miércoles, julio 29, 2020

La mosca, de Juan Martins





La mosca, de Juan Martins

 

Juan Guerrero (*)

 

  Termino de leer el libro de Juan MartinsEl vuelo fractal de la mosca (2020). Sea por instinto de lector o por simple asociación de palabras, me acuerdo de El señor de las moscas, de William Golding. Pero si Golding refiere su tema a comparar a las moscas con el mal y la crueldad, representadas ellas, las moscas, con Belcebú, señor y amo del inframundo, Martins toma a su mosca y otros rastreros,como simple y curiosa presencia que describe en su vueloescritural fracturado, acaso quebrado.

 

  Mientras intento dejar de pensar en el libro recuerdo una noticia que leí por estos días, donde unos investigadores, creo que israelíes, descubrieron que las moscas sentían placer mientras copulaban. Pues bien, acá sí se me hace curiosa la lectura del libro, porque en él no se narra nada, tampoco se describe gran cosa ni se reflexiona sobre la vida ni se analiza autor u obra de arte. No. En El vuelo fractal …lo que se hace es disfrutar, sentir placer por el sólo hecho de hacerlo: escribir.

 

  Llamo a esto que he leído, Poiesis escritural, asumiendo el término clásico helénico, como producción más que creación. Otros, como José Balza, identificaron ciertas producciones como Ejercicios narrativos. Sin embargo, acá encontramos una sola secuencia de hablas escriturales, entrelazadas bajo la mirada fractal, sea de una mosca o de un hacedor de la escritura que deja ir su mirada mientras la luz identifica lugares, formas, abstracciones de una memoria que discurre en su propio tiempo/espacio. No hay personajes propiamente tales, más bien y a la manera de Todorov, son actantes que asumen representación mientras quien escribe deja transcurrir secuencias discursivas para ir delineando formas, que a fin de cuentas casi ni tienen eso, final. Los textos, 28 en total, quedan abiertos en una especie de gran infinitivo, gerundio y participio (como verboides, según los formalistas rusos) que no tienen fin.

 

  Los escritos se refractan en la luz que devuelve la imagen a un espejo (speculum) que especula sobre sí mismo al no poderse ver realmente, directamente. Es una imagendesdoblada en voces producto de la distorsión de una luz sobre la cual el autor especula 28 veces. Los temas son un pretexto para permitir desarrollar eso que realmente importa: la escritura. Unas veces el ejercicio resulta en narrativa, en otras es ensayo, en otras más, hay un desdoblamiento para teatralizar instantes, y en muchas otras, es forma pura de poesía que es el lenguaje asumido y muy bien alcanzado.

 

  Ciertamente podríamos afirmar que la atmósfera que se construye tiene ciertos rasgos ramosucreanos (en referencia al poeta Ramos Sucre), en tanto la serie de veces que nombra al poeta Fernando Pessoa, hacen que exista un desdoblamiento en varios rostros donde Martins busca ser múltiple en su única voz.

 

  Lo fractal, en tanto nombre, término, es en sí misma una única metáfora que se hace infinita, se curva en la luz que asoma en partes de sus escritos. Hay una melancolía, morriña, en “El amor está podrido en la respiración del mar”.

  La escritura de Juan Martins en El vuelo …no tiene coordenadas que lo ubiquen en género literario alguno. Los posee todos pero a la vez, no se parecen en su conjunto a ninguno de ellos. No tienen un norte o sur, o este u oeste. Menos se orientan hacia arriba de nada. Quizás sólo quieren ir hacia lo profundo de esa nada que es el placer de escribir, de mostrarse en su plenitud, en su poiesis que construye infinitamente una larga y misma metáfora que se refracta en vuelo y deviene forma animal que acompaña posada en el hombro. 

 

  Son estas, unas imágenes que se refractan y se desprenden de un mismo y melancólico discurso que se inician en la mirada de quien las produce y las deja mientras se hacen verbo, vida, y se desplazan en cayendo, que es metáfora (meta-fero, más allá de) infinita.

 

(*) La Piedad, julio de 2020.

