viernes, mayo 31, 2013
Entre togas y birretes
Los académicos, junto con los intelectuales y los creadores somos la consciencia crítica de una sociedad. Si bien pueden existir algunos de ellos que en momentos se adhieren al gobierno para argumentar falsedades, que no pueden ser soportadas por la razón y la lógica, la consciencia cultural de un pueblo se fortalece siempre por el aporte de quienes sí ejercemos con dignidad este oficio.
Los falsos académicos, los intelectuales colaboracionistas y los comisarios de la creación quedan al descubierto cuando ya no pueden seguir defendiendo lo indefendible y recurren a la mentira y el engaño.
El país decente los conoce y sabe de sus andanzas. Desde hace 14 años a la universidad republicana, democrática, autónoma y popular se la ha querido intervenir para silenciarla. Otros gobiernos optaron por soluciones drásticas y bárbaras, allanando sus aulas y centros de investigaciones.
Desde hace unos años este gobierno mal llamado socialista ha querido intervenirla utilizando una estrategia miserable y del más primitivo fascismo: cercarla presupuestariamente.
La restricción presupuestaria no solo alcanza a los precarios sueldos del personal universitario –servicio, administrativo y docentes- también a la misma esencia del Alma Mater: la investigación, la extensión y la docencia.
Las proyecciones de las universidades más avanzadas en esta materia (ULA, USB, UCV, UDO y UC) indican que de seguir esta restricción presupuestaria, dentro de 5 años ya no será posible hacer investigación de primerísimo orden en Venezuela.
Para 2012 Venezuela descendió del puesto 6 al 7 por debajo de Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia y Cuba, en el área de investigación aplicada. En nuestro país, de los centros de investigaciones ubicados en las universidades, se genera el 98,7% de la investigación como aporte a la construcción de la sociedad del conocimiento, traducido en proyectos y estudios que se aplican en provecho de la producción nacional.
Por su parte, los aportes para el desarrollo de actividades extensionistas –vinculación universidad con la comunidad- se han reducido a menos del 1% del presupuesto universitario. Eso hace prácticamente imposible generar actividades de acompañamiento con las comunidades, en las áreas socioculturales (deporte, cultura popular, asesorías académicas).
Mientras las áreas de investigación y extensión ven reducidos los aportes del gobierno nacional, la docencia universitaria –de aula, laboratorio y escenarios deportivos y artísticos- apenas sobrevive con el mínimo aporte. Los docentes en la generalidad de las situaciones, tienen que proveerse –ellos mismos o pidiendo colaboración a los estudiantes- para comprar marcadores, borradores y otros insumos pedagógicos.
Estas son, de una manera muy general, las urgencias que en la actualidad atraviesa la academia venezolana. Mencionando además, los riesgos que deben asumir, tanto docentes, estudiantes y el personal administrativo y de servicios, frente a la pavorosa inseguridad que mantiene en zozobra a la comunidad universitaria venezolana. Mencionar ejemplos es rayar en la trivialidad.
El acoso presupuestario del gobierno, acentuado desde hace 5 años, responde a una calculada estrategia para intervenir las universidades sin usar la fuerza bruta del allanamiento militar-policial.
Utilizando el cerco presupuestario está jugando al cansancio y abandono de los docentes, por los miserables sueldos que en la actualidad les mantiene. Es una vergüenza, una vulgaridad y una afrenta a la misma condición humana, como este gobierno fascista, marginal, inepto, corrupto y corruptor, utiliza a miembros de la misma comunidad universitaria, quienes, designados como ministros para el área universitaria, se prestan para servir de ejecutores de una solapada intervención.
Tristemente la mayoría de estos ministros han salido de las aulas de la más prestigiosa y tradicional universidad, la Universidad Central de Venezuela. Duele decirlo, pero es la realidad. Sus mismos compañeros de aula, más de una vez casi les han tenido que suplicar para que atiendan los urgentes requerimientos y evitar las decenas de cierres técnicos que han debido enfrentar la casi totalidad de las universidades republicanas, democráticas, autónomas y populares.
Nada justifica los miserables sueldos y salarios que devengan los universitarios en la Venezuela “bonita” del eslogan socialista del siglo XXI. Los universitarios también somos pueblo que hemos accedido, por sacrificio y empeño, a decantar nuestros saberes. Tenemos derecho a un trato digno, justo en nuestros salarios, así como en el presupuesto para el funcionamiento de nuestras casas de estudio.
Universitario que se mantenga en silencio frente a esta amenaza de intervención, se hace cómplice de este gobierno neoliberal, clasista y fascista.
(*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis
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