viernes, marzo 30, 2012
Criminalidad
Por la época decembrina, hace ya algunos años, escuché una conversación entre una señora de servicio doméstico y una amiga. Hablaban de celebrar los días navideños. En un momento de la conversación la señora se quedó en silencio por breves momentos, luego agregó: -En la cuadra del barrio donde vivo la gente no va a celebrar la navidad porque en cada casa hay duelo. A quien no le mataron a un hijo, le mataron al marido o al sobrino o le violaron a la hija. En todas las casas hay luto y mucho dolor. Mi amiga hizo un gesto de asombro y enseguida cambió de conversación y le pidió que terminara el almuerzo.
La señora vivía en el barrio Brisas del Sur, en San Félix. Terminaban los angustiosos años ’90 y un nuevo siglo asomaba su rostro de incertidumbre. De ese tiempo a la actualidad han pasado poco más de 12 años, y la sociedad venezolana ha mostrado el lado más ruinoso y criminal de su alma.
La maldad del venezolano no parece tener límites y cada vez tiene más rasgos de sadismo e impunidad. Y esto es posible porque el criminal percibe que en la estructura del Estado los sistemas encargados de controlar la criminalidad son laxos y en la práctica no castigan al culpable.
Por ello pareciera una contradicción ver cómo en los medios de comunicación aparecen personas, quienes representan a Ong´s defendiendo, por ejemplo, los derechos humanos de los presos en las cárceles.
Ciertamente que como seres humanos que al fin y al cabo lo son, no es justo que cumplan sus penas en sitios antihumanos. Pero por qué no se anteponen a esos registros visuales la presencia de quienes padecen la tragedia de un familiar, de un amigo, de una cercana persona que ha sido asesinada o violada o secuestrada. Por qué no mostrar y darle primacía y mayor protagonismo a esos seres humanos a quienes les fueron arrebatados los cientos de miles de venezolanos asesinados o que están secuestrados.
Responsablemente afirmo que un violador de menores de edad o quien haya asesinado con premeditación, ventaja, alevosía y sadismo a una anciana, o que haya secuestrado, violado y mutilado a un ser humano, pueda ser regenerado por el sistema judicial y educativo venezolano. Eso es sencillamente un imposible. En esos casos como en otros, todos horrendos, se debe condenar a la persona a cadena perpetua y trabajos forzados.
Creo que se debe atender, tanto material como psicológicamente a los miles de anónimos venezolanos que sufren y quedaron mutilados o minusválidos por las balas o las secuelas espirituales por el drama de la violencia.
Sugiero que quienes en la actualidad permanecen en las cárceles y deben cumplir su sentencia, el gobierno del Estado los clasifique según el tipo de crimen cometido. Porque no es igual quien ha arrebatado una cartera y robado por hambre o usado sustancias psicotrópicas, a quien ha violado a un menor de edad o ha cometido un secuestro o ha cometido un hecho de corrupción.
El Estado venezolano debe diseñar un plan de trabajo “obligatorio y estricto” que permita el uso de la fuerza bruta de esos penados. Utilizar esos seres, por ejemplo, en la construcción y reparación de carreteras, en la instalación de vías ferroviarias, en la limpieza de calles y avenidas. En la limpieza de cañerías, en el desarrollo de campos agrícolas, en la construcción de viviendas, entre cientos de áreas donde los penados pueden desempeñarse y el Estado contar con mano de obra que no tiene por qué cancelar nada, salvo garantizarle sus derechos humanos, su alimentación y su salud.
En el pasado otras sociedades se desarrollaron a partir del uso de la mano de obra de estos condenados a prisión. Por el contrario, mientras se continúe manteniendo a estos seres en hacinamiento constante, sin planes de asistencia penitenciaria, será cada día más difícil la recuperación y reinserción plena de ellos como ciudadanos virtuosos y respetuosos de las leyes.
(*) camilodeasis@hotmail.com.ve / twitter@camilodeasis
viernes, marzo 23, 2012
Entre marginales te veas
Hace algunos años leí en un diario de circulación nacional unas declaraciones de un técnico deportivo cubano quien había decidido desertar e irse de Venezuela. Entre las tantas afirmaciones que indicó, una de ellas me impactó particularmente: “No se puede hacer una revolución con marginales” Y yo agregaría, además: Tampoco se puede lograr una verdadera democracia con dirigentes opositores de mentalidad marginal.
