sábado, octubre 30, 2010

La enfermedad del izquuierdismo


En su libro, La enfermedad del izquierdismo en el comunismo, Vladimir Ilich “Lenin” realiza una radiografía sobre las mentalidades desviadas ideológicamente y centra su atención en aquellos dirigentes y líderes que se autodenominan de “izquierda” o como se dice en ruso “izvestia”. Desde su análisis Lenin advierte sobre aquellos individuos que, valiéndose de una pseudo formación ideológico-política de avanzada, en su acción pervierten la razón última de todo proceso revolucionario de cambio hacia una consciencia de clase. Son las denominadas mentalidades burguesas que asumen como suyo el protagonismo histórico del proletariado para mantener sus privilegios e instalarse como clase dominante del nuevo Estado.
En los procesos de cambios sociales se vive siempre una etapa donde estas mentalidades se hacen presentes en actos que son más propagandísticos que de real cambio de actitud ante la vida y la sociedad. Esto es lo que presenciamos en muchos de estos novatos dirigentes, quienes están descubriendo en el siglo XXI las tesis de Marx, de Lenin, el anarquismo de Majaíl Bakunin o Proudhon, sin haber comenzado a leer ni menos reflexionar ni contrastar el ideario americanista de Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, con su posición filosófico-ideológica y política en la construcción de su Colombeia, ni tampoco la visión de un Estado pedagógico (anagógico) de Simón Rodríguez, ni la postura política de Andrés Bello en la afirmación del español “de” América, ni tampoco las reflexiones de avanzada de Pío Tamayo o la visión descarnada del momento histórico vivido por nuestros antepasados más ilustres, como De Las Casas, Oviedo y Baños, Antonio Navarrete, López Méndez, Juan Germán Roscio, en los siglos XVI, XVII y XVIII.
Ciertamente que el enemigo más peligroso e inevitable lo tiene este llamado “proceso” en sus propias filas y no tanto fuera de ellas, en la acera del frente. Quien de entre ellos afirme que está en el proceso, así, sin adjetivos, denota que debe tenérsele por sospechoso. Esto porque proceso implica cualquier acto humano que conlleva ir de un punto a otro… como ir del cuarto al sanitario.
Por ello es imprescindible entender que en modo alguno esta etapa que vive la sociedad venezolana en su conjunto es un socialismo o comunismo. En todo caso, es una etapa inicial, muy modesta, atropellada y torpe, de cambio de un “estado de cosas” para establecer un sistema económico donde quizá se pueda fortalecer la sociedad en su base comunitaria, como herencia cultural que permita la construcción de un modelo social municipalizado y con poderes locales compartidos. Pero, para lograr esto, debe clarificarse y fortalecerse el sistema educativo. De lo contrario seguiremos cayendo en el charco del chisme político doméstico, aguardando que los marginales de izquierda, analfabetas funcionales, nos resuelvan la vida.


