sábado, diciembre 10, 2011
Política y tragedia en la literatura nacional
Si algo caracteriza a la literatura criolla hasta hoy es que con mayor persistencia y en un grado no igualado por ninguna otra está condicionada y determinada por la política. Arturo Uslar Pietri. Lo criollo en la literatura.
Mucho se ha escrito sobre si nuestra literatura y nuestros intelectuales venezolanos han estado oscilando entre las letras y la acción política. Años antes de los acontecimientos que trajeron como consecuencia los procesos emancipatorios, con la sangrienta guerra civil del siglo XIX, los intelectuales criollos ya se mantenían dispuestos a discusiones sobre literatura, filosofía, teología y política. Era la denominada tertulia de los hermanos Ustáriz, a principios del ´800, y donde asistían Andrés Bello, Luis López Méndez, los hermanos Salias, Simón Bolívar, Francisco de Miranda. Jóvenes estudiantes de la Pontificia Universidad de Caracas quienes alargaban en esta tertulia los comentarios que iniciaban en los salones de la universidad. Es importante señalar que nuestra Independencia se inició en una tertulia literaria que, al calor de las discusiones se transformó en sociedad secreta, la Sociedad Patriótica, que llegó a albergar hasta cerca de 600 conspiradores, como lo indica en sus escritos Miranda.
Ese rasgo político orientado al cumplimiento de reivindicaciones de tipo social tiene una más antigua data. Está referido a la tragedia vivida en los tiempos de la Conquista y Colonización, donde, según documentaciones recientes, se ha establecido que en el territorio de lo que actualmente se conoce como Latinoamérica, fueron asesinados cerca de 150 millones de indígenas, de ellos un porcentaje significativo ocurrió en lo que hoy es el territorio venezolano. Esa catástrofe, mucho mayor que la vivida en los tiempos modernos por otras sociedades, como la europea, donde murieron en la Segunda Guerra mundial más de 6 millones de personas, de las cuales cerca de 3 eran judíos y las restantes, gitanos, negros y otros grupos étnicos (que muy poco se ha dicho de ellos) hace que en nuestra memoria colectiva anide una visión trágica de la vida.
Esa tragedia es posible palparla a lo larga de toda la naciente literatura latinoamericana y, particularmente, en la literatura nacional. Visión política y sentido trágico de la vida son dos rasgos que caracterizan a nuestra literatura en su historia. Desde Venezuela heroica, Zárate, El beso del espectro, Historia de una familia, así como los poemas iniciales de Andrés Bello, incluido su canto de gesta, Gloria al Bravo Pueblo, entre otros, muestran cómo la literatura nacional ha estado marcada por ese sentido trágico que busca en la acción política la superación de un drama que aún hoy, a más de cuatro siglos, no ha sido suficientemente asimilado por la sociedad.
Esa tragedia, lejos de entenderse, con los años se ha hecho más compleja hasta alcanzar rasgos particulares como consecuencia de los nuevos movimientos literarios en el panorama escritural nacional. Pero aún así, son las mismas tragedias que presentó en sus cuentos Pocaterra en el siglo pasado donde la vida, marcada por las enfermedades (léase por ejemplo, La I latina, donde la maestra muere de tuberculosis o La casa de la bruja, donde el hijo está postrado por la lepra, o el clásico cuento de Panchito Mandefuá, sobre el abandono de la niñez) son muestra de una herencia que tiene sus orígenes en ese tiempo aún no comprendido del todo, que se llamó Descubrimiento, Conquista y Colonización.
Es en la literatura nacional como en ninguna otra parte de la acción humana, donde el ser se nutre y trasciende, bien con sus esperanzas bien con sus tragedias bien con sus atrocidades o sus cantos de heroísmo, bajeza o solidaridad; pero actos humanos al fin y al cabo. Y ese rostro es el verdadero espejo de lo que somos y seremos siempre y que se muestra como reflejo en nuestra literatura nacional.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, diciembre 03, 2011
La canción nacional
No tengo la pretensión de escribir para los castellanos. Mis lecciones se dirigen a mis hermanos, los hablantes de Hispanoamérica. Andrés Bello.
La Fundación Mozarteum Venezuela presentó, en 1995, en ediciones de la Asociación Venezolana de Amigos del Arte Colonial, un trabajo musical donde presentan una serie de piezas del período colonial venezolano. De todas esas piezas musicales una de ellas resulta particularmente interesante porque corresponde a nuestro Himno Nacional, la célebre canción Gloria al Bravo Pueblo.
Atribuida la canción de gesta heroica desde la época de Guzmán Blanco a Vicente Salias (letra) y Juan José Landaeta (música), las investigaciones modernas adelantadas por estudiosos de la música venezolana, como Alberto Calzavara (1944-1988) a quien conocimos mientras estudiábamos en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, resultan de extraordinario valor para todo venezolano que se precie de serlo. Como se afirma en la nota de investigación que precede al disco compacto, Carlos F. Duarte va introduciendo una serie de comprobaciones históricas que demuestran inequívocamente la autoría de nuestra canción más popular a Lino Gallardo (música) y Andrés Bello (letra). Además, se afirma que esta canción fue compuesta casi inmediatamente después de los acontecimientos ocurridos el 19 de abril de 1810.
Por mucho tiempo se creyó lo contrario y por informaciones erradas y también por ciertos rasgos políticos, se permitió que esta verdad histórica permaneciera oculta para el común de los venezolanos. La letra original, como ya se indicó, por Andrés Bello, reclama la legitimidad de los derechos usurpados al rey Fernando VII, además de clamar por una unidad latinoamericana bajo el “ejemplo que Caracas dio” con el levantamiento de su población en los hechos de abril de 1810.
Por su parte, y como se indica en la nota de presentación que se realiza a las piezas musicales, la interpretación que se ejecuta de nuestra canción de gesta, realizada por Gallardo, respeta rigurosamente la partitura original, tal y como era interpretada en los inicios de su popularización. Esto es, acompañamiento de guitarra y oboe, aunque podía también ser interpretada con flauta, como fue la experiencia que el canónigo Madariaga vivió a su paso por el río Meta.
Resulta de suprema importancia esta información, no tanto para devolverle a la canción de gesta revolucionaria su letra y partitura originales, situación ésta improbable, como reivindicar históricamente la autoría intelectual y espiritual a dos grandes humanistas, como lo fueron Bello y Gallardo. El primero por ser el modelo civilizatorio, quien marca la lucidez del conocimiento de lo verdaderamente latinoamericano. El hombre que normó la palabra escrita y fijó en su Gramática de la Lengua Castellana Destinada al Uso de los Americanos (1847) los principios de lo que es hoy el español latinoamericano. Gallardo, por su parte, representa el músico entregado a su labor callada y pedagógica, aún tomando parte, desde antes de 1810, en conspiraciones contra el Imperio español.
Dos grandes venezolanos, dos razones para afirmar lo positivo nacional, dos hombres cívicos que deben servir como imágenes en la construcción definitiva de una sociedad marcada por la huella de lo humanístico, de lo más trascendente del alma cultural venezolana de siempre.
Extraordinario y pedagógico trabajo musical el de esta Fundación, que debería ser difundido en los centros educativos de nuestra nación y sobre todo, entre niños, jóvenes y esencialmente, dirigentes y líderes nacionales y regionales, de “toda especie”.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, noviembre 26, 2011
En capilla ardiente
Cuando murió Kelvin de Jesús –Er cara ‘e perro- apenas acababa de cumplir los 20 años. Lo encontraron en una zanja en “Barrio Loco” de San Félix, estado Bolívar. Tenía también 20 impactos de bala en su rostro. En el CICPC tenía un amplio prontuario policial: desde arrebatones hasta violación a menores de edad y tráfico y consumo de drogas. Todo un bichito, pues.
En la funeraria Cecoguay le estaban velando. Muy pocas personas fueron a verle. Eran casi todos familiares y allegados. Otros curiosos y otros más, para cerciorarse de su muerte y dormir tranquilos en el barrio. Se diría que todo transcurriría normalmente. Pero ya por la noche, los administradores de la funeraria indicaron, tanto a familiares como a las demás personas, que debían abandonar el sitio. También en las demás capillas estaban alertas porque velaban a un malandro.
Razón tenían los dueños de la funeraria porque después de las 9 de la noche nadie está a salvo en la Venezuela moderna. Ni los muertos. Al cara ‘e perro no le hicieron más nada. Puro nerviosismo mientras lo velaron. Dos coronas y apenas su tío materno puso el hombro para sacarlo de la funeraria. Los demás eran empleados mientras su silenciosa madre, como apenada, hundía el rostro en una servilleta.
Pero la fiesta comenzó al entrar al camposanto. Al llegar al sitio del entierro ya estaban instalados sus compinches. Habían llegado en motocicletas, busetas y carros de alquiler. Desenfundaron sus armas y acto seguido, dispararon al aire mientras aceleraban las motos y ponían a todo volumen un reguetón. El de chaqueta semicuero negro y percing en la oreja derecha, se acercó al féretro, lo abrió y acto seguido roció con su botella de ron el cuerpo de Kelvin José. Le abrió la boca que había sido destrozada por los disparos, y le echo más ron. Después, una de las mujeres que acompañaban a los malandros, abrió los ojos al difunto y los sostuvo con dos palillos. –Pa’ que vea por dónde está el camino que lleva a la Santa Muerte, dijo. Supe entonces que pertenecían y eran devotos en la corte de la Santa Muerte.
Finalmente sus compinches fueron depositando, uno a uno, flores que quitaban de las demás tumbas. Simplemente iban y jalaban las flores. Uno que otro hasta las trajo con su florero. Lo limpió y lo puso a un lado. Nadie dijo nada. A lo lejos las personas corrían a refugiarse entre las tumbas. Otras se embarcaban en sus vehículos y enfilaban a la salida. Las ancianas se persignaban y los niños miraban con rostros medio asombrados, medio entusiasmados, mientras los jovencitos se diría que hasta se sentían atraídos por las armas, las actitudes y el desenfreno malandril.
Pasa esto en la Venezuela actual. Ocurre en San Félix, en Puerto Ordaz, en Puerto La Cruz, en Maracaibo, en Catia, en Valencia… y pare usted de contar. Es una práctica ya común en funerarias y cementerios nacionales. Tumbas abiertas. Cruces, santos y ángeles destrozados. Roban cualquier tipo de metal semiprecioso y hasta hierro y latón. Las tumbas más viejas las abren y se ven los féretros puestos a un lado. Hay restos de tabacos, cenizas de carbón, esqueletos de animales, dibujos de círculos, de cruz hebrea, entre una serie de signos que denotan la febril actividad nocturna en los camposantos. Propiedad exclusiva de la cada vez más popular Corte Malandra.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, noviembre 19, 2011
El padre ausente
“Esta generación no necesita un padre”. Bertrand Russell
Uno de los traumas de la sociedad venezolana ha sido la marcada tendencia a vivir bajo la marca de un padre salvador. Desde aquella incipiente sociedad colonial que floreció al amparo de un rey que, como descendiente directo de dios, impuso a sangre y fuego la obediencia a los principios de un Estado despótico, autoritario y fanático. Trescientos años modelaron una práctica social que se transmitió de padre a hijos, teniendo siempre como paradigma la figura del monarca ausente pero a la vez presente en todos los actos de la vida.
