jueves, marzo 25, 2021

Lenguaje y decadencia




 Lecturas de papel

 

Lenguaje y decadencia

 

Juan Guerrero (*) 

 

 

La revolución socialista y radical chavizta del siglo XXI nos arrebató cosas valiosas. Dos de ellas, la memoria histórica y el lenguaje, son, tal vez, lo más dramático y doloroso que se pueda experimentar.

 

Hace poco más de 35 años vivía en Puerto Ordaz, la última gran ciudad al sur de la Guayana. Para ese entonces, entre la limpieza y pulcritud de la pujante ciudad industrial, sus aseadas calles y avenidas y su orden controlado, comenzaron a poblarla miembros de la etnia warao provenientes del Delta Amacuro. Construían su ranchería al costado del Mercado Municipal y muy cerca de una empresa minera.

 

Pues bien, el espectáculo al ver indígenas en plan de indigentes, borrachos de día y de noche, acostados en las aceras, amancebándose con sus mujeres en medio de la avenida era de lo más sórdido y lamentable. Me acordé de la vez que siendo casi un niño, vi a unos indígenas goajiros en plan similar, en las inmediaciones del Mercado Central, en el Maracaibo de los años ‘60. Luego supe que eso era porque habían perdido su identidad cultural, esto es; se habían alejado de su cultura, de sus ancestrales costumbres y de sus espacios, pero en su nueva realidad no terminaban, ni de aceptar ni de ser aceptados por la realidad cultural que los obligaba a ser unos parias sociales. Además, los adultos y ancianos casi no hablaban español, y los jóvenes y niños no hablaban goajiro.

 

Por estos tiempos comienzan a aparecer las señales de personas que similarmente, al desconocer su propia historia ancestral, su identificación con el transcurrir de su memoria colectiva, han olvidado su lenguaje que los conecte con sus referentes básicos. 

 

La tragedia venezolana es de largo alcance porque ha sido fracturada en su base cultural, histórica e idiomática. Las soluciones políticas que se esperan, junto con los cambios económicos son apenas un barniz que va a ocultar la razón fundamental de la verdadera enfermedad social.

 

No podemos ser ajenos a este drama que presenciamos y muy pocos quieren enfrentarlo. Las consecuencias se juntan por estos días, mientras somos protagonistas del derrumbe del Estado venezolano y sus instituciones, junto con el mortal virus chino, que terminan de dejar al venezolano en la más absoluta, terrible e indigente desolación.

 

Un ejemplo claro de esto que tratamos lo presenciamos por estos días, cuando unos antisociales se apoderaron de todo un sector de Caracas, con autopista incluidadetuvieron a un médico, le despojaron de su bolso y de su moto. El galeno suplicó por su vida y fue ‘perdonado’. Unos días después, en un gesto de ‘buena voluntad’ los antisociales le devolvieron la motocicleta. El gesto fue exaltado por las redes sociales olvidando que el día de esa ‘sublevación’ una vecina resultó asesinada por disparos de esos asesinos.

También está la supuesta muestra de ‘pedagogía’ de un padre que confiesa por las redes sociales la vez que se provocó una erección para enseñar a su hijo, de 7 años, cómo se coloca un preservativo. Así también, una modelo y presentadora en las redes sociales, quien expone a su hijo de 14 años, para que muestre cómo funciona un vibrador, señalando que eso es educación sexual. 

 

Creo que estos casos como tantos otros; la violación de una niña de apenas 11 años, y cuya madre prefirió darle unos golpes al hermanastro porque sabe que la justicia no funciona, son, evidencias de una decadencia en los fundamentos, principios y valores de la venezolanía y que ciertamente, tienen su expresión en el lenguaje, traducidas a su vez en el comportamiento cívico, público y privado, que se observa cada vez más desolador, permisivo y adecuado a este espacio-tiempo, tan ahistórico, tan decadente y frívolo.

 

No estamos refiriéndonos, ni a purismo en el lenguaje idiomático y sus hablas, ni tampoco a la conservación de fechas en nuestra historia nacional ni regional. No se trata de moralismos ni de conservar las ‘buenas costumbres’ de viejas añoranzas. Se trata de nuestros referentes ancestrales, de nuestros valores fundamentales, de nuestra memoria como pueblo y nación. Eso que el lenguaje, el idioma y nuestras hablas refieren, refuerzan en la cotidianidad de nuestra existencia y da sentido y valor a todo aquello que es indispensable en nuestro compartir en la sanidad de lo que somos y seremos. Eso que nos identifica como seres cívicos, seres bípedos que razonan su existir y tienen consciencia de ser ciudadanos de una república.

 

Pactar con delincuentes para obtener dividendos políticos no creo que sea de almas nobles. Igual exponer a menores de edad ante terceros, a cuenta de supuestos avances en la educación sexual, no creo que sea muy acertado calificarlo de pedagogía. Eso es decadencia social, pérdida total de principios y valores. 

 

Frente a estos mensajes que trastocan el lenguaje y alteran la memoria histórica, es necesario asumir una actitud ética, que denuncie y ofrezca en los modelos pedagógicos y de educación idiomática formaleslo fundamental de nuestra cultura y sus valores como piedra angular de nuestro destino como sociedad libre y democrática.

 

(*)   camilodeasis@hotmail.com  TW @camilodeasis  IG @camilodeasis1

viernes, marzo 19, 2021

La gran decepción

 



Lecturas de papel

 

La gran decepción

 

Juan Guerrero (*) 

 

Cuando el autor del libro El oráculo del guerrero, Lucas Estrella, visitó Venezuela, invitado por Hugo Chávez, el presidente casi que se negó a recibirlo al saber que el gran maestro tenía ciertas preferencias sexuales. 

 

A partir de ese momento, tanto el autor como su celebrado y recomendado libro, fueron paulatinamente olvidados, tanto por Chávez como por sus acólitos seguidores. De ese libro de espadas plásticas y rosadas enseñanzas, el caudillo saltó hasta las Venas abiertas de Latinoamérica, para desarrollar un elogio a la mentira casi 30 años después de haber sido un libro de cabecera de los ‘enfiebrados cabeza caliente’ del siglo pasado.

 

 Seguirían después los desfiles de textos, como Don Quijote, Los Miserables, Hegemonía y supervivencia, Así hablaba Zaratustra, entre una serie de textos que muy bien podrían considerarse como ‘densos’ por sus propuestas y por haber sido escritos por autores reconocidos por la crítica universal.

 

Lastimosamente en el transcurso de los meses y años la realidad terminó demostrando que aquel supuesto ávido lector, nunca terminó de asimilar la densidad de planteamientos que algunos de estos y otros libros poseían. Lo peor de ello fue intentar fusionar pensamientos tan disímiles, opuestos y contradictorios. De esa licuadora de lecturas que fue el cerebro del lector Chávez, surgió la paradoja sobre un pensamiento que se impuso como forma de existencia del Estado: el socialismo del siglo XXI. Esto es el chavizmo: la aglomeración tardía de lo que el mismo Chávez denominó como socialismo-bolivarianismo-robinsoniano/zamorano. 

 

  Alguna vez afirmé que, si alguna ideología poseía el pensamiento marginal muy bien podría ser esto que indicamos: la sumatoria de cualquier tipo de pensamiento que sirva para subvertir el orden socialmente aceptado, cualquier pensamiento que sirva para justificar lo injustificable.

 

El chavizmo a lo largo de más de 30 años ha demostrado que es la ideología de la marginalidad, el pensamiento que se nutre del resentimiento social, del odio, la mentira y el engaño. Estos son los ingredientes básicos que sirven de soporte teórico a este pensamiento que logró imponerse en la sociedad venezolana y alcanzó el poder del Estado. 

 

Siendo así y potenciado desde todos los ángulos posibles, tanto de quienes en su momento supieron apostar y aportar recursos financieros para lograr posicionar este pensamiento marginal, el chavizmo se ha vuelto poder de Estado y, por tanto, un sistema cuyos engranajes han funcionado de manera eficaz para desmontar toda una nación, sus instituciones y fracturado los valores de toda una sociedad.

 

Por ello, poco importó la muerte de su caudillo y demás dirigentes históricos. Lo importante es mantener el sistema como tal. Poco importará que en estas circunstancias pueda ser sustituido, Maduro, el segundo líder histórico, o su mujer, Cilia Flores. Porque de lo que se trata es de mantener el sistema y sus engranajes. 