(*) camilodeasis@juanguerrero.com.ve twitter@camilodeasis

sábado, octubre 23, 2010

Fábula Zen del profesor y la olla


Hace varios días entré a un negocio de venta de ropa y utensilios para el hogar, de gran valía. Mientras revisaba los precios de unas toallas mi amada tomó en sus manos una olla pequeña, de acero inoxidable, de marca italiana. Entre curiosa y asombrada me llamó para mostrarme el precio. Era obviamente exorbitante. En nuestro desconcierto lo único que atiné a decirle, porque ya había estado pensando en ello al observar tanto brillo y esplendor de la tienda, fue que tuviera el máximo cuidado en no dejar las huellas sobre la olla pues a lo mejor podrían cobrarnos la pulitura y no tendríamos ni para pagarla. Dejamos la olla colocada meticulosamente en su sitio, entre el resto de las otras ollas, que entre más grandes más costosas, y nos fuimos deslizando por entre el pasillo cuidando de no tocar ni mucho menos chocar con algún vaso o jarrón chino o de cristal de murano o de bohemia. Casi temblábamos del temor y los deseos por alcanzar la puerta para escapar del sitio. Al salir le dije muy calladito al oído a Liliana: “-Estoy sintiendo lo que seguramente siente un pobre al entrar a un negocio VIP. Por eso los pobres no entran a estos sitios”. Y era cierto porque, cómo íbamos a hacer si la olla se caí y se abollaba. O al menos la olla quedaba con las huellas de mi amada grabadas en sus lados, o si la rayaba con la uña. Después pensé cómo cocinaría el arroz en esa olla. Si se ahumaba cómo la limpiaría. Habría que comprarle un producto especial para limpiarla y también una esponja quizá con determinada calibración. Y hasta habría que colocarla en lugar especialísimo por aquello de la luz y la humedad, pues perdería acaso su glamour esa olla tan bella y exquisita que se exhibía en ese almacén. Cuántas ollas de esas me podría comprar en el transcurso de mi vida. No muchas quizá, me dije. Ollas como esas aparecían en mi vida en muy pocas oportunidades. –Pero es que esa olla es italiana, dijo mi mujer.
Después de todo tengo mi ollita de barro que compré hace años en el mercado artesanal de Quíbor y donde aprendí a cocinar arroz. Sé que algún día a ella se le romperá quizá un lado, pero seguiré conservándola hasta que ya sólo quede como adorno para colocarle una mata o como recipiente de agua para que mi gato Vitico tome agua. Después de todo, también me dije; a los docentes universitarios nos queda hacer lo que sólo sabemos hacer: pensar, leer, escribir y hablar. Para eso nos pagan. Y aunque mal paguen seguimos pensando en comprarnos la colección de la Biblioteca Británica o los libros en empaste duro y lomo dorado de poetas como Rilke. Pero con los sueldos de quince y último tan devaluados a los docentes universitarios no nos da para comprar ollas italianas ni muchos menos comprarnos libros. Ahora son exquisiteces las alcaparras y la chuleta ahumada. Nos queda leer libros por Internet mientras acariciamos en la pantalla del computador bellas tapas de textos en italiano con bordes dorados y arabescas letras. Ahora los docentes universitarios vamos al cine los lunes populares y ahorramos para vacacionar yendo a Güiria de la costa o Irapa, por aquello de tener amigos o familiares para no pagar hotel, mientras encontramos nuestra historia y escuchamos la voz del oriental y sus matices idiomáticos. Son nuestras necesidades para existir cultural y académicamente.
Después de todo seguimos como Aladino; frotando la olla, digo…la lámpara maravillosa del pensamiento para acercar los sueños de una justa paga y comprar libros, ir al cine, al teatro, a la ópera, al ballet, y viajar para adentrarnos más en la memoria ancestral que mora en los pueblos de nuestra matria. Necesidades que sólo un docente universitario conoce y que son parte de su naturaleza. Después de todo, sólo servimos para pensar, para leer, escribir y hablar.


