martes, febrero 26, 2013

La noticia

Los ciudadanos de este pequeño país llamado Venezuela estamos mal acostumbrados a privilegiar las noticias políticas y de misses, sobre aquellas que sí son realmente trascendentes. Los políticos de toda “realea” nos han querido colocar su accionar como centro de su oscuro mundillo. Las cuitas y traiciones palaciegas, las puñaladas traperas y demás fechorías, como saltos de talanqueras, paquetazos, sobornos y un largo etcétera de triquiñuelas, se tapan con otro escándalo siempre más turbulento. Pero los ciudadanos sencillos, laboriosos y respetuosos seguimos en nuestra cotidianidad construyendo a contracorriente y por encima del empecinamiento politiquero, la vida y sus maravillas. Que un presidente regrese al país para morir cristianamente es una noticia importante mas no debe ser el fin del mundo. Otro vendrá, mejor o peor. Que sea coronada otra miss mundo o miss universo, resulta agradable a los ojos y de comentario de fin de semana. Pero también pasa. Lo que sí resulta noticioso es saber diariamente de las decenas de asesinatos y muertes que pueden ser evitadas. De los miles de asaltos, extorsiones y secuestros que ocurren y muy pocos son resueltos. Nada tan espantosamente noticioso como las miles de toneladas de alimentos que el gobierno permitió que se pudrieran y a la fecha no existen funcionarios sancionados. O el injusto encarcelamiento de los policías y comisarios, como también los crímenes políticos ocurridos en los años ´60 y ‘70s. Es justicia real, clara y ejemplarizante lo que el ciudadano exige. También aquellos cuantos, creo que más de media docena, de intentos de asesinatos presidenciales y que todavía no exista una información clara y contundente sobre esos delicados señalamientos. En un país con un Estado responsable, todos, tanto los grupos a favor o en contra, políticamente hablando, cierran filas en defensa de la majestad presidencial y aportan información para esclarecer semejante afrenta contra la institucionalidad. Pero tanto oficialistas como opositores callan o tergiversan el centro, el sentido moral y ético para asumir posturas complacientes o de interés partidista. Noticia alarmante debieran ser las escuelas que están en situación deplorable en varios estados del país, o la insuficiencia presupuestaria a las universidades republicanas, públicas, autónomas y democráticas, acosadas por un gobierno militarista, autoritario y mentiroso. Información para salir a manifestar y denunciar es la dramática infraestructura del transporte terrestre público, que ha causado tragedias, como en Barquisimeto con los llamados “rapiditos” o en Puerto Ordaz con las “perreras”, vehículos que son muestra de una sociedad sometida al vejamen constante por gobiernos estadales y municipales claramente ineptos que maltratan constantemente la dignidad del ciudadano. Ya es insostenible para el venezolano tener que leer o escuchar noticias donde se privilegia el tema político como noticia única en la Venezuela actual. Mientras los medios de comunicación se acoplan a esta mala práctica de convertir en noticia lo menos significativo, el “show” como circo romano acelera su carcajada dejando tras de sí a las marionetas, tanto del lado rojo como del azul, que corean lo que detrás de bambalinas varios “adelantados” guionistas escriben para que no se noten las costuras de un día a día plagado de riesgo, dramatismo y llanto, donde madres, padres, abuelos, hijas de esta llamada familia venezolana deben transitar para sobrevivir el espacio minado donde habitamos. Pero aún y a riesgo de parecer repetitivo tengo absoluta seguridad de saber que la sociedad venezolana, los ciudadanos mayoritariamente decentes, sabremos superar esta tragedia moral y ética que la actividad política ha querido enlodar. Siempre habrá ciudadanos que muestran senderos donde transitar un mejor destino. Y esto último resulta el centro de la angustia del venezolano de siempre: el camino de moralidad y ética que nos quieren arrebatar los cerca de 200 mil malandros, asesinos y secuestradores, mejor armados y organizados que las policías, y unos pocos políticos complacientes, colaboracionistas, quienes intentan imponer un estado de incertidumbre y desconfianza en la población. Ante esa fácil vida y rostro de falsa carcajada, que sea la solidaridad, la unión de las mayorías decentes, el estudio y el trabajo constantes y dignos lo que brille e ilumine esta oscuridad donde quieren reinar los falsos y demagogos políticos con sus noticias trasnochadas y decadentes. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis

lunes, febrero 18, 2013

Fin de mundo

Mi madre me contó que en Coro, cuando ella era una niña, allá por los años ‘20s., anunciaron el fin del mundo. Ella vio en pleno día cuando el sol se oscurecía y los gallos comenzaban a cantar, las gallinas se fueron a dormir mientras los perros aullaban de miedo. Me decía que la gente salía de sus casas y entre lágrimas y abrazos se despedían. El dueño de la bodega regaló todos los víveres. Además, abrió una botella de ron y se la fue bebiendo mientras abrazaba a su esposa e hijos. La algarabía era grande. La oscurana se apoderó del pueblo y muchos se arrodillaron en señal de arrepentimiento y suplicando misericordia al creador. Me decía que era tanta la gente llorando y lamentándose, que había mujeres desmayadas en la calle, hombres borrachos deambulando con sus “carteritas” de caña blanca entre las manos. Los niños lloraban y hasta el cura se cubrió con sotana negra y Cristo de palo santo mostrándolo al cielo. En esos momentos la gente solo atinaba a pedir perdón y encender velas. Hubo uno que repartió sus morocotas de oro, otros daban sus enseres y otros más se confesaban en plena calle. Todo el pueblo de Coro era una cueva de lobos de tanta oscuridad. Me decía que en plena calle los maridos confesaban a sus esposas los amoríos con mujeres de la “mala vida” en la zona de tolerancia y en el bar de Hilarión. Nada parecía detener la confesadera de unos y el perdón de otras. El pueblo era puro llanto y ladrar y aullar de perros en el negro momento de ese infausto día. Solo se atinaba a escuchar de boca de las esposas los perdones y arrepentires de los maridos. De pronto todo se hizo silencio. En lo más alto del cielo se empezó a ver un hilo de luz mientras el disco solar iba ocupando su puesto al tiempo que la luna se desplazaba gradualmente. Todos se miraron medio asombrados, medio incrédulos. Poco a poco la gente empezó a tocarse y a balbucear medias palabras. Hasta que un borrachín salió trastabillando del botiquín de la esquina y con cara adormecida y muecas que asemejaban a los gatos de azoteas, exclamó: “Pero bueno! Van a seguir esperando el fin del mundo? No ven que bicho malo no se lo lleva ni el mismo diablo”. Enseguida la gente reaccionó. Unos se volvieron a arrodillar en señal de milagro. Otros besaban el suelo, pero las esposas se quitaron zapatos y zapatillas y la emprendieron contra sus esposos. Aquello era una tiradera de zapatos, cachetadas, bofetadas y reclamos a viva voz. El cura llamó a la calma y a la confesión. Pero nadie le hizo caso. La gente se enfiestó en la calle. Las beatas se metieron con el cura en la iglesia para preparar una procesión de gracias al señor por tan misericordioso milagro. Han pasado los años y el mundo sigue y sigue girando. Apenas el año pasado volvieron a mencionar otro fin de mundo. Se decía que era el día 12 del mes 12 del año 12. Fecha cabalística, pero nada pasó. Lo que sí he podido apreciar es que los vendedores de sahumerios y demás hierbas y bebidas espirituosas, junto con los agoreros astrólogos y afines, hacen sus buenos negocios. También los aprendices de brujos que dictan cursos de milagros, y quienes se dicen enviados o representantes de algún babalao o gurú orientalista. Cada cierto tiempo y cuando aprieta la escasez económica y las barrigas se achican, además de algún abandono amoroso, cierta población se viste de blanco o coloca cintas de colores en sus cabellos. Otros se colocan biblias entre los sobacos como llevando un pan sobao, y se “empaltolan” y otros más, tocan panderetas y caen al piso cual mal de san vito. Pero a mí se me hace que detrás de esto hay un gran misterio. El misterio del libre mercado de quienes tienen labia y de aquellos depresivos que esperan que le digan lo que quieren escuchar. Mientras gastan sus ahorritos en manuales, libritos al estilo Paulo Coelho o simplemente, van en busca de la vaca para echarle la culpa. El mundo, si es que se acaba, se termina para quien se muere. Los vivos, esos bichos llamados curas, pastores o adivinos seguirán vivos y buscando adeptos para su causa: la ignorancia llamada superstición, ortodoxia y fanatismo. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis

lunes, febrero 04, 2013

Luis Sutherland

La última vez que le vi tenía en sus manos un libro sobre corsarios, piratas y filibusteros. Me habló de esos fantásticos hombres que cierta vez pasaron por las costas de Venezuela y también muy cerca de la Angostura y de la vez que los curas de ese pueblo seco y áspero debieron huir de semejantes seres, junto con sus cristos, santos y hasta los archivos. Después nadie supo dónde fueron a parar las actas de nacimiento ni defunción de los angostureños de esas épocas. Quizá por eso aún anden esos seres afantasmados saliendo por las esquinas, por las estrechas calles del centro de ese sitio dicho hoy Ciudad Bolívar, lugar de recuerdos y olvidos, buscando una identidad perdida. Antes, por los años setenta, Luis Sutherland era una de las presencias obligadas en las noches de la Escuela de Letras, en la UCV de la postrenovación y un rostro familiar en las altas madrugadas, en la Caracas de El Gran Café, el Chicken Bar, la Vesubiana, El Gato Pescador, la calle de la Puñalada, Franco’s, el Molino Rojo, La Bajada. Junto con su sombra de amistad, Luis Camilo Guevara, Sutherland formaba parte de la Gran Asamblea de ciudadanos libres, en la República del Este. Pero Luis también tenía otra presencia; la mirada melancólica y como ida hacia otras realidades mucho más hondas, antiguas y desquiciantes. Vivía con sus tormentos seculares, sus antiguas voces que intentaba encontrar entre sus amores, amigos y conocidos. Apenas tres libros publicados: Relación de un pasajero oculto (Premio UCV y Municipal de Poesía) La puerta de la pequeña separación (Premio internacional UNESCO) y, Juegos de la existencia. La voz poética de Sutherland se entrelaza en la atemporalidad de un discurso de la memoria mientras los fragmentos de vida discurren como una malograda película que junta piezas de amores que transitan por un mundo que ya no tiene razón de ser, cuya existencia hace tiempo falleció. Son esos valores, esos pedazos de moral, de ética, de principios que andan por ahí y nadie sabe a ciencia cierta qué peso tendrán en la piel de esta nueva juventud, de estos nuevos amores, de estas construidas y re-construidas maneras de hacer amistad. Términos como patria, país, religión, ideología, política, amor, amistad, tienen en la construcción poética de Luis Sutherland la apenas presencia de lo efímero y fracasado. Ser eso, un fracaso andante, apenas sombra que disminuye su presencia en el cuerpo poético de la escritura de este escritor ido hacia la noche eterna del alma. Como sus poemas, Luis partió sin mucho adiós porque desde siempre quiso irse así, o quizá desde hacía años ya se había confundido entre sus textos. En sus escritos persiste el temblor de una poiesis que nombra lo amoroso, sensualidad y derrota ante la amada que siempre parte y que deja el detalle en la mirada que cae al suelo y se cierra, cansada de tanta madrugada andada por las calles buscando acaso nada o la silueta de Ella, que siempre aparece nombrada de manera sesgada, mientras la violencia de los días dibuja la realidad de un país que se derrumbó, que se cayó a pedazos. Escribe Sutherland: “Este final de siglo que se marcha / entre serpentinas / de vivísimos colores / con una música nefasta / donde tenebrosos acordes / mueven a címbalos y payasos / A mercachifles y matarifes / A tenebrosos políticos y corte y cortesanas / A usureros y confidentes / A suicidas y filicidas / A traficantes y miserables / Todos felices danzando / Ellos sólo ellos / Anuncian la caída del reino / que no llegó a serlo / por los arribistas / falsarios de la política / de las artes todas / Cuando no hay contrafigura”. La palabra de Luis es directa y lacerante, no conmueve sino que pega y duele en lo hondo y deja sus heridas abiertas en la piel social putrefacta, pero también deja al descubierto esa otra dolencia, acaso esa real y cierta de la vida andada en piel desollada, que es la nuestra y esta de todos los días: “Y nada interesa y nada sentimos y nada puede ser / Mejor aquel momento cuando la vida / decía más sobre la emoción de ser / mejores personas / por tener el sol en nuestras almas / frente a lo que somos / ya investidos de tristes figuras / frente a lo que somos / ahora / infelices ridículos fantasmas / de esta época de sangre y fuego.” Es esta la vida donde cada uno se aferra a sus memorias, a su espacio como hiena herida en el desierto de eso llamado país donde habitamos como huérfanos, como sombras, entre amores furtivos, descoloridos, colas para cancelar deudas, encuentros desgastados, frente a la cajera del negocio que te mira como buscando un atisbo de hermandad y no la encuentra. La poesía de Luis Sutherland, por estar tan apegada a esa otra vida, esa de la celebración y la plenitud del ser, abre y deja al descubierto esta vida que afanosamente busca entre los desechos humanos “La idea de cambiar el mundo para cambiar la vida” Esto es lo que somos. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis