Lograr que todos los venezolanos tuviéramos derecho al voto universal y secreto, ya a mediados del siglo pasado, fue una lucha que involucró la participación, no sólo de quienes lideraban los movimientos políticos de aquellos tiempos, también la participación decidida de la población, y muy particularmente la configuración de un movimiento de mujeres quienes exigían la igualdad de derechos.
Quizá el mayor aporte que la práctica de votar tiene para la cultura política del venezolano se debe a la vinculación de ésta con la libertad. De ahí que tanto libertad como votar están indisolublemente adheridos a la cultura democrática del ser venezolano. Eso ha sido el aporte más trascendental de un sistema de vida que tiene poco más de 50 años ininterrumpidos de la democracia en el hacer cotidiano nacional.
Por eso la misma palabra democracia adquiere en el lenguaje común del venezolano un sentido de pertenencia a su lugar de origen. Lo vincula con los actos más nobles de su vida, como el compartir con su semejante, como el convivir con el Otro-diferente, como la libertad para hablar en voz alta, clara y diáfana todo lo que le venga en ganas, esté donde esté. Por eso sabemos de la altisonante voz del maracucho o del oriental. Más reposada pero al mismo tiempo reflexiva voz del andino o intimista aquella del llanero. Como quiera que sea, es la misma voz que expresa la libertad de vivir en democracia en los actos más sencillos de su vida.
No hay, por lo tanto, actividad política que llame más la atención que esta que vivimos hoy: la de ejercer en libertad el derecho a votar. Cuando el pueblo venezolano se prepara para ejercer ese derecho, hasta el mismo presidente de la república tiembla. Los candidatos, quienes están en la logística, quienes apoyan en la difusión de la propaganda. Todos, absolutamente todos entran en temores porque saben que la población rasa y llana se prepara para votar. Es decir; espera hasta el último minuto para decidirse por quién votará. Por eso en Venezuela las encuestas siempre tienden a equivocarse. Al venezolano nadie le conoce su voto. Es lo más secretísimo que tiene. Te puede decir que votará por éste o aquél candidato, pero cuando está frente al tarjetón (-ahora le llaman pantalla) escoge a quién más le conviene, tanto a él como a su compadre o comadre del alma.
Diríamos que en esto el ser venezolano es lo más político que existe. Tanto así, que siempre está por delante de sus dirigentes. Los políticos venezolanos de este momento se pusieron las pilas en el último momento, mientras la población estaba resolviendo, en el día a día, sus problemas más trascendentes. Al pueblo venezolano no le interesa tanto si el dólar esta alto o bajo, sino que le solucionen el problema de seguridad. Al pueblo venezolano no le interesa tanto si el petróleo se vende o no, sino que le solucionen el problema de la luz y del agua. No es tan importante para el pueblo venezolano si la guerra y la pobreza en otros países del mundo son graves o no, sino que existan alimentos y su poder adquisitivo les sirva para comprar. La felicidad del pueblo venezolano no depende tanto del Producto Interno Bruto (PIB) sino que todos tengamos nuestras necesidades básicas cubiertas y además, protegidas.
Los políticos deben estar medianamente tranquilos porque la gente saldrá a votar cuando terminen, las amas de casa, de preparar el desayuno, lavar, planchar, hablar con la “comae”, hacer las compras en el mercado. Mientras tanto, la gente busca divertirse y saber que este día es un momento para el compartir, para ver la televisión y hacer sufrir un poquito a esos candidatos que tienen nariz de pinocho.
(*) twitter@camilodeasis camilodeasis@juanguerrero.com.ve
Quizá el mayor aporte que la práctica de votar tiene para la cultura política del venezolano se debe a la vinculación de ésta con la libertad. De ahí que tanto libertad como votar están indisolublemente adheridos a la cultura democrática del ser venezolano. Eso ha sido el aporte más trascendental de un sistema de vida que tiene poco más de 50 años ininterrumpidos de la democracia en el hacer cotidiano nacional.
Por eso la misma palabra democracia adquiere en el lenguaje común del venezolano un sentido de pertenencia a su lugar de origen. Lo vincula con los actos más nobles de su vida, como el compartir con su semejante, como el convivir con el Otro-diferente, como la libertad para hablar en voz alta, clara y diáfana todo lo que le venga en ganas, esté donde esté. Por eso sabemos de la altisonante voz del maracucho o del oriental. Más reposada pero al mismo tiempo reflexiva voz del andino o intimista aquella del llanero. Como quiera que sea, es la misma voz que expresa la libertad de vivir en democracia en los actos más sencillos de su vida.
No hay, por lo tanto, actividad política que llame más la atención que esta que vivimos hoy: la de ejercer en libertad el derecho a votar. Cuando el pueblo venezolano se prepara para ejercer ese derecho, hasta el mismo presidente de la república tiembla. Los candidatos, quienes están en la logística, quienes apoyan en la difusión de la propaganda. Todos, absolutamente todos entran en temores porque saben que la población rasa y llana se prepara para votar. Es decir; espera hasta el último minuto para decidirse por quién votará. Por eso en Venezuela las encuestas siempre tienden a equivocarse. Al venezolano nadie le conoce su voto. Es lo más secretísimo que tiene. Te puede decir que votará por éste o aquél candidato, pero cuando está frente al tarjetón (-ahora le llaman pantalla) escoge a quién más le conviene, tanto a él como a su compadre o comadre del alma.
Diríamos que en esto el ser venezolano es lo más político que existe. Tanto así, que siempre está por delante de sus dirigentes. Los políticos venezolanos de este momento se pusieron las pilas en el último momento, mientras la población estaba resolviendo, en el día a día, sus problemas más trascendentes. Al pueblo venezolano no le interesa tanto si el dólar esta alto o bajo, sino que le solucionen el problema de seguridad. Al pueblo venezolano no le interesa tanto si el petróleo se vende o no, sino que le solucionen el problema de la luz y del agua. No es tan importante para el pueblo venezolano si la guerra y la pobreza en otros países del mundo son graves o no, sino que existan alimentos y su poder adquisitivo les sirva para comprar. La felicidad del pueblo venezolano no depende tanto del Producto Interno Bruto (PIB) sino que todos tengamos nuestras necesidades básicas cubiertas y además, protegidas.
Los políticos deben estar medianamente tranquilos porque la gente saldrá a votar cuando terminen, las amas de casa, de preparar el desayuno, lavar, planchar, hablar con la “comae”, hacer las compras en el mercado. Mientras tanto, la gente busca divertirse y saber que este día es un momento para el compartir, para ver la televisión y hacer sufrir un poquito a esos candidatos que tienen nariz de pinocho.
(*) twitter@camilodeasis camilodeasis@juanguerrero.com.ve
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