Romper con esa tradición fue la principal hazaña de los pensadores venezolanos del siglo XIX. El más osado fue, sin duda alguna, Juan Germán Roscio, quien, con su obra Triunfo de la libertad sobre el despotismo, publicado por vez primera en Filadelfia, en 1817, ofrece luces sobre una nueva manera de ordenamiento social donde la razón de Estado permita a los ciudadanos formarse en una sociedad libre y democrática.
Sin embargo no fue suficiente el proceso emancipatorio para sustituir la imagen arquetípica del soberano como padre protector. Esto porque no hubo un proceso educativo que introdujera en la mentalidad del ciudadano, la idea de ser libre a partir de la sustitución del dios-rey por un Estado laico regido por hombres y mujeres que tuvieran en la Razón, el principio de la libertad que lleva a vivir en democracia.
De ese tiempo al presente hemos pasado por padres protectores, bien benefactores unos, bien autocráticos otros. Simón Bolívar, José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez, han sido los presidentes más emblemáticos que han fungido como salvadores-protectores de la Patria.
Creo que uno de los aportes del proceso de democratización del Estado venezolano fue la universalización de la educación laica y el voto a la mujer. Sin embargo, la imagen de ese padre salvador-protector nunca fue erradicado de la memoria colectiva. Logró mutar hacia un líder populista y demagogo que ofrecía bienestar y seguridad al venezolano que se iniciaba en la vida democrática en la era moderna de la Venezuela petrolera. Ese líder democrático escondía y continúa escondiendo, los rasgos básicos del salvador-protector que se cree eterno y que actúa por obra y gracia de un dios-rey devenido Pueblo (“vox populi vox dei”). Así hemos asistido a la experiencia de unos líderes, quienes impulsaron la Democracia representativa, iniciada con el llamado “Padre” de la democracia Rómulo Betancourt. De ese tiempo al actual hemos recorrido escasos 53 años en la memoria de una sociedad que tiene, históricamente, poco más de 500 años transitando un espacio de aldeas, caseríos y ciudades donde el ser venezolano ha ido reforzando la imagen de ese padre omnipresente.
Los tiempos actuales y por venir nos están orientando a una drástica ruptura, definitiva, con esa imagen y esa actitud. Los nuevos tiempos ya no pueden ser de líderes salvadores ni protectores, mucho menos demagogos. Son, por el contrario, la presencia de las comunidades, organizaciones, equipos de mujeres y hombres que, como un solo bloque, se expresan en partidos políticos, ongs, gremios, sindicatos, asociaciones, y acentúan lo colectivo como rasgo distintivo en el progreso social, y donde el líder es representante, voz común que proviene del grupo y a él se debe.
Ese dios, ese rey, ese salvador, ese protector y en definitiva, ese demagogo ya no nos sirven para transitar los caminos que tenemos frente a nosotros. Cada uno de nosotros, en nuestro cotidiano existir, en nuestro entorno: familia, trabajo, estudio, somos líderes de nuestra propia existencia.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, noviembre 12, 2011
Piche política
Es lastimoso el escenario institucional venezolano referido a los liderazgos y la dirigencia de los partidos políticos y la organización militar. Lo han invadido todo. No queda ningún resquicio donde el venezolano normal se pueda resguardar de semejante afrenta a su dignidad y trascendencia como ser individual y social. Las relaciones de pareja, de amistad, de trabajo se han visto asaltadas por estas hordas de simios practicantes de un arte degenerado y devenido asunto de pandilleros. Lo hemos escrito en artículos anteriores: la civilidad venezolana está desde hace varios años muy por encima de estos charlatanes de oficio, quienes estructuran mensajes demagogos, unos, y de violencia, otros, para personas minusválidas de pensamiento.
Esto que presenciamos es la descomunal lucha de todo un pueblo, que de manera inteligente y sabia, busca maneras de zafarse de esos gestores políticos y gorilas militares, que desde hace años nos han atrapado y que ahora se muestran en su fase más lamentable, ruinosa y perniciosa: la mentalidad marginal del político y del militar.
Es la lucha de la sociedad civil venezolana inteligente, ingeniosa, trabajadora, contra los manganzones de oficio quienes toda la vida la han pasado viviendo de las rentas del erario público, agazapados en partidos políticos y centros militares. Muy pocos de estos mal llamados líderes políticos y militares pueden salvarse de esta categorización. Sobran dedos para contar los dignos, los cultos, los educados, los virtuosos, los cívicos, los prohombres y mujeres, aquellos que asumen la actividad política y militar como servicio público que se ejerce con humildad, con mística de trabajo y vocación comunitaria.
Cierto que la sociedad civil venezolana participará en los procesos electorales previstos para el próximo año. Y esto no debe verse en modo alguno como un fenómeno ni un milagro ni un regalo de este o algún otro gobierno anterior. Es la consecuencia de una práctica de la libertad que desde hace poco más de dos siglos se ha venido practicando en nuestra sociedad.
Considero que el aporte más significativo que se observa en estos años en nuestra sociedad es el ejercicio de la libertad individual y colectiva reflejados en el ejercicio de vivir y convivir en democracia. Y ese ejercicio de la libertad y de la democracia está instalado en la piel política del venezolano de estos tiempos y es parte de su esencia como pueblo y nación.
Cierto que nuestra práctica de la libertad y de ejercer la democracia no es de tipo suizo, y tanto mejor así. Ella se construye y reconstruye día a día en la cotidianidad de la vida. La democracia venezolana se parece cada vez más a nosotros. Es altanera, irreverente, a veces respetuosa, a veces simple o compleja, en otras de una ingenuidad que parece angelical o terriblemente cruel y odiosa, pero son nuestra democracia y nuestra libertad.
Ese aporte ofrecido por todos y cada uno de los ciudadanos de este pueblo, en las relaciones solidarias vistas en la cotidianidad, siempre ha sido mal interpretado y poco valorado por esos energúmenos y trogloditas, esa especie en extinción llamada líderes políticos y militares. La verdadera democracia y práctica de la libertad existen sólo en aquellas sociedades que se han podido librar de esas gentuzas y en consecuencia, el mismo Estado se ha reducido y delimitado su influencia para permitirle a los ciudadanos hacer la vida a partir de la atención a los temas fundamentales de su existencia: el trabajo, la educación, la familia, los amigos y los placeres básicos que despierta el eros (la vida).
El día cuando los medios de comunicación comiencen a presentar el verdadero rostro de nuestra sociedad, de su gente laboriosa, con sus hijos en actos trascendentes, como los juegos deportivos comunales, los encuentros culturales, los inventos tecnológicos, los premios a nuestros científicos, como noticias de primer orden, sabremos felizmente que esos seres se han afantasmado hasta reducirse a una nota mortuoria. Paz a sus restos.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twuitter@camilodeasis
sábado, noviembre 05, 2011
Químicamente puro
Antonio es un viejo amigo a quien cariñosamente le decimos Toño. De joven era un destacado dirigente estudiantil imbuido en los ideales del marxismo que le llevó a militar en el partido del gallo rojo, el emblemático y sempiterno Partido Comunista de Venezuela. Su verbo destemplado y de recia nitidez fueron despertando ciertas reservas en la troika bolivarense y cuando por los años setenta comenzaron las discusiones por la primavera checoslovaca, Toño se hizo militante del naciente Movimiento al Socialismo. En ello estaba cuando se fue a estudiar ciencias políticas en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Fueron años de intensa formación y Toño obtuvo, con altas calificaciones, su título de licenciado en politología. Pero también ese tiempo hizo germinar en él la idea de cambio radical hacia nuevos horizontes de militancia y una vez de regreso a su Ciudad Bolívar natal, se inscribió en el partido del pueblo, Acción Democrática.
Era un ejecutivo de partido. Siempre de punta en blanco y con su verbo encendido que brillaba de ideas y mostraba un desempeño presto para entrar en diatribas ideológicas, Toño fue creando un cuerpo de seguidores a su imagen para ascender en los alambicados y kafkianos pasadizos de la política regional.
Se hizo de grandes amigos en el partido, tanto en la capital regional como en Caracas. Recuerdo que un día hasta me invitó para ir a recibir y atender a mismísimo eterno estudiante de primaria, Pinerúa Ordaz. Me impresionó escuchar, mientras daba unas palabras a la militancia en la casa del partido, que si “ya me tienen la carajita para esta noche”. Eran los tiempos cuando comenzaban las alzas de la leche, el café y el azúcar.
Tiempo después Toño tomó la decisión de abandonar Acción Democrática y formar parte del nuevo agrupamiento político: el Chiripero. Le fue bien. Tan bien que fue nombrado presidente de una de las empresas de la Corporación Venezolana de Guayana y terminó viviendo en Miami. Las veces que le vi tenía ese aire del ejecutivo provinciano que se ha ido formando y se sabe sobrado frente a sus contertulios parroquianos.
Pero eso no terminó allí. A finales de los noventa Toño entró en desgracia política y no le iba bien. El chiripero había desaparecido y los nuevos actores políticos le tenían ojeriza y se la estaban cobrando. Su decisión fue acertada: continuó como siempre había hecho. Se inscribió en el MVR y después en el PSUV. Casi de inmediato fue nombrado vicepresidente corporativo en una de las empresas de PDVSA. La última vez que le vi, siempre amable, bonachón y de palabra fluida, me extendió su tarjeta de presentación. Era presidente de una de las empresas de la estatal petrolera venezolana.
Supongo que estará por esos predios todavía. También disfrutando, como ha sido su norte político, de los beneficios del Estado.
Como Toño son cientos, miles, diría que millones de venezolanos acostumbrados a cambiar de partidos y agrupaciones políticas según sus intereses personales. Porque Toño las pasó también mal y hubo tiempos que no tenía un céntimo en el bolsillo.
No le critico para nada esa manera tan pragmática de cuadrarse y saltar talanqueras. Al fin y al cabo eso ocurre en los países donde existe una tradición democrática. Cada quien está en su derecho de quedarse en un solo partido, cambiarse a otro o simplemente no estar en ningún, como la inmensa mayoría de venezolanos.
