sábado, noviembre 05, 2011

Químicamente puro


Antonio es un viejo amigo a quien cariñosamente le decimos Toño. De joven era un destacado dirigente estudiantil imbuido en los ideales del marxismo que le llevó a militar en el partido del gallo rojo, el emblemático y sempiterno Partido Comunista de Venezuela. Su verbo destemplado y de recia nitidez fueron despertando ciertas reservas en la troika bolivarense y cuando por los años setenta comenzaron las discusiones por la primavera checoslovaca, Toño se hizo militante del naciente Movimiento al Socialismo. En ello estaba cuando se fue a estudiar ciencias políticas en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Fueron años de intensa formación y Toño obtuvo, con altas calificaciones, su título de licenciado en politología. Pero también ese tiempo hizo germinar en él la idea de cambio radical hacia nuevos horizontes de militancia y una vez de regreso a su Ciudad Bolívar natal, se inscribió en el partido del pueblo, Acción Democrática.
Era un ejecutivo de partido. Siempre de punta en blanco y con su verbo encendido que brillaba de ideas y mostraba un desempeño presto para entrar en diatribas ideológicas, Toño fue creando un cuerpo de seguidores a su imagen para ascender en los alambicados y kafkianos pasadizos de la política regional.
Se hizo de grandes amigos en el partido, tanto en la capital regional como en Caracas. Recuerdo que un día hasta me invitó para ir a recibir y atender a mismísimo eterno estudiante de primaria, Pinerúa Ordaz. Me impresionó escuchar, mientras daba unas palabras a la militancia en la casa del partido, que si “ya me tienen la carajita para esta noche”. Eran los tiempos cuando comenzaban las alzas de la leche, el café y el azúcar.
Tiempo después Toño tomó la decisión de abandonar Acción Democrática y formar parte del nuevo agrupamiento político: el Chiripero. Le fue bien. Tan bien que fue nombrado presidente de una de las empresas de la Corporación Venezolana de Guayana y terminó viviendo en Miami. Las veces que le vi tenía ese aire del ejecutivo provinciano que se ha ido formando y se sabe sobrado frente a sus contertulios parroquianos.
Pero eso no terminó allí. A finales de los noventa Toño entró en desgracia política y no le iba bien. El chiripero había desaparecido y los nuevos actores políticos le tenían ojeriza y se la estaban cobrando. Su decisión fue acertada: continuó como siempre había hecho. Se inscribió en el MVR y después en el PSUV. Casi de inmediato fue nombrado vicepresidente corporativo en una de las empresas de PDVSA. La última vez que le vi, siempre amable, bonachón y de palabra fluida, me extendió su tarjeta de presentación. Era presidente de una de las empresas de la estatal petrolera venezolana.
Supongo que estará por esos predios todavía. También disfrutando, como ha sido su norte político, de los beneficios del Estado.
Como Toño son cientos, miles, diría que millones de venezolanos acostumbrados a cambiar de partidos y agrupaciones políticas según sus intereses personales. Porque Toño las pasó también mal y hubo tiempos que no tenía un céntimo en el bolsillo.
No le critico para nada esa manera tan pragmática de cuadrarse y saltar talanqueras. Al fin y al cabo eso ocurre en los países donde existe una tradición democrática. Cada quien está en su derecho de quedarse en un solo partido, cambiarse a otro o simplemente no estar en ningún, como la inmensa mayoría de venezolanos.
Políticamente nadie está químicamente puro para lanzarle a la cara al Otro-diferente improperios ni reclamos por irse a otro partido. De eso también viven muchos venezolanos. Como ocurrió con las carreras de caballos, la lucha libre o el boxeo. O ahora con las loterías. De algo tenemos que vivir.
Algunos podrán argumentar que los principios deben respetarse, que los ideales o los valores ideológicos deben mostrar a un político auténtico. Pero es que en política, a la venezolana, siempre se juega a ganador. Eso ha sido así desde mediados del ‘800, después de la guerra de Independencia comenzaron a gestarse los acuerdos, los cogollos, las cúpulas y los favoritismos.
Más nos vale entender esto para no quedarnos retrasados frente a la absoluta pragmática de los nuevos actores políticos, en lucha sin cuartel con los dinosaurios y padres de las zancadillas. Después de todo, esto de ir a unas primarias es la renovación de un sistema de juego político tan necesario como la urgencia de regresar a las jaulas a los gorilas del militarismo que andan sueltos en las selvas y montañas, ministerios, gobernaciones y alcaldías.
Sólo la consciencia cívica, aún y saltando talanqueras, es capaz de enderezar entuertos y adecentar las instituciones del Estado.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@cammilodeasis

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