sábado, septiembre 22, 2012
Adiós, pues, Bolívar
En el imaginario del venezolano los referentes más antiguos de su memoria colectiva están anclados en las fechas patrias, con el 19 de abril de 1810 como inicio de una historia oficial que ha sido recreada hasta la saciedad a través de un lenguaje grotescamente tamizado por los oráculos de martirios y sacrificios de hombres que ofrecieron sus vidas para darnos independencia y libertad.
No del todo errada esta afirmación. Sin embargo, resulta curioso cómo el centro de esa historia viene siempre cubierta y enlazada con la impronta Simón Bolívar. No parece existir, ni antes ni después, nada más importante que ese nombre y esa figura.
No estamos negando los aportes que este venezolano egregio y solidario dio a la causa libertaria nacional y continental. Pero existen momentos en la historia de los pueblos, donde es preciso pensar en el pasado más remoto para poder situarnos en el presente y construir nuestro futuro con cierto margen de originalidad y aventura.
Antes, en la historia oral de nuestra cultura existió un padre fundador. Amaliwaká le llamaron. Dio a los hombres de esta tierra progreso y bienestar. El nacimiento de una estirpe y un linaje de hombres y mujeres quienes iniciaron la historia mítico-simbólica de nuestra cultura. Esa memoria quedó plasmada en las rocas altas. Allá, por el sitio de la Encaramada, donde el Orinoco es ancho mar y la selva todavía esconde misterios. Humboldt encontró las siluetas de una escritura que hablaba de antiguos descendientes.
Trascendencia y vigencia para nuestra cultura también la aportó el imperio español con el representante de dios en la tierra. Rey, amo y señor de un imperio donde nunca declinaba el sol. Esa larga historia de nuestra etapa medieval se vivió en lo que llamamos descubrimiento, conquista y colonización de cuanto espacio era avistado por hombres aventureros que se apoderaron de un supuesto Nuevo Mundo. Hoy sabemos que esa memoria cultural, esencialmente oral, tiene una historia, una huella de más de 12.500 años.
Tres siglos marcaron la memoria colonial donde fueron apareciendo otros nombres: Bartolomé De Las Casas, Pedro de Aguado, Pedro Simón, Juan de Castellanos, Oviedo y Baños, Antonio Navarrete, entre otros, que configuraron un pensamiento que permitió comprender ese tiempo y ese espacio llamado, ya no Tierra de Gracia sino Venezuela, quizá derivada de Venezziola o Veneciula (Venezuela= Agua grande).
En modo alguno la historia, y menos la historia cultural venezolana, comienza y termina con Simón Bolívar. Ya han existido, y probablemente existirán, otros hombres con otros aportes. Trascendentales para su tiempo.
Seguir funcionando la sociedad venezolana, sus ciudadanos, con un solo y único nombre, es motivo para alarmarnos. La historia de las sociedades la construyen siempre, anónimos hombres y mujeres. Que haya existido un Simón Bolívar o un Sebastián Francisco de Miranda o un Páez, Sucre, Bello, Rodríguez, Bóves, Sor María Josefa de los Ángeles, Lino Gallardo. O en tiempos posteriores; Vargas, Villavicencio, Guzmán Blanco, Teresa de la Parra, Teresa Carreño, Gómez, Medina Angarita, y un largo etcétera, son nombres que representan la aspiración de una sociedad que deja en ellos cumplir sus anhelos, caprichos o sueños. Habrá que meter en esta lista a este presidente, llamado Hugo Chávez. Nos guste o no, es y será parte de nuestra cultura, de nuestra sangre y nuestra carne.
Generalmente, cuando no se tiene una sólida consciencia cultural expresada en lenguaje reposado y reflexivo, se recurre a una retórica hueca donde la voz ciudadana, esa del respeto al Otro-diferente, se sustituye por voz de mando que impone por momentos, un discurso donde pareciera que no hay más ser trascendente que dios, el rey y el héroe.
Ya es tiempo de entender que la humanidad y las sociedades son hechura del trabajo diario y constante de intrascendentes momentos. Tenemos que dejar tranquilos a los padres fundadores de nuestra cultura y nuestra historia y saber que ellos vivieron su tiempo y dieron su aporte. A veces trágico, a veces dantesco, a veces alegre. Todos andamos por la vida buscando nuestro propio rostro. Este, el de este tiempo. Este momento único e irrepetible que nos pertenece.