(*) camilodeasis@juanguerrero.com.ve / twitter@camilodeasis

sábado, octubre 16, 2010

La Mariposa Blanca


Hay personas en el mundo que rezan por nosotros, y, sin embargo, jamás les hemos visto el rostro. Hay personas en el mundo que lloraron por nosotros, y, sin embargo, jamás conoceremos sus nombres. Hay personas en el mundo que dejaron de cenar para saber de nosotros, y, sin embargo, jamás estrecharemos sus manos. Hay personas en el mundo que preguntaron por nosotros, se preocuparon por saber si tomamos agua o nos enfermamos, y, sin embargo, jamás sabremos de ellos. El mundo se hizo uno ese día, cuando una mariposa blanca guió los pasos de 2 mineros que avistaron su aleteo a 500 metros bajo tierra. Luego ella desapareció. Luego cayeron toneladas de roca y tierra. Más tarde encontraron a sus 31 compañeros. Cosas del eterno misterio de la vida que luego fue espera y angustia, suerte y mucha tecnología.
El mundo se hizo uno y el protagonista fue la misma vida normal, común y silvestre de 33 hombres que demostraron lo que siempre demuestra el ser humano en los momentos de extremo riesgo: el deseo de vivir. Hoy el mundo se vuelve a dar cuenta que son las historias comunes de hombres comunes lo que hace trascender la vida. No son los grandes acontecimientos, la aventura truculenta del héroe novelesco hollywoodense de cinemascope lo que realza la vida. La vida es quijotesca y sanchopanziana. Con la normalidad del sufrimiento normal de normales seres que se sobreponen a sus dificultades y entre ellos, trascienden y escriben sus historias. La de unos esperando el abrazo de la mujer que le dio un hijo, la del otro, que siempre quiso ser deportista, la del otro más allá, esperando salir para cumplir la promesa y casarse.
Hoy el mundo parece más hermanado en tanto se vio mil millones de veces y se escuchó otras tantas en miles de lenguas que tradujeron millones de verbos y sonrisas en rostros de anónimos seres que dejaron salir sus lágrimas agradeciendo a la vida por saberse acompañados. Así está la humanidad ahora, más cercana, más igualada en su destino compartido. Duele el dolor del semejante y el triunfo del Otro es nuestra victoria. Siendo pueblo, siendo rostro curtido por el sol del desierto o el frío extremo de la estepa, siendo manos callosas que extraen a las entrañas de la tierra la dureza y belleza del oro o el cobre, siendo sueño de hombres que esperan culminar la dura jornada para irse a sus casas o chozas y descansar sus cuerpos prematuramente envejecidos. Siendo eso y más, la aventura humana continúa su cíclica danza de inventarse y construir destinos compartidos sabiendo que en su memoria colectiva descansan aquellos que no pudieron salir de la mina San José en tiempos pasados. Fueron setecientos o más, o aquellos en las minas de Sudáfrica, o los del Asia o los de ahora en Ecuador. Total, la alegría y la dicha de saber que 33 mineros fueron rescatados mientras mil millones de seres humanos les veíamos, ha logrado que la humanidad se reconozca UNA mientras el aleteo de la mariposa blanca quizá se siga escuchando al interior de la mina demostrando la realidad de lo que siempre supimos y que ahora llamamos “el efecto mariposa”.

viernes, octubre 08, 2010

Pantaleón va a Estocolmo


En mis años universitarios leí el libro de Mario Vargas Llosa, Pantaleón y las visitadoras (editado en 1973). Estaba muy al día por aquello de los militares y las dictaduras en Latinoamérica y también por la corrupción en ese tipo de gobiernos. Recuerdo que las visitadoras de Pantaleón lucían unos trajes de colores rojo/verde, casualmente como ahora lucen ciertos uniformes de soldados en sus pantalones de gala para las paradas de días patrios.
Con Vargas Llosa aprendí a degustar las lecturas de escritos largos, casi interminables. La construcción de largas y metafóricas oraciones donde el gusto por la lengua española se concentra en los temas más preciados por el autor hispano-peruano, galardonado con el Premio Nóbel de Literatura-2010.
Con un argumento simple, la historia de esta obra se centra en la Amazonía peruana a donde debe dirigirse el oficial Pantaleón Pantoja para una actividad secreta, que le asignan sus superiores. Militar de principios y casado, Pantaleón se dedica a visitar las guarniciones militares a lo largo de la selva con sus putas, que tienen un nombre especial, “visitadoras”. Allí, y muy en contra de sus principios, pero a la vez siguiendo órdenes de mandos superiores, Panta va recorriendo las guarniciones con sus meretrices, entre ellas “la brasileña”, de quien se enamora locamente y por la que le es infiel a su esposa. El argumento de esta historia, de la que se han realizado varias películas, nos habla de la capacidad de este extraordinario novelista para mostrar la realidad de los regímenes corruptos y quien muestra uno de sus temas clave en esta obra: la estructura militar y su capacidad para la imposición de valores en la sociedad. Entre acentuados rojos y verdes, las putas danzan entre los soldados dándoles placer mientras ellos buscan en sus prácticas amatorias las condecoraciones al esfuerzo por defender la Patria. Es la misma patria y su concepto de acentuado nacionalismo otro tema que en esta y sus otras novelas, se hace presente en Vargas Llosa.
Sobre lo anterior, el autor de Pantaleón y las visitadoras ha escrito en uno de sus tantos artículos que “el nacionalismo es la peor construcción del hombre”. Y esto es tan cierto al ver a los militares y su estamento jerárquico, defender más allá de toda lógica y coherencia, segmentos de territorios más por ganancias personales y grupales que por la tradición y cultivo de una herencia colectiva como pueblo.
En esta historia, que fue tomada de un episodio de la vida real en el ejército peruano, concretamente en Iquitos, se puede observar la hipocresía entre una institución, como lo es el ejército y lo militar, y la profesión más vieja del mundo. Una relación que vicia y deja en entredicho los valores que defienden instituciones como el estamento militar, con su severidad, arrogancia, superioridad de poder y vigilancia de las buenas costumbres, y su práctica sutil, secreta del vicio sexual y su corrupción. En sus diez capítulos la obra recorre, en un ir y venir de estilo repetitivo y de atmósfera sofocante y tediosa, la armazón discursiva vargasllosiana, característica de este celebrado escritor del denominado “boom” de la literatura latinoamericana.

camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

sábado, octubre 02, 2010

Vanidad de vanidades



La vanidad es el comienzo de todos los pecados. Gregorio Magno


Hace algunos años se afirmó, con estadísticas en mano, que el venezolano era de las personas más vanidosas del mundo. Y esto debe ser cierto porque tradicionalmente se nos relaciona con cuanta innovación tecnológica sale al mercado para adquirirla, aunque no sepamos después ni cómo usarla ni para qué sirva. Se tiene el objeto deseado para presumir de él. Vista de manera positiva la vanidad nos sirve para estar siempre pendientes de nosotros y de nuestro entorno: desde estar aseados hasta conocer sobre los acontecimientos más importantes que ocurran en nuestro entorno para alardear frente al Otro-diferente. Esto lo indicaron algunos investigadores cuando afirmaron, además, que el venezolano invierte parte de sus ingresos en jabón, talco y perfume. A la vanidad se le asocian otros términos, como presuntuoso, soberbio, jactancioso, engreído, narcisista, orgulloso, arrogante, fanfarrón, petulante, ostentoso, megalómano, encopetado, entre muchos más. Viendo la otra cara de la vanidad, esa oscura y profunda, deja abierta las compuertas para que aparezca el rostro del mal encarnado en la persona que necesita que le adulen para saberse importante. Y si posee influencia sobre el semejante, pues peor porque siempre va a intentar imponerse y aplastarlo. Ejemplo triste y dramático de ello se observa en el liderazgo político y recientemente en estas elecciones que terminan. No sólo ha sido el mismo presidente de la república quien, sintiendo herida su vanidad al no saberse complacido en sus deseos, dejó esperando a sus adeptos, como novia de pueblo, quienes deseaban que saliera al balcón. El castigo del vanidoso también es cruel y hasta cínico, como el caso del candidato al parlamento latinoamericano, Herman Escarrá, quien ni siquiera apareció en los medios públicos para dar una declaración, un análisis o simplemente las gracias a sus electores. Como él, existen decenas de políticos vanidosos, como Mylos Alcalay. Otros, los más jóvenes, dan muestra de aprendizaje en su condición de servidores públicos al continuar con su trabajo de “palabrear” pero también de realizar trabajos concretos en las comunidades, como Leopoldo López. Esto de la vanidad, como padecimiento “neuronal” en la psique del venezolano, se observa en esa otra parte del colectivo nacional, cercano al 50% de la población, quienes no fueron a votar. Son los abstencionistas crónicos, los No alineados o simplemente, los que “se quedaron oyendo reguetón” como lo afirmó por tuiter un apreciado amigo. En esa otra parte de la población es donde aparecen los rasgos más acentuados de la vanidad pero al mismo tiempo, se advierten las causas por las que esta sociedad se encuentra en una encrucijada que puede servirnos, tanto para seguir cayendo por el despeñadero del “jalabolismo” político vanidoso y adulante, o por los senderos de una ciudadanía más responsable, que muestre su otra vanidad: “higiénica y perfuma” a moralidad y ética.

(*) twitter@camilodeasis camilodeasis@hotmail.com