto de burla o desagrado. En los hospitales nadie les atiende o cuando lo hacen, no les entienden porque no conocen su idioma. La ignorancia ha llevado, por una parte, a dejarlos como depósitos humanos en espacios tan despreciables como el basurero de la ciudad de Puerto Ordaz, o se los devuelve a sus espacios naturales y ancestrales, donde no hay absolutamente nada para que puedan sobrevivir. Los montan en autobuses y los abandonan en lugares apartados, porque para esos políticos de turno, “afean las avenidas, calles, plazas y otros sitios de esparcimiento”.
No ser indiferente ante este drama es muestra de una consciencia social y justo es denunciar y generar una actitud proactiva para permitir que estos venezolanos sean atendidos con dignidad y se les respete y garantice su integridad física y espiritual como seres humanos.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis

jueves, abril 14, 2011

La clase media va al paraíso


De Luis Buñuel recuerdo sus películas donde el sarcasmo entre claroscuros e imágenes en cámara lenta, movían a personajes fastidiados que holgazaneaban mientras transcurrían sus hastiadas vidas de pequeños seres que lo tenían casi todo, menos la gracia para vivir. Desgraciados personajes de una clase media aburrida, abúlica y de anorexias intelectuales parece ser la nuestra que vive en la inopia de una existencia al borde de los días. Fracasados y holgazanes personajes que se quejan hasta del peso de sus sombras.
La nuestra ha sido una clase media signada por la vanidad, la grosera apariencia de creerse dueña de un país fragmentado y cuya extensión psicológica e intelectual no va más allá de las rutas turísticas trazadas por los mapas de Miro Popip o Valentina Quintero.
Una clase media con personajes maleducados e increíblemente analfabetas funcionales para la política. Malcriados y despreciativos, furibundos defensores de un territorio que no sube cerros ni llega a las zonas urbanas. Esta ha sido nuestra santa clase media venezolana.
Agrupada entre perfumes y cantos, ligera de pensamientos y proclive a la debilidad de la carne y del bolsillo. Su doble moral oscila políticamente entre una iglesia católica, apostólica y romana quebradiza, y de tiempos para acá pedófila, con villancicos incluidos, y una actividad social que confundió al Estado con el gobierno y partidos políticos, para transformarlo en agencia de gestores.
La clase media de pensamiento decadente e insoportablemente altanera. Seres egoístas y de formación secular mantuana. Deseosos de parecer europeos, españoles o franceses, con Antonio Guzmán Blanco a la cabeza, para luego cobijarse al amparo mayamero, con Betancourt y acólitos. Ahora continúan bajo el amparo de una protección un poco más latina, cubana azucarada y habanera, con un desclasado Hugo Chávez, formado en el más puro ambiente reaccionario de la derecha nacional: cuarteles y cantinas.
El ser de clase media en Venezuela es de pensamiento pequeñoburgués y absolutamente ignorante de su entorno intelectual. Él es un claro representante de una clase media que holgazaneó durante años al amparo del Estado. Su pensamiento cotidiano, del día a día, es del torturador de la vida: abusivo, irrespetuoso, ortodoxo, intolerante y supersticioso. Por eso afirmamos que la figura de este presidente representa la imagen de cientos, miles, millones de venezolanos, hombres y mujeres, tanto del oficialismo como de la oposición, quienes desprecian esa imagen que saben que llevan dentro. Es una actitud, una manera de ser que se alojó en la cultura nacional desde hace años, quizá siglos y que sólo un proceso educativo profundamente pedagógico y continuo, podrá superarlo.