Políticamente nadie está químicamente puro para lanzarle a la cara al Otro-diferente improperios ni reclamos por irse a otro partido. De eso también viven muchos venezolanos. Como ocurrió con las carreras de caballos, la lucha libre o el boxeo. O ahora con las loterías. De algo tenemos que vivir.
Algunos podrán argumentar que los principios deben respetarse, que los ideales o los valores ideológicos deben mostrar a un político auténtico. Pero es que en política, a la venezolana, siempre se juega a ganador. Eso ha sido así desde mediados del ‘800, después de la guerra de Independencia comenzaron a gestarse los acuerdos, los cogollos, las cúpulas y los favoritismos.
Más nos vale entender esto para no quedarnos retrasados frente a la absoluta pragmática de los nuevos actores políticos, en lucha sin cuartel con los dinosaurios y padres de las zancadillas. Después de todo, esto de ir a unas primarias es la renovación de un sistema de juego político tan necesario como la urgencia de regresar a las jaulas a los gorilas del militarismo que andan sueltos en las selvas y montañas, ministerios, gobernaciones y alcaldías.
Sólo la consciencia cívica, aún y saltando talanqueras, es capaz de enderezar entuertos y adecentar las instituciones del Estado.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@cammilodeasis
sábado, octubre 29, 2011
Antes que la marginalidad nos alcance
Por estos días escuché de un médico comentar que mientras estaba de guardia en el hospital se enteró que un colega había sufrido un accidente de tránsito. Estaba con una contusión craneoencefálica. Pudo sobrevivir. Sin embargo, estaba delicado de salud, tanto física como emocionalmente. Y esto último por lo que debió experimentar. Una camioneta color negro chocó su carro e hizo que se saliera de la carretera. Quedó atrapado en el asiento con una herida en la cabeza. Mientras intentaba recuperarse vio como las personas de la camioneta que le embistió se acercaron, rompieron uno de los vidrios de su carro y acto seguido, comenzaron a robarle todo lo que tenía. Acto seguido se dieron media vuelta y se fueron. Pronto llegaron otras personas y procedieron a desvalijar su carro y quitarle hasta los zapatos mientras él permanecía atrapado entre el asiento y el volante. Lo abandonaron. Ya de madrugada otra persona se detuvo y le auxilió. Era un borracho quien, entre carcajadas y movimientos espasmódicos lo sacó del carro, se quitó su propia camisa y le detuvo la hemorragia en la cabeza.
Esta como otras tantas historias, la mayoría sin aparecer reseñadas en los medios de comunicación, están indicándonos que más allá de los actos de vandalismo y barbarismo existe algo oscuro y doloroso: la sociedad venezolana está enferma. Y esta es una enfermedad de tipo esencialmente moral.
Sobre esto debo indicar que es urgente que los ciudadanos entendamos que sólo la organización comunitaria, en los barrios, urbanizaciones, zonas rurales, en las instituciones educativas y demás espacios de vida social, podrá hacerle frente a esta desnaturalizada manera de actuar de una pequeña parte de la población. Debemos estructurar medidas de defensa frente al cerco de marginalidad que el Estado, a través del gobierno, está permitiendo que ocurran.
No es posible esperar que las instituciones del Estado den protección a los ciudadanos. Y esto porque el mismo Estado ha devenido marginal por un modo de actuar demostrado desde hace más de 25 años y que en estos últimos tiempos ha acentuado la desmoralización de sus instituciones.
Esta propuesta en modo alguno debe verse como una desesperación o de conformación de un frente antigobierno. Es una urgencia de sobrevivencia antes que definitivamente la mentalidad marginal y los marginales nos arropen a todos. Es necesario pasar de los comentarios de sobremesa. Ya no es suficiente la denuncia en los medios de comunicación social tradicionales, radio, prensa y televisión. Tampoco es suficiente el uso de las redes sociales para la denuncia. Desde hace tiempo dejó de tener sentido recurrir a las autoridades para buscar amparo frente al arrollador paso de los criminales, asaltantes y choros en general. Ahora toca al ciudadano común unirse, activarse en la tarea de organizarse, potenciar todos los medios de denuncia sociales, crear brigadas de defensa, de acciones concretas frente al Estado agresor, que actúa tanto desde la presidencia de la república como en los ministerios, institutos autónomos, misiones, gobernaciones, alcaldías, partidos políticos, y tantos organismos que maltratan al venezolano. Más que actos de defensa por sobrevivencia personal y colectiva, debemos trascender más allá de fechas electorales y cambios políticos de presidente o gobernador o alcalde o concejal o diputado. En la unidad de la ciudadanía debe practicarse una nueva actitud de solidaridad activa, construir una moral y unas virtudes que nos dignifiquen en el hacer diario y permitan reconocernos como seres humanos.
Mantenerse en silencio frente al Estado obsceno, pícaro y que nos maltrata constantemente, es ser cómplice, cobarde y marginal.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
viernes, octubre 21, 2011
El fin de la educación
Sin un propósito, las escuelas son centros de
detención, no de atención. Neil Postman. El fin de la educación
Nadie niega el poderoso avance de países, como Estados Unidos de Norteamérica, Japón o Suecia, a partir de la consolidación de una fuerza humana compactada alrededor de modelos educativos favorables a determinadas funciones de producción. Es evidente que tal grado de desarrollo logrado se debe al esfuerzo ejecutado por dichos estados que, día a día, acentúan en los modelos educativos formas cada vez más innovadoras dentro del delicado equilibrio entre hombre, sociedad y naturaleza. Sin embargo, desde hace pocos años se viene apreciando un desgaste, un cansancio académico que lleva a un desinterés para continuar absorbiendo, como valores y modos de vida, la serie de condicionamientos erigidos por los sistemas educativos como normas para la convivencia social. Ya se ha visto la experiencia de esos modelos de pensamiento único en los otrora llamados países de la Unión Soviética y los incipientes registros de actos contrarios a la establecido como normas de buen vivir, en China o Cuba.
Pero poco se ha estado diciendo de los sistemas educativos que en su momento configuraron el modelo del “buen vivir” norteamericano, tan expandido propagandísticamente al resto del mundo.
Neil Postman, un sencillo profesor de la Universidad de Nueva York ha dejado abiertas las heridas de un modelo educativo que hace más de 25 años ha comenzado a desvanecerse, dejando al descubierto las secuelas de una generación cuyas características apenas se pueden evidenciar en estos datos estadísticos: “Tengo ante mí un informe –escribe Postman- de la Carnaige Corporation Report, producido por el National Center for Children in Poverty, donde se pone de manifiesto que en 1960, tan sólo el 5% de los nacidos lo fueron de madre soltera. Mientras que en 1990, la cifra ascendió a 28%. Mientras en 1960 el 7% de los niños, en edad inferior a los tres años vivían con uno solo de sus padres, en 1990 la cifra subió a 27%. Si bien en 1960 tan sólo el 1% de niños y adolescentes menores de dieciocho años sufrió el divorcio de sus padres, en 1990 la cifra saltó casi al 50%”
Estas estadísticas nos indican, como lo afirma el profesor Postman, que “es más que probable que la pequeña María padezca de insomnio tan a menudo como la pequeña Eva, y no precisamente porque quiera dedicarse a estudiar álgebra de madrugada. Más bien será porque no sabe quién es su padre o, caso de conocerlo, no sabe dónde se encuentra”
Estas escenas de la vida norteamericana en modo alguno se ven representadas en los medios de comunicación masivos. Más bien son ocultados a la opinión pública para presentar un supuesto modo de vida altamente confortable dentro de una supuesta absoluta seguridad social que el Estado norteamericano brinda a sus ciudadanos.
Quizá sea por ello que tanto Bill Gates como McIntosh hayan agilizado sus prototipos cibernéticos para crear la ilusión de un mundo dulcemente perdido en la realidad y que sólo aparece ahora en las pantallas de los ordenadores. Similares argumentaciones de una educación que se cae a pedazos, no tanto por los conocimientos que transmite como por los valores intrínsecos que intenta mantener, sean los que Savater, Fukuyama, Chomsky, Maturana, entre otros, han estado identificando como la de una educación que no tiene sentido en la medida que su fin, su por qué, están desgastados y afianzados en unos valores, ética-estéticas y manifestaciones morales de unas creencias en las que ya nadie, y menos los niños y jóvenes, tienen intención ni de creer ni menos defender. La Nueva Educación pareciera estar debatiéndose en sepultar los antiguos dioses y demonios escolares, mientras asiste al nacimiento de una poderosa fe pedagógica, cuyos nuevos dioses, ángeles y demonios, prefiguran la corporeidad de esto que hemos dado en llamar lo “posthumano”, donde la racionalidad comparta con la emocionalidad la memoria de un subjetivar la vida afianzando el sentido espiritual de lo que somos. “Lo importante es señalar –escribe Postman- que dejando de lado sus ideales trascendentes, es posible presentar la historia de los Estados Unidos como una narración de racismo, inquietud y violencia ¿Es esa la historia que deseamos que sirva de base para la escuela pública estadounidense?”
Mientras ello ocurre, países como Venezuela apenas alcanzan a reflexionar sobre el segundo o tercer nivel educativo, vinculado con la evaluación de un currículo que en la práctica no interesa a nadie, que sólo sugiere sombras de un mundo que fue. Y eso atañe, tanto a la Primera Etapa de Educación Básica como, fundamentalmente, la universitaria, donde el pensamiento académico es putrefacto e históricamente reaccionario.
(*) camiloeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, octubre 15, 2011
Mentalidad autoritaria
Uno de los oficios más despreciables de la humanidad es, sin duda alguna, la feroz y deleznable tarea de ser militar. Desde siempre la imagen del militar ha estado vinculada con la mentalidad autoritaria. Y eso es así porque el militar representa en sí mismo la violencia inminente que anuncia la fuerza bruta de quien no ha traspasado el umbral de la caverna. Muy a su pesar seres superiores, como Alejandro Magno, Julio César, Aníbal, Bolívar, Washington, San Martín, entre otros, debieron asumir ese oficio para adecentarlo y mostrar desde ese mismo ángulo cuánta maldad y atraso representa, no tanto el ser militar como la mentalidad autoritaria. Y esa es una actitud que en nuestra sociedad continúa cultivándose, aún y en quienes se dicen demócratas, socialistas y adelantados progresistas.