También puede leerse este artículo, en:
http://www.eluniversal.com/opinion/120920/adios-pues-bolivar @ElUniversal
http://www.noticierodigital.com/2012/09/adios-pues-bolivar/ @NDtitulares
http://www.aporrea.org/actualidad/a150521.html @aporrea
http://www.lapatilla.com/site/2012/09/19/juan-guerrero-adios-pues-bolivar/ @lapatilla
http://iberoamerica.net/venezuela/prensa-generalista/lapatilla.com/20120919/noticia.html?id=t674RUX @iberoamerica
(*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis
sábado, septiembre 15, 2012
El beneficico de la duda
Todas las mañanas mi esposa me pregunta por quién votaré en estas elecciones presidenciales. Mi respuesta, hasta ahora, ha sido la misma: -Esperemos al 20 de septiembre y te respondo. -Por qué, me riposta. -Es que los venezolanos siempre dejamos para última hora las decisiones más apremiantes, le respondo. Y en mi caso, porque espero conocer mejor las propuestas de ambos candidatos. Ella dice estar clara y votará por el candidato opositor.
Independientemente de la decisión que tome sé que los cambios en nuestro país serán lentos, a contracorriente y en parte, insuficientes. Eso lo sé por saber que la verdadera transformación está en las mentes, en primer término, de los políticos de este país y no en las grandes mayorías de ciudadanos eternamente olvidados por los gobiernos, sean democráticos o dictatoriales.
No es verdad que en la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, por comentar la última bota militarista, se encontraba la población nacional en mejores condiciones socioeconómicas ni menos políticas. Para quienes tengan aún alguna duda, les recomiendo el documental del cineasta-historiador, Carlos Oteyza Tiempos de dictadura. Los índices de pobreza, subalimentación y educación eran muy bajos y contrastaban con las monumentales edificaciones y la aparente modernidad que se apreciaba en carreteras y edificaciones.
Después la apertura democrática aceleró ese olvido hasta aparecer en los índices y registros de instituciones honorables, como Fundacredesa, la dramática realidad de una población que aceleró su proceso de empobrecimiento hasta niveles escandalosos. Se habla de cerca del 80% de pobreza y del 48% de pobreza absoluta, en la década de 1980-1990.
Este panorama, grosso modo, conformó un descontento que se generalizó hasta hacerse cuerpo en un personaje que nucleó esa insatisfacción y protagonizó la más notable y aplastante derrota a un sistema de gobierno despótico, pícaro y corrupto, que de demócrata solo le quedaba el nombre.
Para noviembre de 1998 escribí un artículo Un asalto al cielo (en http://papelesagua.blogspot.com/2012/09/un-asalto-al-cielo.html), donde argumentaba la necesidad de un cambio en la dirección del gobierno del Estado. Indicaba que, aunque no apoyaba al candidato opositor Hugo Chávez Frías, este representaba la esperanza de millones de venezolanos hartos de tanto maltrato y menosprecio durante 50 años de gobiernos caracterizados por una hegemonía política donde era imposible realizar cambios y mejoras para los más desposeídos. Esa población, mayoritaria, aparecía registrada en los bajos índices, por ejemplo, de alimentación, empleo, procesos de lectura y escritura, que situaban al país como uno de los más atrasados en Latinoamérica. Lo pude apreciar mientras realizaba mi investigación de maestría en escuelas públicas del estado Bolívar, donde los índices de lecturabilidad eran de los más bajos en países en vías de industrialización.
Todo ese maltrato a la población con menos posibilidades socioeconómicas y alimentarias venía complementado con una franca y planificada embestida represiva de los cuerpos de seguridad del Estado (Disip-Dim).
La esperanza de millones de venezolanos fue puesta en la figura de ese militar quien se atrevió a retar a un gobierno con sus dirigentes cansados, engorilados de poder y en franco proceso de deterioro moral y ético. Así las cosas han pasado cerca de 14 años y de esa esperanza queda apenas la tímida apertura de un rostro de un desconocido ciudadano que ha sido usado para perpetuar aún más la miseria y el abandono por igual, de niños, ancianos, indígenas, entre los más despreciados y olvidados.
