viernes, junio 08, 2012
El armón
Es un carruaje que se usa de base para el transporte de cañones. De antigua data, sin embargo, también es usado para soportar otros pesos, como féretros y mortajas donde se colocan los cadáveres de personajes, generalmente hombres y mujeres que, por creencias y prácticas, sean religiosas, militares o políticas, se les distingue.
El armón está listo. El último jefe de Estado venezolano que lo usó fue Juan Vicente Gómez. Los preparativos han sido siempre algo dejado a los militares, quienes saben cómo armar esos carruajes mortuorios y engalanarlos con cadetes a su alrededor. Los caballos también serán vestidos con ornamentos vistosos de dorados arneses.
Todo da una semblanza luctuosa y excepcionalmente majestuosa del evento que se avecina. Para ello, el protocolo que se intenta practicar supone la participación de una misa ecuménica donde participarán los más altos representantes de las religiones que hacen vida en el país. Solo la iglesia católica está medianamente renuente pues considera a los paleros, yorubas y esotéricos, como sectas.
Sin embargo, no se perderán de asistir a tan histórico evento. Tampoco los ciudadanos, unos por apoyar la causa oficial y otros, para cerciorarse de que sea él en verdad quien está en el féretro. Pero ciertamente que será un acontecimiento único en la historia reciente venezolana.
Estemos de acuerdo o no, ha sido más de una década marcada por un venezolano que será recordado como el hombre que despertó a la población de un peligroso letargo político y que además, empujó a la mitad de la población, las mujeres, a un protagonismo donde ya es imposible desconocerlo.
Haber invertido la visión de Estado, otorgándole protagonismo al contenido social sobre lo económico, es un hecho que involucró el reconocimiento de inmensos sectores de la población que por años habían sido excluidos. Ese rostro del venezolano, visible ahora, ya no podrá ser ocultado oficialmente.
Queda ahora la sentencia de la Historia. El rigor del análisis y la evaluación sin emocionalismos, de estos años marcados por la intransigencia, el autoritarismo y el sectarismo de quienes, obligados por los acontecimientos del día a día, pudieron ofrecer más y mejor calidad de vida a los ciudadanos.
Quizá estas y otras reflexiones harán quienes acompañen el armón y sientan, mientras los caballos arrastran en féretro, los ecos de una voz recia, que se sintió en una madrugada, anunciando el “por ahora” de un ser complejo, difícil, terco, autoritario, pero al mismo tiempo extraño y similar a nuestro carácter.
Por ello siempre hemos afirmado que su imagen representa a cientos de miles de millones de personas que se comportan actitudinalmente igual a este venezolano.
Acompañarlo hasta su última morada debería suponer también, sepultar y superar nuestras pequeñeces, nuestros resentimientos y nuestras miserias para acceder a un nuevo destino. La respuesta está en la individualidad y la capacidad para saber convivir y compartir solidariamente, más allá de nuestras diferencias.
(*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis
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