Comenta Milagros, amiga de la familia, que
en el gimnasio donde una amiga va semanalmente, al trainner le está pasando
algo curioso. –Es que resulta que en su último mes de trabajo le ha bajado la
asistencia a su centro. –Sus seguidores por las redes sociales (RRSS) le han
estado criticando una de sus últimas imágenes que subió. –Cómo así, le indico.
-Pues resulta que el entrenador, prosigue
Milagros, quien es una persona con mucho talento y un cuerpo escultural. O sea;
músculos por todas partes y hasta para tirar para el techo. Se hizo una selfie
con su novia. –Ajá, -le acoto con cierta suspicacia. –Es que la novia del
entrenador parece una esquelética andante y eso no gustó a sus seguidores.
–Entonces, ahora el trainner está dudando, si bajar la selfie, seguir con su novia…
o dejarla, porque no quiere seguir perdiendo seguidores.
Esto de los influencer por las RRSS
se está convirtiendo en los últimos años en una cuestión de verdadera tendencia, -como se le conoce en estos
medios- porque están cambiando, como bien lo indica su nombre, el modo de ser y
toma de decisiones en absolutamente todos los temas de la vida diaria.
Es que una de las características de estos influencer
está relacionado con la cotidianidad o la sociabilidad, como se le conoce en
otras latitudes. Lo cotidiano, como forma común de la existencia, está
revelando una forma de protagonismo que saca a relucir los anónimos rostros,
nombres e intereses de esa humanidad que por siglos, ha sido relevada a un
segundo, tercer o ningún puesto en las relaciones humanas.
Lo trascendente de esto radica en comprender
que los denominados influencer son seres, personas, individuos, que provienen,
generalmente, del oscuro hueco del anonimato de la vida y sus entornos. Lo que
importa ahora es la banalidad de la vida como espectáculo. Esa trivialidad de
la existencia de la cotidianidad que se erige como forma trascendente de lo
efímero e intrascendente.
Por eso el influencer reina sobre la
verosimilitud de esa noticia, comentario o imagen, que posiblemente se
transforme en importante y veraz. Porque lo verosímil, -eso semejante o
parecido a la verdad- es inherente a la realidad virtual; esa forma de
existencia cada día más importante y que se construye como complemento de la
realidad-real.
Existen influencer para todos los gustos e
intereses. Los hay desde aquellos musculosos y de ta-lento, como chicas
esculturales, quienes suman y suman seguidores, merced a la práctica de
imágenes de traseros, rostros y poses, entre encuadres y registros fotográficos
calculados y bien dirigidos. Otros logran seguidores por la serie de escritos
que no pasan de tres o cuatro líneas, generalmente con frases preconstruidas,
irrelevantes y repetitivas.
Los hay un poco más recatados. Son los
orientadores de la vida en positivo o aquellos que te retan para que rías, ores
y medites las 24 horas de los 365 días del año, incluyendo vacaciones. Cierto.
Predicadores de gustos variados, mientras otros les dan por ser absolutamente y
para siempre agnósticos y repulsivos anti todo. Nunca faltan los peluditos de 4
patas, así como defensores de las causas minoritarias, tipo sexo diversidad,
feminismo, ecologistas y demás especies.
Todos buscan influir, tener un espacio cada
vez mayor donde su imagen se imponga a como dé lugar. Las razones de este
desenfreno de imagen multiplicada al infinito parece ser la retribución de una
ganancia, sea monetaria –se conoce como monetización por RRSS- asimilación de
imagen para multiplicarla o generar cambios significativos en el receptor.
Es el caso de los faranduleros o monstruos
del espectáculo. La influencia que ellos tienen sobre la masa es casi hipnótica.
Tanto, que los extremos alcanzan a quienes se han sometido a actos quirúrgicos
para cambiar de rostro, sexo y colocarse implantes. Hablamos acá (-es mi
reflexión) de una hibridación, entre eso tradicional de lo humano en términos mamíferos,
y lo post humano. Ese intermedio donde encuentras personas que llegan a los
extremos físicos de transformaciones con un pensamiento ancestral.
Mientras más te centres en la cotidianidad
de la vida y de tu entorno sacas de esas naderías, la visión trascendente de ti
que te sirve para proyectarte y encontrar quienes se familiaricen con tu causa
y se “enganchen” para ser tus fieles seguidores. Porque la acriticidad es otra característica del influencer y seguidores,
en el mundo de las RRSS.
Mientras más informal, más natural y más
auténtico con tus seguidores, la tendencia parece ser a captar quien te siga.
Esta otra característica está derrumbando el acartonamiento de esos
protagonistas de antes, tipo novelas de televisión, años ’70-’80-’90, con corbatas
ellos, y mucha laca en las cabelleras, las divas antañonas.
Dejo como última característica, tanto el avatar
como la verdad-preconstruida o fake news (bulo o noticia falsa)
usada en medios de comunicación para desinformar.
El avatar, como puede observarse y
analizarse, va evolucionando en la medida que el usuario se familiariza con su
portal o página virtual. Esa evolución se simplifica y adapta a los intereses,
relaciones y principalmente, el humor y emociones del usuario. De igual manera,
se fija una manera de escritura que se identifica y presenta como único y lo
resalta. Lo escritural revela una verdad que, bien si es copiada o generada por
él, proyecta ese Otro que busca dibujarse como imagen, como verdad.
Es que mientras la realidad virtual va
construyendo imagen y lenguaje, el Uno existe merced al Otro
que lo acepta por similitud. Por hechos que se cuentan y que siempre van a ser
extremos. Bien nimiedades o grandes excentricidades que pueden ser copiadas y
hasta experimentadas a través de esa otra realidad que es verdad, mientras yo
creo en ella porque es producto de un intercambio humano o posthumano.
La realidad que se experimenta en las RRSS
debe verse con suma atención. No es un hecho fortuito que sucede como
consecuencia de un desarrollo tecnológico común. Llegó para instalarse en la
humanidad y como tal, sucede, fluye continuamente y está aportando su propia
dinámica. Su verdad, y lo más trascendental: modificando la cotidianidad y el
lenguaje.
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