 

 En Venezuela, la izquierda radical ha sabido sacarle provecho al desorden institucional. La incertidumbre social ha sido una gran aliada del pensamiento marginal del chavizmo. La mentira y el engaño, como estrategias del pensamiento marginal, alargan el sufrimiento de la sociedad venezolana. El resentimiento social, como estigma, como motor de odio, rencor y venganza, nutren los días en la cotidianidad de todo agente del chavizmo, e incluso, han logrado permear a parte del liderazgo opositor y sus seguidores. Muestra de ello es la presencia de miles de ‘opinadores’ en las redes sociales, deslenguando su odio contra quienes expresan cordura y racionalidad.

 

  Será relativamente fácil desplazar a Maduro y su grupo del poder. Es posible que suceda este año. Difícil será sustituir el sistema impuesto y practicado en poco más de 20 años. Sobremanera, la camarilla militar-policial y elparamilitarismo, que son grupos de poder autónomos en espacios territoriales controlados.

 

En Venezuela, el socialismo-comunismo (llamado chavizmo) sumará a la carnicería universal que sobrepasa los 150 millones de asesinados a lo largo de su historia, por este tipo de pensamiento, su cuota parte de mortandad y desesperación: poco más de 750 mil malnutridos, desnutridos, minusválidos y asesinados, y más de 5,5 millones de desplazados.

 

Sin embargo, sustituyendo a una pequeña pero importante facción del poder del radicalismo de izquierda, será una notable ganancia para las fuerzas políticas que impulsan, aunque con sus desaciertos, la instauración de una sociedad decente, democrática y libre.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

miércoles, marzo 10, 2021

La universidad venezolana

 



Lecturas de papel

 

La Universidad venezolana

 

Juan Guerrero (*) 

 

  Entre los crímenes horrendos que se han gestado en la Venezuela del socialismo-chavizta del siglo XXI, hay uno que no olvidaré jamás. Por los lados de la escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, unos jóvenes universitarios corrían entre unos arbustos, completamente desnudos, mientras eran perseguidos por hordas de “colectivos’, afectos al régimen de la llamada revolución bonitaHabían sido, no solo desnudados, también a la chica le habían rapado su larga cabellera.

 

  Fueron necesarios años de turbulentos enfrentamientos, desde 2014 (y acaso antes, en las gigantescas manifestaciones contra el régimen socialista) hasta finales de 2018, para que finalmente, la totalidad de las universidades venezolanas, republicanas, autónomas, públicas y democráticas, terminaran siendo controladas por el régimen totalitario de izquierda radical.

 

  Esta es la rotunda y real verdad. La universidad venezolana, hoy, descansa sobre unos escombros visibles desde cualquier ángulo que se la pueda observar. Hablamos de la generalidad del sistema universitario venezolano. Bibliotecas incendiadas, laboratorios de alta tecnología saqueados, mobiliario robado, infraestructura colapsada, nulos sistemas de servicio, mantenimiento, así como inexistencia en los sistemas de actualización de información, dotación de bibliografía ni intercambio científico, humanístico y tecnológico.

 

  A esto se agrega ahora, a partir del 8 de marzo del año en curso, la obligación de suministrar la data de nómina de todo el personal docente, de investigación, extensión, personal administrativo, obrero y de estudiantes beneficiados con los sistemas de becas y ayudantías. Toda esta información debe estar disponible para ser administrada a través de la llamada plataforma oficial del sistema Patria. A través de esta plataforma virtual se controlan los servicios, tanto del carnet de la patria, el Plan de abastecimiento de las llamadas Cajas Clap (servicio para surtir alimentos), entre otros servicios.

 

  Si ya las universidades nacionales habían sido sometidas a un claro, evidente, notorio y público control presupuestario, donde año tras año apenas el régimen suministraba mínimo presupuesto para cancelar sueldos y salarios, y repetía las mismas asignaciones, trayendo como consecuencia una insuficiencia en la adquisición, adecuación, renovación y mejoras, tanto en la docencia, investigación aplicada como en los servicios de extensión comunitaria y producción, era evidente que la institución universitaria viera comprometida su pertinencia académica en la conformación de una nación social y económicamente estable y de acentuado progreso.