El país ausente



Lecturas de papel

 

El país ausente

 

Juan Guerrero (*) 

 

 Es difícil escribir sobre un país en ruinas. Se decía en años recientes que de no existir acuerdos entre el liderazgo nacional íbamos a negociar sobre los cadáveres de cientos de miles de venezolanos. Pues bien, después de tanto esquivar/engañar la realidad acá finalmente nos encontramos: entre el basural de un país que en la práctica no existe y que mucho menos, resulta el mejor país del mundo.

 

  No lo es porque en un país normal, su gente no huye despavorida a refugiarse en otras naciones. Tampoco es un país normal, porque poco más del 94% de su población se encuentra en situación de pobreza. En un país normal no queman bibliotecas universitarias ni asaltan y desvalijan sus instalaciones, laboratorios ni roban su mobiliario. En un país normal el personal jubilado no obtiene un sueldo mensual de menos de 2 dólares.

 

En un país normal funcionan los servicios públicos todos los días del año, las 24 horas. En un país normal, los espacios públicos, sus monumentos artísticos y naturales son preservados porque forman parte del acervo cultural de todos. 

 

  Pero Venezuela ya no es un país, es un territorio en la práctica sometido al saqueo de sus tierras. Poco más de 11 mil kilómetros cuadrados del territorio están bajo una salvaje y cruel deforestación buscando oro y minerales estratégicos. Consecuencia de ello es la contaminación por mercurio de la cuenca hidrográfica de gran parte de los principales ríos de la Guayana, donde el río Caroní es la principal fuente de agua dulce para una población superior a los 3 millones de habitantes.

 

  Venezuela, hoy, es el peor país del mundo para vivir, para visitar, para hacer turismo o para establecer alianzas gubernamentales con instituciones solventes y países democráticos. Esto duele escribirlo, pero es la realidad. Y de ello su población debe tomar consciencia. Porque no tiene sentido seguir engañándonos haciendo falsas afirmaciones para banalizar a un régimen que ha terminado por controlar total y absolutamente a su población, acorralada, enferma, hambrienta, humillada, vejada, llena de incertidumbre yperseguida.

 

 Hoy, la población que se vio en la necesidad de migrar para sobrevivir mantiene una idea del país de hace 5-10 años atrás. Ese venezolano de sonrisa amplia, de puertas abiertas y de fácil trato, ya no existe. Quedó como una fotografía congelada en el tiempo. Lo que existe es una población (lo dicen las estadísticas), enferma, pobre, profundamente deprimida (esta es la población donde se registra la mayor cantidad de suicidios en América Latina y el Caribe). 

 

  No, Venezuela no es el mejor país del mundo. No puede serlo porque la población infantil está en emergencia por desnutrición severa en un porcentaje demasiado alto. No puede ser un país, porque en un país normal, los ciudadanos confían en sus autoridades militares y policiales. Acá, los pobladores de este territorio temen a los cuerpos de seguridad, se refugian en sus casas cuando ven pasar un vehículo militar-policial. Tiemblan cuando deben salir después de las 6 de la tarde por alguna emergencia, porque saben que muy probablemente se encontrarán con grupos paramilitares, sea de los llamados Colectivos o comandos del crimen organizado, bandas armadas del narcotráfico o células de las guerrillas.

 

Nadie en su sano juicio puede hoy afirmar y defender la noción de Venezuela como un país, como una nación y menos como una república. Eso en la práctica no existe. La lógica indica que en un país normal al presidente no le buscan para detenerlo y por su captura ofrecen 15 millones de dólares. O que al presidente del Tribunal Supremo de Justicia lo buscan para juzgarlo por delitos y ofrezcan 5 millones de dólares. 

 

  Este territorio llamado Venezuela está, en la práctica, sub dividido en zonas de influencia extranjera. No existen ciudadanos ni ciudadanía. En la práctica somos pobladores, pisatarios que en cualquier momento podemos ser desalojados hasta de nuestras propias viviendas. La fuerza bruta, bélica, impera en todas partes. El día a día está regido por la violencia verbal, gestual. Una población sometida, lanzada a “devorarse entre ella” para sobrevivir. Los ejemplos se observan en las largas, extenuantes colas para surtir combustible, adquirir alimentos, obtener gas doméstico, subirse a un transporte público, lograr algunos litros de agua potable, entre un largo etcétera.

