sábado, julio 16, 2011

PRAN


La nuestra es una sociedad que no sólo es violenta en cuando a sus maneras de relacionarse físicamente, también lo es en cuanto al uso de un lenguaje que le sirve para reforzar esa violencia que día a día imprime en sus actos la marca de una sociedad altamente agresiva. En este sentido valdría la pena transcribir parte de un trabajo realizado por un grupo de mis estudiantes, hace varios años, quienes al estudiar el lenguaje entre policías y antisociales, se encontraron con los siguientes hallazgos: Antisocial: “-Pendiente que vienen los power ranger y segurito se enamoran de nosotros esos m…” Policía: “-¿En dónde viven y qué hacen aquí? Se montan en la patrulla y no digan nada” Antisocial: “-No me monto polque yo no he hecho nada, ¡Ojo!”. Policía: “-Entonces qué haces aquí? Tronco ‘e rata!, sarnoso. ¿Qué están esperando? ¿A quién van a desvalijar pa’ compral sus dulces? Antisocial: “-Eso no es peo de ustedes, payasos. Vayan pa’ un cilco a ver si consiguen real extra, brujas” Policía: “-Ah! Te la das de alsao. Vamos a ver quién te va a soltar. Vamos pa’ tu cueva. Rata pelúa”.
Como se puede observar en este diálogo, es similar la forma como se comunican, tanto antisociales como policías. Mientras en los primeros se muestra una especie de “locura moral” y en consecuencia la estructuración de un lenguaje cuyos códigos obedecen a una moral que aparece al margen de toda norma socialmente aceptada. Por su parte, el lenguaje mostrado por los policías (custodios de la moral y las buenas costumbres) bordea los límites mismos de esa moral que han jurado proteger. Es un lenguaje que de tanta cercanía con la de los antisociales deviene sumatoria de un léxico que afirma en la práctica la violación de esa moral y buenas costumbres dadas en resguardar. Por tanto, se intenta detener la violencia con el mismo tipo de violencia usada por los antisociales.
El discurso de la Ley, en boca de los policías, es básicamente un discurso de la agresividad, de un tipo de violencia amparado por normas y procedimientos, a más del uso de todo tipo de armas y sobremanera, un lenguaje que muestra procederes cargados de códigos donde el insulto y la degradación de lo humano están en la “punta de la lengua” de los garantes de la Ley y el Orden.
Por su parte los antisociales mantienen una carga idiomática que permanentemente se debe estar construyendo. Esto porque necesitan estructurar maneras de comunicación cifradas para no ser detectadas por los policías. Merece la pena indicar que entre la población venezolana, más de un 40% se encuentra en situación de pobreza. De ese porcentaje, cerca de la mitad está en pobreza extrema o atroz (realiza una comida “caliente” una vez a la semana). Esto indica que una parte significativa de la población nacional está al margen de la sociedad: es una sociedad potencialmente marginal. En consecuencia, además de las condiciones socioeconómicas y educativas atroces por las que atraviesan, se deben añadir las ínfimas e inadecuadas construcciones idiomáticas que conllevan al uso de un lenguaje que trae en sus procesos comunicativos, estructuras fonéticas, morfosintácticas, semánticas y pragmáticas que fortalecen en sus imágenes otra moral y por tanto, valores, usos y costumbres que paulatinamente se extienden al resto de la población.
La única manera de revertir esta situación, si es que existe, es reforzando la estructura educativa nacional, fortaleciendo los valores de la tradición venezolana para lograr que toda la población pueda entenderse cuando se comunican.
Como ejemplos de lenguaje o código de antisociales, devenido uso casi generalizado, podemos indicar esta muestra: Pran: (Preso rematado asesino nato) Jefe de grupo de antisociales en un penal. Carro: lugarteniente del Pran. Agua: Cuando se va a realizar una requisa en los pabellones. Piragua: armas blancas hechas por los antisociales de la vigas y barrotes. Niple, Chopo, Choponiple, Morocha, Boqueta, Camburcito, Cambúr, Plátano: tipos de armas caseras que fabrican o armas de fuego que, dependiendo de su tamaño, se les denomina. Bubalú: ranchitos que construyen en los pabellones de las cárceles. Cuadras: varios ranchitos. Chicho: persona que es protegida. Parroquia: persona de una misma zona.
Lo que parece estar haciendo casi irreversible la asunción e imposición de un tipo de lenguaje caracterizado por la violencia, son las estructuras idiomáticas tan dinámicas de un tipo de lenguaje que, como fenómeno social, se fortalece en sus imágenes, tanto acústicas, visuales, auditivas, táctiles y hasta olfativas y que transmite otro discurso, cargado de valores y principios (anti) éticos y morales, donde la solución a la dinámica comunicativa son la violencia y agresión física, psicológica y espiritual.
Sobre este tema, autores como Bernstein, Holliday, entre otros, han estudiado ese fenómeno sociolingüístico afirmando en sus conclusiones el necesario fortalecimiento de la educación idiomática y la educación en general, si queremos preservar el sentido mismo de la sociedad que con tanto esfuerzo y durante siglos hemos construido, y donde nos hemos reconocido como seres formados para vivir en libertad, y en la seguridad de poseer un lenguaje que afirme el sentido de la vida y los principios de la ética y la estética.
(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

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