viernes, mayo 31, 2013

¡Croac, croac!

Por estos tiempos tener dignidad, principios y virtudes es poseer una veta de oro entre las manos. La grabación escuchada donde se aprecia la aparente voz de Mario Silva, presentador de televisión y connotado defensor del régimen, no nos sorprende más allá del agregado que trae saber que para sus oyentes de medianoche, era una creíble voz por donde hablaba, de vez en cuando, Hugo Chávez. En su momento hubo otras denuncias, las que hicieron Aponte Aponte y Velásquez Alvaray. Tristemente no pasó nada! Esta puesta en escena de Mario Silva trae un agregado que sí debe estar haciendo ruido, y mucho, entre la dirigencia del Psuv y el gobierno. Lo decimos porque este operador político tiene credibilidad entre la denominada “tropa” chavista. Por años ha sido la voz oficial del difunto presidente, a quien las bases obedecían rodilla en tierra. Comienza a causar un terremoto emocional entre quienes seguían a pie juntillas las reflexiones sesgadas de este personaje que, por lo afirmado en la grabación, responde más a un gobierno extranjero que a sus pares en el gobierno. Triste por quienes desde hace años creían que lo dicho en su programa respondía a lineamientos directos del comandante supremo. Ahora se percibe un silencio sepulcral, un lloriqueo íntimo y una rabia contenida en los cientos, millones de convencidos chavistas, que desde la soledad de las casas del Psuv en todo el país, no saben a quién seguir. Eso ocurrió cuando la debacle de Acción Democrática y Copei, y después con el llamado “chiripero”. Gente que quería creer y seguir a un líder y de la noche a la mañana se vieron en la total horfandad., desilusión, desprecio y soledad. Esta gente, la misma gente que por años militó en los viejos partidos son estos venezolanos defraudados quienes cargan ahora con su cruz a cuestas. Un pesado fardo donde están las deudas por cancelar, los préstamos, la escasez de alimentos, y una inmensa, descomunal inseguridad, tanto personal como financiera, sociosanitaria y educativa. La realidad de estos venezolanos, los más humildes, los siempre desamparados, junto con sus leales dirigentes de base, es que andan sin saber qué hacer. Sus flamantes líderes del gobierno y del Psuv se han desdibujado y otros comienzan a diluirse, camuflajearse. Incluso algunos tienen a sus familiares fuera del país a buen resguardo. Habría que anotar además, no sé a favor o en contra de quién, que mientras se escuchaba la grabación –por casi una hora- el gobierno no interrumpió el programa y además, Conatel ni se inmutó cuando el denunciante dejaba salir su ejercicio coprolálico en horario “todo usuario”. Para más conmoción, al descalificar a sus propias camaradas, -como Cilia Flores- deja entrever un desprecio por la inteligencia de la mujer venezolana, en una clara muestra de su misoginia, trasmutada quizá por el otro senil barbudo comandante y mentor ideológico. De este ejercicio de un hacer político, donde ambos bandos tienen mucho que perder, queda un sabor amargo entre los ciudadanos moralmente sanos, formados en la tradición de la cultura del respeto al semejante, quienes no podemos aceptar ni ser partícipes de un río de lodo y estiércol, donde unos pocos quieren arrastrar a la mayoría de ciudadanos decentes de este maltrecho país. Es odioso, denigrante y una manipulación tener a gran parte de la opinión pública nacional por casi dos días esperando una declaración, para después venir a presentar una grabación de voz, para usar la información cual “show” cargado de sensacionalismo. Eso es políticamente una irresponsabilidad para con los venezolanos serios y moralmente formados. Es tiempo de insistir, insistir y volver a insistir –hasta más allá de la saciedad- que es urgente diseñar un sistema educativo que forme a venezolanos en valores, principios y prácticas de vida, que incluyan a todos. Hemos afirmado –desde mediados de los años ‘80s- sobre la gravedad de deslizarnos en una convivencia social signada por la marginalidad. Eso ocurrió y ahora todas las instituciones del Estado son parte de esa aberrante práctica. Y me refiero no a la marginalidad alimentaria, sí a la más grave: la mental, esa de la consciencia. Quizá las universidades sean todavía los pocos, escasos reductos donde la dignidad y pasión por la búsqueda de la verdad, sean horizontes que muchos buscan alcanzar. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis

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