Nada, absolutamente nada justifica que continúe ese abandono de más de 50 años sobre la población venezolana. Ya es imposible seguirle creyendo a un continuador de las políticas de miseria y corrupción instalado en el país en el pasado y que siguen en el presente. Es inadmisible seguir pensando que un continuador de las políticas de expoliación a los ciudadanos siga gobernando usando estrategias demagógicas de humanismo, socialismo y apertura democrática. Es cínico, inmoral y corrupto este presidente lo mismo que los últimos 5 gobernantes que lo antecedieron.
Es falso que haya existido algún cambio en la actitud del Estado con respecto a la atención del ciudadano. La existencia de un aparato represor, como lo fue la siniestra Seguridad Nacional (SN) en la época de Pérez Jiménez, siguió intacta en los gobiernos democráticos, solo que cambió de nombre para llamarse Digepol y después Disip. Ahora le dicen Dibise. Solo por mencionar un aspecto de las miles de semejanzas con un gobierno dictatorial, militarista y autoritario.
No creo que una sustitución de presidente, por sí mismo, cambie la actitud del Estado represor y corrupto frente al ciudadano. Es siempre un largo, tortuoso y difícil camino de educación, trabajo y participación solidaria, entre el Estado y los ciudadanos, la garantía primera y última que nos hará realmente libres y aptos para vivir y convivir en una sociedad democrática.
También puede leerse este artículo, en:
http://www.eluniversal.com/opinion/120913/el-beneficio-de-la-duda @ElUniversal
http://www.6topoder.com/2012/09/12/el-beneficio-de-la-duda-el-arma-clave-que-sentenciara-el-7-o-opinion/ @6toPoder
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(*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis
martes, septiembre 11, 2012
Un asalto al cielo (*)
Un partido político es una pasión organizada. JG
En el siglo XIX Carlos Marx fue testigo de los acontecimientos que ocurrían en la Comuna de París, asediada por las turbas hambrientas y los poderes de un Estado absolutista que no reconocía el derecho de los ciudadanos a vivir con dignidad, salvo quienes ocupaban puestos de poder en la sociedad.
Aunque sabía que esa sublevación popular tenía un futuro marcado por la fugacidad del momento y que irremediablemente estaba condenada al fracaso, por no tener organicidad de consciencia “para sí”, esto es; para sus intereses de clase, este “asalto al cielo” merecía el mayor apoyo de su parte. Por ello Marx fue solidario con esta justa aspiración del pueblo francés a vivir con dignidad y tener la legitimidad de rebelarse contra el poder del Estado que no les protegía sus más elementales derechos humanos.
Contrariamente a lo que el común de las personas aprecia en sus concepciones teóricas sobre lo que aportó al conocimiento: el estudio científico de la sociedad, sus leyes internas y sus necesarios cambios para alcanzar una sociedad más humana, solidaria y justa, Marx dio al conocimiento universal aquellas leyes sociales que permiten conocer por qué los grupos humanos tienen necesidad de cambios permanentes, no solo materiales sino fundamentalmente espirituales.
Lo que posteriormente fue conocido como sociedades socialistas, comunistas y anarquistas, ha sido una tergiversación de unos postulados que fueron expuestos después de múltiples períodos de reflexión y búsqueda objetiva de explicaciones a las leyes sociales. Tanto así, que Marx vivió en carne propia la muerte de alguno de sus hijos de hambre, antes de encontrarse con su más entrañable colaborador, Federico Engels.
Han sido los intérpretes de sus ideas quienes, tergiversando sus conocimientos aplicados al materialismo histórico y la dialéctica materialista, intentaron construir un mundo a fuerza de venganza, odio y sometimiento a pueblos que decían proteger y representar. Lenin, Stalin y Mao se destacan en la búsqueda errada de una sociedad sin clases sociales ni poder supremo del Estado.
Han pasado muchos años desde que Marx y Engels elaboraron una doctrina para interpretar las leyes sociales y generar cambios significativos para la felicidad del hombre, sin embargo, al igual que todos los verdaderos maestros, sus enseñanzas todavía están muy lejos de comprenderse y menos de aplicarse.
