sábado, septiembre 17, 2011

Rancho mental


La marginalidad es, fundamentalmente, un estado mental. J. G.

La proliferación de ranchos como consecuencia de invasiones a terrenos que hasta hace poco tiempo permanecían solitarios y muchos de ellos sin mayor mantenimiento por parte de sus dueños, bien privados como públicos, es consecuencia directa del estado mental que se ha instaurado en aquellos ciudadanos, bien por carencias alimentarias, socioeconómicas y educativas, y en otros, por la desnaturalizada tendencia a la práctica política del populismo y la demagogia, trayendo como consecuencia el “estado de marginalidad absoluta”.
En este sentido son marginales quienes sin tener acceso a los bienes de consumo básicos ni medios para obtenerlos, se lanzan a la aventura de instalarse en cualquier rincón donde exista una porción de tierra para construir su barraca. Y también lo son, con mayor responsabilidad, quienes teniendo acceso a esos bienes y a ciertas posiciones de poder político y económico, incitan a semejante atentado, junto con los traficantes de la pobreza, quienes esperan más adelante apoderarse de esos terrenos pagando ínfimos precios a los invasores.
No justificamos en modo alguno esta práctica. Intentamos comprender a quienes, por razones humanas y de sobrevivencia, están urgidos por obtener una vivienda digna. Sin embargo esta práctica de invasiones y construcción de ranchos tiene, más allá de los aspectos superficiales que pudieran explicar (-a nuestro modo parcialmente) esta actuación, una única razón: falta de educación entre los ciudadanos.
Unos, los desposeídos injustamente de sus más elementales derechos humanos, que son violados diariamente por un Estado impúdico y “alegre”, y que, salvo su sagrada existencia, no tienen nada. Mientras que por otro lado, ese mismo Estado, a través de sus líderes, quienes incitan de manera abierta y descarada, desde hace más de cuarenta años, a una práctica casi natural de apropiación indebida de bienes públicos y privados. En unos y otros prevalece por igual la misma mentalidad marginal. Y esto porque el Estado, a través del gobierno, invade también: terrenos, fincas, industrias, factorías, talleres. Por tanto, la figura del rancho, como imagen mental que se proyecta en realidades concretas, es precisamente esa y no otra. De esta manera conocemos desde hace años las denominadas “soluciones habitacionales”. Eufemismo que proyecta la exacta figura del rancho, sólo que presentada pintada y remozada. Las dimensiones espaciales de esas estructuras para seres humanos continúa con la práctica que socialmente se aprecia en la vida de un rancho: hacinamiento y promiscuidad.
Para los desposeídos no tiene mayor importancia la estética socialmente aceptada: es bello aquello que muestra armonía en sus volúmenes, sino aquello que en su momento es útil para la sobrevivencia. Así, cualquier cartón, madera o plástico funcionan como pared o techo. Lo importante es “estar”, permanecer y dar lástima. De eso muchos desposeídos se alimentan mientras esperan al dirigente que está buscando cómo hacerse de unos votos para su partido mientras los miserables son mostrados en las más diversas formas del desamparo humano.
El rancho como estructura material, física, es sólo la superficie de una hondura mental que desde hace mucho tiempo se ha instalado en la estructura mental de cientos, miles, millones de venezolanos y que se expresa en modos particulares de realizaciones: “rancho autopista”, “rancho soluciones habitacionales”, “rancho escuelas”, “rancho hospitales”, “rancho cárceles” (-reflexiónese sobre el modelo arquitectónico casi idéntico de estas tres últimas estructuras) entre un significativo número de estructuras que se vinculan con la mentalidad estrecha, casi palúdica, de quienes han estado impulsando este tipo de desarrollo social. De esa estructura mental (rancho) que tienen instalado muchísimos políticos y empresarios, sólo podemos esperar eso: respuestas efectistas y demagógicas que responden a los momentos, a los instantes, como parches de un inmenso tumor social que ya se hace imposible seguir ocultando.
Sabemos entonces de presidentes, ministros, gobernadores, alcaldes, jefes militares, jefes civiles, diputados, industriales, entre tanto “roba pantalla” que durante años han alimentado esta práctica. Más aún, la extendieron hasta las mismas aulas de clase: facilismo del estudiante y del docente, dejadez, escasa rigurosidad académica y descuido del sentido ético del trabajo y vocación de servicio comunitario.
Este pensamiento y actuación del rancho mental imposibilitan la definitiva erradicación de la práctica de las invasiones y la proliferación de la ranchería en nuestra sociedad. Peor aún, no será posible en este cortísimo plazo eliminar esta práctica por una sencilla razón: pronto habrá elecciones y estás se ganan con votos. Por lo tanto, los desposeídos significan votos, y así son vistos por los oficialistas y opositores, no como seres humanos, y en consecuencia será siempre en otro momento que se atienda esta situación. Pero como entre los minusválidos mentales políticos de este país no existe voluntad política ni capacidad gerencial, todo se quedará para “después”
La única manera de revertir, de transfigurar el rancho mental está en un riguroso, directivo y ético-estético proceso educativo centrado en valores, de manera sistemática, académico y con vocación de servicio social y mística de trabajo.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis

1 comentario:

Liliana Lima Pérez dijo...

Excelente exposición de una realidad. Totalmente de acuerdo contigo, la educación fortalece a las sociedades.