 

  Donde usted fije su mirada verá la ruina, la desolación, el descuido, la mugre y el mal olor. La proliferación de moscas, zancudos, ratas y ratones es parte de la cotidianidad, de la conversación vecinal. Hay un tufo ambiental continuo que degrada la condición humana. El tradicional olor a perfume francés se evaporó. Este habitante tiene otro olor, se desplaza con otros modales y su habla es otra. Peor aún, la mirada contenida encierra su desesperación. 

 

  Pocos mantenemos un país acurrucado en nuestros recuerdos, prolijo y aquietado en nuestro corazón. Pero sabemos que es una falsedad. La ruina material de los grupos de poder del régimen, avanzan y trituran todo lo que tocan. Parques, plazas, museos, hospitales, cementerios, playas, bosques, avenidas, sistemas de transporte: aéreo, fluvial, marítimo. Empresas, industrias, partidos políticos, oficinas públicas, comunicaciones.

 

  Consecuencia de ello son estos resultados que indicamos. No, no puede existir ni un país ni una ciudadanía medianamente normales. Los buenos no son más sino menos. Escasean las almas nobles, son raras y por eso se resaltan por las redes sociales cuando llegan donaciones o alguien logra salvar una vida. Lo normal en Venezuela es la anormalidad, la injusticia y un tipo de población rapaz, depredadora, capaz de pasar por encima de cualquiera para sobrevivir. Esa es la realidad. Hay una maldad que se evidencia en un tipo de venezolano que no tiene remordimientos, ni pasado ni futuro. Es banal, acomodaticio, mentiroso, depravado, inmoral, que vive al día sin importarle nada más que su interés individual. 

  Venezuela, hoy, es un territorio inhóspito, sórdido, donde impera la barbarie, sin ningún rumbo formal. Sólo buscar alimentos, medicinas y acumular agua para llegar vivo al siguiente día. Es casi un imposible creer en algo o en alguien. En estas condiciones, cualquier solución real, palpable, por insólita que parezca, sería bienvenida.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1


jueves, julio 23, 2020

El fracaso histórico de la izquierda


Lecturas de papel

El fracaso histórico de la izquierda

Juan Guerrero (*) 

 En escritos anteriores hemos afirmado que el comunismo/socialismo/progresismo es la ideología de la marginalidad. Esto resulta así, al menos en Latinoamérica y el Caribe, por varias razones que de manera sucinta expondremos.

  Presentada a través de estos dos últimos siglos, los movimientos de la izquierda resultan todos consecuencia de ciertas reivindicaciones sociales. Estos reclamos de algunos sectores sociales, si bien son válidos y justos, al ser asumidos por los liderazgos de izquierda, formados como grupos de reclamos, en la práctica, afirman una de las características más oscuras de la mente humana: el resentimiento social.

Por ello, la gran mayoría del liderazgo izquierdista latinoamericano es esencialmente resentido, por lo tanto, vengativo y para ello, resalta siempre en su hacer la búsqueda de la justicia social por la vía violenta. Para ello, utiliza la simbología de una historia, que, sólo ellos la poseen, de la victimización, el martirio y en consecuencia la construcción de una heroicidad que, manejada siempre por vía de la emocionalidad, lleva a la paranoia sobre la cual siempre surge el líder eternizado como un evangelizador, un tótem que formará una falsa sociedad igualitaria.

  Ese es el sueño sobre el cual la humanidad ha visto desfilar maltratadores de oficio que han condenado a millones de seres humanos en nombre de una sociedad que sólo ha existido en la mente de unos izquierdistas que construyeron una doctrina en las mesas de recintos intelectuales, bares y cafés, en el siglo XIX.

 El socialismo y sus varias nomenclaturas, sobre todo aliado al populismo, destruye todo principio y valor humano. Corrompe en nombre de una justicia que es venganza barbárica. La corriente izquierdista en América Latina y el Caribe ha ganado terreno porque encuentra en un alto porcentaje de la población, el caldo de cultivo para inocular el germen del resentimiento social. Insistir una y otra vez, sobre el trillado tema de crear la imagen del malo, quien te ha robado y marginado, en quien ha progresado, se ha educado y es un ser exitoso. Quien resulta ser un individuo que se ha esforzado en ser alguien en la vida, es visto como enemigo por un falso grupo de seres, que se juntan para sobrevivir en la miseria de sus frustraciones. 

