domingo, marzo 13, 2011

La felicidad posible


La corrupción política rara vez se inicia desde el pueblo.
Luis Castro Leiva. Sed Buenos Ciudadanos.
Es evidente que aún y a pesar de las dramáticas experiencias que en la actualidad vive la sociedad venezolana en su conjunto, no es menos cierto el cambio actitudinal de su población en todos los campos donde ella se desenvuelve. Por ello descreo de los cientos de opinólogos agoreros que por los medios de comunicación, permanentemente indican lo inevitable de nuestro desgraciado destino, como consecuencia de la incapacidad como ciudadanos para lograr niveles de desarrollo óptimos.
Independientemente de las torpezas y desmanes que ejerce la administración actual del gobierno del Estado en muchas áreas, pues también es notoria la incapacidad y sentido retrógrado de quienes le adversan. Al medio de esas dos aceras se encuentran millones de ciudadanos que continuamos construyendo, a contracorriente, nuestro destino individual y colectivo, con perseverancia, reflexión crítica, más allá de una trivial confrontación sobre si A es mejor que B o B resulta más honrado que A. Los venezolanos comunes y corrientes somos superiores a estas y tantas otras adversidades que se nos presenten. Desde hace siglos venimos construyendo una cultura como comunidad organizada. Si se revisa la historia se notará que han sido los líderes militares, políticos, junto con un minúsculo grupo moralmente corrupto, quienes han detenido el avance de las comunidades organizadas, desmantelando formas novedosas de desarrollo integrales, locales, municipales y regionales.
Las comunidades sanas y sus líderes resaltan siempre las ganancias, las visiones positivas y dejan a un lado tanta alharaca negativa de quienes se dan a la tarea de destruir los valores de la tradición, de la cultura nacional, bajo argumentos maniqueístas del fin de nuestra sociedad.
La situación social, política, económica será superada como ha ocurrido en todas las sociedades que se han propuesto, de manera organizada, superar la mentalidad marginal de sus gobernantes.
Esto lo recordaremos como una experiencia significativa, de aprendizaje en la construcción colectiva de una ciudadanía que debe aprender a convivir y compartir desde la diferencia, aprender a vernos como seres humanos que podemos y debemos ser reflexivos, críticos, participativos y en todo momento defensores de nuestra cultura y tradición como nación.
En estos tiempos de tensión y ansiedad es indispensable creer en nosotros. Nadie vendrá en nuestra ayuda real, más allá de elegantes declaraciones de personalidades e instituciones extranjeras. Ahora es el momento de asumir nosotros mismos nuestro destino compartido. Y en ello es evidente que habrá desaciertos. Muchos. Habrá disgusto y rechazo. Pero ya es imposible volver atrás. Los años pasados ya se vivieron. Ahora tenemos que continuar juntos, nos guste o no. Tendremos que vernos las caras y aprender a soportarnos. Pasaremos de las injurias a encontrar líneas comunes para compartir. Eso ya lo aprendieron las comunidades hace tiempo. Ahora les toca aprender a los líderes políticos.
Estas contradicciones las estamos superando en tiempos de relativa paz, pero paz al fin y al cabo. Otros países, como los europeos, debieron experimentar dos guerras sangrientas hace relativamente pocos años. Estados Unidos de Norteamérica vivió su propia guerra civil sanguinaria para aprender a convivir y hasta mediados del siglo pasado tenían a parte de su población, los negros, segregados. Nosotros estamos viviendo nuestra propia realidad, que en parte es sangrienta, como lo muestran las estadísticas de la violencia e inseguridad. Esta situación, esta problemática sólo la entendemos nosotros y nosotros debemos darle solución. Es nuestro deber como ciudadanos. Tengo confianza y seguridad en nosotros. En nuestra capacidad para crear y construir una sociedad que tenga nuestro propio rostro. Que no sea ni cubana ni norteamericana. Que hable y se exprese en español venezolano. No hay escapatoria: estamos destinados, a pesar de esta hora gris y terrible, a ver nacer una nación, una república donde impere la educación como piedra angular del progreso social. Una república donde impere la calidad del trabajo digno y la rectitud de la moral ciudadana.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis

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