lunes, julio 02, 2012

Cultura light

Lecturas de papel
Que sea este uno de los tiempos donde el ser humano ha sido sometido a la mayor avalancha de información, es una realidad que muy pocos cuestionan. Tanta información hace imposible que se pueda estar al día con la serie de lecturas que permanentemente se muestran. Ya incluso se ha demostrado la imposibilidad de poder acceder a toda la información que constantemente se genera. Por eso siempre será mejor concentrarse en una lectura que permita ampliar la visión sobre la totalidad de la vida y sus infinitas experiencias que aporta. El maestro Ángel Rosenblat, quien inició los estudios modernos de filología en nuestro país, advertía que siempre regresaba a las orillas de Don Quijote para entender el entorno idiomático donde estaba viviendo. En esa lectura encontraba resumida toda la cultura del hombre hispánico universal. Y será en los textos antiguos donde la palabra revelada muestra siempre la misma realidad humana, aunque particularizada con los acontecimientos de un momento histórico concreto. No son “muchas lecturas” lo que permite hacernos de un conocimiento profundo sobre la vida y sus circunstancias. Es siempre la lectura de un mismo texto, que sabemos trascendente, lo que nos permitirá la constante reflexión para trascendernos como seres cotidianos. Por eso llama la atención aquellos seres que indagan, buscan y leen cualquier texto y sobre todo, el último libro salido al mercado. Es más una tendencia a querer sentirse “al día”, estar en el último comentario sobre un autor, libro o tema, que leer reflexiva y significativamente un libro, aunque esto le lleve un mes, un año o toda la vida. Es igual a quienes constantemente andan de viaje buscando el lugar más apropiado para reposar su alma. Después de tantas vueltas siempre regresamos al lugar exacto de donde partimos: nosotros mismos. Es igual en la lectura, siempre regresamos a nuestros viejos libros: los textos donde sabemos, siendo lectores independientes y fluentes, que se resume la vivencia de la humanidad. Y será en los nuevos libros donde se encontrará la misma palabra siempre renovada y silenciosa, que nos ofrecerá en sus registros metáforo-simbólicos, las claves para acceder a un discurso que otorgará a ese idioma y a ese hombre, el sentido de vida que requiere para entenderse como existencia y como homo sapiens. Es bueno leer y variar lecturas. De hecho muchos lo hacemos. Lo trágico de este acto es confundir los cientos de miles de millones de estructuras informativas con realidades comunicativas significativas y peor aún, con literatura. Además, existe la pretensión en algunos, de creer que al leer determinado libro, ya se está en capacidad de discernir en una mesa de auditorio sobre la obra de un autor. Generalmente se confunde la obra con la vida del autor, y como esto último es más sencillo, se termina hablando sobre las nimiedades de su vida y sus posibles “infidelidades literarias” Sin embargo no deja der ser interesante que una persona lea. Nos referimos a la intencionalidad en la lectura “ligera” (light) de fácil reflexión y que básicamente se accede en estructuras cibernéticas, como la Internet. Esa manifestación en lecturas ligeras lleva al individuo a una reflexión igualmente ligera y a un discernimiento sustantivamente ligero y finalmente, a la fijación de ideas pobres, fáciles y quebradizas en el intelecto de un individuo que se acostumbra a una existencia superficial que fácilmente será movido por circunstancias intelectuales cambiantes que le estarán cuestionando su sentido de existencia. Esto porque no posee bases sólidas, ni historia cultural que le permita soportar este mundo que a cada instante se contrasta y exige reflexiones profundas para entender los cambios tan vertiginosos que se están realizando en el entorno social, económico, religioso, educativo, espiritual, idiomático y literario. Las mentalidades desarraigadas son quienes tienden a sentirse “bien” en una cultura light. Esto porque sencillamente viven al día, tanto filosófica, como espiritual y literariamente. Únicamente les atrae el sentido de lo perecedero. Eso que a la vuelta de la esquina dejará de tener vigencia por obsolescencia. Es un horror a lo viejo, a lo antiguo. Y el futuro no les importa porque sienten que está demasiado lejos. Pero tampoco el presente se acepta por su aterradora visión de sinuosas y gelatinosas realidades. Son apenas instantes que se cuentan en fines de semana y altas madrugadas las que adquieren y dan sentido. De allí toda lectura que evada, que pueda construir sin muchas reflexiones y de estructura lineal. Por eso resulta cuesta arriba estar estructurando modelos culturales innovadores, que ofrezcan sentido de socialización si de todas maneras tendrá una efímera duración en la realidad de una sociedad que mantiene entre sus miembros a individuos, muchos con decisiones sobre otros, quienes poseen una débil formación educativa que les impide comprender la trascendencia de la cultura, entendida como la única realidad que da sentido a lo que somos como especie humana. (*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis

1 comentario:

Cinzia Procopio dijo...

Juan, maravilloso artículo. Y encuentro otro elemento, no sé si llamarlo "enemigo" de estos tiempos: ese ritmo tan escandalosamente rápido con el que se pretende vivir. La prontitud con la que asumimos todo, la inmediatez con la que tomamos decisiones sin apenas haber hecho las pausas necesarias que implican el pensar, el sentir... Una imposición de algo o de alguien que no permite estar en ese espacio necesario para la contemplación de los hechos, de las cosas, de la belleza, de los ánimos caídos. Terrible vivir sin llegar al fondo, en un nivel muy superficial, como autómatas. Y la lectura, la buena lectura, requiere de pausas, de reposo...