Por eso el socialismo/comunismo/progresismo rechaza la idea de lo individual (no individualismo), de quien afirma su identidad con rostro propio y se independiza y alcanza el ideal de ser ciudadano y abandona el espacio del mero ser habitante del “rancho mental” donde se iguala con sus pares marginales.

Porque la marginalidad es, fundamentalmente, un estado mental, una anomalía espiritual que debe ser superada. Ningún dios sobre la tierra, ningún maestro espiritual, ningún santo ni monje, han sido seres pobres ni mucho menos marginales. En todos ellos lo que sobresale son rasgos de riqueza: por formación, por gracia de alguna divinidad, por reconocimiento, por espiritualidad y pedagogía, y en menor grado, por acumulación de bienes materiales.

  El socialismo, como pensamiento marginal, encuentra en el populismo la estrategia exacta para desatar la deshonestidad en la población latinoamericana y caribeña. El social populismo es un mal hábito, una mala actitud. Niega el esfuerzo individual y colectivo. Estigmatiza y condena el éxito individual.

  Todo socialista-populista, en función de su promoción, busca disfrazarse de pueblo, asume conductas impropias de la tradición cultural y busca juzgarlas, en nombre de la justicia social. Vemos ahora como han surgido estos neo grupos que se dicen antirracistas, pro derechos de las minorías sexuales o de la mujer. En todos ellos, el sentido de la venganza es evidente. Se menosprecia y en el fondo, se envidia el logro del Otro-diferente.

  El social-populismo crea estigmas sociales, rechaza las virtudes ciudadanas porque su interés es perpetuar su control sobre la población inculta e ignorante. El social-populista envidia la riqueza material y menosprecia la riqueza intelectual y académica. El ejemplo más ilustrativo de ello ha sido el despido, con pito en mano y por televisión, que en su momento ejecutó en militar, Hugo Chávez, siendo presidente de Venezuela, cuando dio la orden de despedir a poco más de 20 mil profesionales petroleros. Con un promedio de 10 años de experiencia, se barrió el cerebro de la industria petrolera venezolana. A la fecha, una de las primeras cinco industrias petroleras del mundo, se encuentra técnicamente paralizada.

Así funciona, en líneas generales, el llamado socialismo/comunismo/progresismo con el impulso populista. Esta pseudo ideología, creada por intelectuales/académicos, y sin piso social verdadero, es, realmente, el recinto de la mentalidad marginal y de marginales, quienes, como modernos bárbaros, andan por el mundo destrozando el esfuerzo individual y colectivo del progreso humano. 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1L
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miércoles, julio 15, 2020

La destrucción de una sociedad



Lecturas de papel

La destrucción de una sociedad

Juan Guerrero (*) 

  Cada día se hacen más reales aquellas afirmaciones que denunciábamos años atrás según la cual el país, bien si no estaba en una guerra, las consecuencias que se observaban eran de una confrontación bélica indiscutible.

  Llegan a mis manos los resultados de la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCONVI), realizada entre noviembre 2019, marzo 2020. Un estudio adelantado por especialistas de las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello.

  Es evidente que ante semejante respaldo profesional resulta casi que irresponsable dudar de su veracidad científica y rigor académico. Pero también debo manifestar el profundo dolor y sensación de llanto cuando nos damos cuenta del desastre humano ante semejante horror.

  Copio casi que textualmente las cifras referidas a ciertos detalles para darnos cuenta que Venezuela, en la práctica, es un país destruido en sus cimientos más profundos: su sociedad.
La población venezolana se redujo a 28 millones de habitantes, por debajo de los 32 millones que el “Instituto Nacional de Estadística había proyectado para estos años”. La esperanza de vida (75 años) se redujo a 72 años. La cobertura universitaria se redujo a un 50% menos. La población más pobre se encuentra rezagada, entre 1 año o más, para encontrar mejores opciones educativas. Cerca de 4 millones de niños tienen problemas para ir a la escuela. Poco más del 96% de la población venezolana se encuentra en situación de pobreza. De ese porcentaje, poco más del 79% está en pobreza extrema. La población migrante ya supera los 5 millones de personas. Sólo en los últimos 3 años se han ido cerca de 2, 4 millones. Apenas 4% de migrantes han regresado. El promedio de ingreso del venezolano es de 0,72 dólares diarios. El proceso hiperinflacionario “tuvo en junio una variación interanual de 3500%”. Indica esto que poco más del 79% de las personas no tienen cómo cubrir la canasta básica alimentaria.

