sábado, febrero 15, 2020

Manifiestos, aunque mal paguen



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He leído por las redes sociales que en Venezuela fue el pueblo quien llevó al poder a Chávez y al chavizmo. Esta es una verdad a medias. Ciertamente los votos sentenciaron una victoria aplastante. Sin embargo, hay que retroceder algunos años para entender este fenómeno socio-político venezolano.
 
Fue en 1989 cuando apareció un Manifiesto de bienvenida al comandante Fidel Castro firmado por 911 intelectuales y artistas venezolanos, (ver http://www.venezuelavetada.com/2011/04/manifiesto-de-bienvenida-fidel-castro.html?m=1). Dicho documento histórico está ordenado alfabéticamente y cada persona tiene un número.
 
Traemos esto a colación porque por estos días se ha reavivado por las redes sociales la discusión sobre quienes firmaron y su responsabilidad moral frente a la sociedad por haber servido como plataforma, para impulsar el socialismo y la intromisión cubana en la vida venezolana.
 
No señalaré nombres de quienes firmaron este manifiesto. Me interesa, sí, dejar claro que ha sido la clase dirigente venezolana y concretamente, su élite intelectual y académica, quienes orientaron hacia un cambio drástico en este país.
 
La población común (-menos los estratos D-E) no participó en la toma de decisiones ni tampoco en la solución de sus problemas fundamentales. Fue la clase pensante de entonces la que avivó, con su influencia en los medios de comunicación, la idea de una despolitización de la sociedad para allanar el camino de un nuevo liderazgo.
 
Por ello Chávez y el chavizmo son el resultado de un agotamiento de la política tradicional y el deseo oculto de unos cuantos empresarios, industriales y militares quienes ansiaban desde hacía años, acceder al poder y desplazar a la clase social, política, económica y militar imperantes.
 
El chavizmo de hoy es un verdadero “saco de gatos” donde todos los extremos políticos están cohabitando alrededor del “hecho económico” que los mantiene unidos. Unos por relaciones económico-financieras, otros sencillamente porque han sido sobornados y no pueden separarse, y otros porque han entrelazado sus afectos familiares y la consanguinidad los une. Todos porque han encontrado en el llamado chavizmo-socialismo la gran pantalla y referencia justificada ante la historia, para inventar una revolución que ellos mismos desprecian.
 
Leer en ese manifiesto algunos nombres, como también en otro más reciente, aparecido el pasado año, es doloroso, triste y hasta pavoso. Creo que ha sido una estrategia muy bien ejecutada esa de usar a la Intelligentsia de una sociedad para apadrinar a ciertos personajes. Esa es una influencia sobre una población medianamente formada y con nula experiencia en el debate teórico de la política.
 
Es difícil retrotraernos 30-40 años para entender ahora las consecuencias que trajo a la sociedad un “inocente” respaldo al líder cubano. Algunos firmantes me han indicado que lo hicieron por razones netamente emotivas. Otros por rechazo a los gobiernos de entonces, y muchos otros, porque sus amigos simplemente les “invitaron” a firmar.
 
La inocencia en política, ciertamente, se paga muy caro. Hoy, a más de 30 años de aquella experiencia la inmensa mayoría se han alejado de esas juveniles y fanfarronas posturas. Reconocen el atrevimiento y han asumido su cuota parte de responsabilidad.
 
Hoy hemos aprendido que la Cuba castrista sabe muy bien cómo infiltrar sus agentes en otras sociedades y usar a sus intelectuales y académicos para “implosionarlas” y sacarles provecho. Eso ocurrió y sigue sucediendo en Venezuela.
 
Es tan común esta práctica que se ha impuesto como política en el posterior posicionamiento y dominio, tanto del Estado cubano-castrista como de las fuerzas terroristas y del crimen organizado.
 
Ejemplo de ello es la práctica que usa la guerrilla del ELN y el Hezbolá en las poblaciones al sur del estado Bolívar. Progresivamente fueron identificando los liderazgos locales. Los infiltraron, luego entablaron lazos de afinidad. Tiempo después negociaron sobre el poder de las armas y número de militantes. Los opositores, líderes sindicales fueron apartados y terminaron, muchos de ellos, colgados en árboles y postes. Ahora ellos dominan las poblaciones, tanto, que hasta están tomando decisiones en disputas vecinales y domésticas. Si hay, por ejemplo, una joven que sale embarazada y el hombre no quiere reconocer al niño la familia se acerca a “la base” y denuncia el caso. Si un joven no quiere ir más al liceo, sus padres acuden a la base para pedir ayuda. Es cosa común la existencia de estos poderes paralelos en caseríos, aldeas y pueblos como en Tumeremo y El Dorado.
 
Afirmar que los firmantes de este u otros manifiestos de apoyo a Fidel o a la misma gestión de Maduro, sean responsables de las atrocidades que se viven a diario en la Venezuela chavizta-socialista, sería injusto. Pero ciertamente un intelectual, como ciudadano aventajado en su formación y vínculos, tiene una alta responsabilidad como agente de cambios culturales y sociales por su poder de influencia.
 
La buena fe e inocencia de muchos intelectuales y artistas al firmar documentos en apoyo a determinado líder, se puede traducir en respaldo para intervenciones, violaciones de derechos humanos y justificar el ajusticiamiento de inocentes.
 

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