De la mentalidad autoritaria de militares pasados como de los presentes nada bueno puede esperarse, a no ser esa caprichosa actitud de creerse destinados por alguna conciencia superior, para supuestamente proteger al pueblo de algún enemigo, generalmente inventado. A nuestro modo de ver los militares son unos “boy scouts” que se tomaron demasiado en serio su trabajo hasta castrar su capacidad de eros y restarse inteligencia para solucionar, por lógica racional, la cotidianidad de la vida en comunidad. Singular semejanza adviene con los “políticos prácticos”. Es esa porcina neurona que subyace al fondo de la mentalidad autoritaria. Ella permanece latente y se continúa cultivando en el presente. Lo podemos observar en cada esquina, en cada plaza, en cada pueblo, en cada escuela, donde esos especímenes han marcado sus nombres. Incluso hasta en nombres de agrupaciones artísticas. Cada plaza en nuestro país, por lo general, lleva el nombre de un prócer –militar- quien generó muerte y destrucción. Cada esquina, calle, avenida importante de este país lleva el nombre de un caudillo. Por los cuatro costados de esta nación se observan los rostros adustos, rígidos de esos ejemplares que lo pueblan todo. Quienes aún continúan gobernando la mentalidad autoritaria del Poder de esta república. Pareciera que en Venezuela sólo los militares, con su mentalidad autoritaria, han trascendido por su heroísmo para merecer el bronce eterno. Después de ese lugar de preeminencia de los bárbaros militares se ubican los políticos.
Ellos se afianzan en el Poder del Estado por la astucia que otorgan las intrigas palaciegas. Esa otra manera del autoritarismo, un poco más depurada, menos salvaje pero hipócrita y cínica, que es el submundo de la actividad del civil con mentalidad autoritaria.
Alguna vez he soñado con una esquina que lleve por nombre Juan Félix Sánchez. Una calle sinuosa con el nombre de Jesús Sevillano o Soledad Bravo. O apenas una plaza toda cultivada con capachos, que lleve por nombre Mi Venezuela, como esa canción. O alguna de las tonadas de Simón Díaz en una plazoleta o auditorio. Una avenida llamada Humberto Fernández Morán o Salvador Garmendia o Alirio Díaz Teresa de la Parra o Cruz Diez. Quizá tanto mejor honrar al héroe mientras está vivo. Porque héroes reales lo son aquellos que afirman la paz, la bondad y la riqueza espiritual de los pueblos, como Jacinto Convit o el Hermano Ginés. La única manera de borrar de la faz de la tierra esa bárbara manera de actuar en la vida, sea civil como militar, que es la aberrante mentalidad autoritaria, es un sólido proceso educativo que afirme la convivencia y el compartir con el Otro-diferente, en paz, armonía y compasión. Alguna vez alzaremos los rostros de esos seres extraordinarios de la paz. Realizaremos estatuas y bustos de los verdaderos y únicos héroes: médicos, sanitaristas, deportistas, científicos, galeronistas, novelistas, poetas y dramaturgos, como Cabrujas. De filósofos, como Juan Nuño y García Bacca… o el sagrado nombre de un clásico decimista, como Chelías Villarroel.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, octubre 08, 2011
Miseria
Los tiempos que vive la sociedad venezolana son realmente difíciles y en esta dificultad se evidencian rasgos de miseria. Y esta miseria no es tanto material, alimentaria como espiritual. Esto es triste y desolador porque, de superar la condición material en el mediano plazo, las consecuencias, las secuelas que deja en el alma la miseria espiritual no pueden ser superadas jamás. Habrá que esperar el advenimiento de nuevos ciudadanos, de nuevas generaciones para superar la ruina espiritual en la que hemos caído absolutamente todos los venezolanos. Los hay quienes directamente están involucrados en hechos punibles, de crímenes atroces y actos de corrupción. Pero también aquellos que, conociendo de estos hechos, callan por intereses políticos, económicos o por creencias religiosas, ideológicas, o también aquellos por filiaciones consanguíneas o de compadrazgo. Pero también quienes a diario nos enteramos de la violencia que de mil maneras se manifiesta en la cotidianidad de la vida, bien por este gobierno obsceno y corrompido y que nos corrompe cada vez que puede, o por las relaciones familiares, de amistades o por la misma dinámica social que nos lleva a delinquir y cometer faltas, como adquirir bienes de dudosa procedencia, infringir las normas de tránsito, irrespetar el derecho del semejante cuando espera ser atendido en una oficina pública. Son estos y otros muchos, hechos cotidianos donde los rasgos de corrupción nos han alcanzado y son tan comunes que nos hemos acostumbrado a ellos y lo que más asombra, somos usuarios de ellos. El Estado a través del gobierno y sus instituciones, se ha erigido como el principal modelo de miseria espiritual al permitir, por omisión, descuido o porque abiertamente lo propicie, la cada vez más cercana violencia que nos cerca y aprieta la garganta. Esta violencia aparece, entre otras razones, por tanta permisividad y ausencia de controles por falta de aplicación de las leyes o por carencia de autoridad de familias que no orientan a sus hijos. Ya no son las noticias sobre un robo o asesinato o secuestro o agresión física a un lejano pariente o conocido. Ahora la violencia con saña, el crimen con ventaja y alevosía, y la miseria espiritual tocan a nuestra puerta. Ahora es el hijo de un apreciado amigo, el robo o secuestro de un familiar. Ya está instalada esa miseria, esa actitud en nuestra propia sala de la casa. Ahora se habla, se comenta, se dan detalles. Escuchamos esos espeluznantes detalles contados por sus protagonistas, por la madre, el padre, el hermano, el mejor amigo, quien, entre lágrimas y con la voz entrecortada, nos narra esos momentos espantosos que debió experimentar cuando le rompieron el vidrio del carro y vio el rostro del asaltante. También cuando la joven cuenta, aún con el trauma presente, cuando el criminal la obligaba a besarlo mientras este le manoseaba sus partes íntimas. O el anciano que en su imposibilidad veía cuando su propio nieto le robaba sus ahorros para comprar droga.
O la normalidad de vernos frente a la autoridad, quien nos detiene para solicitarnos los documentos del vehículo y no tener alguno de ellos, y tener que “mojarle” la mano para no ser retenido. O cuando el docente acepta del estudiante quien le propone el negocio de “una ayuda” para su maltrecho sueldo, si le aumenta la nota para pasar la materia. O la enfermera que extrae del centro hospitalario materiales y equipos para revenderlos. O el médico que recomienda una operación sin existir esa necesidad para obtener dividendos. O los cientos de miles de pordioseros y pedigüeños que desdoblan sus cuerpos, hacen malabarismos, enternecen sus rostros y miradas para dar lástima haciendo de ello su modo de vida. Esa es la miseria en la que todos hemos caído. Esa es la triste y dantesca realidad de una sociedad mal acostumbrada a esperarlo todo del Estado. Un Estado que también se acostumbró, a través de los diferentes gobiernos, a ser paternalista y que ahora abandona a los ciudadanos o los somete a la más obscena agresión y manipulación, corrompiendo lo poco de decencia que queda en la intimidad del ser venezolano.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, octubre 01, 2011
Erótica social
Cuando una persona está viva, es blanda y flexible. Cuando
está muerta, se vuelve dura y rígida. Lao Tse. Tao Te King
El epígrafe que antecede al artículo contiene una verdad que se puede aplicar a nuestra realidad venezolana. Ciertamente que asistimos a la experiencia de presenciar a muchos dirigentes de grupos y partidos políticos, quienes no sólo asumen posturas inflexibles en cuanto se refiere a la no aceptación del Otro diferente en la discusión sobre aspectos de la vida nacional, también presentan una rigidez corporal, kinésica, y básicamente en la formulación de ideas y conceptos que les acercan a una vida inorgásmica extrema.
Y esto es triste porque revela lo castrante de lo que puede ser una acción social donde estos seres humanos adolecen del sentido primario de vida: Eros.
En ello las sociedades antiguas eran dadas a la atención de lo erótico como manera y actitud de vida, de gozo y de apertura al Otro como muestra de una vida interior que se contrastaba y permitía que los miembros de una comunidad se nutrieran constantemente en la medida que podían expresar, en su kinesis y actos de habla, el lenguaje erótico y el erotismo como formas de vida sana que permitía al cuerpo develar su ontología, su ser profundo, que se acercaba y mostraba en la piel, en el cabello, en los ademanes del cuerpo, en la voz y en la mirada.
Por el contrario, a la gran mayoría de los líderes y dirigentes de grupos y partidos políticos de nuestra sociedad les falta sentimiento de erotismo en la práctica de la acción social. Más notoria es su ausencia en los rostros de las mujeres dadas a esta práctica, quienes revelan una faz que progresivamente se va desvaneciendo para caer, peligrosamente, en la noche de la insatisfacción que lleva a la soledad y la enfermedad de la frigidez de los sentimientos ocultos.
Y esto que escribimos en modo alguno debe tomarse como una chanza o burla. Por el contrario, es una reflexión necesaria para considerar dentro del estado de experiencias que atraviesa el conjunto de la sociedad y que debe atenderse para evitar que sirva de modelo y se generalice. Si usted analiza los rostros de las mujeres, tanto afectas al gobierno: diputadas, ministras, presidentas de institutos, entre otras, como aquellas de la oposición, concluirá aceptando lo que afirmamos. Por su parte los dirigentes masculinos hace tiempo entraron en un franco deterioro en su capacidad erótica. De rostros casi siempre contraídos y severos, rígidos en sus ademanes, poco dados a mirar de frente al Otro, absolutamente parlanchines y de gestos cuasi atolondrados. Denotan que han accedido a lo que denominamos “la desproporción del lenguaje gestual”. No tienen gestos de amorosidad en su kinesis y menos en el timbre y tono de voz. Menos aún, un sentimiento amoroso en la práctica de la libertad como modelo para una ciudadanía activa. Es, ciertamente, una oralidad y un lenguaje corporal marcados por un discurso “thanático” de muerte, de frialdad, de severidad, de riesgo, que niega el discurso natural que existe en todo ciudadano normal que practica su erotismo en la construcción de su vida individual y colectiva.
Lastimosamente dentro de la acción social del discurso erótico, la fuerza destructiva de un lenguaje marcado por la rigidez de pensamiento y palabra, insolente y degradante, está abriendo las compuertas para que se desencadene un tipo de discurso que podría sepultar toda una tradición cultural de una sociedad tan sabia y sagrada como la venezolana, acostumbrada a la expresión de un hecho de vida marcado por los rasgos de erotismo en la construcción de una oralidad que alguna vez nos nutrió y nos dio felicidad.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
jueves, septiembre 29, 2011
sábado, septiembre 24, 2011
Lenguaje y responsabilidad social
El lenguaje expresa la imagen del mundo y de lo que en él existe. Entendemos la vida, nos reconocemos naturaleza humana por intermedio del lenguaje. No existe otra posibilidad de existir ni de ser sino es en el lenguaje. Más aún, el mundo existe para nosotros primero en el pensamiento que estructuramos como imagen acústica; lo pensamos y dejamos que exista como imagen. En esto las culturas indígenas, indistintamente, siempre han concebido la creación del mundo primero en el pensamiento y luego como realidad verbal. Por ello más que expresar palabras y conceptos, un idioma, como expresión concreta del lenguaje, dice de una imagen que en su enunciado nos dibuja realidades específicas, experiencias de un yo que se reconoce en su individualidad monológica y que luego encuentra su reflejo en el Otro que no es más que un Yo multiplicado en el diálogo infinito, que nunca cesa y que constantemente fluye en un devenir de existencias.