Hoy continúan los mismos ricos y los mismos pobres. Quizá más tecnificados los primeros: usando sofisticados sistemas de persuasión para mantenerse en el poder del Estado. Acentuando los sistemas de control social, como la educación, la religión y el militarismo; mientras los segundos se hacen ilusiones creyendo en imágenes y mimetizándose a través de la fácil distribución de una aparente riqueza que llega con la suerte de la lotería y casi nunca por el esfuerzo honrado y digno del trabajo sistemático.
El estudio de la sociedad enfocado por Marx no es una filosofía ni una religión ni menos aún, un recetario para aplicarlo indiscriminadamente de sociedad en sociedad por igual. Es una actitud ética ante la vida, un modo de vida enfocado a lo que hoy conocemos como “ética ecológica” de la vida en comunidad. Por ello la educación, desde un principio, debe cambiar hacia una “educación para la paz” y la religión hacia una manera de religiosidad ante la vida, un nuevo hombre que se fortalece paralelamente mientras experimenta cambios significativos en su proceso técnico, tecnológico y científico que derrumba de manera coherente, lógica y objetiva, las calamidades y supersticiones de atraso intelectual, espiritual y psicológico en los seres humanos.
Salvo Dios y los maestros místicos perfectos, el resto del común de los mortales somos una “causalidad” en la vida de las sociedades. Sin embargo las necesidades, tanto materiales como espirituales que subyacen en nosotros, buscan superar las condiciones de vida y es allí donde surgen en la historia de la humanidad los líderes, quienes encarnan esas aspiraciones de cambios.
Toda nuestra historia está marcada por esos personajes quienes identificándose con las necesidades de sus pueblos, dirigieron sus pasos hasta alcanzar niveles más dignos de vida.
Nuestra historia venezolana está llena de esos personajes. Aplicando una de las categorías del materialismo dialéctico, “necesidad-causalidad”, en el siglo XIX existía la necesidad de liberarse de la dominación del imperio español. Había una cantidad significativa de personajes que aspiraban liderar ese cambio. Miranda era uno de ellos. El “loco” Antonio Nicolás Briceño era otro. Quizá era el más cercano a ese liderazgo. Sin embargo apareció una figura que se impuso, Simón Bolívar, una causalidad. Sus dotes como orador, estratega político y militar, e iniciado esotérico completaron posteriormente sus cualidades de liderazgo. Pero como se ve, pudo ser Miranda, quien era más preparado intelectual y experimentado militarmente.
Esto nos dice que los seres humanos somos causalidades, pasajeros y que en ciertas etapas de la historia de las sociedades, algunos encarnan las aspiraciones de una colectividad y devienen líderes. Pero esta condición debe verse más como un compromiso altamente ético y moral y no como un premio para dejar de hacer lo que los miembros de una sociedad desean cambiar.
Todo ser humano y toda colectividad que ha sido sometida injustamente a un período de sufrimiento, de vejaciones, cuando sus mínimas condiciones de vida, como alimentación, sanidad, seguridad y educación son permanentemente insatisfechas, aún cuando se esfuerza el individuo en su trabajo diario y perseverante para salir adelante; está vivencialmente apto para liberarse de esa situación y tiene legítima autoridad ética para no seguir soportando ni reconociendo a quien o quienes le sojuzgan, sean grupos o partidos políticos organizados o el mismo Estado. Además, debe entenderse que el Estado, como entidad superior en la vida de los pueblos, no es una entidad absolutista ni menos estática ni mucho menos inmutable. El Estado es un cuerpo social que debe cambiar y adecuarse a las necesidades de los miembros de una sociedad. Su partida de nacimiento, la Constitución, es un “contrato social” que se redacta para adecuarse a la vida de los pueblos.
Por eso es tan importante comprender que las sociedades organizadas son la razón de ser de la existencia de los estados y las constituciones y no lo contrario. No existe Estado ni Constitución sin seres humanos. No verlo así es creer que los estados son reinos eternos y las constituciones tablas y mandamientos inmutables y estáticos.
En Venezuela se está proponiendo, desde hace ya bastante tiempo, un cambio en nuestra Carta Magna que permita la existencia legítima de un Estado adaptado a las reales necesidades de sus habitantes. Parece ya inevitable que esos cambios se realicen. Es impostergable que ello ocurra. La dinámica social interna es apremiante. La problemática socioeconómica, educativa y sanitaria lo imponen, y sobre todo el quiebre de la moral del Estado y su ausencia de ética en los líderes, exigen transformaciones profundas más allá de una simpleza de una coyuntura electoral, con discursos marcadamente elementales, salvo las propuestas surgidas de un líder, en este caso Hugo Chávez Frías, quien encarna, en la categoría dialéctica de necesidad-causalidad, las esperanzas de un colectivo social.
No estamos apadrinando apoyo alguno a esta candidatura ni preconizamos solidaridades automáticas a sus propuestas. Sin embargo, consideramos que es justo reflexionar las propuestas de discusión que plantea este ex militar, más allá de las pasiones que pueda despertar, tanto de seguidores como de aquellos que de manera casi infantil e ingenua, llaman “comunistoide” a este líder. La realidad nos está diciendo que la interpretación dialéctica al camino que está abriendo este líder venezolano, impone una discusión desapasionada sobre nuevas bases filosóficas, ideológicas y políticas, sean estas de nuestro interés o no, que permitan esclarecer la visión oculta de un país que se está desvaneciendo de las manos de quienes aún quisieran manipularlo.
Ese país y ese Estado desarrollado a partir de la última Constitución nacional ya hace muchos años dejó de existir para más del 80% de una población que en la actualidad está en pobreza, mientras de ese porcentaje, 48% se encuentra en la más absoluta miseria. Y aquellos que representamos de alguna manera el 5% de la llamada “Intelligentzia”, integralmente alfabetizada, y podemos ver un poco más allá de lo trascendente de este momento, tenemos el deber moral, ético y pedagógico de exigir, al menos con nuestra palabra escrita, una justicia equitativa para nuestros semejantes, quienes hoy más que nunca nos piden orientación y que no nos parcialicemos cómodamente para que el Estado venezolano y sus líderes sigan iguales o en el mejor de los casos, cambien para que todo siga igual.
Inevitablemente la historia siempre nos ha demostrado, dolorosamente, que los cambios sociales verdaderos se dan de manera irregular, poco organizados. Y en muchos momentos de manera sangrienta. Ejemplos los encontramos en la Guerra civil norteamericana o la última Guerra Mundial europea.
Pero siempre saldrá de la crisis la claridad para acercarnos cada vez más al hombre bueno que todos queremos ser, viviendo en una nación que se parezca a nuestros sueños de justicia y libertad y con un Estado que respete la condición humana de todos sus ciudadanos.
camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis
P.S. Este artículo fue publicado originalmente el sábado 28 de noviembre de 1998, en el diario Correo del Caroní de Puerto Ordaz.
viernes, septiembre 07, 2012
Civilidad
Uno de los rasgos que define a una sociedad es su apego a los valores, principios y virtudes practicadas y heredadas como consecuencia del ejercicio de su libertad. Y es la vida la esencia de ese destino compartido lo que nos define como enraizados a una comunidad.
La práctica de los valores llevados a la enseñanza pedagógica perpetúa al ciudadano y lo fortalece en sus creencias y sus actos como ser humano. Eso es lo que llamamos la memoria cívica del hombre.
Esa práctica es un proceso de construcción individual y colectiva que se obtiene en la vocación de servicio y trabajo comunitario. Por eso, en estos años cuando estamos empeñados en buscar nuevos horizontes para lograr cambios significativos nuestra esperanza la depositamos en el Otro. Aquel candidato en quien depositamos nuestros deseos por una sociedad mejor, renovada y donde prive la civilidad y la decencia.
Olvidamos que gran parte de la responsabilidad está, tanto en ese aspirante a la primera magistratura nacional como en nosotros. Creemos falsamente que la responsabilidad social es un asunto ajeno a nosotros, que solo es competencia de personas, sean presidentes, gobernadores, alcaldes o concejales.