Esto último es verdaderamente dramático toda vez que estamos tan mal acostumbrados a la dejadez, la desidia y la pedantería, que una gran parte de la sociedad venezolana, particularmente la llamada clase media, está esperando que el presidente se muera y surja de la nada un reemplazo para tranquilizarse y seguir su vida como si nada hubiese pasado en estos años. Otros esperan que el candidato opositor asuma la presidencia y les devuelva la antigua vida de solidaridades automáticas y respaldo a sus malcriadeces políticas.
Ciertamente que el país ya no es el mismo. Los alegres y falsamente prósperos años setenta ya pasaron. Los despertares de la resaca en los años ’80 y ’90 se vivieron en las calles y entre el basurero por saqueos, muertos y desamparados de los conflictos sociales que abrieron las compuertas donde se asomó el rostro famélico de un venezolano desconocido.
El siglo XXI nos presenta ahora como una sociedad contradictoria: viviendo en un espacio geográfico llamado Venezuela inmensamente rico pero a la vez, siendo casi infinitamente pobres. Sobre manera, sin memoria histórica y menos cultural. Con un sistema educativo rudimentario, pedagógicamente atrasado y sin un modelo preciso para construir el ideal del ciudadano venezolano habitante de una república democrática. Con un sistema de mercado donde el comerciante se mal acostumbró a obtener como beneficio de sus ventas, el doble, triple y hasta más sobre la venta de sus productos.
Venezuela es, desde hace más de 25 años un país absolutamente privatizado por la mentalidad marginal. Y el primer privatizador es el Estado. De resto, las aceras, los rincones, las paradas de autobuses, las jardinerías, las esquinas y demás sitios públicos han sido tomados por particulares. La mentalidad buhoneríl se ha hecho gobierno y se ha impuesto, restando espacios y participación a las comunidades organizadas.
No creo que el actual sistema educativo venezolano pueda lograr un cambio de mentalidad en el venezolano. Mucho menos que el actual gobierno del Estado logre cambios verdaderos, ni tampoco los dirigentes opositores puedan lograr en el corto tiempo instalar una estructura educativa basada en valores y adaptada a los nuevos cambios en el escenario socioeconómico mundial.
Mientras no ocurra una clara, franca y decidida participación del Estado venezolano en la conformación de un sistema educativo y de seguridad que logren en la práctica controlar a los asesinos, violadores de menores, corruptos, ladrones, pícaros políticos, comerciantes usureros, y demás alimañas sociales, la mentalidad marginal irá solucionando a su manera las cosas e imponiendo su ética y estética.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
viernes, marzo 16, 2012
La mirada del desprecio
Lecturas de papel
En la Caracas de inicios de los años ’70 se mantenía un discreto control, por parte del gobierno del Estado, sobre los espacios de pobreza y miseria que crecían aceleradamente y amenazaban con desbordarse por calles y avenidas de las principales ciudades de Venezuela. Para disimular e impedir que se visualizaran los ranchos, uno de esos tantos gobiernos de la capital construyó por los lados de la avenida San Martín, muy cerca de la Sanidad, un largo paredón de varias cuadras. De esa manera no se podían ver ni ranchos ni las estrechas callejuelas ni mucho menos los rostros del hambre y la desolación de esos miles de venezolanos quienes merodeaban de día por las calles de Caracas. Mi padre me lo comentó y un día, mientras él se dedicaba a su trabajo como fotógrafo con cámara de cajón, yo me introduje por uno de los tantos boquetes que ya existían en esa muralla y pude ver ese otro mundo que de hecho existía y era mucho más inmenso en población.
Después, ya por los años ’80, también vi por televisión cuando llegó el papa Juan Pablo II y mientras la caravana pasaba cerca del retén de Catia, de pronto los presos sacaron sus manos y rostros por entre los barrotes de esa mazmorra de indignidad. El beatísimo fustigó al gobierno de Caldera y semanas después la cárcel implosionó y se derrumbó dejando una estela de humo y de injusticias. La cárcel fue demolida pero no desapareció ni el hacinamiento de la población carcelaria ni mucho menos la dramática situación de un sistema de justicia inmoral y de mentes marginales.
Estas dos historias, que ocurrieron no hace más de 40 años, son realidades de un drama mucho más complejo que la actual y simple diatriba política que no parece tener fin. Nos estamos refiriendo al “desprecio” y por tanto, a la exclusión y a la marginación de cientos de miles de millones de seres humanos. Y en ello tienen la principal responsabilidad, tanto la dirigencia política como el liderazgo profesional de la clase media.
Más terrible que padecer de hambre alimentaria es padecer de desprecio por el semejante y ser condenado, de hecho, a la indiferencia y la invisibilidad. Al no reconocimiento del semejante como ciudadano con derecho a existir. Consecuencia de ello, una inmensa porción de esta población no existía jurídicamente pues no tenían cédula de identidad y millones de menores de edad apenas tenían como prueba de su nacionalidad venezolana, la boleta de nacimiento que a sus madres le daban en los hospitales cuando nacían.
La actual problemática de conflictividad por la que atraviesa la sociedad venezolana no comenzó hace 13 años ni es responsabilidad única del actual gobierno del Estado. La degeneración de las instituciones del Estado venezolano hasta volverse en una práctica diaria de actuación de mentalidad marginal, ha sido un paulatino proceso de descomposición de la sociedad que comenzó hace más de 40 años y con ello, el desprecio sistemático que una élite ha mantenido sobre los más desposeídos.
Por eso considero que uno de los mayores aciertos que el actual gobierno del Estado tiene, con sus contradicciones y detractores, ha sido invertir la visión economicista y colocar la acción de solidaridad social como prioridad, y con ello darle rostro a esa mal llamada “masa social” informe e invisible que solo se “usaba” para hacer bulto en las concentraciones partidistas.
No creo que la sociedad venezolana supere con un simple cambio de gobierno la dramática coyuntura de sobrevivencia. Tampoco la condición de mentalidad marginal que ha invadido absolutamente todas las estructuras de las bases supremas que sostienen a la sociedad y al Estado: Familia, Religión, Moral y Educación. Todas ellas de contenido intangible pero que se materializan en la construcción diaria del hacer de los ciudadanos.
Pero hemos de insistir y seguir insistiendo que sólo un sistema educativo profundamente pedagógico y por un tiempo directivo, junto con un riguroso sistema jurídico fortalecido en valores, podrán vislumbrar la existencia de un ciudadano éticamente sano que pueda mostrar el rostro multifacético del venezolano que todos anhelamos ser.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
viernes, marzo 09, 2012
Eres chavista!
Mientras cambiaba el aceite al motor de mi carro, en el taller de un
conocido, escuché una intensa conversación entre otros dueños de
vehículos y el técnico mecánico. No me interesó tanto el tema que
abordaban, obviamente sobre la figura del presidente y sus ofensivas
palabras al candidato opositor, tildándolo de "cochino", como la forma
para enfrascarse en la discusión. Gestos, ademanes, movimientos
corporales exagerados así como un elevado timbre de voz denunciaba en
los interlocutores una insanía en las relaciones humanas, donde en
absoluto había espacio para la reflexión. En la Venezuela actual cada
quien, casi a gritos, expone su verdad y no escucha al Otro-semejante
ni mucho menos, al Otro-diferente. Siempre he creído que esto del
tristemente llamado "chavismo" es más una actitud, una postura de
vida, una emocionalidad y sobremanera, un credo de fe, fanatismo,
superstición y ortodoxia, que se aplica tanto a ultrosos seguidores
oficialistas como a ultrosos opositores. Las actitudes autoritarias,
militaristas, ramplonas, retadoras, agresivas, entre tantas otras, de
clara y evidente persona que se sabe protegida, son propias de un tipo
de venezolano que arrastra ese síndrome de la "pedantería" y el
"pantallerismo" desde hace más de 40 años. Es el cultivo de unos
antivalores que se instalaron en la mente del ser venezolano desde
mediados del siglo XIX, con el denominado "pícaro" que se valía de sus
astucias histriónicas para vivir del semejante. Es el moderno "avión"
de los años '70, '80 y '90. El "vivo" que hace malabarismos para
vivir de sus artimañas. Es el apostador que se va los fines de
semana al hipódromo a "jugar caballos" o apuesta en las "dupletas" o
en la "lotería de animalitos". Ese es un tipo de venezolano que cerró
filas en el ámbito político e introdujo sus picardías y malas mañas en
la actividad partidista. Los actuales líderes, dirigentes, militantes,
simpatizantes y amigos de absolutamente todos los grupos y partidos
políticos venezolanos tienen entre sus miembros a una grandísima
mayoría de estos especímenes. Devenidos en negociantes y empresarios
de influencias y prebendas. Encorbatados o en faldas de lino y oropel,
siguen la tradición del pícaro y la picaresca de siempre. Superar esta
enfermedad actitudinal, este "rancho mental", este síndrome kinésico,
esta arrogancia de "deslenguadas y deslenguados" que modelan patrones
conductuales marginales, resulta un difícil y duro proceso de cambio
que solo podrá lograrse con una sólida estructura educativa y un
riguroso sistema judicial que haga sentir el peso del Estado
pedagógicamente directivo. De otra manera, seremos una sociedad que ya
transita lo que me escribió en un tuit el profesor Agustín Blanco
Muñoz @ablancomunoz "El PROBLEMA no es si hay o no denuncias, sino
determinar qué nos llevó a ser una sociedad de ASESINOS".
(•) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, marzo 03, 2012
Aberraciones
La Venezuela decente se despertó, hace menos de un año, con la espantosa noticia del llamado “Niño de Guanare”. El menor fue sometido a torturas y violaciones continuas hasta desprenderle varios órganos internos y morir en medio de terribles dolores. Fueron varios adultos quienes cometieron tan vil y horrendo crimen. Toda una comunidad se movilizó frente a este acto de barbarie e inhumanidad. Hubo saqueos en el pueblo e intentos de linchamiento para los criminales. Fue la comunidad la protagonista en la exigencia de justicia.
Después vino la calma. La noticia se fue difuminando en medio de otras que hacían de esta apenas una nota trágica. Ya casi olvidada supimos de otro horrendo crimen. Esta vez fue en la Costa Oriental del Lago, en Cabimas. Donde un desnaturalizado hombre sometió a torturas a un infante, menor de dos años. Lo violó y no contento con ello, le colocaba su cabeza dentro de un tobo lleno de agua intentando ahogarlo. El menor finalmente murió. Fue noticia de varios días.
Ahora viene otra noticia también funesta y dolorosa. La de una mujer quien mantuvo por meses encerrada en una letrina a su nieta. La alimentaba con restos de comida y a pura agua. Sucedió en Machiques, al sur del Lago de Maracaibo. De apenas cinco años. Cuando lloraba la aberrada mujer calentaba un tenedor y lo apretaba contra los labios de la niña.
Los vecinos alertaron a las autoridades quienes encontraron a la niña en franco proceso de desnutrición. La mujer fue puesta a las órdenes de la justicia y la niña enviada a un centro de rehabilitación. Después, el Ministerio Público ordenó la liberación de la abuela con régimen de presentación cada 15 días.
Estos tres casos son apenas una ínfima muestra de los cientos de historias a las que son sometidos diariamente miles de menores de edad. Habría que mencionar aquellos quienes mueren en los barrios, urbanizaciones y zonas rurales como consecuencia de las riñas entre adultos o por las llamadas “balas perdidas”. Además de las “muertes psicológicas y espirituales” por familias que desprecian a sus menores hijos y por un Estado que en la práctica mantiene en desamparo alimentario, educativo y sanitario a estos seres humanos.
Pero lo que llama la atención es darnos cuenta cómo cada día aumentan los casos de tortura y violación contra infantes y niños. Cómo algunos adultos se ensañan contra la población más desvalida: los menores de edad. Eso muestra inequívocamente que existe un proceso de “enfermedad”, de síndrome de podredumbre humana, de tufo social que está mostrando el lado más oscuro del venezolano. Su capacidad para hacer mal al semejante. Y es hora de indicar y llamar a las cosas por su nombre: el venezolano también es malo, agresivo, capaz de cometer aberraciones como las descritas anteriormente. Seamos honestos y reconozcamos que la sociedad venezolana está enferma y parte de sus dolencias las está mostrando con rasgos de una criminalidad espantosa y brutal, como los llamados “coliseos” que semanalmente se ejecutan en las cárceles, como en la de Uribana, en Barquisimeto. Allí también los prisioneros juegan al fútbol usando como pelota las cabezas de los recién linchados y “ajusticiados”.
Todos, absolutamente todos los ciudadanos venezolanos somos corresponsables de estos sucesos sino denunciamos y callamos. Denuncia a quien maltrate a un niño. No calles cuando veas a un adulto golpeando a un menor de edad. Escucha a una niña cuando señale a un adulto que la manosea en sus partes íntimas. Dile a tus hijos que no reciban caramelos ni regalos de desconocidos. Está atento con las personas más cercanas del menor de edad: son quienes generalmente pueden abusar de los infantes y niños. Sé responsable y denuncia al agresor. Tu participación y protección al menor es determinante para salvarle la vida.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis