martes, junio 27, 2006

BELLEZA




Concebida inicialmente como la relación armónica y proporcional de las cosas vivas que da placer al contemplarla, la belleza se ha mantenido durante siglos como principio inmutable que, cargada de una visión filosófico-ideológica, ha servido también para modelar una manera de existencia, bien individual como colectiva, perpetuando modelos específicos de dominación. La belleza helénica definida por Aristóteles como todo aquello que es armónico y que cumple con el principio del áureas proportionis, que matemáticamente se conoce como el principio phi, otorga medida exacta a todo ser vivo para categorizarlo y asemejarlo a la divinidad.
Siendo así por largo tiempo el concepto de belleza se aplicó siempre a los principios cercanos a lo sublime del espíritu y lo divino. Paulatinamente se evidenció un marcado sesgo político-religioso que unificaba una forma de belleza a partir de lo establecido por aquellas sociedades que se unificaban en torno de intereses comunes para perpetuarse en la dominación y defensa de sus intereses particulares y grupales.
Del concepto de belleza como lo armónico, sublime y que es semejante a Dios, se ha ido construyendo otra manera de ver la belleza desde una perspectiva diferente. Esta supone que es bello aquello que es útil, tanto individual como grupalmente. Así tenemos, por ejemplo; que un sapo será bello en la medida que sirve en los campos para controlar el equilibrio ecológico al comerse los insectos que invaden ciertos sembradíos.
Como apreciamos en estos dos conceptos sobre la belleza, no podemos menos que suponer que ésta es una razón que mueve a muchos a establecer en la sociedad modelos únicos para controlar y segregar. En ello podemos enunciar como modelos de belleza, tanto la forma como el color, el peso y la altura, así como otras de carácter moral, intelectual, religioso, político, entre una gran variedad de aspectos que, en la generalidad de las situaciones, son utilizadas para oponerse, controlar y sojuzgar al Otro diferente.
La categoría de belleza mal comprendida es una de las maneras que utiliza el hombre, tanto en lo individual como grupalmente, para someter y segregar a quienes no responden a patrones de belleza socialmente aceptados.
En lo personal me complace observa cómo en esta sociedad se ha desatado una manera nueva de construir patrones de belleza, a partir de aquello que es útil. Independientemente de los aspectos de orden ideológico-político inherente a la actividad que se desempeñe, lo singular es ser testigo de una belleza que poco a poco se evidencia, aún y en las más crudas circunstancias. Son esas manos callosas, sucias a veces, con uñas ennegrecidas y dedos recrecidos por la actividad del trabajo artesanal. Mujeres regordetas, toscas, como la amada de Don Quijote, Dulcinea del Toboso, agraciada de tanta alma y coquetería. O los rostros quemados por el sol, ora blancos enrojecidos por las horas a la intemperie, ora morenos que en la tarde parecen sombras cansadas por el trajín del día. O las voces que pronuncian un castellano venezolano que acentúa sus sílabas regionalistas y que expresan ese nuevo amol. Amo a mi gente, sea de este o de aquel otro bando político, religioso, social, racial o económico. Me tiene sin cuidado que algunos de ellos se desprecien. Esos son los menos. Son los balurdos y marginales de pensamiento. La mayoría sólo sabe que tiene y debe seguir construyendo, individual y comunitariamente su destino. El venezolano normal, sencillo y común se ama así como es: pemón o wuayú, negro o zambo, salto atrás o blanco lechoso, moreno o trigueño, pobre o rico, católico o testigo de Jehová. El venezolano que tiene conciencia de ser bello o bella, ama al Otro diferente como su igual, sin tanta pendejada de socialismo ni capitalismo, ni que se es de oposición o del gobierno.
Después de todo y más allá de los implantes y de tanta silicona en el cuerpo y en la mente, con una belleza falsa y prestada, que refleja un alma ajena a su razón más íntima de ser; es momento para reconocernos en lo que somos, al menos genéticamente: 10% de genes negros, 40% de genes europeos, y 50% de genes amerindios. Y esto último no es invento; son datos del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. La genética finalmente nos acercará y nos reconciliará con nuestro pasado. Y allí habrá que encontrar una nueva razón para aprender a ver y re-conocer tanta belleza que anida en nuestros cuerpos y en nuestras almas.

2 comentarios:

vilma dijo...

apreciar la belleza, significa ver mas alla de la piel, la nobleza del alma y corazon embellecen la figura humana, la esencia del ser vale mas que un fisico agraciado.

Juan Guerrero dijo...

gracias. también tu lectura vio un poco más allá de la piel y los huesos. cariños.