jueves, octubre 22, 2020

Diario de un jubilado



 

 

  Esta mañana, cuando estaba revisando libros en mi biblioteca, de repente me acordé que ya hace más de 10 añosterminé mis funciones como docente universitario. También me acordé de los años cuando trabajé en otros sitios. -Total, treinta años de servicios al Estado y la sociedad, pensé.

 

  Había hecho planes para continuar con mis actividades académicas, mis escritos semanales, mis dibujos, fotografías y mi dedicación a la poesía, oficio que nunca me abandona ni yo a ella. -Además, me decía, iba a desarrollar varios proyectos visitando regularmente sitios poco conocidos del país; sus historias, espacios y uno de mis deseos más añorados: ese tiempo para invertirlo en la contemplación, la meditación después de observar la quietud del espacio de eso que llamo, la venezolanía.

 

  Porque contemplar el rostro de una sociedad y de un territorio también se encuentra en sus paisajes, el movimiento, los olores, sonidos naturales, sabores y el paso acompasado de quienes nos acompañan. He conocido todo el país, al menos cada capital de estado, los he sentido en la tierra y en el barro, mirando la lejanía, en las palabras de quienes habitan en la anónima amorosidad de lo fraterno y solidario.

 

  Sé que los nuevos tiempos no traerán nada diferente a estos que he vivido. Sin embargo, es preciso insistir, aunque sea por terquedad, en la necesidad que tenemos para salir adelante, aunque sea registrando este momento gris que nos tiene aprisionados, encerrados. He visto temprano el video de una amiga virtual, poeta, que en su encierro desde Españasaluda con su rostro lloroso indicando que ya no soporta tanta soledad, tanto encierro. Libera sus miedos e incertidumbre, mientras confiesa que ‘-hoy sólo tengo ganas de llorar’. Es un video singularmente humano. Angélica se quiebra en su fragilidad y una multitud de amigos virtuales, desde los confines del mundo, le abrazamos en un mismo llanto.

 

  Vuelvo a mi biblioteca buscando acaso algún poema en algún libro que me sirva para entender este tiempo, esta mirada fragmentada que se apodera de nosotros y no permite ver la totalidad, la parte completa de este drama, este momento tan sin tiempo. Un año donde se resume toda la maldad humana en un mismo número. Pareciera que estamos transitando los ‘penetrables’ cinéticos de una inmensa obra de Soto o Cruz Diez. Así, con sus colores moviéndose mientras ansiamos conocer, estar presentes en otros escenarios menos gelatinosos. Quisiera tanto oler esos colores, palpar su tensión, su temperatura.

 

  Pienso y añoro ese lenguaje renovado, ese ángulo original de una imagen para nombrar este tiempo, pero al unísono coexistimos con nuestra propia podredumbre humana. Reviso mis redes sociales y me siento impotente ante tanta solicitud de ayuda. Desde los puntuales casos de enfermedades terminales y cuyos pacientes no pueden esperar, hasta el socorro ante el secuestro, prisión y tortura de perros y gatos. Me sobrepasa tanta súplica, me estremece hasta el llanto tanto mensaje final de jóvenes que se despiden y después, se suicidan, se lanzan por un balcón. 

 

  Tengo casi tres semanas intentando terminar la entrevista a una poeta y apenas si podemos comunicarnos. Cuando ella tiene electricidad yo tengo ocho horas sin ella, y obvio, sin Internet, sin servicio de agua y con el temor de que se termine la bombona de gas y mi esposa no pueda hacer sus tortas y dulces para vender (-de eso vivimos), porque el sueldo de un profesor jubilado, más la pensión del Seguro Social, no llegan a 8 dólares al mes, y es mucho decir. Pero me colma un mensaje de voz de quien entrevisto: me habla de mi querida amiga y poeta, Hanni Ossott, y me veo en Londres conversando con ella mientras probamos su paté y Rilke nos abraza en su recuerdo.

 

  Aunque parezca contradictorio, por estos años parece estar apareciendo en nuestra geografía literaria, nuestro arte y nuestra cultura en general, un cierto conglomerado humano con significativas muestras de temas, estéticas y lenguaje que bien merece ser revisado y estudiado, al menos como registros bibliográficos de un acontecer histórico que habla de este paso del ser humano en su eterna circularidad, de levantarse y buscar una identidad y un refugio permanentes. 

 

  Con nuestros miedos, temores, incertidumbre y esta agobiante censura seguiremos transitando, contemplando estos días tan secamente iguales, tan sin destino, tan odiosamente intranscendentes.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

 

lunes, octubre 19, 2020

Nuestro destino

 


 


 


 

 Esta semana se recuerda el hecho histórico del 12 de octubre de 1492, casi finalizando el siglo XV, cuando Cristóbal Colón y sus marineros tocan suelo de lo que posteriormente se llamó, América.

 

Los primeros europeos conocieron unos seres humanos que ya tenían siglos viviendo y conviviendo entre una variedad significativa de culturas, que, con el paso del tiempo, habían construido una historia entremezclados unos con otros. 