 

  Pero es que ahora, una vez completado en plan de control total del sector universitario nacional, se inicia otra nueva fase de control, ya individualizado, con nombre, número de cédula de identidad, dirección de habitación, número telefónico y fotografía. Si antes las ‘razzias’ de las grandes protestas fueron apagadas con sangre y fuego, arrasando con todo. Ahora las persecuciones van a ser individualizadas frente a una población total y absolutamente indefensa. Esto, porque el cerebro pensante, el académico, va a ser constantemente vigilado, monitoreado, fiscalizado, censurado y controlado a través del sistema Patria. 

 

  Desde el 8 de marzo de 2021 los docentes universitarios venezolanos y la academia venezolana en general, de las universidades republicanas, autónomas, públicas y democráticas, solo devengarán como sueldo-salarios, ‘bonos’. Los organismos de protección social-gremial, como institutos de previsión y protección social, fondo de jubilaciones, asociaciones, sindicatos y federaciones, en la práctica van a desaparecer, sea por no recibir fondos monetarios o sencillamente, porque se les prohibirá su existencia, sea por vía ejecutiva, o de hecho.

 

  Las instancias que han cometido semejante atropello contra las universidades, su comunidad y el Alma Mater (Alma Nutricia), sea el Consejo Nacional de Universidades (CNU), sea la Oficina de Planificación del Sector Universitario(OPSU), carecen de facultades jurídicas por ser instancias de segundo y tercer nivel administrativo frente a la ‘autonomía de origen’ que la Constitución Nacional venezolana le otorga a los Consejos Universitarios de las universidades nacionales.

 

  Indudablemente, estamos de facto frente a una realidad donde no existe Estado de Derecho alguno y las decisiones del régimen totalitario vienen cumplidas a través de los entes del poder, respaldados, tanto por la fuerza militar-policial, como aquellos organismos paramilitares que se encargan de cumplir órdenes. 

 

  El daño que se está ejecutando contra el Alma Mater en Venezuela, no es tanto el control de un pago mensual de miseria y humillación (en promedio cada miembro de la comunidad universitaria venezolana devenga mensualmente cerca de 5$) como la desaparición de la autonomía de origen que le permitía a la comunidad universitaria, a través de sus organismos colegiados, elegidos democráticamente, seleccionar a sus autoridades y administrar sus propios recursos administrativos. Esta imposición agravará aún más la ya delicada migración de docentes, investigadores y personal administrativo, obrero, y de estudiantes, quienes no podrán acceder a estudios en universidades privadas.

 

  Vienen tiempos más tenebrosos y de oscurantismo académico para Venezuela. El empobrecimiento educativo, en todas sus etapas, es alarmante y semejante a crímenes de Lesa humanidad. Todo régimen totalitario es contrario al rigor académico y al desarrollo de ciudadanos virtuosos y amantes del progreso y la cultura.

 

  La universidad republicana, democrática, autónoma y pública existe desde 1721, y 20 o 30 años de barbarie no significarán más que una triste pausa en su Alma Mater. La constancia académica, su práctica científica, humanística y tecnológica derrotarán y sepultarán la mentalidad marginal de quienes hoy, con la fuerza de las armas, la censura, la arbitrariedad e intimidación amenazan las puertas del saber.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

 

jueves, marzo 04, 2021

Tanta pena




 Lecturas de papel

 

Tanta pena

 

Juan Guerrero (*) 

 

Abruma tanta pena, tanto sufrimiento, tanto dolor ajuntándose tan cerca, tan a este lado del alma. Para sobrevivir a este llanto colectivizado algunas veces tomo distancia de la fuente, del origen de este sufrimiento. Pero es que uno mismo ya es la propia distancia, el propio límite, la cerca cercada del padecimiento.

 

Por la pantalla de mi teléfono aparece el llanto, la súplica de una esposa pidiendo colaboración para su esposo que está exiliado y padece un cáncer, estadio IV, y sus pulmones ya no tienen aire. Para colaborar, replico la información y me solidarizo con la pena, con el dolor de esta mujer, sola. Entonces cancelo y cambio para ir a otro portal, pero allí aparece la fotografía de un anciano arrastrando su hambre y suplicando por un par de muletas. -Quizás quiera morir de pie, erguido y digno.

 

Me niego a seguir viendo tanto dolor y reviso el Instagram para analizar imágenes, encuadres, perspectivas y ángulos. Pero termino, inconscientemente, observando en mi cuadrícula fotográfica, la miseria humana. La banalidad que enloquece y disfruta, a la vuelta de la esquina, mientras la gran mayoría de una sociedad, la venezolana, diluye su tragedia en la última página de una noticia que poco a poco apaga sus reflectores y se agota como referencia, como fuente de difusión y comunicación.

 

  Es que la pandemia ha hecho de la tragedia venezolana una referencia secundaria y muy pocos servicios de noticias, nacionales e internacionales, les interesa difundir lo que acá sucede. El conflicto político, el enredo entre opositores, la monstruosa corrupción, las torturas y desapariciones, la tragedia de los migrantes que caminan miles de kilómetros ya no son noticia, no venden y no están dando ganancias.

 

Quedan para la venta, para ser titular de noticia y que suplante a la pandemia, algo superior, más trágico. El dolor mayor quizás se llame intervención militar, enfrentamiento esporádico entre fuerzas militares con las imágenes de miles de cuerpos destrozados y niños paralizados ante el dolor, el terror y la barbarie. ¿Se puede descender a otro estadio de salvajismo?

 

  He aprendido a tomar distancia para sobrevivir, pero al mismo tiempo, al observarme sé que uno se va diluyendo en la tragedia del Otro. Se escapa un poco de alma, se enflaquece la vida y se arruga la sonrisa. Hace años me dije que tenía que seguir adelante para registrar esta pavorosa realidad, este sistemático aniquilamiento de la sociedad venezolana. Obligarme a vivir, pero después de 20 años uno sabe que ha envejecido aceleradamente, que la tragedia venezolana ha roto muchos huesos y tiene las vísceras al viento. 

 

  Hoy todos hemos perdido. Esta es la verdadera tragedia; llegar a un final sin triunfos ni victorias. Hay demasiado cansancio, demasiado agotamiento físico y anímico. Lo pude saber por estos días mientras revisaba viejas fotografías que realicé de las gigantescas manifestaciones, concentraciones, plantones y guarimbas. En esas multitudes se sentía la fortaleza social, se comulgaba una misma fe, un mismo aliento de libertad, de solidaridad. Desde 2014, cuando se dan esas inmensas concentraciones, y todavía antes, el anhelo por un cambio político y económico estaba reflejado en los rostros, en los hombros, en la voz de ciudadanos que compartían sueños y alegrías.

 

Hoy esos rostros están por las calles enmascarillados, tapados, con hombros caídos y en sus manos apenas puedo observar los dedos que buscan afanosamente atrapar algo que sobre. Desespera ver tanto brazo, tanta mano y tanto dedo solitario, íngrimo, en el puro anonimato.

 

  Somos una doble pandemia en nuestro sufrimiento como pueblo y nación. Acá estamos, en la propia distancia, en el mero centro del límite. Cercados por nuestro propio dolor. No hay padecimiento ajeno, no existe tragedia desconocida. Cualquier sobresalto nos indica que alguien, acaso el vecino o el amigo del amigo, acaba de soltar una lágrima, entonces la noche es larga y la madrugada acompaña nuestro desvelo. Amanecemos sintiendo, sabiendo que la maestra se enteró, por boca de un alumno, que no hubo desayuno, que aquel joven se desmayó por tanta hambre. Que el otro, en Mérida, ahorcó su juventud por tener dos días sin probar bocado.

 

Es que no solo hemos aprendido a conocer noticias mientras leemos en nuestros teléfonos las dantescas historias, es que nuestro corazón y nuestra alma, son radares que tienen rayos extraños que logran detectar, perciben los sollozos en la distancia. Detectamos en los rostros famélicos, en los cabellos secos de un niño, en su baja estatura y bajo peso, la desnutrida felicidad de un pueblo que agoniza, y, sin embargo, si logras mirar la palma de su mano, algo te dice que guardan destellos de esperanza.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis