jueves, marzo 16, 2023

Una tediosa película

 



Lecturas de papel

 

Una tediosa película

 

Juan Guerrero (*)

 

Hace un par de semanas leí que unos científicos habían, finalmente, logrado doblar la línea tempo/espacial con la aceleración de unas partículas de protones. Ello supone, aunque teóricamente, que es posible regresar al pasado. Siendo así, todo aquello que hasta el día de hoy hemos supuesto como fantasía y ‘cuentos de camino’, tendrían ahora un fundamento válido de asertividad y certeza.

 

Pienso entonces que la literatura de todos los tiempos, como Don Quijote, tendría mayor valor al aceptar que Alonso Quijano, el protagonista, al creerse Don Quijote y salir en aventura por las tierras de La Mancha y más allá, pudoadentrarse en sus más íntimos deseos para especular en su pasado y alcanzar su tan anhelada nobleza caballeresca.

 

Lo mismo cuando Pirandello pone fin a su obraUno, nessuno e centomilalibro donde su personaje central se mira al espejo mientras su esposa le manifiesta cierto defecto en la nariz y penetra en lo profundo del reflejo para devenir miles de personalidades al mismo tiempo.

 

Igual en el cuento de El jardín de senderos que se bifurcan, donde Borges adelanta en varias décadas la ‘red de redes’ de esto que ahora se llama Internet. Nada, que esta película, Todo en todas partes al mismo tiempo (2022), es una puesta en escena (tipo video clip alargado), inspirada en el libro para niños, Silvestre y la piedra mágica, de W. Steig,donde la cotidianidad impone con sus anónimos personajes el eterno protagonismo de los 5 minutos de gloria (acá el film llega a los 137 cansones y latosos minutos). Demasiado metraje para una película que pudo realizarse en menos tiempo. 

 

Indudablemente que no son tanto los temas tratados (todos de manera superficial y atropellados), como la velocidad de un discurso cinematográfico muy adecuado a estos tiempos de vida acelerada. Resalto la actuación de la ya icónica,Michelle Yoah (Oscar a la mejor actriz). Finalmente logra culminar parte de una carrera que la llevó a interpretar, desde las series de Bond hasta la obra fundamental del cine asiático, El tigre y el Dragón (2000), donde debió luchar con mágicas espadas por tejados y encima de los árboles, entre hermosos vestuarios de sedaquedando incluso lesionada al herirse una rodilla. Lo cierto es que, en esta película, Todo en …, se incluye de todo y más, dentro de los recursos tecnológicos que resultan de la realidad virtual, que ahora llamamos, metaverso

 

Las fantasías de infancia y adolescencia de la protagonista,(deseos de ser intérprete de óperas chinas, actriz, luchadora de artes marciales, chef), van revelándose mientras ella (Michelle Yeoh, en el papel de Evelyn Wang), es una inmigrante china, quien, junto con su familia se establecen en un suburbio californiano para regentar una lavandería venida a menos. Ante la frustración por un inminente e intergaláctico divorcio, siente que debe enfrentarse a los miles de enemigos en defensa del mundo, sus valores y principios. Enfrentada, además, al fracaso de su negociocontra una funcionaria de hacienda (Jamie Lee Curtis, Oscar a la mejor actriz de reparto, como Deirdre Beaubeirdra, una retorcida recaudadora de impuestos.), quien terminará aflojando su dureza ante la ternura y compasión de Evelyn.

 

Creo que la película se resume en una frase del discreto y simplón esposo de la dueña de la lavandería, (Ke Huy Quan, en su papel de, Waymond Wang, como el esposo de Evelyn.Oscar al mejor papel secundario masculino), quien, casi al final del film le dice: “Seguiría contigo, aunque tenga que continuar lavando ropa y pagando impuestos.” Semejante confesión hace que toda la dinámica vivida a través de las peripecias de los encuentros/desencuentros en la red de redes de los metaversos, queden anclados en la memoria de la más absurda banalidad.

 

Esta película es una gran metáfora a la realidad virtual que ahora se nos viene encima con sus infinitas ‘verosimilitudes’, pero también con la realidad-real de lo cotidiano, presentada acá en sus distintas manifestaciones del día a día, tantas, que reafirman eso que por ahí decimos, ‘la confianza da asco’. Una vida plagada de malos gustos, sabores y olores; lo escatológico elevado a una neo estética (estética de la vulgaridad), y, por consiguiente, con su neo ética. Todo expresado bajo una escenografía alegremente colorida y mejor editada.

 

No busquemos en esta película análisis profundo porque nos succionaría o nos atraparía en el agujero negro de una ‘dona’, tal y como aparece en el film, que, no tiene un único final y sobran los temas dentro de los infinitos mundos paralelos donde el juego de la vida es una confrontación consigo mismo. Tanto en la magistral interpretación de Michelle Yaoh, como en el resto de los actores. 

 

¡Bravo! por los directores de este film, a dúo, los Daniels(Daniel Kwan y Daniel Scheinert), pasan de trabajar dirigiendo, Swiss Army Man (2016), la del fétido cadáver, para imponer en la cinematografía de estos tiempos un trabajo de gran factura, atrevido, y con un magnífico elenco.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com  TW @camilodeasis  IG@camilodeasis1  FB camilodeasis

sábado, enero 28, 2023

El guayabo de Skakira

 



Lecturas de papel

 

El guayabo de Shakira

 

Juan Guerrero (*) 

 

Hace poco más de 20 años, en un Simposio de Literatura Venezolana en Porlamar, isla de Margarita, la profesora Pilar Almoina, investigadora de la literatura oral, leyó una ponencia sobre un tema poco conocido para los eruditos y académicos vinculado al despecho amoroso. 

 

En la zona del llano venezolano se le denomina generalmente al despecho amoroso, como ‘guayabo’ aunque el término, con los años, ha alcanzado mayor dimensión. 

 

Pues bien, en dicha ponencia la profesora Almoina indicaba, que, a diferencia de otras sociedades, y específicamente en Venezuela, el guayabo se sufre, se comparte y se vive con una intensidad que lo hace particularmente original y con mucha creatividad. Para ese tiempo ella manifestaba que se estaba dando un ‘fenómeno’ como era la participación de la mujer y lo femenino en un espacio que era asumido por el hombre de manera explícita. –Lo vemos, indicaba, en los botiquines donde el hombre encuentra en las canciones que escucha en la rockola, el placer de una música que le alimenta ese sentimiento amoroso. –Pero, indicaba, es en la música donde se aprecia la participación de la mujer en temas usualmente protagonizado por hombres.

 

El respaldo de canciones, básicamente en la voz recia de hombres, encuentra en la música del llano (joropo), el alimento sentimental que sirve y da pie a la vivencia del despecho femenino. Por lo tanto, el despecho se vive, se comparte y se alimenta en un duelo que, mientras más intenso mejor. Pero resulta que ahora el despecho ha sido también asumido por la mujer, quien, de sufrirlo por décadas en la soledad de las cuatro paredes, en silencio y de manera anónima, es sacado a la calle y declarado públicamente.

 

El despecho o guayabo es una experiencia única vivida de manera excepcional por el ser hispanoamericano. Una francesa, por ejemplo, cuando finaliza una relación amorosa, por lo general, va al baño, se mira al espejo, llora, se seca las lágrimas, se lava la cara, se pinta los labios y sale a la calle sin mayor drama a seguir viviendo su vida. Similarmente lo hará una canadiense y ni se diga, una inglesa.

 

Pero una hispana, no. Eso se aprecia en la música llanera en boca de mujeres que declaran su guayabo a los cuatro vientos. O la mexicana, Paquita la del barrio, o tantas otras que han asumido con valentía semejante experiencia y la dejan plasmada en la música. No entraremos a calificar ni sentenciar sobre la actitud ni individualizar sobre el hecho en particular, de la cantante colombiana. Interesa es apreciar cómo el sentimiento del despecho ha ido escalando en la sociedad, desde los tiempos provinciales del imperio hispánico, hasta nuestros días.

 

Atrás han quedado los desencuentros amorosos de hombres despechados, que cantaban y siguen cantando sus tristezas en bares de mala muerte, arrastrando sus borracheras por las aceras hasta estos tiempos de canciones de estribillos simples y pegajosos, y donde el desarrollo tecnológico de última generación, amplifica y mundializa cualquier hecho cotidiano.

No interesa tanto que sea, Shakira, Piqué o Vargas Llosa el sujeto protagonista del despecho. Es la ‘identificación’ de un hecho cotidiano que, presentado desde la banalidad más elemental, es traducido inmediatamente por una humanidad hispana, que, en su cotidianidad, su anonimato y desde su trivialidad, vive y se sabe cercano a lo que está presenciando. 

 

Coloco el nombre del premio Nobel para que se aprecie que este hecho no tiene nada que ver con clasismo ni otro término discriminatorio. Sería interesante ver este asunto del despecho desde una óptica más trascendente y darnos cuenta, como se aprecia, que ha estado presente, como la investigadora Pilar Almoina ya lo ha adelantado, en la tradición oral venezolana y que, en los últimos tiempos, alcanza sus rasgos particulares con la presencia de lo femenino y sus tragedias. Así como Shakira vivió su guayabo y lo ‘elevó’ a niveles un tanto más estético, anunciándolo a los cuatro vientos, también Vargas Llosa, a su manera (leyendo en francés), asumió el suyo. Más refinado y quizás ‘prosopopéyico’ que el hispano guayabo de la barranquillera. Pero, al fin y al cabo, lo interesante es darnos cuenta de ciertas particularidades de estos tiempos: El despechado nunca va a estar desamparado. El mundo, ahora más entremezclado e interconectado, lo va a acompañar en su dolor. Y, sobre todo, es posible capitalizar el sentimiento del desamor desde niveles artístico literarios. Lo sabe Shakira y esperemos que Vargas Llosa, también.

 

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viernes, diciembre 16, 2022

El olvido que seremos

 



Lecturas de papel

 

El olvido que seremos

 

Juan Guerrero (*) 

 

Es grato leer un buen libro. Mejor sabiendo que ha sido escrito por alguien cercano y a quien le sigues la pista en su fluir literario, como hacedor de la palabra poética. He terminado de leer, Del olvido y otras menudencias(Madrid, 2022) libro de poesía de Golcar Rojas. Desde que le entrevisté, hace ya unos cuantos años al presente, su lucidez poética ha ido descubriendo un lenguaje muy cercano a la reflexión filosófica, a la visión intimista, lograda con una escritura directa, clara, concisa y cercana a la cotidianidad, a la mirada de las cosas intrascendentes y que están ahí, tan cerca de nosotros, como la vida sencilla que nos circunda.

 

Abandonarlo todo para entrar, despojado de toda vestimenta que sobra y acaso, estorba, en la vida de todos los días. Sentir mientras leemos, la claridad de un acontecimiento que nos estremece, nos deja en el asombro de la certeza de ser eso y nada más: despojos de la vida, simples transeúntes del presente. Olvidar el pasado y olvidar el futuro. Quedarnos en el puro instante, en este ahora que celebra el acontecimiento de lo que está vivo y fluye como ‘álamo’ que cobija “la semilla que fue”, y la ‘albahaca’ que desprende su olor para seguir existiendo. Olvidar como avatar, como demiurgo de estremecimientos que nos acercan mientras se olvidan de haber sido iniciadores, germinadores, manos que se acercaron para estrecharse en el infinito sentimiento del encuentro y la partida.

 

La de Rojas es una escritura poética de la despedida, donde se nombra el vacío que deja la ‘distancia’ y que colma el próximo encuentro. Trazar la huella de un inicio e ir borrándola mientras la cotidianidad, los actos banales de todos los días, nos dejan la imperceptible mirada en la memoria que enfoca, como ser fotográfico, la imagen de encuadres, ángulos, que captan eso que ha sido y continúa en nuestra memoria como registro vivo de una infinita historia.

 

El olvido como ejercicio de plenitud, que colma el ser para la aventura que significa el tránsito de la vida. Seguir en la vida a pesar del dolor que puede significar el cuerpo que con los años se abre a la vejez y deviene eso que nos dice el poeta: “Es necesario olvidar el cuerpo/ olvidar los tobillos los talones/ la fascia plantar/ Se trata de sobrevivir/ al cuerpo” Es tan cierto lo afirmado por Rojas, tan evidente y al mismo tiempo resulta revelador. Desde el dolor que aqueja al cuerpo por el tiempo que deteriora, poder elevarse y trascender, olvidarse de esa materia que hiere y saber que está la plenitud del presente, la ventana que abrimos para dejar entrar la bulla del día, la luz de las miradas furtivas, desconocidas, voces, rostros, pisadas que encontramos mientras disfrutamos la vida, a pesar del ahogo del tiempo que todo lo añeja. 

 

Transcribo íntegro, porque creo haber encontrado en él, el centro y sentido del libro, uno de sus reveladores poemas: Ensoñación De los sueños también/ se encarga el olvido/ En algún momento olvidamos/ Como quien despierta/ y siente que soñó/ algo de lo que no se acuerda/ Queda solo la ensoñación/ y ya no esperamos la lotería/ apenas queremos seguir/ en paz,/ El sueño es/ una nevera provista/ una cama cómoda/ un techo    Un hogar/ Limpiar la casa los domingos/ se convierte en alegría/ Olvidamos los sueños de grandeza/ de fama y fortuna/ comprendemos que no fueron/ más que sueños/ que se sueñan y se olvidan. 

 

Hacer de la cotidianidad su trascendencia ha sido tema de poetas y pensadores. María Mercedes Carranza me viene a la memoria; pero en Rojas lo cotidiano adquiere matices únicos, tan personales que se vuelven de un estilo original, con una lucidez que logra construir imágenes donde olores, sabores y saberes, otorgan plenitud a una lectura que no deseamos que termine. Las imágenes se van amontonando mientras leemos, hay un ‘vibrato’ que se siente y deja una sensación de nostalgia por un ‘tiempo/espacio’ que es irrecuperable y al mismo tiempo, sabemos que ha sido atravesado, pisado y solo el ‘olvido’ logra sanar. Esta aparente contradicción es movimiento, línea de tiempo que sigue una ruta que será, también ella, olvidada por el poeta.

 

¿Sana el olvido? Cada lector encontrará en estos poemas su particular respuesta. Cada poema es una voz que se nutre en su cadenciosa enunciación. Dice de sí mismo y a la vez, alimenta su propio olvido. Y es que el olvido se muestra desde su propia piel, porque es carne y es sangre de un cuerpo mayor. Por eso el poeta lo declara: “El peor olvido/ es el de la piel.” Es entonces, una poética de la alegría, pero también del dolor sentido en el cuerpo. Una poesía que acompaña al hombre en su propia soledad, en la celebración de los actos más intrascendentes y en la plenitud amorosa, su pasión de odiar y bendecir, para luego olvidar. 

 

Grata lectura ésta la de una escritura poética, que nos ofrecGolcar Rojas. Limpia, plena. Una voz poética densa, construida en la aventura de su vida que celebramos, y de su libro, que recomendamos.

 

(*) camilodeasis@hotmail.com TW @camilodeasis IG@camilodeasis1   FB @camilodeasis 

sábado, noviembre 12, 2022

Mala leche

 



Lecturas de papel

 

Mala leche

 

Juan Guerrero (*) 

 

El piso de la panadería lo llenaron de leche. Derramaron unos cuantos litros de los envases que estaban en los anaqueles. De manera violenta y a ‘grito pelao’ lanzaban contra el suelo, litros y más litros de leche. Se cansaron de romper envases y de empujar a los clientes, impidiéndoles su derecho para comprarlos. Eran unos pocos, creo que no más de cuatromanifestantes anti clima o algo parecido. Protestaban por los pesticidas que les dan a los alimentos que ingieren las vacas y que posteriormente, son transferidos, al ordeñarlas, a los seres humanos.

 

En fin, que en varios sitios de Londres y otras ciudades europeas se vienen presentando estos actos de supuestas protestas para llamar la atención sobre el recalentamiento global y el derretimiento de los polos.

 

Mientras veía estas imágenes pensé en los niños africanos o acá mismo en Venezuela, que no tienen nada para comer mientras en otros lugares, hacen protestas como esta que describo. En la panadería en cuestión, los presentes apenas si mascullaban (-como rumiantes) palabras incoherentes y seguían cada quien, por su lado. Apenas uno que otro aseador y el administrador del local, les señalaba la puerta para que los manifestantes se fueran. Todo muy educado y como a ‘sotto voce’. No me inquieta tanto la actitud de los mozalbetes que supuestamente protestan como de quienes les observan.

 

Se nota en ellos una tranquilidad, paciencia o indolencia ante una queja que no parece tener relación con lo que en realidad ocurre. Porque, ¿qué sentido tiene derramar una lata de sopade tomates, un puré de papas, a un Van Gogh o a un Monet, o pegarse las manos al marco del cuadro de La Maja Desnuda, en el Museo de El Prado.

 

Frente a semejantes ‘hechos vandálicos’ de estos supuestos ecologistas muy pocos en el mundo han levantado la voz. Más bien parecen, con su silencio, admitir que está bien estos atentados contra el arte, contra la cultura y contra la misma civilidad y civilización

 

Lo más insensato y absurdo de estos hechos es la protesta de unos jóvenes a quienes les dejaron por dos días retenidos en las instalaciones de uno de los museos, al quejarse porque no les permitieron ir al baño para asearse y hacer sus necesidades. Fueron dos noches a oscuras que pasaron estos manifestantes, quienes se sintieron nerviosos, antes de que el personal de seguridad llamara a la policía.

 

Los de Futuro Vegetal en Madrid fueron más al grano. Con sus caritas de ‘niños de mamá y papá’ pegaron sus manitas a las obras mientras una encargada del museo, atribulada, nerviosa y con voz quebrada, regañaba a quienes osaban filmar con sus móviles la escena. 

No sé si para impedir la propagación de la noticia o en apoyo a los chicuelos, lo cierto era que esa escena era de lo más tragicómica. 

 

Usar las obras de arte que pertenecen al repertorio de la cultura universal es un acto que, a todas luces, resulta poco civilizado y tolerable. En lo personal, no sería tanto la amonestación por trasgresión e intento de ultraje a una obra de arte, sino como lo he mencionado, la intolerable pasividad de una ciudadanía que ve como un acto ‘normal’ de protesta, el uso de la violencia (-porque obviamente lo es) para intentar destruir bienes culturales de la civilización.

 

Lo menos que se debe catalogar semejante afrenta contra el arte y la cultura es como intento de ‘crimen ecológico’ y a quienes lo permiten, por acción u omisión, en sancionarlos judicial y moralmente por permanecer impasibles y no hacer nada para impedirlo.

 

Como cosas de la ‘política ecológica’, esto que ocurre contra las obras de arte se viene ejecutando y de pronto, el mundo despierta una mañana enterándose de que en una ciudad de Egipto se reúnen algunos líderes mundiales para hablar del calentamiento global y sus secuelas. Pero nada advierten de que en sus propias narices ocurren estos incidentes. Unos hablan de preservar el medio ambiente, como el ‘carnicero’ del régimen venezolano, quien permite el ecocidio al sur de Venezuela, y, en el balneario de Sharm el-Sheikh, en el Mar Rojo, entrecruzan sus discursos de hipocresía.

 

Tal parece que estos grupos de ecologistas están unidos a ciertos dignatarios para llamar la atención, inflar la burbuja de la información, arrastrar a estos chicuelos para que peguen sus manitas a las obras de arte, tomarse unas foticos y, después, continuar con el festín de la destrucción de casquetes polares para tomar güisqui con hielo puro, deforestar bosques y selvas, como en el Arco Minero al sur de Venezuela, donde sus empresas extraen el ‘oro de sangre’ para enviar a las grandes trasnacionales.

 

Las obras de arte, hoy, indefensas, parece que no tienen dolientes. No tienen quien las defiendan de los furibundos ecologistas.

 

(*)  camilodeasis@hotmail.com  TW @camilodeasis  Ig@camilodeasis1  FB @camilodeasis

sábado, octubre 22, 2022

Noticia criminal

 



Lecturas de papel

 

Noticia criminal

 

Juan Guerrero (*) 

 

No sé en realidad si lo soñé o fue tal vez que entre tanta noticia que uno lee o le comentan, lo supe o mi memoria lo bloqueó para no traerlo a este tiempo del presente de todos los días. –La vejez tiene algo bueno, me digo; uno olvida mucho. Sobre todo, aquellas imágenes que perturban la vida.

 

Lo cierto es que la mujer estaba encaramada en medio de la pasarela (especie de puente peatonal) en la vía principal del sector El Cujíal oeste de Barquisimeto, en la Venezuela de la desesperación y el terror cotidiano. Tenía en su mano derecha un pedazo de vidrio de una botella que recién había partido contra el suelo. Con él comenzaba a desollar al pobre perro que minutos antes había atropellado un irresponsable conductor.

 

El espectáculo es dantesco, pútrido, atroz y doloroso. Ella está de rodillas como si comenzara a rezar antes de iniciar el rito del desmembramiento de ese anónimo ser. Aun se nota al perro con algún signo de vida, mientras por su hocico sale sangre, también por su nariz y por una oreja. Ella lo revisa y busca las partes donde imagina que pueda haber más carne y entonces hace un primer corte. Lo va despellejando poco a poco. No es un jaguar que sube al árbol para comerse a su presa mientras está alejado de los otros predadores. Es la escena moderna de una mujer que se lleva a un perro que acaban de atropellar hasta lo alto de un puente, alejada de las miradas indiscretas.

 

Veo dos jóvenes que, subiendo las escaleras, se percatan del dantesco espectáculo. Gritan. Alertan a otros que están debajo de la pasarela. Otros suben para observar. Ninguno se atreve a detener a la improvisada carnicera. Ella corta un pedazo y prueba. Sacia en algo su hambre. Hay un breve momento donde nadie dice nada. Todos quedan inmóviles viendo semejante rito del más primitivo instinto de supervivencia. 

 

Las personas se miran incrédulas mientras ella sigue de rodillas tasajeando el cadáver. Llamen a la policía! Se escucha de pronto. Casualmente estaban de ronda varios de ellos. Dos policías suben la pasarela y se acercan a la mujer. Conversan con ella. Extrañamente se notan apacibles mientras ella intenta continuar. Los minutos se alargan en una difusa cámara lenta donde las miradas, la languidez del rostro de la mujer y los policías, conforman un cuadro, una escena surrealista. Son tres seres humanos arrodillados que se suplican, junto al cadáver de un perro. Dos que buscan convencer, suplican, ruegan, mientras ella, con el pedazo de vidrio en mano, suavemente corta pequeños pedazos y los ingiere. Detrás, a los lados, los parroquianos solo observan y se miran

 

En la parte baja de la avenida se aglomera más gente. Los comentarios construyen historias diversas. –Es la mujer que anda por el barrio vagando, que no tiene qué comer. No! Ella tiene problemas psiquiátricos. –Yo la vi la otra noche comiéndose un gato. –No está bien de la cabeza.

 

Los policías logran convencerla y al rato bajan con ella. Despejan la vía, retiran el cadáver y quitan los pedazos de vidrio. En mi imaginación la veo de espaldas. Encorvada, sucia, con su cabello hecho jirones, esquelética. 

Entonces todo vuelve a la normalidad en un país de absoluta anormalidad. Un país de suspenso, un espacio donde todo es posible que suceda. Donde lo increíble, lo inesperado puede asomarse en cualquier esquina. 

 

Estos son los signos de la desesperación. El despertar de los instintos de la sobrevivencia. Una población que ya está instalada en el ciclo instintivo, primario. 

 

-¡Es que el hambre tiene cara de perro! Le escucho murmurar a uno que vio eso que ocurrió allá arriba, en la pasarela. Ahora vuelvo a pensar si esto lo soñé, lo imaginé, lo viví o lo leí en una noticia. No lo sé y mejor es que no revise más información por el resto del día.  

 

(*) camilodeasis@hotmail.com  TW @camilodeasis  IG@camilodeasis1  FB @camilodeasis