sábado, diciembre 10, 2011
Política y tragedia en la literatura nacional
Si algo caracteriza a la literatura criolla hasta hoy es que con mayor persistencia y en un grado no igualado por ninguna otra está condicionada y determinada por la política. Arturo Uslar Pietri. Lo criollo en la literatura.
Mucho se ha escrito sobre si nuestra literatura y nuestros intelectuales venezolanos han estado oscilando entre las letras y la acción política. Años antes de los acontecimientos que trajeron como consecuencia los procesos emancipatorios, con la sangrienta guerra civil del siglo XIX, los intelectuales criollos ya se mantenían dispuestos a discusiones sobre literatura, filosofía, teología y política. Era la denominada tertulia de los hermanos Ustáriz, a principios del ´800, y donde asistían Andrés Bello, Luis López Méndez, los hermanos Salias, Simón Bolívar, Francisco de Miranda. Jóvenes estudiantes de la Pontificia Universidad de Caracas quienes alargaban en esta tertulia los comentarios que iniciaban en los salones de la universidad. Es importante señalar que nuestra Independencia se inició en una tertulia literaria que, al calor de las discusiones se transformó en sociedad secreta, la Sociedad Patriótica, que llegó a albergar hasta cerca de 600 conspiradores, como lo indica en sus escritos Miranda.
Ese rasgo político orientado al cumplimiento de reivindicaciones de tipo social tiene una más antigua data. Está referido a la tragedia vivida en los tiempos de la Conquista y Colonización, donde, según documentaciones recientes, se ha establecido que en el territorio de lo que actualmente se conoce como Latinoamérica, fueron asesinados cerca de 150 millones de indígenas, de ellos un porcentaje significativo ocurrió en lo que hoy es el territorio venezolano. Esa catástrofe, mucho mayor que la vivida en los tiempos modernos por otras sociedades, como la europea, donde murieron en la Segunda Guerra mundial más de 6 millones de personas, de las cuales cerca de 3 eran judíos y las restantes, gitanos, negros y otros grupos étnicos (que muy poco se ha dicho de ellos) hace que en nuestra memoria colectiva anide una visión trágica de la vida.
Esa tragedia es posible palparla a lo larga de toda la naciente literatura latinoamericana y, particularmente, en la literatura nacional. Visión política y sentido trágico de la vida son dos rasgos que caracterizan a nuestra literatura en su historia. Desde Venezuela heroica, Zárate, El beso del espectro, Historia de una familia, así como los poemas iniciales de Andrés Bello, incluido su canto de gesta, Gloria al Bravo Pueblo, entre otros, muestran cómo la literatura nacional ha estado marcada por ese sentido trágico que busca en la acción política la superación de un drama que aún hoy, a más de cuatro siglos, no ha sido suficientemente asimilado por la sociedad.
Esa tragedia, lejos de entenderse, con los años se ha hecho más compleja hasta alcanzar rasgos particulares como consecuencia de los nuevos movimientos literarios en el panorama escritural nacional. Pero aún así, son las mismas tragedias que presentó en sus cuentos Pocaterra en el siglo pasado donde la vida, marcada por las enfermedades (léase por ejemplo, La I latina, donde la maestra muere de tuberculosis o La casa de la bruja, donde el hijo está postrado por la lepra, o el clásico cuento de Panchito Mandefuá, sobre el abandono de la niñez) son muestra de una herencia que tiene sus orígenes en ese tiempo aún no comprendido del todo, que se llamó Descubrimiento, Conquista y Colonización.
Es en la literatura nacional como en ninguna otra parte de la acción humana, donde el ser se nutre y trasciende, bien con sus esperanzas bien con sus tragedias bien con sus atrocidades o sus cantos de heroísmo, bajeza o solidaridad; pero actos humanos al fin y al cabo. Y ese rostro es el verdadero espejo de lo que somos y seremos siempre y que se muestra como reflejo en nuestra literatura nacional.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, diciembre 03, 2011
La canción nacional
No tengo la pretensión de escribir para los castellanos. Mis lecciones se dirigen a mis hermanos, los hablantes de Hispanoamérica. Andrés Bello.
La Fundación Mozarteum Venezuela presentó, en 1995, en ediciones de la Asociación Venezolana de Amigos del Arte Colonial, un trabajo musical donde presentan una serie de piezas del período colonial venezolano. De todas esas piezas musicales una de ellas resulta particularmente interesante porque corresponde a nuestro Himno Nacional, la célebre canción Gloria al Bravo Pueblo.
Atribuida la canción de gesta heroica desde la época de Guzmán Blanco a Vicente Salias (letra) y Juan José Landaeta (música), las investigaciones modernas adelantadas por estudiosos de la música venezolana, como Alberto Calzavara (1944-1988) a quien conocimos mientras estudiábamos en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, resultan de extraordinario valor para todo venezolano que se precie de serlo. Como se afirma en la nota de investigación que precede al disco compacto, Carlos F. Duarte va introduciendo una serie de comprobaciones históricas que demuestran inequívocamente la autoría de nuestra canción más popular a Lino Gallardo (música) y Andrés Bello (letra). Además, se afirma que esta canción fue compuesta casi inmediatamente después de los acontecimientos ocurridos el 19 de abril de 1810.
Por mucho tiempo se creyó lo contrario y por informaciones erradas y también por ciertos rasgos políticos, se permitió que esta verdad histórica permaneciera oculta para el común de los venezolanos. La letra original, como ya se indicó, por Andrés Bello, reclama la legitimidad de los derechos usurpados al rey Fernando VII, además de clamar por una unidad latinoamericana bajo el “ejemplo que Caracas dio” con el levantamiento de su población en los hechos de abril de 1810.
Por su parte, y como se indica en la nota de presentación que se realiza a las piezas musicales, la interpretación que se ejecuta de nuestra canción de gesta, realizada por Gallardo, respeta rigurosamente la partitura original, tal y como era interpretada en los inicios de su popularización. Esto es, acompañamiento de guitarra y oboe, aunque podía también ser interpretada con flauta, como fue la experiencia que el canónigo Madariaga vivió a su paso por el río Meta.
Resulta de suprema importancia esta información, no tanto para devolverle a la canción de gesta revolucionaria su letra y partitura originales, situación ésta improbable, como reivindicar históricamente la autoría intelectual y espiritual a dos grandes humanistas, como lo fueron Bello y Gallardo. El primero por ser el modelo civilizatorio, quien marca la lucidez del conocimiento de lo verdaderamente latinoamericano. El hombre que normó la palabra escrita y fijó en su Gramática de la Lengua Castellana Destinada al Uso de los Americanos (1847) los principios de lo que es hoy el español latinoamericano. Gallardo, por su parte, representa el músico entregado a su labor callada y pedagógica, aún tomando parte, desde antes de 1810, en conspiraciones contra el Imperio español.
Dos grandes venezolanos, dos razones para afirmar lo positivo nacional, dos hombres cívicos que deben servir como imágenes en la construcción definitiva de una sociedad marcada por la huella de lo humanístico, de lo más trascendente del alma cultural venezolana de siempre.
Extraordinario y pedagógico trabajo musical el de esta Fundación, que debería ser difundido en los centros educativos de nuestra nación y sobre todo, entre niños, jóvenes y esencialmente, dirigentes y líderes nacionales y regionales, de “toda especie”.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
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