Cuando alguien dice “Ni un paso atrás” o “No pasarán” o “Escuálidos” o “Chusma chavista”, expresa la realidad de un mundo que se cierra, se circunscribe a lo específico de ese acto de habla. Podemos catalogarlo como un tipo de lenguaje excluyente, discriminatorio, ofensivo a la dignidad humana, que refiere a mundos que se contraponen, no tanto por razones ideológicas o filosóficas, como por una visión del lenguaje que plasma, estructura una muralla donde no es posible traspasarla a través del diálogo.
El lenguaje nos habla de una realidad ontológica que le es propia, que le establece una ética y estéticas particulares. Su hacer fortalece a quien lo utiliza en la medida que este hablante define su mundo en función de intereses que responden a dimensiones, naturalezas de discursos que expresan esos mundos. Diremos entonces que el lenguaje mantiene una ética, una coherencia entre el pensamiento, su verbalización y la práctica que el hablante realiza. Pero al fracturarse esta ética adviene el lenguaje instrumental, ese excluyente que distorsiona la realidad y lo hace perlocutivo, discriminatorio, que asume al Otro no como sujeto histórico sino como objeto de un acontecimiento que lo niega como ser humano. La única forma de comprender la naturaleza de un idioma es conociendo su esencia en la medida que estamos conscientes de su ontología, para humanizarnos en la práctica de una ciudadanía que no es otra cosa sino la vivencia de la plena actividad política. Esto es, ser desde el lenguaje de la amorosidad y la justicia, que es la práctica de la verdad en acción.
Por lo anterior, diremos que en la actualidad no es cierto que la política esté arropando todo el escenario de la vida social venezolana. Por el contrario, es en todo caso la realidad de una práctica perlocutiva e instrumental de un tipo de lenguaje que, expresado en el idioma, se refleja en la cotidianidad de un discurso distorsionado donde “lo político”, como sinónimo de grupos y partidos, apenas muestra el chisme, la mamadera de gallo, la ofensa a ultranza, el fanatismo, la ortodoxia y la superstición, la oportunidad para descalificar al Otro-diferente en un infinito monólogo que irremediablemente desgasta y pervierte la imagen de un lenguaje que, fracturado, no puede ofrecernos otra opción sino aquella de la denominada por teóricos, como Lucien Goldman, “Colisión trágica de la existencia”. Colisión que pareciera inevitable y verbalmente real.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
viernes, septiembre 23, 2011
sábado, septiembre 17, 2011
Rancho mental
La marginalidad es, fundamentalmente, un estado mental. J. G.
La proliferación de ranchos como consecuencia de invasiones a terrenos que hasta hace poco tiempo permanecían solitarios y muchos de ellos sin mayor mantenimiento por parte de sus dueños, bien privados como públicos, es consecuencia directa del estado mental que se ha instaurado en aquellos ciudadanos, bien por carencias alimentarias, socioeconómicas y educativas, y en otros, por la desnaturalizada tendencia a la práctica política del populismo y la demagogia, trayendo como consecuencia el “estado de marginalidad absoluta”.
En este sentido son marginales quienes sin tener acceso a los bienes de consumo básicos ni medios para obtenerlos, se lanzan a la aventura de instalarse en cualquier rincón donde exista una porción de tierra para construir su barraca. Y también lo son, con mayor responsabilidad, quienes teniendo acceso a esos bienes y a ciertas posiciones de poder político y económico, incitan a semejante atentado, junto con los traficantes de la pobreza, quienes esperan más adelante apoderarse de esos terrenos pagando ínfimos precios a los invasores.
No justificamos en modo alguno esta práctica. Intentamos comprender a quienes, por razones humanas y de sobrevivencia, están urgidos por obtener una vivienda digna. Sin embargo esta práctica de invasiones y construcción de ranchos tiene, más allá de los aspectos superficiales que pudieran explicar (-a nuestro modo parcialmente) esta actuación, una única razón: falta de educación entre los ciudadanos.
Unos, los desposeídos injustamente de sus más elementales derechos humanos, que son violados diariamente por un Estado impúdico y “alegre”, y que, salvo su sagrada existencia, no tienen nada. Mientras que por otro lado, ese mismo Estado, a través de sus líderes, quienes incitan de manera abierta y descarada, desde hace más de cuarenta años, a una práctica casi natural de apropiación indebida de bienes públicos y privados. En unos y otros prevalece por igual la misma mentalidad marginal. Y esto porque el Estado, a través del gobierno, invade también: terrenos, fincas, industrias, factorías, talleres. Por tanto, la figura del rancho, como imagen mental que se proyecta en realidades concretas, es precisamente esa y no otra. De esta manera conocemos desde hace años las denominadas “soluciones habitacionales”. Eufemismo que proyecta la exacta figura del rancho, sólo que presentada pintada y remozada. Las dimensiones espaciales de esas estructuras para seres humanos continúa con la práctica que socialmente se aprecia en la vida de un rancho: hacinamiento y promiscuidad.
Para los desposeídos no tiene mayor importancia la estética socialmente aceptada: es bello aquello que muestra armonía en sus volúmenes, sino aquello que en su momento es útil para la sobrevivencia. Así, cualquier cartón, madera o plástico funcionan como pared o techo. Lo importante es “estar”, permanecer y dar lástima. De eso muchos desposeídos se alimentan mientras esperan al dirigente que está buscando cómo hacerse de unos votos para su partido mientras los miserables son mostrados en las más diversas formas del desamparo humano.
El rancho como estructura material, física, es sólo la superficie de una hondura mental que desde hace mucho tiempo se ha instalado en la estructura mental de cientos, miles, millones de venezolanos y que se expresa en modos particulares de realizaciones: “rancho autopista”, “rancho soluciones habitacionales”, “rancho escuelas”, “rancho hospitales”, “rancho cárceles” (-reflexiónese sobre el modelo arquitectónico casi idéntico de estas tres últimas estructuras) entre un significativo número de estructuras que se vinculan con la mentalidad estrecha, casi palúdica, de quienes han estado impulsando este tipo de desarrollo social. De esa estructura mental (rancho) que tienen instalado muchísimos políticos y empresarios, sólo podemos esperar eso: respuestas efectistas y demagógicas que responden a los momentos, a los instantes, como parches de un inmenso tumor social que ya se hace imposible seguir ocultando.
Sabemos entonces de presidentes, ministros, gobernadores, alcaldes, jefes militares, jefes civiles, diputados, industriales, entre tanto “roba pantalla” que durante años han alimentado esta práctica. Más aún, la extendieron hasta las mismas aulas de clase: facilismo del estudiante y del docente, dejadez, escasa rigurosidad académica y descuido del sentido ético del trabajo y vocación de servicio comunitario.
Este pensamiento y actuación del rancho mental imposibilitan la definitiva erradicación de la práctica de las invasiones y la proliferación de la ranchería en nuestra sociedad. Peor aún, no será posible en este cortísimo plazo eliminar esta práctica por una sencilla razón: pronto habrá elecciones y estás se ganan con votos. Por lo tanto, los desposeídos significan votos, y así son vistos por los oficialistas y opositores, no como seres humanos, y en consecuencia será siempre en otro momento que se atienda esta situación. Pero como entre los minusválidos mentales políticos de este país no existe voluntad política ni capacidad gerencial, todo se quedará para “después”
La única manera de revertir, de transfigurar el rancho mental está en un riguroso, directivo y ético-estético proceso educativo centrado en valores, de manera sistemática, académico y con vocación de servicio social y mística de trabajo.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
viernes, septiembre 16, 2011
viernes, septiembre 09, 2011
Una limosnita, ¡por el amor de dios!
Me comenta una apreciada amiga que en sus años cuando vivía en Caracas existía una pordiosera, por los lados del centro, que se pasaba horas sentada en una silla de ruedas mostrando una sangrante pierna exageradamente inflamada, casi gangrenada, simulando una elefantiasis terminal. Las personas por piedad le daban lo que podían. Con el tiempo la mujer fue degenerando. Cierta vez amaneció muerta. Los bomberos acudieron al lugar y para sorpresa de todos descubrieron que la pierna supuestamente gangrenada mantenía tremendos bistecs recién instalados, que aún botaban sangre… pero de la res. Cuando se supo la noticia en el barrio donde vivía la pordiosera, la policía y vecinos fueron a su rancho para saber si tenía familia a quienes darle la noticia. No encontraron rastros de nadie. Sin embargo encontraron otras huellas: la mujer tenía cientos de frascos de mayonesa, de los más grandes, donde mantenía muy bien distribuidas las monedas y billetes que recogía de los solidarios caraqueños. Había cientos y cientos de frascos por todo el rancho. Miles y miles de billetes y monedas. Había millones en más de mil botellones de vidrio. Ese era el “hobby” de la pordiosera, coleccionar dinero.
Otro amigo me comenta que también en la Caracas del siglo pasado había un mendigo en una silla de ruedas que tenía un oído todo lleno de pus donde pululaban las moscas. La gente pasaba por su lado y enseguida extendían sus manos y dejaban cualquier moneda o billete. Daba grima ver aquel espectáculo. Sin embargo, una o dos veces al día y mientras no pasaba casi nadie por el lugar, el enfermo sacaba del interior de su oído un algodón, introducía uno nuevo y acto seguido le derramaba un poco de leche condensada. Mi amigo también me comentó la historia de una persona, en la Argentina de los años ’70, un joven que se ganaba la vida llorando y lamentándose por la muerte de algún ser querido. Cuando no tenía dinero recorría las grandes avenidas bonaerenses deteniéndose en cada esquina lagrimeando. Cuando la gente se le acercaba decía que se le acababa de morir su mamá y no tenía para enterrarla. De esa manera mató a la mamá, al papá, a los hermanos, abuelos, tías, y cuando no le quedaron más familiares se dedicó a robar y recorrer Latinoamérica hasta que terminó en Venezuela y corrió con mejor suerte. Se casó con una honorable dama upatense a quien por nada del mundo abandona.