camilodeasis@juanguerrero.com.ve twitter@camilodeasis

viernes, abril 08, 2011

País de eslóganes


Esto de los lemas o consignas como carta de presentación de la vida política es una práctica que cada vez resume lo que es nuestra sociedad venezolana: un enrevesado catálogo de malos gustos y peores desempeños.
De los tantos eslóganes que recuerdo uno de ellos, particularmente, me parece de lo más obsceno y racista. Era la campaña de Rafael Caldera, aparecía en grandes afiches la imagen de un niño negro, pobre, mal alimentado y todo harapiento. Debajo de la foto se leía: ¨Por mí, vota verde¨. Ya en esos años se usaba la imagen de la pobreza vinculada con la práctica política para ganar votos. Después recuerdo cuando el candidato de la izquierda, José Vicente Rangel usó su parecido físico con el beato José Gregorio Hernández, con traje negro y de corte ¨prêt-à-porter¨ (listo para llevar) para atraer a la ortodoxia derechista y curera. Después se inició el ciclo con los candidatos y su vinculación con los animales, como El tigre Eduardo Fernández, o El gato Briceño, actual gobernador del estado Monagas, o aquel zamurito del sur de Guayana. Lo cierto es que cada ministerio, cada gobernación, cada alcaldía y cada institución del Estado venezolano se le conoce por un lema o consigna.
Es tan obscena y ridícula esta práctica, que toda, absolutamente toda construcción de infraestructura, sea desde una simple cancha de bolas criollas, en la época del presidente Luis Herrera Campíns, hasta las escasas edificaciones de este gobierno, pasan por la colocación de un eslogan, que, como estribillo de una mala canción, se intenta que se quede grabada en la mente de quien la lee. Sobra decir que a la entrada de cada estado de este país, existe una valla, un cartel, un pedazo de trapo, con la consigna que identifica la gestión del mandatario regional.
Los vehículos oficiales, las sedes de las instituciones y hasta en las identificaciones que usan los funcionarios en las oficinas públicas, tienen la consigna que supuestamente otorga, como por arte de magia, la capacitación gerencial al individuo.
Pareciera que los lemas o consignas son una especie de talismán, de escapulario, de sagrada protección contra malos augurios. El acto de mayor esfuerzo e intensidad intelectual que un mandatario puede generar, cuando se instala en su nuevo cargo, es escribir su lema o consigna…y cambiar el mobiliario de la oficina que debe usar. Del resto, usted puede corroborar cómo pasan los días, las semanas, meses y años escuchando y leyendo por todo su ámbito geográfico, la sagrada escritura de su consigna que se lee y escucha permanentemente.
No creo que a los políticos de este país se les pueda pedir más de lo que pueden dar, más allá de generar una consigna o lema. Los hay vinculados con las realidades de la ingeniería cibernética, como sinónimo de actualización y progreso o aquellos vinculados a la gerencia.
El uso de los eslóganes otorga a los políticos que asumen posiciones en el gobierno del Estado venezolano, una especie de capacidad ¨virtual¨ según la cual, por el sólo hecho de mencionar determinadas palabras (pueblo, revolución, progreso, gerencia, dignidad, capacidad, integridad, etcétera) les asiste, no tanto la razón, como el poder de solucionar los problemas de los ciudadanos y sus comunidades. Triste engaño para esos políticos que creen tener la solución en palabras.
(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

sábado, abril 02, 2011

Misoginia


Lo que llamamos historia no es más que la narración que quiere
relatar el patriarcado, y la misoginia es su ideología, un sistema de
creencias e ideas cuyo propósito consiste en explicar el dominio del
hombre sobre la mujer
. Jack Holland. Misoginia



He leído por estos días un excelente libro, Historia de la Misoginia, del periodista y escritor escocés, Jack Holland. Un documento extraordinario sobre la maldad del hombre ejercida sobre la mujer desde hace miles de años. Quizá sea esta anomalía la mayor afrenta del hombre contra su par semejante.
No existen datos sobre en qué momento ni lugar se originó la misoginia, esa aversión y odio del hombre sobre la mujer. Posiblemente sea en el Medio Oriente donde se desarrolla con mayor claridad esta patología mental y en las religiones monoteístas, como el judaísmo y luego el cristianismo e islamismo.
Los griegos establecieron los primeros principios filosóficos a partir de los postulados de Platón y Aristóteles, padres de la misoginia. Principios soportados en viejas creencias que llevan hasta los más antiguos mitos y leyendas, donde la mujer es vista como el engendro del mal. Unas veces identificada con diosas y ninfas, en otras como mortal seductora, pero siempre vista por el hombre con temor, celos, envidia y resentimiento. Filósofos, como Demócrito, afirmaron que la mujer no debía desarrollar su razón puesto que eso llevaría al fin de la sociedad. Por su parte, Aristóteles, cuyo pensamiento y lógica bivalente sigue vigente, indicaba que el papel de la mujer en la gestación era solamente nutricio y que más allá de ello, nada bueno aportaba en la formación del niño.
La filosofía y la ciencia han sido desarrolladas bajo una visión misógina donde la mujer no tiene mayor participación en los principios sobre los cuales se edificó la cultura de la humanidad. En absolutamente todos los rincones del mundo las sociedades han sido establecidas sin la participación de la mujer. Su desempeño ha sido de adorno, como objeto sexual o en otras, diosa o virgen asexuada, como el caso de la virgen María, en el catolicismo.
El desfile de nombres famosos en la historia del pensamiento misógino es bastante extenso y asombra encontrar personajes, como Zeus-Deus-Dios, Sócrates, Platón, Aristóteles, Aníbal, Séneca, san Pablo, Tertuliano, san Agustín, el papa Inocencio III, Tomás de Aquino, el rey Jacobo I, Jean-Jacques Rousseau, Charles Darwin, Kant, Schopenhauer, Marx, Nietzsche, Napoleón, Lenin, Hitler, Stalin, Mao, Freud, Joseph Mengele, Kim II-Sung, Roosevelt, el papa Pío IX, George W. Bush, el ayatola Jomeini, entre un largo etcétera que genera pena ajena y sentimiento de vergüenza como hombre ante las vejaciones a que ha sido sometida durante siglos la mujer. Con mencionar apenas una institución, como la santa Inquisición es más que suficiente para indicar que allí se realizaron los actos más criminales y sádicos contra la mujer y su dignidad.
La modernidad ha ocultado un tanto esta aversión y violencia física del hombre contra la mujer. Sin embargo, la misoginia en los actuales tiempos no ha sido del todo erradicada. Se disfraza y ha mutado hasta aparecer como gentil muestra de belleza en mujeres que son sometidas a dietas estrictas para aparecer como muestra de la belleza moderna. De tan rígidas tendencias, los cuerpos femeninos aparecen casi asexuados y quebradizos. Detrás de ello giran los hombres insatisfechos y terriblemente temerosos ante el avance de la inteligencia y la naturaleza femenina. También parte de una seudo psicología, junto con nuevos dogmas religiosos, llaman al adecentamiento de la mujer. A vivir bajo el temor de dios y del hombre. En otras, el lenguaje agresivo del tradicional macho se ha tornado más selectivo y se adorna con mensajes de una sobre valoración de los atributos físicos de la mujer más que en sus capacidades intelectuales. Se observa cuando el hombre en cualquier evento debe presentar a una profesional. No destaca sus rasgos académicos sino que se centra en sus rasgos físicos, como muestra de una galantería trasnochada y desubicada.
En nuestro país también se aprecia la presencia de la misoginia, tanto en la estructura de la familia como en el gobierno del Estado. Y no se diga que existen mujeres ministras y que la misma Constitución coloca al hombre y la mujer en igualdad de derechos y deberes. Me atrevo a afirmar que el gobierno actual en nuestro país tiene un perfil netamente misógino. Los rasgos de ello se pueden verificar en las tendencias que se están manifestando sobre la estructura educativa donde la obediencia y subordinación al Estado patriarcal cada día son más evidentes.
Triste destino el nuestro, seguir padeciendo de esta anomalía mental en pleno siglo XXI, con hombres e instituciones creadas para seguir sojuzgando y maltratando a la otra mitad de la humanidad.