Ciertamente que estos han sido elegidos para ejercer un cargo y por tanto, depositamos en ellos nuestra confianza. Así pensamos que hemos cumplido con nuestra responsabilidad social.
Pero olvidamos que la civilidad, la construcción de ciudadanía adquieren los rasgos que nosotros le dibujamos. Y por estos años no son precisamente aquellos de virtuosismo y nobleza. Muy por el contrario somos una sociedad decadente en su memoria cívica. Sumamente atrasada en su práctica educativa para la construcción y fortalecimiento de su ética y moral sociales. Una sociedad agresiva, peligrosamente enferma de poder y con quiebres y fracturas en su defensa de la vida, lo más sagrado en una sociedad.
Seamos honestos y reconozcamos que el venezolano actual es un ser moralmente débil. Éticamente ambiguo en sus actos cotidianos. Todos, absolutamente todos los venezolanos en la actualidad estamos riesgosamente propensos a caer en actos de corrupción o a corromper al semejante.
Hemos caído en los abismos de eso llamado “depravación social” bien porque lo propiciamos bien porque silenciosamente somos permisivos. Nuestra frágil memoria de la historia de la civilidad nacional nos castiga siendo apenas pisatarios de una tierra que desconocemos en su vida ancestral, en su hechura mítico-simbólica, en su tradición y su orgullo por sus prohombres.
Despreciamos a nuestro semejante cuando lo tenemos frente a nosotros y le sabemos con posibles deficiencias intelectuales, físicas o económicas. Pensamos falsamente que poseer bienes materiales es sinónimo de ciudadanía y persona importante. Hemos confundido la riqueza material con los dones de la decencia y la dignidad humanas. Creemos que el poder político, militar y económico es superior a la formación intelectual, académica y espiritual.
Entendamos de una vez que la vida fácil, esta de valores y principios acomodaticios, de fracturas morales y nula ética son los rasgos que caracterizan a una sociedad decadente y donde los regímenes neo dictatoriales, caracterizados por el autoritarismo y la militarización de las instituciones, hacen su aparición y se perpetúan en tanto los individuos disfrutan de una aparente libertad (¿libertinaje?), siempre y cuando no pienses ni reflexiones críticamente y además, donde todos tus actos cotidianos deban tener un valor monetario, sea para tramitar una constancia de residencia sea para sobrevivir en una cárcel.
Finalmente, la civilidad posee su lenguaje, su voz. Reflexiva, armoniosa y acompasada en la plenitud de una actitud en sus mujeres y hombres que se acompañan en solidaridades criticas. Esto contrasta con el lenguaje autoritario y militarista, aquel de una misma y única voz que ordena, grita y ofende la dignidad humana.
También puede leerse este artículo, en:
http://www.eluniversal.com/opinion/120906/civilidad @ElUniversal
http://www.lapatilla.com/site/2012/09/06/juan-guerrero-civilidad/ @lapatilla
http://www.aporrea.org/actualidad/a149697.html @aporrea
http://noticiasvenezuela.org/?p=115996 @NoticiasVenezue
(*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis
sábado, septiembre 01, 2012
Comisarios culturales
Conversando con mi dilecta amiga, escritora y ensayista, Milagros Mata Gil, alcanzamos a tratar un tema todavía tabú en el medio cultural venezolano de estos tiempos. No deseo increpar ni hacer señalamientos sobre individualidades, solo indicar la triste y dolorosa situación de flojera intelectual, posiciones acomodaticias y nula solidaridad humana de quienes están al frente de los asuntos culturales oficiales en el régimen autoritario y militarista venezolano.
Es triste apreciar por estos días la manera como algunos intelectuales han optado por el silencio (¿cómplice?), en quienes después de varios años de apoyo al régimen hoy se cuidan de aparecer públicamente.
No criticamos sus posturas políticas ni adhesiones automáticas a las líneas culturales selectivas y discriminatorias. Pero sí es deber ciudadano denunciar la cacería de brujas que desde hace tiempo se ejerce sobre artistas, escritores y cultores, de manera abierta o solapada.
La odiosa y discriminatoria mal llamada Lista Tascón (-ordenada ejecutar por el presidente de la república en carta al otrora presidente del CNE, Dr. Carrasquero) es muestra de lo que afirmamos. Hoy sigue vigente en todas las instituciones del Estado.