Esto que comento viene a mi mente ahora cuando casi todos los días y desde hace varios años veo por las calles, plazas, plazoletas, esquinas, y además, recibo por Internet copias de mensajes de amigos con pedimentos de personas quienes solicitan ayuda, otros hasta muestran a sus hijos con tumores, enfermedades terminales y cosas por el estilo. Casi todos piden que a su vez se reenvíe el texto. Estas inocentes personas no saben que casi en todos los casos las notas terribles de esas supuestas ayudas se originan en centros de promoción de productos masivos con la única intención de obtener direcciones de correo electrónicos para registrarlas y enviarles promociones.
Traficar con la lástima y manipular los sentimientos humanos es una de las actividades más antiguas del hombre. Sobre manera en sociedades altamente emotivas como la latinoamericana y particularmente acá en Venezuela, donde todavía existe un alto nivel de “circulante” por las calles. Ese “menudo” que no sirve para más nada pues les viene muy bien a aquellos quienes se valen de nuestros sentimientos para usarlos no precisamente en lo que pregonan.
La situación en nuestra sociedad se complica en este sentido porque la mentalidad de mendicidad se está progresivamente masificando a partir de un modelo excepcional: la del propio y mismísimo presidente de la república.
Lo grave y alarmante de ello es presenciar cómo desde el mismo gobierno del Estado se profundiza en esta práctica. Del Estado protector se pasó al Estado paternalista y de allí a la aceptación del ahora Estado de la mendicidad como condición para acceder a la categoría de ciudadano reconocido por el Estado. Dar lástima y mostrar ante los demás una condición física o mental de minusvalía, generalmente disfrazada, es condición para la atención de una solidaridad mal entendida y que se asume como valor individual y de Estado.
Esa misma estrategia la usó en su momento Rafael Caldera cuando en su campaña política mostró en unos gigantes panfletos a un niño famélico, moreno, sin camisa, mientras se podía leer: ¡Por mí, vota verde!
Entienda usted que al extender su mano y dejar en el supuesto mendigo unas cuantas monedas lo que está haciendo es dejarse manipular y a la vez está contribuyendo a consolidar una sociedad de minusválidos mentales. Igual hacen algunos políticos, tal el presidente.
Sea responsable y no se deje manipular. Asuma la vida con mentalidad adulta y rechace al manipulador.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, septiembre 03, 2011
Revolución fingida vs oposición maquiavélica
Leyendo parte de la historia de Venezuela de la época, entre 1850 y 1915, encuentro una serie de sucesos que parecieran repetirse ahora en este siglo XXI. De los gobiernos y personajes emblemáticos, como Páez, Antonio Leocadio Guzmán y Guzmán Blanco, Linares Alcántara, Zamora, Castro y Gómez, puede observarse una similitud en los actos que una vez más vuelven a repetirse en estos años. Sin embargo, con otros personajes y fechas, aunque siempre el escenario será el país sufrido y luminoso de día y los oscuros y promiscuos pasillos nocturnos, en la casa de misia Jacinta. Debe admitirse, aunque no sea del todo agradable, que todos estos y otros personajes, como los actuales, accederán a los registros de la historia nacional, unos con extensas líneas, otros apenas con dos o cinco párrafos. Lo que importa de ello es que así vamos construyendo nuestra historia: con asco y repulsión, con lágrimas y sonrisas, con anhelos y frustraciones y también con un profundo sentimiento de saber que nos agrade o no, esa es nuestra gente y esos son los lunares negros y blancos de nuestro cuerpo individual y social con quienes mantenemos un lazo indisoluble, porque es precisamente en la diversidad de la vida y sus actos donde podremos encontrarnos. No es tiempo de estarse preocupando de esta marginalidad de mensajes que no terminamos de digerir. Es tiempo de ocuparnos de construir y afirmar en la trascendencia cultural y en los actos concretos de solidaridad entre hermanos. Atrás deben quedar los momentos de furia, ira e histerismo, de calumnias y vejámenes, de amenazas y fingimientos, de artificiales posturas de irreconciliables y falsas maniobras de líderes marginales que no terminan de entender a la mayoritaria población de seres concretos: pescadores, agricultores, panaderos, estudiantes, enfermeras, maestras, albañiles y cientos de miles de millones de ciudadanos venezolanos que lo único que deseamos es que nos dejen vivir con dignidad y decencia.
Ahora que he recorrido cerca de tres mil kilómetros por carreteras de este país, encuentro entre la gente normal una misma e intensa mirada. Esa que dice que seguimos vivos. Que a pesar de las dificultades, de la adversidad del momento está la disposición de mantenernos de pie a pesar de tanto maltrato de un gobierno obsceno y una oposición engañosamente oportunista y manipuladora. Observé por los pueblos del centro, occidente y oriente del país personas que se han tenido que organizar para fortalecerse como comunidad, que están limpiando sus propias vías de acceso. Que a pesar de su miseria a cuestas aún tienen suficiente decencia entre las manos para ser solidarios. Esta es la real y verdadera esencia de la cultura nacional, tan ajena y distante de los falsos revolucionarios de pacotilla y mentalidad cuartelaria, y dirigentes de una oposición que estructura sus estrategias a control remoto y que apenas está aprendiendo a subir cerros.
Antonio Leocadio Guzmán, con el oportunismo que le caracterizó, vuelve una vez más con otro rostro y otro disfraz, pero es la misma estrategia, la misma actitud y la misma semántica. También un José Antonio Páez que desea la inmortalidad en su caudillismo, ya sin caballo ni reloj de arena o leontina. Ahora viene en Airbus y dando la hora en su Rolex de factura europea, montado en un Bentley.
En resumen, siempre seremos nosotros, la normal población de anónimos ciudadanos venezolanos quienes tendremos que levantar este cuero duro y seco que es Venezuela. Alguna vez, en noventinueve o ciento veinte años, alguien leerá en la historia de Venezuela que una vez sus líderes y dirigentes políticos fueron moralmente dobles y sesgados: rígidos, altaneros y asexuados de día, y atolondrados, pervertidos y corrompidos por la noche.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, agosto 27, 2011
Mensajes de textos
Hoi alas onse de la mañana llegue de
Mexico y nosbamos ala tarde para España.
Simón Bolívar. Carta a su tío Pedro Palacios Blanco.
Lo que interesa de esta carta escrita por Bolívar, quien no tendría más de 16 años, mientras desembarcaba en el puerto de Veracruz, México, en su viaje a España hacia 1799, no es tanto el descuido ni torpeza en la transcripción del español de la época, que tendría más de una justificación, sino el hecho de resaltar algunos aspectos que aún hoy, a más de doscientos años, se siguen repitiendo: la tendencia al seseo en nuestro español venezolano, la pérdida de la d intervocálica y la ausencia de la tilde en la acentuación de algunas palabras. Rasgos estos que en los últimos años se están fortaleciendo en el uso cotidiano en nuestra población. Sobremanera entre usuarios de los modernos sistemas de comunicación, como son los llamados teléfonos celulares o móviles.
Sobre esa pequeña pantalla estamos asistiendo al nacimiento de un tipo de comunicación escritural que paulatinamente se fortalece a medida que se fonetiza en su transcripción el habla oral (se escribe como se habla) para comunicarse.
No creo sea prudente pasar a valorar semejantes rasgos en la grafía actual toda vez que estos parecen estar presentes desde hace un buen tiempo. Incluso mucho antes de normarse nuestra lengua con el nacimiento de la Real Academia de la Lengua, en 1713 por Felipe V, para fixar la lengua castellana, otros autores, como Francisco Sánchez de las Brozas, conocido como El Brocense, proponía en su libro Minerva, publicado hacia 1587, la necesidad de rescatar racionalmente la tradición de la lengua. Igual sucedió con el gran maestro Antonio de Nebrija, quien se enfrentó al Santo Oficio por sus posturas sobre una manera más elegante y moderna en el uso de la palabra escrita.
Sea para mantenernos actualizados sea para entendernos en este cada vez más complicado mundo hipercomunicado, lo cierto es que en la actual pantalla de los celulares aparece un tipo de comunicación que está rompiendo (-y esto no es necesariamente aceptado por todos) con las estructuras establecidas y fijadas por la norma. Sin embargo, es una realidad que no se puede obviar ni negar tan fácilmente imponiendo criterios moralistas, pseudoeducativos ni mucho menos siendo peyorativos con quienes asumen esta nueva manera de escribir sobre la pantalla del celular.
Conviene presentar, a manera de ejemplo, algunos párrafos para que se aprecie esta manera de escribir mensajes de texto:
“ce diría q’ (o ke) en la nueva manera de escribir el kstyano ablado en vnezuela ay una fuert tndncia a la economía dl lenguag, toda vz q’ el ablant reqrre a la concntracion d palabras q’ registran una doble pronunciación, ec uso multiple d registros foneticos tiend aora a sinttizarc con letras (fonemas) q’ asumen doble sonido. Tnemos entonces trminos, como por ejemplo: t, d, c, k, y, b, g, p, así como el uso de la y, q’ sustituy al sonido ll, mientras el uso de la ñ tiene cierta variedá d registros, todos sobrentndidos por el contxto dl discurso. Igualment aparec una clara manifestación d la prdida d la acntuacion y al uso ksi único d la coma y a vcs dl punto. Como c pued apreciar, las marks fonétiks kda vz + están indikndo q’ entre los ablants dl kstyano venezolano exist una urgnt y necsaria revisión d los postulados q’ ac ya + d 2 siglos normaron nuestra lengua y q’ oy c presenta como una kmisa d fuerza q’ no trmina d mostrar nuestra realidá + trascndnt”
Indudablemente que siempre será mejor acceder a este tipo de nuevas maneras de escritura, teniendo una experiencia previa en su uso que nos permita saber el por qué de esta interesante forma de registrar en la escritura la palabra oral. Y veamos esto no tanto como una consecuencia de los nuevos usos tecnológicos. Quién de nosotros no se acuerda de aquellos años cuando nuestros profesores nos llamaban la atención al escribir q’ en vez de que, o en quienes se proponían vender su carro (c vnd) escrito con tinta blanca sobre el parabrisas. Esos y otros registros han sido quizá los precursores de una manera de escribir no tan nueva ni traída por los cabellos, sino fijémonos en el “chamo” Simón cuando le escribía a su tío, entre otras hermosas construcciones: “Estimado tio mio: mi llegada á este Pu-erto ha sido felismente, gracias á Dios: pero noshemos detenido aquí conel motibo de haber estado bloqueada la Abana, y ser presiso el pasar por allí; de sinco Nabios y once Fragatas Ingleces. Despu-es de haber gastado catorce días en la nave gasion, entramos en dicho Puerto el dia dos de Febrero contoda felicidad. Hoy mehan sucedido tres cosas q.e mean conplasido mucho: la primera es el aber sabido q.e salia un barco para Maracaibo y q.e por este conducto podia escribir austed. mi situasion y partisiparle mi viaje q.e ise á Mexico en la inteligencia q.e usted con el Obispo lo habian tratado, pues mealle haqui una carta para su sobrino el Oidor de alli recomendandome ael, siempre q.e hubiese alguna detencion, la cual loacredita esa q.e le entregara usted, al Obispo q.e lemanda su sobrino el Oidor, quefue endonde bibi los ocho dias (…) Sumas atento Serbidor y su yjo Simon Bolivar (…) Yo me des senbarq.e enla casa de D.n Jose de Austrea el mario de la Basterra quien memando recado en cuanto llegue aquime fuese asucasa y conmucha instancia ymedaba por razon q.e no havia fonda en este puerto” Escritos de El Libertador.
(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis
sábado, agosto 20, 2011
Palabras prostituidas
En la antigüedad la palabra oral era pronunciada con determinada orientación. Las había dedicadas a ciertas funciones mientras otras estaban ofrecidas a dioses, protectores y jerarquías reales.
Desde el nacimiento del día hasta el fin de la jornada los hablantes prestaban mucha atención al uso de las palabras. No obstante por las laberínticas callejuelas de las antiguas ciudades, como Biblos o en Ur, se colocaban los habladores en las esquinas y otros lugares estratégicos, para pronunciar palabras que permitieran acceder a los dioses y demás deidades, esperando la ansiada gratificación de ser escuchados por la divinidad. Las palabras entonces reconfortaban, consolaban, orientaban y se sentía cómo ellas alimentaban el alma de quien osaba pronunciarlas.
Por esas y otras razones quienes se especializaron en el uso de determinadas palabras se convirtieron en magos, taumaturgos, alquimistas donde el lenguaje oral posibilitó la transformación de ordinarios metales en nobles y relucientes joyas de arte.
Sin embrago, la palabra antigua conservó en su esencia la misteriosa savia donde aún permanece el ethos, el carácter, la coherencia, la cohesión, la armonía y la cadencia de una sabiduría de vida que se ha transmitido de padres a hijos.
Tristemente algunos usuarios del lenguaje oral, los políticos, han usado las palabras para adosarles significados y connotaciones que en la práctica, distan mucho del origen, uso y aplicación actuales.
En boca de políticos la palabra pueblo perdió su razón primera como aglutinadora y dadora de vida y sentido de pertenencia a un lugar. Recuerdo cuando niño se la usaba para sumar adeptos y votos para la causa de algún grupo o partido político. Pueblo se asoció a demagogia, a picardía y a todo aquello que significara traición, mentira y pobreza de formación intelectual y de sentimientos. Con ese término muchos políticos lograron hacerse con el poder del Estado para, en su nombre, traicionar ideales y desnaturalizar la palabra y su magia. Pueblo ha sido sinónimo de minusvalía y, peyorativamente usada, se la asocia a persona inculta, que da lástima y es motivo de burla.
Otra palabra que por estos años ha sido degradada hasta la saciedad es socialismo. En Venezuela y otros países latinoamericanos se la entendía como un término que despertaba esperanza y deseo de cambio para una hermandad entre comunidades y como sistema político que brindase bienestar, seguridad y armonía para todos. Una suerte de legitimidad de la sociedad en su devenir como conjunto de personas que buscan acceder a un mundo más humano y digno. Dolorosamente por estos años esa palabra tan hondamente humana ha sido descuartizada, martirizada hasta degradarla al uso comercial del más puro capitalismo salvaje.
Ciertamente que el significado de las palabras está en las personas, su uso en boca de anónimos le ha estado cambiando su razón de ser, hasta llevarlas a una aplicación que dista mucho de su origen. Cualquier acto, programa político, proyecto económico, declaración de principios lleva el nombre socialismo como eslogan de un marketing que promociona y vende a un presidente, gobernador, alcalde o jefe civil.
Pocos usuarios de esa palabra sabrán qué significa tal término y peor aún, la actitud de vida que implica ser socialista.
Otra palabra desacreditada y sometida al más brutal saqueo en su significado y uso ha sido revolución. Todo político que se crea señalado por el dedo de su líder, piensa y actúa como un energúmeno, pasando por encima de cualquier persona para satisfacer al jerarca, creyendo que eso es revolución y ser revolucionario. Por estos años ser revolucionario falsamente se entiende como persona que debe acatar líneas de un partido e imponer a los demás planes y programas de acción sin mayor reflexión ni argumentación. Ser revolucionario es sinónimo de persona arrogante, de hablar destemplado, altanera, pícara, irreverente, obsesivamente ortodoxa en sus afirmaciones, fanática en sus creencias y supersticiosa en sus fantasías.
Sé que los ciudadanos de una sociedad como la venezolana tardaremos años en recuperar, no sólo la confianza en nuestro semejante, también en recuperar esas y otras palabras sagradas, limpiarles el estiércol que tanto político de pacotilla y utilería le ha lanzado a esos términos. Redimensionar las palabras, darles brillo y esplendor. Adecentarlas y hacerlas accesibles a todos los hablantes en un proceso riguroso y continuo, pedagógico y valorativo, dará señales para los nuevos tiempos, donde las palabras ofrezcan, tanto su sentido de uso común para comunicarnos libremente, como la magia que nutre y dignifica el alma de quien la pronuncia.
(*) camilodeasis@hotmail.com / twitter@camilodeasis
sábado, agosto 13, 2011
Al detal
Hace unas semanas, de viaje hacia San Fernando de Apure, mi esposa y yo nos detuvimos en una estación de servicios a la entrada de Sabaneta de Barinas. Con tanta sed quisimos tomarnos un refresco de esos energizantes. En su impresión el precio marcado era de BsF 9, pero la dependiente pidió 12. Al indicarle que el precio legal estaba en la impresión, ella nos dijo que ese era el precio que el dueño, un árabe, le había indicado, y que en los abastos del pueblo costaba más caro. -Cosas de estos tiempos, nos dijimos. Y es cierto. Por estos años el ciudadano venezolano ha estado viviendo el capitalismo más salvaje de que se tenga memoria.
El venezolano se ha ido progresivamente convirtiendo en un sujeto buhoneríl, tanto en la práctica como en la actitud de vida. Eso lo puede corroborar quien vaya un fin de semana al mercado del Cementerio, en Caracas, o al mercado de los Guajiros, en Valencia o a Maracaibo o al de Acarigua. O apenas trate de detenerse en un semáforo para que experimente cómo los vendedores ambulantes se caen, literalmente, a empujones entre ellos para venderle una bolsa de tomates o de aguacates o un matamoscas eléctrico.
Ya no queda sitio en este país donde la acción buhoneríl esté despejada. Todo ha sido ocupado por una horda de hambrientos vendedores quienes luchan en su frenesí para lograr vender aunque sea una “mano ‘e mamones”.
Pueda que los países europeos o Japón, Canadá o Australia sean sociedades capitalistas, pero obviamente están organizadas y tienen sentido estético y ético en sus relaciones humanas, aunque sea de “utilería”. Pero en Venezuela se vive y se respira un capitalismo absolutamente salvaje, inhumano, agresivo, comercialmente abusivo, sin moral ni principios, salvo el que dicta el sonido del dinero.
Además, las leyes, ordenanzas y normas que existen en la jurisprudencia venezolana se convierten en letra muerta cuando de cumplimiento se espera. El comerciante venezolano, ex pulpero de pueblo, se malacostumbró a obtener más del doble de ganancia en la venta de sus productos. Por otra parte, la figura del revendedor, que usted observa por doquier, ha contribuido a encarecer los productos básicos de la dieta del venezolano.
Frente a esta dantesca imagen del salvajismo capitalista el ciudadano común está atado de manos frente a esa avalancha de seres que día a día engrosan las filas de la buhonería nacional.
Por lo demás, la actitud del buhonero parece similar a la del minero: nunca establece un lugar fijo ni definitivo. Va de espacio en espacio alterando absolutamente todo el entorno sin jamás aportar nada positivo a quienes habitan los sitios que ellos invaden. Se les reconoce por los tarantines que levantan: chozas de plástico, andamios de alambre, tablas como mostradores improvisados, vías de acceso interior tan estrechas que se debe transitar casi de lado. En fin, esa improvisación ha saltado desde hace tiempo, años, a la memoria del venezolano y se ha vuelvo estrategia de Estado. Por eso las soluciones jamás pueden ser definitivas. Por eso el gobierno improvisa “operativos” como soluciones espasmódicas: operativo navidad, 2011; operativo carnaval, 2010; operativo Semana Santa, 2009; operativo vacaciones, 2008; operativo cedulación, 2007; operativo escolar 2006; operativo mercado, 2005, sin establecer planes definitivos para superar esta mentalidad de “tránsito” que existe en el enredo ideológico de los líderes del gobierno del Estado.
Ciertamente que la actualidad económica venezolana en modo alguno es la de un sistema socialista. No puede serlo porque si viviéramos bajo ese sistema, después de 13 años de este gobierno, ya estaríamos por experimentar, al menos, la seguridad social y el orden riguroso que se observa desde el aula de clase, la fábrica de producción y la familia. Por el contrario, y como lo hemos estado escribiendo desde hace más de 15 años, el Estado venezolano en la práctica dejó de funcionar y en la actualidad existe un gobierno de mentalidad marginal que actúa exactamente como un buhonero.
(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis
sábado, agosto 06, 2011
Gobierno de papel
Entendamos de una vez esto: El gobierno del Estado venezolano es una gigantesca máquina de propaganda política! Y para ello quienes están en la dirección institucional se desempeñan como vendedores para promocionar el producto más acabado que tienen: la imagen del presidente. Así debe entenderse y no de otra manera. Las disquisiciones sobre si este es un gobierno de izquierda, socialista, comunista o de otra índole, está en un segundo plano. Tanto mejor para los intereses de propaganda del gobierno si los ciudadanos se desgastan pensando y hablando sobre este u otros temas. Entiéndase que este gobierno no tiene intenciones de realizar obras de infraestructura que permitan a los ciudadanos una estabilidad socioeconómica o de seguridad personal. Apenas realizar proyectos y anunciarlos es la estrategia. Para eso se formaron. Quienes controlan el aparato del Estado pasaron horas, días, semanas, meses y años pensando, leyendo y discutiendo sobre teorías y eso es lo que saben hacer. El llamado izquierdismo venezolano es de tendencia pequeñoburqués y medró a la sombra de los gobiernos anteriores, bien alrededor de los centros culturales, bien en las universidades o bien en la célebre República del Este. De manera excepcional el más importante crítico literario del siglo XX en Latinoamérica, Ángel Rama, lo menciona de forma casi profética. En su diario aparecen nombres de personajes que en la actualidad forman parte del gobierno y que en los años ´70 y ´80 estaban “asociados” a la maquinaria intelectual de los gobiernos tradicionales.
Por tanto, no podemos afirmar que este sea un gobierno diferente. Es, por el contrario, la decadencia de un modelo que ofreció ciertos adelantos y posteriormente, a finales de los años ’80 comenzó un imparable desastre del Estado con la desarticulación de todas sus instituciones y ya lleva cerca de 20 años en una degeneración inocultable. La actualidad en modo alguno es un socialismo ni mucho menos comunismo. Es un manejo con mentalidad marginal de la Cosa Pública. Las soluciones se hacen de manera improvisada como se comenzó a hacer en los gobiernos que actuaron en las dos últimas décadas. Esto es una continuación de un sistema de administración del gobierno del Estado que dejó de funcionar hace ya varios años. No es posible pedirle a este gobierno que solucione nada pues en la estructura mental de sus dirigentes no está instalada la capacidad gerencial ni la voluntad política para hacerlo, mucho menos el sentido de vocación de servicio ni mística de trabajo grupal.
Lo que sí saben hacer es generar propaganda: congresos, encuentros, seminarios, talleres, mesas de trabajo, reuniones políticas, paradas militares, celebraciones, cadenas informativas, declaraciones de principios, apoyos internacionales, diseño de estrategias en salas situacionales. En fin, es un tipo de venezolano formado en los años ’50, ’60 y ’70 y que ha influido en gran parte de las nuevas generaciones. Son los llamados “picos de plata” o “cabezas calientes”. Para todo realizan círculos de discusión. Están informados sobre todo y son capaces de hablar de cualquier tema como el más concianzudo especialista en la materia. Pero como todo teórico formado bajo el esquema stalinista, primero someten a discusión sus ideas a la camarilla de los cuatro o cinco incondicionales del equipo, y una vez tomada la decisión, la ofrecen a la “masa” para que ella apruebe y todo se vea como una decisión de la mayoría. Bajo este esquema se iniciaron en Venezuela y el resto de los países de este subcontinente, los partidos socialdemócratas y democratacristianos. Una estructura de cuadros con una sólida línea que venía impuesta desde arriba, por el líder o caudillo.
Bajo esta óptica es muy cuesta arriba sustituir este modelo que lleva cerca de 60 años en la memoria del ciudadano venezolano. La posibilidad que queda para poder enfrentar esta máquina de propaganda estriba en dos líneas de acción: por una parte, contrarrestar la calculada, pensada y mil millonaria propaganda proselitista del gobierno del Estado con hechos concretos que permitan a los ciudadanos optar por cambios reales y posibles. En ello los gobiernos regionales y municipales de oposición tienen una participación de responsabilidad histórica. Lo otro es presentar al ciudadano venezolano la imagen de una Venezuela posible, renovada, positiva, inclusiva, donde hasta los grupos comunitarios del oficialismo que creen en su líder, tengan la posibilidad de acceder y participen sin ser vistos como renegados. Al fin y al cabo esos grupos que viven en los pueblos, caseríos y zonas apartadas del país, sufren también las calamidades de un gobierno déspota, mentiroso y pícaro, y tienen derecho a participar en la construcción de una nación democráticamente participativa, comunitaria y solidariamente compasiva.
(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis
viernes, julio 29, 2011
Universidad y pensamiento conservador
Qué propone y (sobre todo) qué hace la universidad por una sociedad mejor? Nada. Josu Landa. Miseria de la universidad.
Lo que sigue a este epígrafe de Landa, dice así: “Y aquí es donde puede radicar una de sus más graves amenazas. Porque, una institución que, lejos de superarse, empeora gradualmente, y, para colmo, no se compromete con el destino histórico del país es totalmente indefendible”. A más de veinte años de semejante afirmación la universidad republicana, democrática, autónoma y pública parece toparse de frente con su destino.
Lo más grave no es tanto la tradicional intromisión que los distintos gobiernos del Estado, en diversas épocas de la historia universitaria, han intentado hacer con los asuntos de la universidad. Lo delicado es la creciente parálisis de una academia (investigación, extensión y docencia) que no parece tomar en cuenta las reales necesidades de una sociedad que a gritos reclama de la universidad y los universitarios participación proactiva, verdadera y solidaria en su desarrollo como comunidad integral, integrada e integradora.
Ha habido (-cada vez es menor) participación de universitarios en la gestión comunitaria, en la concreción de proyectos tangibles; pero la universidad venezolana, como un todo y en sí misma, es un desecho académico de ideas conservadoras y decadentes. Apenas un ejemplo: el área académica de investigación en la práctica realiza proyectos que responden generalmente a un interés individual (-de quien propone y ejecuta el proyecto) y no institucionales y menos comunitarios. De esta manera se pueden apreciar una serie de muy buenos proyectos, la inmensa mayoría financiados con dineros que aporta el Estado, que van a promover ideas individuales, personales o en el mejor de los casos, grupales (centros de investigación). Desde el punto de vista del interés social esta serie de investigaciones pocas veces parten de la indagación con el entorno social. Repito, es raro, extremadamente raro que un investigador se plantee iniciar un estudio a partir del entrelazamiento de sus ideas con la contrastación y constatación de la experiencia comunitaria. Esto, obviamente, tiene una razón de ser: la visión del denominado fenómeno de investigación. Y esta simple cuestión responde a un modelo filosófico-ideológico y de praxis política donde el universitario ve al mundo (e indudablemente a los seres humanos) como un objeto y no como sujeto. Esta mirada deviene razón ideologizante (razón y mirada positivista y neopositivista) que no podrá superarse mientras en las teorías de investigación se adiestre al investigador para que asuma al Otro como instrumento de uso.
Por esta y otras razones, en la universidad republicana, democrática, autónoma y pública las investigaciones deben ser siempre institucionales. Deben responder a necesidades del entorno comunitario. La razón: las investigaciones de carácter institucional-comunitario obligan a pensar y generar esfuerzo intelectual y físico, permanente indagación en el entorno industrial, empresarial, sociosanitario, cultural, deportivo, entre tantos sectores necesitados y urgidos de asesoría académica integral, integrada e integradora.
No creo que la crisis actual de la universidad se resuelva tan sólo con el aumento de su presupuesto ni menos con una discusión de claustro sobre su autonomía, que también debe adecuarse a la realidad. Porque la autonomía no es sólo de carácter territorial. La universidad es mucho más que una hectárea de terreno. Es, sí, de territorio cerebral, intelectual y de compromiso comunitario.
Casi de espaldas a la sociedad la universidad es un fantasma académico que a nadie asusta ni interesa. O sí, como dice Josu Landa: “Una universidad indefendible es, precisamente, la víctima potencial que andan buscando los hipócritas “reformadores” de siempre (para no reformar nada, por supuesto) pues, no pueden hacerlo los portadores de los mismos vicios que han hundido históricamente a la universidad en el caos“
(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis
sábado, julio 23, 2011
Universidad y marginalidad
Generalmente se relaciona a la marginalidad con desnutrición, desempleo, analfabetismo e insalubridad. Esto, que no deja de ser cierto sin embargo, no es totalmente correcto. La marginalidad es fundamentalmente un estado mental. Así como suele identificarse tradicionalmente los sitios donde anida la marginalidad alimentaria y educativa, los barrios. También existen lugares donde otro tipo de marginalidad encuentra cobijo: urbanizaciones, gobernaciones, ministerios, partidos políticos, cuarteles, iglesias, mezquitas y conventos, cámaras de comercio, industrias, universidades.
Las investigaciones que se han llevado a cabo sobre la marginalidad le han señalado a ésta una vinculación con la totalidad del desarrollo humano. De esta manera encontramos que frente a la tradicional marginalidad por desnutrición material e insalubridad, coexisten otras formas de marginalidad, como aquella intelectual, académica, psicológica y espiritual. Son seres “desnutridos” de formación y afecto. Por ello sabemos de profesionales quienes denotan en su ser y hacer maneras cercanas o propias a una profunda marginalidad intelectual. Pequeñeces expresadas en la falta de análisis crítico frente a un texto, cuando no se es capaz de comprenderlo más allá del desciframiento en sus códigos lingüísticos. Esta marginalidad se refuerza en los centros de educación superior, donde una pequeña porción de docentes y parte del personal rectoral adolecen de los instrumentos teóricos de reflexión sobre los procesos educativos, que les permita entender la vida universitaria y nacional para fortalecer la memoria cultural en los estudiantes, quienes esperan la palabra, soportada en lecturas y discusión reflexiva, de los docentes y sus autoridades. Pareciera que estos marginales poseen mayor responsabilidad que aquellos quienes ni siquiera tienen qué comer.
Es cierto que este tipo de marginal es difícil detectarlo, pues se cubre de fino ropaje y olorosos perfumes para parecer doctos en “sapienza” y reflexión. Son algo así como la historia del “diente roto”. El país universitario concentra en su dirección institucional una minoría de débiles mentales a la espera de ser recomendados para nuevas posiciones gerenciales en bien de grupos de compadrazgo quienes confunden malintencionadamente, entre política académica y política partidista, las directrices del pensamiento intelectual de lo “universitas” que guía toda acción académica universitaria que se precie de enriquecer el Alma Mater en sus cimientos espirituales.
Esta confusión, esta marginalidad intelectual y espiritual, está llevando a la comunidad universitaria venezolana a codificar un discurso elemental que lleva en la práctica a una especie de “operativos” institucionales para recabar fondos, por ejemplo, que permitan la estructuración de la planta física, la improvisación de instalaciones en locales notoriamente antipedagógicos e insalubres, la contratación de personal sin las calificaciones para ejercer tan alta responsabilidad educativa.
La universidad es uno de los escasos espacios donde aún se encuentran mentes que dignifican con su ser y hacer la tradición y el rostro autónomo de un pensamiento intelectual, científico y humanístico que da fundamento al desarrollo integral de la mujer y hombre venezolanos.
La universidad republicana, autónoma, pública y democrática ofrece al país cerca del 80% del esfuerzo intelectual en conocimiento aplicado en investigaciones de primerísima línea. Ha sido la Casa del Saber donde la libertad de pensamiento ha formado la clase dirigente, económica y política de la nación.
Por todo esto, mantener silencio frente a esa minoría de marginales intelectuales académicos universitarios, que además son desnutridos de afecto y solidaridad humanas, y quienes con certeras estrategias clientelares se han apoderado de la universidad venezolana, es hacerse cómplice del estado de indefensión y abandono en que se encuentra la mayoría de la población nacional.
Todo universitario, intelectual, académica y espiritualmente formado en valores y en la tradición más sublime del alma venezolana, no puede permanecer en silencio frente al oprobio de quienes están dañando la trayectoria de lucidez y dignidad que posee la universidad venezolana de siempre.
Permanecer en silencio hoy es poco menos que cobardía y autoengaño.
(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis