viernes, marzo 16, 2012

La mirada del desprecio


Lecturas de papel
En la Caracas de inicios de los años ’70 se mantenía un discreto control, por parte del gobierno del Estado, sobre los espacios de pobreza y miseria que crecían aceleradamente y amenazaban con desbordarse por calles y avenidas de las principales ciudades de Venezuela. Para disimular e impedir que se visualizaran los ranchos, uno de esos tantos gobiernos de la capital construyó por los lados de la avenida San Martín, muy cerca de la Sanidad, un largo paredón de varias cuadras. De esa manera no se podían ver ni ranchos ni las estrechas callejuelas ni mucho menos los rostros del hambre y la desolación de esos miles de venezolanos quienes merodeaban de día por las calles de Caracas. Mi padre me lo comentó y un día, mientras él se dedicaba a su trabajo como fotógrafo con cámara de cajón, yo me introduje por uno de los tantos boquetes que ya existían en esa muralla y pude ver ese otro mundo que de hecho existía y era mucho más inmenso en población.
Después, ya por los años ’80, también vi por televisión cuando llegó el papa Juan Pablo II y mientras la caravana pasaba cerca del retén de Catia, de pronto los presos sacaron sus manos y rostros por entre los barrotes de esa mazmorra de indignidad. El beatísimo fustigó al gobierno de Caldera y semanas después la cárcel implosionó y se derrumbó dejando una estela de humo y de injusticias. La cárcel fue demolida pero no desapareció ni el hacinamiento de la población carcelaria ni mucho menos la dramática situación de un sistema de justicia inmoral y de mentes marginales.
Estas dos historias, que ocurrieron no hace más de 40 años, son realidades de un drama mucho más complejo que la actual y simple diatriba política que no parece tener fin. Nos estamos refiriendo al “desprecio” y por tanto, a la exclusión y a la marginación de cientos de miles de millones de seres humanos. Y en ello tienen la principal responsabilidad, tanto la dirigencia política como el liderazgo profesional de la clase media.
Más terrible que padecer de hambre alimentaria es padecer de desprecio por el semejante y ser condenado, de hecho, a la indiferencia y la invisibilidad. Al no reconocimiento del semejante como ciudadano con derecho a existir. Consecuencia de ello, una inmensa porción de esta población no existía jurídicamente pues no tenían cédula de identidad y millones de menores de edad apenas tenían como prueba de su nacionalidad venezolana, la boleta de nacimiento que a sus madres le daban en los hospitales cuando nacían.
La actual problemática de conflictividad por la que atraviesa la sociedad venezolana no comenzó hace 13 años ni es responsabilidad única del actual gobierno del Estado. La degeneración de las instituciones del Estado venezolano hasta volverse en una práctica diaria de actuación de mentalidad marginal, ha sido un paulatino proceso de descomposición de la sociedad que comenzó hace más de 40 años y con ello, el desprecio sistemático que una élite ha mantenido sobre los más desposeídos.
Por eso considero que uno de los mayores aciertos que el actual gobierno del Estado tiene, con sus contradicciones y detractores, ha sido invertir la visión economicista y colocar la acción de solidaridad social como prioridad, y con ello darle rostro a esa mal llamada “masa social” informe e invisible que solo se “usaba” para hacer bulto en las concentraciones partidistas.
No creo que la sociedad venezolana supere con un simple cambio de gobierno la dramática coyuntura de sobrevivencia. Tampoco la condición de mentalidad marginal que ha invadido absolutamente todas las estructuras de las bases supremas que sostienen a la sociedad y al Estado: Familia, Religión, Moral y Educación. Todas ellas de contenido intangible pero que se materializan en la construcción diaria del hacer de los ciudadanos.
Pero hemos de insistir y seguir insistiendo que sólo un sistema educativo profundamente pedagógico y por un tiempo directivo, junto con un riguroso sistema jurídico fortalecido en valores, podrán vislumbrar la existencia de un ciudadano éticamente sano que pueda mostrar el rostro multifacético del venezolano que todos anhelamos ser.

(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis

1 comentario:

roger vilain dijo...

No entiendo a cuál solidaridad social del gobierno te refieres, mi querido Juan. ¿Me explicas un poco?
Un abrazo fuerte y mi amistad, como siempre.