  La encuesta indica que “entre los hogares venezolanos más pobres, 3 de cada 7 sufren de inseguridad alimentaria severa, y al menos, 166 mil niños menores de 5 años entran en la categoría de desnutridos, tomando en cuenta el indicador peso para la edad.” Cerca de 639 mil niños menores de 5 años se encuentran con desnutrición severa. Poco más del 60% de la población no logra consumir el mínimo requerido de calorías (2000 calorías/día).

  Estos y otros datos estadísticos sitúan a Venezuela como el país más pobre en Latinoamérica y el Caribe. Habría que agregar acá los estragos que está causando la pandemia al encontrarse con una sociedad precariamente alimentada, peligrosamente desprotegida sanitariamente y con los servicios públicos (agua potable, electricidad, combustibles y comunicaciones) en franco deterioro. Sólo en el servicio de agua potable, la encuesta Encovi indica que el 75% de los hogares venezolanos no recibe a diario este servicio.
  Venezuela ya no es comparable con ninguno de los países latinoamericanos y del Caribe. En la actualidad, su población se asemeja más a los países africanos, como Sudán del sur o con los de Asia, como Corea del Norte, o del Medioriente, como Siria. Son las muestras estadísticas que están indicando la emergencia humanitaria compleja que desde hace varios años se siguen agravando y están llevando a la sociedad venezolana a su desintegración.

  Como ya algunos especialistas lo están advirtiendo, Venezuela en la práctica es una nación que no tiene gobierno. Está siendo dirigido por grupos de la delincuencia organizada, el narcotráfico y el terrorismo internacional, con asistencia de países que buscan instalar espacios geográficos controlados, como en el sur de la Guayana, isla de Margarita, sur del lago de Maracaibo, norte del estado Falcón, y que peligrosamente están llevando a una división y separación del territorio nacional.

  No es tiempo de pensar en elecciones, que muy posiblemente se verán impedidas de realizar por la atroz realidad. Lo imperativo es lograr una urgente intervención militar por razones humanitarias para salvar y proteger a la población civil, total y absolutamente desprotegida y en proceso de aniquilamiento, como lo está revelando esta encuesta nacional.

(*)   camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1 

miércoles, julio 08, 2020

Militarismo y civilidad

Lecturas de papel

Militarismo y civilidad

Juan Guerrero (*) 

  El empujón que el oficial de apellido Lugo le propinó al presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, en 2017, diputado Julio Borges, marcó, de hecho, el fin de la era democrática venezolana y el inicio de una época transitada por el fantasma del militarismo totalitario, arbitrario y abusivo. Después, el oficial fue reconocido por el régimen por tan “patriótico” hecho. 

  Ese empujón (ver en https://m.youtube.com/watch?v=p52Dq5KD978 ) fue propinado de manera alevosa, ventajosa y traicionera: por la espalda. El diputado estaba rodeado por militares en la sede del edificio que representa el símbolo de la civilidad, de la democracia. Y en su propio despacho fue sacado, humillado, vejado y expulsado.

  Desde entonces en la Venezuela del régimen totalitario socialista chavizta se ha acentuado la presencia militar en la cotidianidad, en el día a día del venezolano. Esa es la realidad de este padecimiento colectivo.

  Nos interesa, no tanto las consecuencias de estos actos, que obviamente mantienen a toda una sociedad sumida en la total indefensión, incertidumbre y pobreza, sino la trascendencia de una vida marcada por la presencia de la cultura militar. Y es que en Venezuela esa presencia es parte de la vida, no tanto en su historia como en los hechos de todos los días. Una vida marcada por la violencia en el hacer político nacional, fundamentalmente. Esto se puede evidenciar en la manera, ademanes y argumentaciones en la dirigencia política, tanto oficialista como opositora. Es la huella ancestral del aberrante autoritarismo y actuación arbitraria de los militares.

