Historia de los días sin prisa
Juan Guerrero (*)
Ahora cuando el mundo se ha detenido y muchos quisieran bajarse para vivir momentos más placenteros y normales, me acuerdo del Decamerón del Boccaccio (1313-1375) escrito en los años de la peste negra (bubónica) que arrasó Florencia y obligó a la población a vivir un encierro muy similar a este que ahora padecemos en el siglo XXI.
Por aquellos tiempos del siglo XIV los temas que sirvieron para que Boccaccio armara sus historias fueron el vicio, la envidia, el mercantilismo de la época, la virtud, la alegría, el amor, e indudablemente el erotismo como fuerza de vida que movía y mueve la humanidad.j
En boca de sus personajes se mueven las historias contadas por siete mujeres y tres hombres, quienes se turnan para contarse sus experiencias en su encierro florentino. Como entonces, ahora leo diariamente por las redes sociales las pequeñas historias de cientos de anónimos (y no tan anónimos) quienes describen en su anormal cotidianidad sus experiencias de vida.
De todas esas vivencias que forman la cotidianidad del aquí y el ahora resalta, a más de las continuas quejas y sufrimientos –muy dolorosos- la vida plana y fútil de quien, al verse confinado a las cuatro paredes de su encierro, le asombra y estremece encontrarse consigo mismo en ese espejo de darse cuenta de su pequeñez humana. Vidas que han estado funcionando de manera automática, en lo externo, sin darle mayor importancia a las cosas sencillas y simples de la existencia. Por eso les asusta encontrarse con su sombra, con su silencio y en su soledad.
Porque antes como ahora la peste causa estragos, no tanto en la enfermedad como tal, sino en las posteriores consecuencias que trae la incertidumbre de sabernos seres humanos débiles en nuestra individualidad.
Contrario a las reflexiones que hicieron los pensadores después de la II Guerra mundial, como Fromm, al indicar que sería el amor la fuerza que iba a motorizar la vida del hombre en el siglo XX, creo que para este nuevo tiempo son la solidaridad y la compasión los valores y principios que formarán parte del nuevo vocabulario en manos del liderazgo que deberá adecuarse a este nuevo ciudadano. Porque ha sido el aporte ciudadano en funciones sanitarias, de resguardo y en las emergencias la herramienta fundamental para hacer frente a la pandemia. Los líderes de todos los sectores y en todos los países, unos más que otros, se han visto desbordados, desplazados al indicar medidas paliativas y desgastadas, que se han traducido en miles de contagiados y muertos. Porque han asumido la peste desde una visión política de la situación, o en todo caso economicista al punto de leer locuras, como “Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía” Dan Patrick, vicepresidente del estado de Texas, EE.UU.
La solidaridad como la compasión están siendo impulsados por los grupos humanitarios en todo el mundo, a través de organizaciones no gubernamentales. De ese trabajo quedará como aporte a la humanidad, una mayor empatía en los ciudadanos para sentirse acompañados, amparados. Las muestras de solidaridad, las expresiones de compasión con el semejante estremecen hasta las lágrimas y nos llevan a tener confianza en la humanidad, en los jóvenes en todo el mundo.
Esta peste nos está haciendo en el día a día más compasivos y solidarios. Ahora existe una población más inspirada en la comprensión del mundo como una sola humanidad. El concepto divisionista impuesto, para entender al mundo como Occidente y Oriente, ha terminado. Progresivamente la integración de estas realidades se hará una sola y la humanidad se orientará a un tiempo de mayor elevación moral, ética y espiritual.
Así como en el Decamerón del Boccaccio, donde las historias que cuentan sus personajes conmueven y alegran la vida por su ingenio, fortaleza y el saberse afortunados por seguir vivos para amar y seguir adelante. La peste de este siglo nos sigue indicando que no queda otro camino para el ser humano que seguir su instinto de supervivencia, que vendrán, inevitablemente, cambios en todos los aspectos de la vida.
El mundo de los próximos meses y años cambiará sustancialmente en sus relaciones humanas, políticas, económicas, estratégicas y hasta de visión religiosa. No podría afirmar que el liderazgo actual no sirve. Es que este nuevo escenario de un mundo definitivamente integrado, integral e integrador (no globalizado ni mundializado) de una sociedad que afirma su civilidad, exige líderes en todos sus órdenes capacitados y a la altura de este renovado miembro de la sociedad. Los grupos, los equipos de trabajo transdisciplinarios son ahora los llamados a construir ese nuevo orden social, humano, solidario y compasivo.
Como en el Decamerón seguirá siendo la vida erótica –entendida como fuerza esencial de vida- junto con la solidaridad y la compasión, el impulso consciente que moverá al mundo en su infinito hacer, amar y vivir.
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