 

  Indicamos esto porque en días pasados leí una nota de una activista indígena, quien se quejaba de tan luctuosa fecha, llamada Día de la Raza o del Descubrimiento, y pedía la expulsión de quienes hemos pasado cerca de quinientos años sobre esta Tierra de Gracia, llamada ahora Venezuela. Por otra parte, desde España leí otro escrito, de quien indicaba que no había nada que celebrar en el Día de la Hispanidad.

 

A poco más de quinientos años de aquel acontecimientomuy pocos estamos dispuestos a olvidar que semejante fecha, nos guste o no, cambió para siempre y definitivamente el rostro y pensamiento de la humanidad. Por eso quiero destacar esta fecha y su trascendencia para el destino humano. Fue, ocurrió de esa manera y no de otra. 

 

Todavía existe eso que llaman resistencia indígena tomado como bandera por grupos de opinión, progres, para atizar viejos resentimientos en el manejo de poblaciones indígenas diezmadas, desde todo punto de vista. Eso es notorio y palpable en el caso de las culturas indígenas que hacen vida sobre el territorio venezolano. 

 

  El ancestral resentimiento observado en los llamados defensores de los derechos de los indígenas sobre el territorio venezolano, aunque prácticamente ninguno viva en población indígena o habla alguna de sus lenguas, se manifiesta en el desastre evidente de los territorios que en la actualidad son usados para la deforestación y posterior extracción ilegal de minerales preciosos y estratégicos del llamado ‘trabajo de sangre’.

 

  Es una interesada estrategia de los grupos ideologizados para azuzar a la masa indígena, mantenerla neutralizada con discursos de odio y venganza, para penetrar sus tierras, desplazarlos y después, explotar irracionalmente tan vastos territorios escudándose sobre una propaganda donde se simula la defensa de las culturas ancestrales y sus poblaciones.

 

  Lo otro, esa mirada de culpa que desde España se cultiva en los últimos años sobre el daño causado por sus antepasados sobre las culturas en tierra americana (Svetan Todorov lo calcula en cerca de 150 millones de asesinados) con el saqueo de sus minerales, esclavismo y dominio imperial por más de trecientos años, es una realidad que en su momento fue expiada, asumida y declarada por el mismo Estado español en boca de su monarca. Creo que destapar heridas que han estado sanando es hurgar sobre un pasado que nunca jamás podrá cambiarse. Es como en los tiempos medianamente recientes de la historia, querer despertar las heridas de la Segunda Guerra Mundial y seguir culpando y cobrándole a Alemania y los alemanes por los hechos de un atolondrado líder del nacional socialismo (nazi), o a los rusos por la matanza de Stalin y su comunismo, a las minorías étnicas en la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

 

  En fin, que desde esta orilla de América el sentimiento ha sido de un resentimiento ancestral, de la otra orilla, la española peninsular, queda un sentimiento de culpa. Total, ninguno de los dos sentimientos ayuda a la hora de hacer un análisis reposado, objetivo e imparcial. Obviamente, quien desee expresar esos sentimientos siempre afirmará que la ‘culpa’ es del otro: la derecha, la izquierda, los ricos, la Iglesia, el Estado, el Poder.

 

  Buscamos sesgar nuestra incapacidad para superar traumas construyendo fantasmas y practicando maneras y formas de pensamiento excluyentes, extremos y radicales. 

 

Dioses hemos tenido y seguiremos teniendo. Unas veces originarios, como Amaliwaká, dios de la eternidad, creador de todo lo que existe, el dios abuelo Kaaputaano, o el dios cristiano de las mayorías, venido de ultramar. Ello ha enriquecido nuestra cultura de entendernos en lo humano.

 

  Vendrán otros dioses y también otros demonios. Siempre descubriremos y nos descubrirán. Habrá encuentros y desencuentros. Como también aquellos que hablen, reflexionen y se opongan. Pero la aventura de unos hombres, un 12 de octubre de 1492, no será posible olvidar ni menos opacar. No podremos nunca alejar ni olvidar el impacto de semejante hazaña.

 

  Culturalmente hablando me pertenecen Colón y sus navegantes. Mías son las noches de sus temores y sus fríos salobres, sed y hambre por nuestro mar Caribe. Soy dueño de aquellos afantasmados conquistadores. De aquel anciano zapatero español perdido en las salinas de Araya, hacia 1535.

 

Mías son las diez mil perlas de Cubagua sobre el manto de la virgen de Sevilla, y el sueño de los cuatro poetas-soldados que vieron por vez primera una ardentía. Mío el sufrimiento y la hidalguía guaiquerí en el largo cabello azabache de sus princesas y su clara mirada amorosa, y la preñez de las 200 vírgenes aborígenes que fueron violadas por 80 guerreros conquistadores en el valle de las Damas en el embrujo de Variquisimeto, donde inicia nuestra estirpe y heredad venezolana.

 

  Y mío es el reposo de la larga noche celestial en la Colonia de la mantuanidad. Y sobre todo y esencialmente, mío es el esplendor de mi lengua española que practico desde hace más de 500 años.

