dos y media de la madrugada
hay una hora del día cuando todas las puertas se cierran
entonces todo se hace una densa negrura
no está tu voz
ni tu rostro de nácar para darme la bendición
madre
atrás quedaron las risas entre tristes despedidas
verte partir
cansada de lidiar con esta vida
atrás quedaron los tiempos cuando me lavabas las manos
de la inocencia
untabas mi pecho en rosados e intensos olores
y era tu calor debajo de tu brazo alado
donde ocultaba mis miedos
mi asma
madre
atrás duerme la ilusión de vivir
delante queda este trecho cercano
vecino
el paso siguiente a mi destino
sólo tu voz detiene esta decisión de partir