viernes, marzo 18, 2011
Lo que va a pasar pasará
Por estos tiempos escuchamos y leemos, casi como un estribillo, expresiones construidas por personajes tardíamente angelicales. Exbeodos, exfumadores, exmaridos, extimadores, exconvictos, “ex-cétera”. Pero lo más interesante es ver a otros, quienes repiten semejantes expresiones sin mayor rubor ni preocupación sobre la lógica de ellas. Hay una de esas expresiones particularmente risible y jocosa; cuando hablas con algún neoespiritualista y creído elegido por el Altísimo, le mencionas que intentarás acceder a un nuevo amor o que tendrás suerte en alguna transacción, de manera solemne te sentencia: “Es que el universo conspira para que lo obtengas”. Y para rematar, te dice tajantemente: “Con Dios todo sin Dios nada”. Los motivos profundos de estas y otras frases preconstruidas se han constituido en comodines de las conversaciones en los últimos tiempos y se observan en los círculos académicos, como ornamento a una pedagogía matizada por un barniz de tecnicismo, donde la denominada inteligencia emocional cede su puesto a la ahora llamada “Inteligencia Espiritual”. Sabiondos especialistas en principios espirituales se han hecho doctos en semejantes temas e introducen sus inicios de conversaciones con sentencias, tan oscuras y rocamboleras, que generan hilaridad: “Lo que sucede conviene”, “Lo mejor es lo que pasa”, “El tiempo de Dios es perfecto”. Pero no tanto estas frases prefabricadas son del todo descabelladas y sin sentido, lo más curioso y lamentable es el sustento intelectual donde se aferran estos discípulos de Paulo Coelho, Mayte y demás predicadores del espiritualismo light: libros tales, como Quién se comió mi queso, Chocolate caliente para el alma, Dios viene en una Hardley, El hombre de la armadura oxidada, El Horóscopo de Adriana A, entre un mar de libros editados como chorizos por las casas de publicaciones que saben cómo alimentar el interés y miedo de los desprevenidos creyentes. Además, los fieles oficiales de las instituciones religiosas tradicionales, como los católicos, los musulmanes, los shick, los diferentes ghettos de evangélicos, judíos, budistas, cienciólogos, han adecuado sus ya destartalados argumentos celestiales para hacerse de esta ingente multitud de neocreyentes.
Pero qué es lo que atrae a estas débiles expresiones y libros de ligeras lecturas. En todas las épocas de incertidumbre socioeconómica, de ajustes políticos, incluso de movimientos geológicos por cambios en la geografía de algunas partes del planeta, las personas entran en crisis. Los antiguos paradigmas, las viejas ideas, las fosilizadas leyes y normas y sobre manera, las inquebrantables creencias sobre la divinidad, al verse enfrentadas con la razón de la lógica humana, pues deben fijar su atención en algo aún más poderoso y sobrenatural para lograr que los seres humanos se vuelvan a atar con ideas y creencias particularmente atractivas y continuar en este eterno devenir que es el fluir constante de la vida. Miedo y temor; ese es y ha sido el artilugio de quienes secularmente han detentando el Poder: sacerdotes y militares. Y contra esta insanía se debe educar a las nuevas generaciones. Para erradicar el mal principal de este mundo: la ignorancia envuelta en superstición, ortodoxia y misoginia.
Lo curioso es que en este grupo de débiles intelectuales se encuentran docentes universitarios quienes, con mitad del cerebro instalado en una fe insustancial, achacosa, pervertida y desfasada de la realidad, buscan conciliarse con su otro medio cerebro donde hay una lógica que les impide hacerse de un pensamiento sano y comprensible para lograr al menos, entender la lectura del pensamiento científico moderno.
El mundo no se va a acabar, tampoco la humanidad. Dios no vendrá en una motocicleta a salvarnos de esta hecatombe que nosotros mismos hemos permitido. La divinidad, de existir, es una razón mayor instalada en el cerebro de cada quien. Y en el cerebro no existe pecado alguno sino responsabilidad, individual y colectiva. Y de tener semejante órgano en óptimo funcionamiento, debemos comprender que ese tal Dios no tiene necesariamente que ver con religión alguna. Las religiones son instrumentos de sometimiento y sojuzgamiento que pervierten la libertad humana. La idea de la divinidad es una realidad-virtual de proyección humana, antropomórfica, donde todos coincidimos para que expíe nuestros pecadillos y demás hierbas. Entonces, como este envejecido Zeus-Deus-Dios, que ya tiene poco más de dos mil años de funcionamiento, está llegando al llegadero, pues no nos queda de otra sino reconstruirlo, con celular y demás, y presentarlo en pildoritas, como estas expresiones de las cuales comentamos.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
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