miércoles, abril 30, 2008

dos poetas chinos



Hay otro cielo y otra tierra
más allá del mundo de los hombres.

Li Po.

En la medianoche vienen los recuerdos, aquellas sensaciones de la vida que fue y de aquella otra que vendrá. Entonces sólo queda contemplar esta vida que día a día nos desborda. Construimos historias a través de las horas que deseamos sean verdades: el trabajo, la familia, la vinculación con el poder, la preocupación por el dinero; sus ilusiones, promesas de fortunas y pagos. Deudas que debemos saldar y tantas otras responsabilidades de la vida en comunidad.
Pero en la medianoche los hechizos de la luna nos dicen que eso es una débil sensación de apariencias que construimos para aprender el juego de la vida. En la vida social todos debemos ser importantes y sobresalir frente al poder y sus sugestivos enamoramientos.
Frente a este mundo de apariencias se abre como amanecer de áureos cielos la poesía y los poetas. Donde nada es necesario salvo la palabra y sus encantos. Es la vida misma expresada en aquello que siempre está más allá (meta-fêro) donde podemos ser en nuestras exactitudes sin máscaras. Sin mayores extensiones de lo que apenas somos como individualidades que se extienden en el Otro.
Se cuenta que en la China imperial, en la dinastía T’ang y en las anteriores, hubo poetas que servían en las cortes, junto a escribanos, cortesanas y sacerdotes. Ellos eran los adelantados en la vinculación entre nobles y dioses. Entre tantos poetas hubo dos que se destacaron por la cortedad de la palabra expresada en un mundo de sensaciones y significaciones. Uno de ellos, Li T’ai Po (c. 701 – 762), conocido universalmente como Li Po, se divertía escribiendo poemas en papeles de seda que luego lanzaba a los arroyos, contemplando cómo se iban deslizando por el agua. Como afirman sus biógrafos, “era el mismo espíritu de la libertad caminando por la tierra ensangrentada”. Era el mismo “taipeng” (gran fénix) que oscurece al sol con sus grandes alas. Durante su vida escribió más de veinte mil poemas. Todos ellos de una absoluta armonía expresada en la sutileza de una estructura poética donde se observa la plenitud de un hacedor de la palabra llevada a la más decantada manifestación de la palpitación del ars poético. Sus textos están vinculados con la vida mundana, errante, entre los bosques, lagos y montañas. Lugares donde pasó cerca de diez años meditando sobre un verso que quizá ofendió a la favorita del emperador y por lo que fue desterrado de la corte.
La historia de Li Po está llena de misterios y aventuras. Se dice que acostumbraba vestir con amplias túnicas llenas de flores y andaba por las tabernas celebrando la vida con vino y bellas damas. Cierta vez, en una madrugada, Li Po se acercó a un lago para contemplar su siempre amada luna reflejada en las tranquilas aguas. Mientras sus compañeros se quedaban en la orilla él se subió a una pequeña embarcación y llegó al centro mismo del lago donde el reflejo de la luna era más intenso. Se levantó. Extendió sus brazos y repentinamente se lanzó al agua. Ya nunca más apareció. Nadie pudo saber dónde encontrarle. Sólo quedó su presencia, después de tantos siglos, entre los versos que alguna vez pudo escribir.
“Me senté a beber / y no advertí el crepúsculo / Hasta que los pétalos caídos / llenaron los pliegues / de mi túnica. / Ebrio, me levanté, / dirigiéndome al arroyo / iluminado por la luna. / Los pájaros se habían ido, / también los escasos hombres / que quedaban.” O como en este otro texto poético: “Me preguntas por qué estoy aquí, en la montaña azul. / Yo no contesto, sonrío simplemente, en paz el corazón. / Caen las flores, corre el agua, todo se va sin dejar huella. / Es este mi universo, diferente del mundo de los hombres.”
Tu Fu (712 – 770), amigo entrañable del maestro Po, es otro de los grandes poetas de la dinastía T’ang, que cuenta a más de dos mil quinientos poetas y millones de poemas. Más espiritual que Li Po, Tu Fu llega a las cortes del imperio chino precedido de una particular fama, pues desde los siete años ya componía estructuras poéticas, a más de escribir y leer con bastante exactitud gran parte de la extensa literatura de su época. Sin embargo, con el transcurrir de los años y de su cercanía con Po, se dará a la vida errante, como vagabundo entre pueblos, aldeas y tabernas. De ser gobernador provincial abandonó este cargo para entregarse a la más absoluta vida errante, sin casa ni hogar. Tu Fu es el creador del verso poético además de ser un extraordinario pintor. Sus bien acabados textos son una muestra de la plenitud espiritual y de su bien cultivado amor por la poesía. Sus textos no tienen la espontaneidad que se siente en los de su amigo. Son más trabajados y aluden a la vida precaria y llena de penurias que en cierta ocasión experimentó. De su relación con Po queda este melancólico poema, escrito poco después de la partida del amigo: “Ya tres noches seguidas he soñado contigo. / Estabas a mi puerta, / pasándote la mano por el blanco cabello, / como si una gran pena te acibarase el alma... / Al cabo de diez mil, cien mil otoños, / no tendrás otro premio que el inútil / de la inmortalidad.”
La tradición del esplendor en la poesía China sigue una misma huella entre sus hacedores hasta encontrarla en los escasos, pero singulares poemas que escribiera el mismo Mao Tse Tung, como el texto sobre el río Yang Tsen.
Después de leer la poesía milenaria China sentimos que siempre podemos volver a nuestros destinos más íntimos, más allá de toda algarabía e inutilidad de los tropiezos que la vida nos ofrece. Queda entre las manos esa tan anhelada vida de plenitud y amorosa cercanía con la poesía y sus bordes. Vivir la poesía siempre será más profundo que dejar testimonio de ella sobre un papel. Dejarla fluir y expresarla a través de la mirada, entre las palabras que diariamente enunciamos, en la textura de nuestra piel, en el silencio que antecede a todo encuentro, en la noche, entre la rutina de los días, limpiando la casa, cocinando, lavando la ropa, hasta allá donde el cansancio nos doblega por tanta tensión de apremios y responsabilidades... queda siempre el espacio para la poesía. Y es así, de otro modo nunca se estará cerca de dios ni del amor. De otro modo se vivirá en la desdicha, en las apariencias de lo que deseamos ser, de lo que alguna vez, cuando niños y jóvenes, sentimos y vivimos y no nos atrevimos a dar testimonio en el ahora, en este minuto exacto de la vida.