 

  Hoy me acuerdo de mis ancestros, de mi abuela indígena, y mi abuelo hispánico. En mi memoria y mi corazón hay lugar para todos ellos. Ahora hay paz en mi alma.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1


jueves, octubre 01, 2020

El neceser



Lecturas de papel

 

El neceser

 

Juan Guerrero (*) 

 

  Conservo en mi memoria la imagen de una hermosa actrizmomentos cuando desciende de las escalerillas de un avión. Justo cuando pisa el suelo la abordan los ‘paparazzi’ y yocentro la mirada en un objeto que siempre he vinculado conla intimidad femenina. La actriz en cuestión, no recuerdo si es Sophia Loren, Catherine DeneuveBrigitte Bardot o cualquier otra de esos hermosos años 60-70 del siglo pasado, muestra orgullosa su neceser que sostiene en su mano derecha.

 

 Con esos cabellos enrollados a la cabeza, alargados y llenos de laca y con vestidos cubiertos con densas capas y zapatos puntiagudos y de agujas, eran unas verdaderas divas poseídas por una singular belleza que mantenían en secreto, guardado en un objeto misterioso y donde depositaban su intimidad. 

 

  Mi madre tenía uno, creo que de color amarillo pollito, donde guardaba sus pócimas de belleza: la crema humectante Jean Natélos frasquitos pinta uñas, la lima, la tijerita saca cutículas, el champú Drene, un agua de coloniaJean Marie Farina, su perfume, la laca para el cabello, una muda de ropa interior y hasta una peluca. En ese neceser cabían más cosas que en el maletín del gato Félix. 

 

Después, mi madre salía al centro de Maracaibo para hacer su acostumbrado recorrido por las tiendas de costura, sastrería y telas. Iba a Dovilla donde trabajó por años como modista y diseñadora de trajes, y también al almacén Blanco y Negro, frente a la plaza Baralt. Lucía sus olores de mujer amorosa y dicharachera, conversadora. 

 

  Recuerdo cuando mi hermana mayor se casó. Al día siguiente se apareció en la casa con su flamante esposo y en su mano cargaba un neceser nuevecito. Daba ‘caché’ sobre todo cuando iban a viajar en el avión de Aeropostal, o incluso, cuando abordaban la línea de transporte para viajar por carretera. Se colocaban el neceser entre las piernas mientras aguardaban que pasara la chica, camarera de viaje,que ofrecía cigarrillos Lucky Strike, dulces y chicletsAdams. Las mujeres se cubrían el cabello con laca, se colocaban sus lentes oscuros tipo gatico y agarraban su neceser. Eran las llamadas ‘chicas cosmo’ que leían la revista Cosmopolitan.

 

  Yo disfrutaba cuando mi madre me mandaba a buscar el neceser que estaba sobre la ‘cómoda’ en su cuarto. Pero el neceser era muy pesado. Era un pequeño maletín de mano marca Samsonite, cuadrado, con su cerradura de metal. Me costaba un mundo levantar semejante peso. Con mis dos brazos flacuchentos de 6-7 años cubría aquel objeto oloroso y sólido. Ella sacaba su llavecita y abría ese misterioso cofre. Entonces, de pie a un lado de ella veía dentro el mundo maravilloso de eso que llaman feminidad. Una fina tela de organza cubría las paredes del neceser. Justo dentro de la tapa, cuando la subía, aparecía el objeto que más apreciaba, el espejito. Ella se miraba el rostro y hurgaba con su mano derecha el interior de un pequeño bolsillo donde había zarcillos, anillos y uno que otro collar. 

 

Hoy miro ese reflejo y desde el fondo del neceser mi madre sigue embelleciéndose con el tiempo. Sonrío y en silencio pronuncio ese mágico nombre, neceser, que ahora es un término caído en el olvido. Porque el objeto ha evolucionado, desde los más pequeños tipo cartucheras, hasta aquellos grandes y con ruedas, llamados maletines de mano o ‘carry on’.

 

Pero lo más extraño es que tanto el objeto como su nombre son esencialmente femeninos, tanto, que dudo que por estos tiempos de tanto cuestionamiento idiomático, pueda ser identificado con el mundo de la masculinidad. No creo que un macho alfa, lomo plateado, de pelo en pecho se aventure a pronunciar en una reunión de condominio la santa palabraneceser, así, con ese ‘seseo’ afrancesado. Porque existen palabras sacras, como mantras que sólo les son otorgadas usar y pronunciar a esos seres misteriosos y sublimes, que habitan los espacios de lo femenino. 

 

En este mundo del ‘macho man’ no creo posible que a ese ‘lomo plateado’ macho alfa se le puedan desdoblar los labios para pronunciar la palabra manicure pedicureasí, con la boquita contraída y alargadita como besito de piquito, mucho menos pronunciar, fucsia.

 

  Lo cierto es que en este mundo de los extremos idiomáticos por conflictos de género llevados a confusiones (creer que género y sexo son iguales) los lomo plateados tienen las de perder. Yo seguiré con mi memorioso y perfumado neceser, donde guardo esas y otras fragancias, términos, frases, expresiones de un idioma y de una historia que expresa su belleza y su fragancia en sus misterios femeninos.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis  IG @camilodeasis