viernes, noviembre 13, 2009

carlos yusti: hojalatero de la palabra


No por casualidad elijo este título para iniciar estas palabras sobre el ensayista, pintor, editor de publicaciones y convicto y confeso lector Carlos Yusti. Esto último como sello indiscutible de quien mantiene un ritmo de lectura de libros y de la vida que lo coloca en la cresta de la ola intelectual de nuestra época.
Su estilo ensayístico es corrosivo, sin muletillas complacientes ni explicaciones academicistas. No sé cuándo le conocí ni dónde. Ya sabía de él y él de mí. Quizá en esos tiempos, del dólar a cuatro treinta y de la caída del Muro de Berlín nos éramos indiferentes el uno al otro. Después la vida, las lecturas, el vicio de la escritura y la burla a la pacatería y jalabolismo de la sumisión a los preceptos sacros de la cultura oficial nos han acercado. Estas últimas palabras imitan en demasía su estilo personalísimo pero que tiene mucho de Francisco Umbral, del mismo Argenis Rodríguez a quien dedica uno de sus ensayos o también, desde una óptica más sublime, al Sancho Zancas originario en El Quijote. Prefiero llamarlo en su versión inicial. Yusti apuesta su destino como ensayista por senderos de lo sanchístico para darle mayor sentido de pertenencia a sus reflexiones. Hijo de su tiempo, Carlos Yusti aborda en sus ensayos literarios –diríamos más ensayos para existir- los contornos de personajes que en el ámbito literario e intelectual se han destacado por sus rasgos cotidianos, por el anecdotario de sus triviales y a veces fracasadas vidas de ciudadanos comunes y corrientes.
Esas anécdotas le han servido a Yusti para entrelazar sus análisis de las obras de quienes le han parecido interesantes en su transcurrir de dilettante lector que es. Confieso mi ignorancia sobre cómo ha llegado a coleccionar en su haber tantas anécdotas sobre escritores, artistas y demás personajes de la cultura universal. Intuyo que son sus lecturas. Porque Yusti es un monstruo devorador de libros. Pero además de ello, y como adición a su afiebrada costumbre de hambriento e inquieto hurgador de la vida, también es un cinéfilo y amante de las palabras. Toda, absolutamente toda palabra le es familiar, conocida. Las degusta mientras las llena de sentido común en tanto vienen ellas digeridas y pasadas a través del ojo experimentado de quien ha sabido darle burdel a sus reflexiones intelectuales.
Por ello se hacen tan agradables, cercanas y hasta graciosas las lecturas en todos sus ensayos y especialmente este último libro que en esta ocasión deseamos comentar Para evocar el olvido y otros ensayos inoportunos (Editorial El Perro y La Rana, 2009). Tomado, parte del título, de uno de sus ensayos sobre quien en su momento le pudo filosofar su vida. Otra de sus menciones es a su madre quien le permitió ser holgazán de la palabra y le llamó escribidor, y una hermana quien le obsequio su primer juguete intelectual, además de los libros que ya conocía, una máquina de escribir. Apertrechado de libros, en su incipiente biblioteca anarcotemática, máquina de escribir y mucho ocio u holgazanería, Yusti ha ido construyendo su propio universo estilístico.
Tanto más duro cuanto que este ensayista se ha hecho solo en el mundo intelectual. Debo acá resaltar en él su capacidad para sobreponerse a una vida dura como niño y joven en situaciones particularmente difíciles que le llevaron a múltiples trabajos, como caletero, ayudante de oficina, obrero, donde en los ratos libres o mientras descansaba después de los largos ratos de amor en El trece rojo, podía terminar de leer El Quijote y asemejarse a su tan querido Sancho.
No hay en el discurso ensayístico de Yusti intento por presentar un discurso mesurado ni reposado. Éste viene expresado en su exacto peso y nutrido con su personalísimo estilo, lleno de connotaciones, en voz alta, absolutamente franco, despojado de sinonimia y desnudo de todo modelo académico y mucho menos complaciente. Es natural pero a la vez con una hondura de peso intelectual. Hace gala de la síntesis que le conceden a sus escritos la magia de leerlos sin interrupción. La brevedad de palabras y a la vez su profundidad analítica, son inversamente proporcionales a la cantidad de imágenes e ideas que se desprenden al terminar de leerlos. Queda el lector necesitado de otras lecturas para ahondar, para continuar, para conocer y atar cabos de historias que apenas se aprecian en la densidad y complejidad de una escritura que en su sencillez se trasciende y trasciende en ritmo, cadencia, tono y hasta musicalidad. Porque en esto último apreciamos en Yusti un rasgo que lo acerca a la palabra poética. Parte de sus ensayos presentan esta sensación; por el uso de imágenes, de juntura de palabras que remiten a experiencias metafóricas de singular belleza. El mismo término “magializar la palabra” usado en varios de sus ensayos. O éste otro El universo se encuentra en cualquier lado. Quizá este también más mundano, Sentados ante el café de la miseria.

El único ensayista que conozco lector empedernido de manuales para celulares, para electrodomésticos, recibos de teléfonos, de agua, hasta las guías telefónicas. Por mi parte, sólo soy un enamorado de los diccionarios de todo tipo. Poseo más de cincuenta y paso algunos días buscando palabras raras para divertirme. Pero Yusti busca en esos manuales y guías telefónicas quizá la instrucción, el nombre o la dirección olvidada, la llave que no tiene ninguna cerradura en el mundo para abrir la puerta que lleve a la verdad literaria, del ensayo, del arte.
Buscador incansable de una plenitud en la vida, desde su misma realidad, la de todos los días, hallamos en los escritos de Carlos Yusti la huella que traza y a la vez borra la melancolía de quien va por los márgenes escribiendo la vida a secas.