  Lo que está en juego en la vida republicana venezolana de estos tiempos es precisamente estas dos caras, estos dos opuestos rostros: la actitud militarista contra la sosegada actitud de la consciencia cívica, ciudadana. Porque es falso que se siga indicando que el venezolano de estos tiempos es una persona pacífica. Baste observar, tanto quienes se encuentran en posiciones de poder, en cualquier situación, y ver cómo lo ejercen, como aquellos que se le oponen. 

  La violencia del venezolano es consecuencia de un modelo de autoridad que se soporta, desde hace varios siglos, en la fuerza de las armas y del hecho físico de la agresión, y no en el soporte de las ideas, conscientes y argumentadas. Ese es un hecho incuestionable, real y doloroso.

  Consecuencia de ello es el recelo, el temor y miedo que el venezolano le tiene a la autoridad representada, tanto en los burócratas civiles como en el personal uniformado, militares y policías. Sobre este tema sobran estudios sociológicos, e incluso, en el área literaria existen novelas, cuentos que narran hasta qué punto este hecho ha corroído los cimientos de la civilidad del venezolano. Puede uno seguir el patrón de esta tragedia venezolana, por ejemplo, en la esclarecedora obra narrativa y ensayística de una venezolana, como Ana Teresa Torres, destaca escritora quien analiza en parte de su obra este tema. Otro venezolano ejemplar, civilista, es el profesor Luis Castro Leiva.

  Difícil, traumático y arduo será devolver a los militares a sus sitios naturales de existencia, los cuarteles. Fácil será hacer que los políticos regresen a sus sitios originales, los espacios de los partidos. O a los docentes prestados a la política, a sus escuelas, liceos y universidades. Pero a los militares y policías, no. Sencillamente porque poseen armas y están organizados, respaldados políticamente, además de poseer control sobre la vida económico-financiera en la sociedad venezolana.

  Por ello las palabras del actual ministro de la Defensa, quien indicó que la “oposición venezolana jamás será poder en Venezuela”. Bien que si esta afirmación no ha sido respaldada por sus pares en la milicia ni por el liderazgo del régimen. Lo cierto es que esas palabras forman parte de la cultura militarista más tradicional y rancia. Por lo tanto, toda negociación, transición o cambio político en Venezuela, tendrá que pasar por la alcabala militar, pues ellos tutelan (quizás desde hace varios siglos) el verdadero poder. 

  Será muy duro lograr cambiar esta mentalidad, esta “cachucha mental” en la cultura venezolana. Cambiarla por la sosegada consciencia cívica para construir ciudadanía que realice los cambios significativos que nos coloquen en el siglo XXI. Porque es falso que la sociedad venezolana entró en el nuevo milenio. Aún nos encontramos –y los hechos lo demuestran- lidiando con nuestros fantasmas seculares de mediados del siglo pasado. Tenemos que deslastrarnos de tanto héroe de latón. Tanto heroísmo de utilería desgastó la civilidad y sepultó el raciocinio de lo cotidiano, del sentido común de la vida.

  Ya está bueno de tanto mártir, de tanto héroe, de tanta batalla de cartón. Necesitamos fortalecer la consciencia ciudadana y la vida cívica, incluso por encima del heroísmo y del martirio. 

  Los militares deben entender que su vida y su lugar de origen, son los cuarteles. Que están destinados, por las leyes constitucionales, a la obediencia del ciudadano y no al contrario. Este planteamiento es piedra angular para una real y verdadera vida republicana y democrática. 

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

miércoles, julio 01, 2020

La fealdad como belleza


Lecturas de papel

La fealdad como belleza

Juan Guerrero (*) 

  Creo que fue Brecht quien indicó que era “bello aquello que era útil”. Por esa afirmación entraron a la categoría de esa estética, todo lo humano asimétrico y amorfo, hasta los animales como los sapos y murciélagos, por ser útiles en los campos y mantener el equilibrio ecológico. En fin, que desde que terminó la II Guerra Mundial el concepto de belleza aristotélica ha venido perdiendo vigencia mientras las sociedades han ido reconociendo e incorporando otros conceptos a la tradición de las ancestrales simetrías de la belleza y lo bello.

  No es de nuestro interés indicar acá definiciones ni explicaciones más allá de dejar abierta cierta discusión sobre esa “explosión estética que supone la irrupción por las calles del mundo democrático, de grupos que representan a minorías tratando de afirmar sus estéticas. Tanto las feministas, ecologistas, antirracistas, la diversidad sexual, entre otros, muestran en sus afirmaciones, podamos o no estar de acuerdo en sus posturas y reclamos, esto que indicamos: la existencia de esas otras realidades agrupadas en la llamada estética de lo feo.

  Porque la categorización de lo bello y la belleza tiene –y mantiene- una influencia definitiva que priva sobre nuestras creencias, valores y principios. Además, está supremamente arraigada como valor supremo, identificado con nuestra idea de aquello sagrado (Dios) e inviolado. Tanto así, que está intrínsecamente adherido a nuestro lenguaje para definirnos en nuestra sesgada supremacía como humanos. Sobre esto, es perentorio indagar hasta qué punto las nuevas estéticas, que vienen acompañadas por una orientación ideológica y de hacer político, encuentran resistencia en las creencias socialmente aceptadas, no son más que la misma aventura humana por encontrar reconocimiento en su infinita existencia.

  En modo alguno tomo partido por estas nuevas realidades estéticas, pero sí creo importante reconocer que existen y son fuente para la creación en el arte y la cultura. Incluso, -y diría que de un modo vigoroso- las nuevas estéticas han permeado toda la cultura moderna y sobre manera, en los países con sistemas democráticos y liberales. Esto, en modo alguno, indica que estas estéticas con sus respectivos lenguajes, vayan a desplazar a las tradicionales formas de expresión socialmente aceptadas. Creo que veremos en los próximos años una especie de “adecuación” y convivencia para, posteriormente, advertir una mayor riqueza cultural que estas, por ahora minorías estéticas, están aportando al desarrollo humano.

  Indudablemente que en este abanico de experiencias que de pronto está experimentando el hombre, se aprecia una respuesta inmediata y por sí, válida en su pervivencia de valores y principios, donde el reconocimiento de la nueva moral –como hija del tiempo- tiene, necesariamente, que adecuarse a esta nueva realidad. Porque convivir con esto que llamamos “estética de lo feo” trae en lo inmediato, la generación de neo lenguajes, otra moral (-eso que mora, vive y habita), así como la sustentación en los sistemas jurídicos para su normalización.

  Nos guste o no ellas ya están aquí, forman parte de esta realidad y cada vez más se apropian de sus espacios, se han visibilizado y no podemos obviarlas. Esa es la realidad y contra ella es prácticamente imposible oponerse. 

  Esto, como lo estamos observando en la realidad, trae resistencia social y respuesta de grupos que fortalecerán el conservadurismo para impedir que estas nuevas estéticas ocupen sus espacios.

  En lo político, es mi opinión, veremos emergen en Occidente las posiciones ultra conservadoras, los movimientos religiosos ortodoxos tradicionales y las corporaciones y grupos de poder económico, que impedirán el posicionamiento de estas nuevas realidades. No será fácil encontrar un punto de equilibrio porque la realidad donde nos encontramos trae juntas, antiguos y aún no del todo superados resentimientos entre quienes lideran los movimientos de estas minorías. 

  Sí creo prudente, al menos en el ámbito del lenguaje, indicar que en modo alguno los neologismos aparejados con estos movimientos y grupos de opinión, van a acabar con los idiomas. En todo caso sí habrá, como está sucediendo, una ampliación terminológica y modificación (suavización) fonética que hará más práctico y sencillo el uso idiomático, sobre todo en el español hablado en América (-se observa su rápida modificación en la cuenca del Caribe). Es posible que este y otros fenómenos de naturaleza lingüística se presenten en otras lenguas porque es consecuencia de la misma dinámica social.

  Coincido con el profesor Eco en su Historia de la Fealdad cuando indica que, tanto lo bello como lo feo, mantienen rasgos comunes, coincidencias que forman parte de la naturaleza humana.

  En lo personal siempre agradeceré a Brecht su afirmación, porque al hacerlo, no sólo reconoció que la fealdad era una realidad, sino que también existimos y somos necesarios.

(*)  camilodeasis@hotmail.com   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1