Día de los muertos
Me atrae esto de la festividad de la auyama, calabaza, zapallo, uyama, entre otros nombres, en el Día de los Muertos o culto de los celtas (también dicho, Halloween) para celebrar las fiestas del fin del verano, que se alargan hasta bien entrado el otoño.
El símbolo esotérico de la calabaza es muy antiguo. Hay registros desde el siglo XVI y antes también. Curiosamente el conquistador español, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, (1490-1559), en su libro de memorias, Naufragios (1527), menciona que, en las zonas del suroeste y norte, de lo que hoy son los EEUU., y México, los indígenas esperaban las crecidas de los ríos porque del fondo de las selvas y cayendo de los cielos, los dioses les enviaban un fruto que era ansiosamente esperado, tanto para mitigar el hambre como para uso medicinal. Era reverenciado a tal punto que los hechiceros usaban sus semillas como amuleto*, además de ser tenidos como objetos de culto esotérico.
Así cuenta en su libro, Cabeza de Vaca: “Partimos de allí llevándolas por guía (-a las mujeres indígenas) y pasamos un rio cuando ya vino la tarde, que nos daba el agua á los pechos; seria tan ancho como el de Sevilla, y corria muy mucho, y á puesta del sol llegamos a cien casas de indios; y antes que llegásemos salió toda la gente que en ellas había, á recebirnos con tanta grita, que era espanto, y dando en los muslos grandes palmadas; traían las calabazas (el subrayado es nuestro) horadadas, con piedras dentro, que es la cosa de la mayor fiesta, y no las sacan sino á bailar ópara curar, ni las osa nadie tomar sino ellos; y dicen que aquellas calabazas tienen virtud, y que vienen del cielo, porque por aquella tierra no las hay, ni saben donde las haya, sino que las traen los ríos, cuando vienen de avenida.” (sic) Pág. 119.
Hoy saludo a mis hermanas y hermanos(**) que habitan y visitan los “otros planos” y continúan cultivando, desde los tres soportes espirituales, Londres, París, Los Ángeles, y las ventanas ancestrales, como Corinto, Jerusalem, y las pétreas vibraciones del Auyante-tepuy, y en cada pueblo habitado, la práctica de este saber ancestral.
En el tiempo brujeril nuestros antepasados iban a los bosques y al borde de selvas y ríos, y en la circular reunión accedían a las otras realidades. Hoy los cielos de la medianoche están hadados porque es tiempo de magas y también de adivinas y pitonisas. Hoy en mi ancestral memoria están presenten, Moisés y su cayado que devora serpientes. También Tiresias el adivino de Tebas. Y también Iesus quien espantó demonios a su amada, María de Majdala, la gran secerdotisa de la incipiente secta, y tantasadoradas hadas y brujos que regresan poco a poco a estos solitarios y grises tiempos.
(*) En la zona de la Guayana venezolana, los pueblos de la cultura pemón, utilizan las semillas de la auyama para curar el asma de los niños. Sacan las semillas de la fruta, las ponen al sol por unos días. Una vez que las secan, hacen un collar y se lo colocan al enfermo hasta que sane.
(**) En su obra, El gran libro de las brujas, el filólogo, Rafael Mérida Jiménez aborda la ancestral actividad de las hechiceras, nigromantes, hadas protectoras, pitonisas, adivinas, o mal llamadas brujas (término desarrollado peyorativamente en la Edad Media, amparado por el catolicismo y los cultos protestantes), y su conocimiento esotérico que llevó al desarrollo de la moderna ciencia. En estas páginas se nombra a las antiguas magas, como Hécate, Circe, Medea, Simeta, Dido, Ericto, Pánfila, Morgana, así como los hermanos hombres, como Merlín, Tiresias. Entre brebajes, ensalmes y talismanes se traza una memoria, la memoria antigua y sabia de la humanidad.