martes, abril 22, 2008

domingo, abril 06, 2008

amorosamente






...acuérdate, tú vuelta de espaldas
y dejándote mirar, yo bajando poco
a poco la sábana y viendo nacer eso
que eres tú, esto que ahora se llama
verdaderamente con tu nombre y habla
con tu voz...
Julio Cortázar. 62 Modelo para armar.



Lo amoroso no es sólo expresión de vida entre parejas. Tampoco está referido al espacio que entre ellas construyen ni en las relaciones sexuales ni filiales. Lo amoroso sucede en una dimensión más amplia. Es fundamentalmente una actitud ante la vida. Una forma de existir en el mundo, un lenguaje. Y este lenguaje procede de la intimidad del ser, es esencialmente oral y se expresa en los gestos, en los ademanes, en el silencio, en las maneras como nos damos al Otro. Lo amoroso sucede todo el tiempo y habita en la cotidianidad de la vida. No es hechura de actos sobrenaturales ni creación de contados elegidos. El ser amoroso aparece a la vuelta de la esquina. Está en el rostro adormecido de quien se levanta y se ve al espejo y se reconoce naturaleza perecedera, sencilla y viva. El ser que reconoce la trascendencia de la vida en el saludo mañanero con el rostro abierto y al natural. Mientras el olor del café le despierta el placer, el sabor y el saber y degusta en la mano que se lo ofrece el esplendoroso momento de estar transitando un mismo destino y una misma historia.
De madres a hijos transita un lenguaje ancestral que se nutre mientras se lame el pezón y se acaricia el seno. Y es la misma vida que aprendimos a sentirla en la propia carne y en la sangre. Por eso la memoria antigua es maternal. Y es así porque posee un lenguaje que está marcado en el cuerpo: son olores primarios, fuertes, vaginales que se entremezclan en el cuerpo y despiertan el interés por la vida y el deseo de estar rozando los límites del Otro. Por eso vamos al encuentro, a la aventura de la vida buscando, re-conociendo vestigios, el gesto iniciático en el rito que establecemos cuando nos entregamos al acto amoroso. Entre parejas lo amoroso desborda y es esencialidad, presencia erótica de vida plena que revela en la carne el gusto que da placer e inicia la desmesura. Carne (carnevale) que celebra su gozo, se eleva hasta más allá del placer donde los gestos y los húmedos cuerpos desplazan las palabras y sólo el silencio habla, grita y gime. Por eso lo amoroso encarnado es alimento del cuerpo y del alma. Reconforta y es plenitud del ser.
El hombre, más que la mujer, debe redimensionar su naturaleza amorosa, atreverse a transitar el estado amoroso: gestos, ademanes, miradas, maneras de ser traducidas en palabras renovadas. Es ese nuevo paradigma de la vida plena, que colma y rejuvenece. Es esa necesidad de estrechar el cuerpo del Otro y nutrirlo, sea de hombre que de mujer. Decirle amorosamente en el saludo o despedida, fija la mirada, que nos importa, que su presencia, ésta del aquí y el ahora, es hermosa y necesaria. A pesar del terrible drama humano y tanta ausencia, la actitud amorosa no debe perecer. Es ella la propia sustancia y condición que nos hace ser eso: tan humanos, tan hermanos.