En el pasado los regímenes de la Alemania nazi, la extinta Unión Soviética, como también las dictaduras de Franco, de Pinochet o en la Argentina de los generales, persiguieron a miles de artistas, escritores y científicos. Casos como el asesinato de García Lorca, por solo nombrar uno de ellos, son actos que no debemos permitir que ocurran.
Triste es el caso del venezolano Humberto Fernández Morán, científico señalado de ser colaboracionista del régimen dictatorial de Marcos Pérez Jiménez.
La lista de intelectuales colaboracionistas o comisarios perseguidores, delatores es extensa como también extensa es la de aquellos quienes fueron torturados, murieron o fueron encarcelados o sufrieron destierros, dentro o fuera de sus países. Caso dramático el de Alexander Solzhenitsyn y como lo detalla en su obra Archipiélago Gulag. También el del venezolano José Rafael Pocaterra y su Memoria de un venezolano de la decadencia.
Los actos de los comisarios colaboracionistas y defensores a ultranza de regímenes dictatoriales, totalitarios, autoritarios y militaristas son una odiosa afrenta a la dignidad humana y a la actividad intelectual y artística.
Esos intelectuales, la inmensa mayoría, han sido olvidados por los ciudadanos. Ese ha sido el precio que han debido pagar por callar y voltear la mirada ante la acción genocida y decadente de gobiernos inescrupulosos, corruptos y pícaros. Han preferido estar cerca del Poder para optar a cargos donde se dedicaron a delatar a sus semejantes, a sus amigos y conocidos para lograr prerrogativas y sentirse privilegiados.
Hoy, cuando los ciudadanos venezolanos más necesitan de sus pensadores, de sus intelectuales, de sus artistas, para encontrar orientación en la búsqueda de nuevos horizontes de bienestar y claridad a sus dudas existenciales, el gobierno del Estado mantiene una cuidadosa y bien aceitada maquinaria de intelectuales tarifados, bien manteniéndolos en oficinas gubernamentales, bien acomodados en cargos diplomáticos o en instituciones culturales, para que otorguen al régimen imagen de apertura sobre una crítica cultural que no moleste demasiado al estamento autoritario y militarista del gobierno. Que no sea demasiado altisonante y menos ofenda la acomodaticia y maltrecha estética de la postmodernidad chavista.
Los hay contratados por horas, como Noam Chomsky, para que declare a favor del gobierno y aparezca en periódicos. Otros vienen de paseo turístico para engalanar foros o congresos, como Galeano y sus “venas abiertas” para recibir dólares petroleros. O los oportunistas europeos que después comentan con sus cercanos, en París o Madrid, sobre lo “marginales que son estos venezolanos tercermundistas” en el gobierno.
A algunos escritores se les retiró la ayuda económica por no haber declarado a favor del régimen autoritario y militarista. Otros han sido execrados y reducidos al ostracismo por sus posiciones críticas frente a la política propagandística y uso de los medios culturales para promover al gobierno.
Pensar el país críticamente es necesario e indispensable para comprender la problemática general por la que atraviesa nuestra sociedad. Pensar críticamente siempre será un ejercicio delicado y riesgoso cuando en el gobierno del Estado existen comisarios culturales autoritarios y militaristas. Y fundamentalmente, cuando estos gobernantes proceden de un pensamiento marginal y han estado durante años modelando una mentalidad autoritaria, militarista y resentida, social y políticamente.
También puede leer este artículo, en:
http://www.eluniversal.com/opinion/120830/comisarios-culturales @ElUniversal
http://www.lapatilla.com/site/2012/08/30/juan-guerrero-comisarios-culturales/ @lapatilla
http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/8680724.asp @analitica
http://www.aporrea.org/tiburon/a149271.html @aporrea
http://hoy.combonoticias.com.ve/index.php/103616/juan-guerrero-comisarios-culturales/ @comboNoticias
http://www.noticierodigital.com/2012/09/comisarios-culturales/ @NDtitulares
http://www.iberoamerica.net/venezuela/prensa-generalista/eluniversal.com/20120831/noticia.html?id=os5L13Q www.iberoamerica.net
(*) camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis