miércoles, noviembre 01, 2006

toribio



Le recuerdo siempre sentado a un lado del patio de la casa, con su índice derecho colocado a la altura de la boca. Pensativo. Mirando a la distancia. Debajo de un improvisado techo, al lado del limonero. Flacos ambos; tanto él como el enclenque árbol. Hombre de alpargatas y sombrero de ala corta. Nunca abandonó su sombrero. Desde el amanecer hasta que se iba a dormir, se le veía con su indumentaria de campesino. Camisa manga larga que a veces anudaba a la cintura. Hablo hoy de ti, Toribio Viterbo. Nombre único y esplendorosamente antiguo, como el adagio en sol menor de Albinoni, que escucho ahora y que cierta vez te mostré y tanto te agradó. Venido de los lados de un pueblo también viejo y casi mágico. De El Palmar donde el casabe es pan de mesa. Donde los primeros vehículos a motor, como me contaste cierta vez, asustaron a medio pueblo. “Era, don Juan –como me llamabas, cosa del diablo. Era negro y echaba humo por el frente. Yo tenía como 15 años. Lo vi venir por la calle arenosa del pueblo. Mire que acaté sólo a tirarme a un lao cuando pasó por el frente. Me santigüé por aquello del fin del mundo.” Pero Toribio casi no hablaba. Tampoco fue un hombre de hacer muchos ruidos a su alrededor. Era silencioso. Más bien taciturno. Pasaba ratos casi sin moverse. Como rígida estatua que se confundía con el limonero. Parecían dos árboles viejos. Secos ambos. No sé quién secó a quién. Lo cierto es que eran el uno para el otro. Se hablaban. Muchas tardes le escuchaba conversar con su arbolito de limón. Por las tardes también venía adentro de la casa mientras cargaba entre las manos un viejo periódico. Lo leía y releía. Ya cuando no lo podía leer más, entonces lo dejaba y buscaba otro. Más viejo o más nuevo. Más de una vez nos sorprendió con noticias que para él eran delicadas. Casi todas ya habían pasado hacía meses o semanas. Pero Toribio se sorprendía al saberlas. Quizá sea por ello que en sus pensamientos y cavilaciones, un buen día se decidió a escuchar la radio. Tenía uno pequeñito donde escuchaba las emisoras locales. Por las tardes, casi ya en la noche, se dedicaba a escuchar las noticias del día. Eran de su interés y muy silenciosamente ponía atención al locutor mientras miraba a lo lejos. Su silencio era la marca esencial de su elegante discurso. Esa habla de campesino señorial que marca y alarga sus vocales. Casi nunca decía nada. Hablaba desde el silencio. Podía pasar horas de horas callado y sentado en su sillita. Sobre un espacio encementado. Cuando hacía demasiado calor, se iba al cuarto a bañarse y después echaba agua al limonero y al poco de tierra que estaba cerca de él. Las veces que salía de la casa, cambiaba sus chancletas por alpargatas. Fue de los últimos hombres que he conocido que siempre calzó alpargatas cuando salía, contadas veces, y jamás abandonó su sombrero. De él aprendí a valorar aún más los momentos de silencio y la simplicidad de las cosas. Para vivir no se necesitan muchas ni grandes cosas. Apenas la vida. También el silencio. Un árbol, aunque sea de los pequeños, pero árbol al fin. Un sombrerito. Un par de alpargatas. Lo demás son ganancias que en este mundo tenemos, como contemplar los azulejos que llegaban por las mañanas y a partir de las cinco de la tarde. Como leer viejos periódicos y escuchar. Porque Toribio escuchaba mucho. Siempre atento aunque parecía que estaba ido. Como con sus pensamientos volando más allá de las nubes, en las calurosas tardes de esta nuestra ciudad de momentos que semejan otras memorias. También sorprenderse de la vida y sus encantos.
Ahora Toribio se volvió puro silencio y recuerdos. Mi flaco amigo se estará más callado que de costumbre. Ya no le hago más su sopa de los domingos. Pero también el limonero se quedó solo y quién sabe si habrá alguien que de vez en cuando le eche una agüita.

2 comentarios:

lapoetisa dijo...

Primero tuvistes la dicha de conocer un personaje tan particular que marco de alguna manera tu vida, estoy segura de que en sus silencios compartidos regarás su limonero para que no se seque.

Juan Guerrero dijo...

gracias. muy amable.