sábado, octubre 15, 2011

Mentalidad autoritaria


Uno de los oficios más despreciables de la humanidad es, sin duda alguna, la feroz y deleznable tarea de ser militar. Desde siempre la imagen del militar ha estado vinculada con la mentalidad autoritaria. Y eso es así porque el militar representa en sí mismo la violencia inminente que anuncia la fuerza bruta de quien no ha traspasado el umbral de la caverna. Muy a su pesar seres superiores, como Alejandro Magno, Julio César, Aníbal, Bolívar, Washington, San Martín, entre otros, debieron asumir ese oficio para adecentarlo y mostrar desde ese mismo ángulo cuánta maldad y atraso representa, no tanto el ser militar como la mentalidad autoritaria. Y esa es una actitud que en nuestra sociedad continúa cultivándose, aún y en quienes se dicen demócratas, socialistas y adelantados progresistas.
De la mentalidad autoritaria de militares pasados como de los presentes nada bueno puede esperarse, a no ser esa caprichosa actitud de creerse destinados por alguna conciencia superior, para supuestamente proteger al pueblo de algún enemigo, generalmente inventado. A nuestro modo de ver los militares son unos “boy scouts” que se tomaron demasiado en serio su trabajo hasta castrar su capacidad de eros y restarse inteligencia para solucionar, por lógica racional, la cotidianidad de la vida en comunidad. Singular semejanza adviene con los “políticos prácticos”. Es esa porcina neurona que subyace al fondo de la mentalidad autoritaria. Ella permanece latente y se continúa cultivando en el presente. Lo podemos observar en cada esquina, en cada plaza, en cada pueblo, en cada escuela, donde esos especímenes han marcado sus nombres. Incluso hasta en nombres de agrupaciones artísticas. Cada plaza en nuestro país, por lo general, lleva el nombre de un prócer –militar- quien generó muerte y destrucción. Cada esquina, calle, avenida importante de este país lleva el nombre de un caudillo. Por los cuatro costados de esta nación se observan los rostros adustos, rígidos de esos ejemplares que lo pueblan todo. Quienes aún continúan gobernando la mentalidad autoritaria del Poder de esta república. Pareciera que en Venezuela sólo los militares, con su mentalidad autoritaria, han trascendido por su heroísmo para merecer el bronce eterno. Después de ese lugar de preeminencia de los bárbaros militares se ubican los políticos.
Ellos se afianzan en el Poder del Estado por la astucia que otorgan las intrigas palaciegas. Esa otra manera del autoritarismo, un poco más depurada, menos salvaje pero hipócrita y cínica, que es el submundo de la actividad del civil con mentalidad autoritaria.
Alguna vez he soñado con una esquina que lleve por nombre Juan Félix Sánchez. Una calle sinuosa con el nombre de Jesús Sevillano o Soledad Bravo. O apenas una plaza toda cultivada con capachos, que lleve por nombre Mi Venezuela, como esa canción. O alguna de las tonadas de Simón Díaz en una plazoleta o auditorio. Una avenida llamada Humberto Fernández Morán o Salvador Garmendia o Alirio Díaz Teresa de la Parra o Cruz Diez. Quizá tanto mejor honrar al héroe mientras está vivo. Porque héroes reales lo son aquellos que afirman la paz, la bondad y la riqueza espiritual de los pueblos, como Jacinto Convit o el Hermano Ginés. La única manera de borrar de la faz de la tierra esa bárbara manera de actuar en la vida, sea civil como militar, que es la aberrante mentalidad autoritaria, es un sólido proceso educativo que afirme la convivencia y el compartir con el Otro-diferente, en paz, armonía y compasión. Alguna vez alzaremos los rostros de esos seres extraordinarios de la paz. Realizaremos estatuas y bustos de los verdaderos y únicos héroes: médicos, sanitaristas, deportistas, científicos, galeronistas, novelistas, poetas y dramaturgos, como Cabrujas. De filósofos, como Juan Nuño y García Bacca… o el sagrado nombre de un clásico decimista, como Chelías Villarroel.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis

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