En su libro, La enfermedad del izquierdismo en el comunismo, Vladimir Ilich “Lenin” realiza una radiografía sobre las mentalidades desviadas ideológicamente y centra su atención en aquellos dirigentes y líderes que se autodenominan de “izquierda” o como se dice en ruso “izvestia”. Desde su análisis Lenin advierte sobre aquellos individuos que, valiéndose de una pseudo formación ideológico-política de avanzada, en su acción pervierten la razón última de todo proceso revolucionario de cambio hacia una consciencia de clase. Son las denominadas mentalidades burguesas que asumen como suyo el protagonismo histórico del proletariado para mantener sus privilegios e instalarse como clase dominante del nuevo Estado.
En los procesos de cambios sociales se vive siempre una etapa donde estas mentalidades se hacen presentes en actos que son más propagandísticos que de real cambio de actitud ante la vida y la sociedad. Esto es lo que presenciamos en muchos de estos novatos dirigentes, quienes están descubriendo en el siglo XXI las tesis de Marx, de Lenin, el anarquismo de Majaíl Bakunin o Proudhon, sin haber comenzado a leer ni menos reflexionar ni contrastar el ideario americanista de Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, con su posición filosófico-ideológica y política en la construcción de su Colombeia, ni tampoco la visión de un Estado pedagógico (anagógico) de Simón Rodríguez, ni la postura política de Andrés Bello en la afirmación del español “de” América, ni tampoco las reflexiones de avanzada de Pío Tamayo o la visión descarnada del momento histórico vivido por nuestros antepasados más ilustres, como De Las Casas, Oviedo y Baños, Antonio Navarrete, López Méndez, Juan Germán Roscio, en los siglos XVI, XVII y XVIII.
Ciertamente que el enemigo más peligroso e inevitable lo tiene este llamado “proceso” en sus propias filas y no tanto fuera de ellas, en la acera del frente. Quien de entre ellos afirme que está en el proceso, así, sin adjetivos, denota que debe tenérsele por sospechoso. Esto porque proceso implica cualquier acto humano que conlleva ir de un punto a otro… como ir del cuarto al sanitario.
Por ello es imprescindible entender que en modo alguno esta etapa que vive la sociedad venezolana en su conjunto es un socialismo o comunismo. En todo caso, es una etapa inicial, muy modesta, atropellada y torpe, de cambio de un “estado de cosas” para establecer un sistema económico donde quizá se pueda fortalecer la sociedad en su base comunitaria, como herencia cultural que permita la construcción de un modelo social municipalizado y con poderes locales compartidos. Pero, para lograr esto, debe clarificarse y fortalecerse el sistema educativo. De lo contrario seguiremos cayendo en el charco del chisme político doméstico, aguardando que los marginales de izquierda, analfabetas funcionales, nos resuelvan la vida.
En los procesos de cambios sociales se vive siempre una etapa donde estas mentalidades se hacen presentes en actos que son más propagandísticos que de real cambio de actitud ante la vida y la sociedad. Esto es lo que presenciamos en muchos de estos novatos dirigentes, quienes están descubriendo en el siglo XXI las tesis de Marx, de Lenin, el anarquismo de Majaíl Bakunin o Proudhon, sin haber comenzado a leer ni menos reflexionar ni contrastar el ideario americanista de Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, con su posición filosófico-ideológica y política en la construcción de su Colombeia, ni tampoco la visión de un Estado pedagógico (anagógico) de Simón Rodríguez, ni la postura política de Andrés Bello en la afirmación del español “de” América, ni tampoco las reflexiones de avanzada de Pío Tamayo o la visión descarnada del momento histórico vivido por nuestros antepasados más ilustres, como De Las Casas, Oviedo y Baños, Antonio Navarrete, López Méndez, Juan Germán Roscio, en los siglos XVI, XVII y XVIII.
Ciertamente que el enemigo más peligroso e inevitable lo tiene este llamado “proceso” en sus propias filas y no tanto fuera de ellas, en la acera del frente. Quien de entre ellos afirme que está en el proceso, así, sin adjetivos, denota que debe tenérsele por sospechoso. Esto porque proceso implica cualquier acto humano que conlleva ir de un punto a otro… como ir del cuarto al sanitario.
Por ello es imprescindible entender que en modo alguno esta etapa que vive la sociedad venezolana en su conjunto es un socialismo o comunismo. En todo caso, es una etapa inicial, muy modesta, atropellada y torpe, de cambio de un “estado de cosas” para establecer un sistema económico donde quizá se pueda fortalecer la sociedad en su base comunitaria, como herencia cultural que permita la construcción de un modelo social municipalizado y con poderes locales compartidos. Pero, para lograr esto, debe clarificarse y fortalecerse el sistema educativo. De lo contrario seguiremos cayendo en el charco del chisme político doméstico, aguardando que los marginales de izquierda, analfabetas funcionales, nos resuelvan la vida.
(*) camilodeasis@juanguerrero.com.ve twitter@camilodeasis