La mosca, de Juan Martins
Termino de leer el libro de Juan Martins, El vuelo fractal de la mosca (2020). Sea por instinto de lector o por simple asociación de palabras, me acuerdo de El señor de las moscas, de William Golding. Pero si Golding refiere su tema a comparar a las moscas con el mal y la crueldad, representadas ellas, las moscas, con Belcebú, señor y amo del inframundo, Martins toma a su mosca y otros rastreros,como simple y curiosa presencia que describe en su vueloescritural fracturado, acaso quebrado.
Mientras intento dejar de pensar en el libro recuerdo una noticia que leí por estos días, donde unos investigadores, creo que israelíes, descubrieron que las moscas sentían placer mientras copulaban. Pues bien, acá sí se me hace curiosa la lectura del libro, porque en él no se narra nada, tampoco se describe gran cosa ni se reflexiona sobre la vida ni se analiza autor u obra de arte. No. En El vuelo fractal …lo que se hace es disfrutar, sentir placer por el sólo hecho de hacerlo: escribir.
Llamo a esto que he leído, Poiesis escritural, asumiendo el término clásico helénico, como producción más que creación. Otros, como José Balza, identificaron ciertas producciones como Ejercicios narrativos. Sin embargo, acá encontramos una sola secuencia de hablas escriturales, entrelazadas bajo la mirada fractal, sea de una mosca o de un hacedor de la escritura que deja ir su mirada mientras la luz identifica lugares, formas, abstracciones de una memoria que discurre en su propio tiempo/espacio. No hay personajes propiamente tales, más bien y a la manera de Todorov, son actantes que asumen representación mientras quien escribe deja transcurrir secuencias discursivas para ir delineando formas, que a fin de cuentas casi ni tienen eso, final. Los textos, 28 en total, quedan abiertos en una especie de gran infinitivo, gerundio y participio (como verboides, según los formalistas rusos) que no tienen fin.
Los escritos se refractan en la luz que devuelve la imagen a un espejo (speculum) que especula sobre sí mismo al no poderse ver realmente, directamente. Es una imagendesdoblada en voces producto de la distorsión de una luz sobre la cual el autor especula 28 veces. Los temas son un pretexto para permitir desarrollar eso que realmente importa: la escritura. Unas veces el ejercicio resulta en narrativa, en otras es ensayo, en otras más, hay un desdoblamiento para teatralizar instantes, y en muchas otras, es forma pura de poesía que es el lenguaje asumido y muy bien alcanzado.
Ciertamente podríamos afirmar que la atmósfera que se construye tiene ciertos rasgos ramosucreanos (en referencia al poeta Ramos Sucre), en tanto la serie de veces que nombra al poeta Fernando Pessoa, hacen que exista un desdoblamiento en varios rostros donde Martins busca ser múltiple en su única voz.
Lo fractal, en tanto nombre, término, es en sí misma una única metáfora que se hace infinita, se curva en la luz que asoma en partes de sus escritos. Hay una melancolía, morriña, en “El amor está podrido en la respiración del mar”.
La escritura de Juan Martins en El vuelo …no tiene coordenadas que lo ubiquen en género literario alguno. Los posee todos pero a la vez, no se parecen en su conjunto a ninguno de ellos. No tienen un norte o sur, o este u oeste. Menos se orientan hacia arriba de nada. Quizás sólo quieren ir hacia lo profundo de esa nada que es el placer de escribir, de mostrarse en su plenitud, en su poiesis que construye infinitamente una larga y misma metáfora que se refracta en vuelo y deviene forma animal que acompaña posada en el hombro.
Son estas, unas imágenes que se refractan y se desprenden de un mismo y melancólico discurso que se inician en la mirada de quien las produce y las deja mientras se hacen verbo, vida, y se desplazan en cayendo, que es metáfora (meta-fero, más allá de) infinita.
(*) La Piedad, julio de 2020.
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