sábado, noviembre 27, 2010

Arrepentíos



Los sacerdotes de todo credo son responsables, históricamente, de fomentar y mantener la ignorancia, que la han utilizado indiscriminadamente y que gracias a ello, el ser humano se ha convertido en lo que es: un esclavo de sus temores y de sus angustias”. Frederick L. Beynon




Pensar y enfrentarse a Dios es un acto de fe. Nuevamente surgen los profetas que anuncian las malas nuevas. Se abren los libros antiguos y sagrados. Aparecen por las esquinas hordas de prosélitos arrogantes que exigen el arrepentimiento de los pecadores y su inminente conversión.


Las conversaciones están matizadas por el misterio de la fe y la venida del Juicio Final. Pareciera que hasta el aire comienza a oler a azufre.


Desde hace miles de años y situándonos en los albores del nacimiento del profeta Jesús, ya merodeaban los santones, delirantes, agoreros y toda suerte de personajes afantasmados que hablaban del fin del mundo.


Personajes como Bene Hassadog, uno de los fundadores de la secta de los esenios y maestro de Juan, llamado El Bautista, quien antecediera a Jesús, iniciado nazareno de esa secta, hablaba de la Justicia Divina, corriente que encontraba oposición en Juan, ermitaño y pocas pulgas quien auguraba el Castigo Divino.


Pero no sólo ellos, mucho antes lo padres del judeo-cristianismo, entre otros Enoc, Ezequiel, Jeremías, Osías, y más aún, los profetas de las religiones orientales, egipcias, africanas, amerindias, griegas, latinas, hablan también de ese fin.


Curiosamente los períodos de efervescencia de estas sectas han sido precisamente en tiempos difíciles para la humanidad: alteraciones climáticas, crisis socioeconómicas, tiranías, esclavitud. Durante esos períodos han surgido fanáticos que hablan de otros mundos, de cielos e infiernos y hasta de una Nueva Era.


Ahora que termina un siglo y comienza otro leemos en las paredes de ciudades y pueblos los anuncios del fin. De ello se encargan, con mayor ansiedad esos cristianos de segunda llamados evangélicos, curiosos eunucos contra el deseo de todo lo prohibido, quienes a fuerza de meter miedo se han ido filtrando, como las telenovelas, en los hogares. O los Testigos de Jehová, quienes no perdonan a nadie el crimen de recibir una gota de sangre ajena. Adventistas o Bautistas, Rosas de Sarón, Cuáqueros (-no confundir con avena) judíos, budistas, el ejército de salvación (-especie de enfermeras del alma) sectas hindúes, entre otras especies, están en franca campaña para ganar adeptos. Es una especie de mundanal proceso electoral espiritual donde está en juego el alma del silvestre mortal.


Pero, qué hemos hecho para merecer y tener que soportar a estos vendedores de cielos e infiernos? De qué tenemos que arrepentirnos? Cuál ha sido nuestro pecado?


Lo más curioso es que los sacerdotes de cualquier secta o religión manifiestan que su dios es más poderoso y mejor que el del contrario. Y son precisamente ellos quienes lanzan maldiciones y han llevado a los hombres a las guerras más crueles y sanguinarias. O sino veamos lo que ocurre en Medio Oriente, o revisemos las divinas leyes islámicas, donde “la mujer debe estar totalmente sometida a su marido; pero el marido debe garantizarle ropa, comida y alojamiento… aunque no tenga con qué” (Beynon).


Por otra parte los axiomas son recibidos como sellos sagrados que no deben ser alterados. Por ejemplo, los católicos aceptan la ingenua y zoófica fábula sobre la preñez de la virgen María (-quien era una sacerdotisa y maga) por un tal Espíritu santo en forma de paloma, quien la penetró. Sin embargo, se burlan cuando escuchan que la madre de Buda quedó preñada por un elefante blanco, o cuando la princesa Ixquic, doncella de la milenaria cultura maya, fue al árbol de la vida, el jícaro (-tapara) y éste le pidió que extendiera su mano derecha. Luego le lanzó un “c hisquete de saliva” y habló el árbol: “En mi saliva y mi baba te he dado mi descendencia” (Popol Vuh)


Igualmente se acepta como misterio único a la llamada Santísima Trinidad, siendo que éste milenario mito egipcio se propagó por toda la Hélade de la cultura griega. El Hermes Trismegisto (-tres veces Él). También el mito de Eva como primera mujer de Adan (-Nada al revés), pero olvidamos que él vivió algún tiempo con Lilith antes de conocer a Eva.


Como se ve las religiones son prácticamente iguales y apuntan a un sólo objetivo: dominar, controlar y someter la consciencia de todo ser humano. Ellas han inventado los tribunales más tenebrosos que conozca la historia: la Inquisición, magna obra del catolicismo pedófilo, o los dictámenes de los sacerdotes aztecas, quienes exigían el corazón de vírgenes y mancebos para ofrecerlo a los dioses. O la ley judía del Talión.


Tal parece que alguien, -sin oficio conocido- se ha empeñado en hacernos la vida imposible y de cuadritos. Como si fueran pocos los sufrimientos en este valle de lágrimas –léase alto costo de la vida, inseguridad, los inorgásmicos políticos y demás hierbas- encima los practicantes religiosos nos quieren ofrecer una eternidad calurosa y llena de tridentes , si sucumbimos ante el Deseo (-y pensar que todo deseo es prohibido y sabrosamente esplendoroso).


Pero nos guste o no, tenemos que morir con alguna de estas infecciones contagiosas, pues son casi imposibles de eliminar.


Quizá el catolicismo de adopción, reencauchado en América, nos quede bien porque no exige mucho, es más cínico y libertino, y otorga ciertas lisonjas.


Lo mejor sería encontrar nuestra perdida alma pagana, especie de camino ético hacia la religiosidad absoluta y universal, que lleva a la sabiduría de la vida en libertad.



(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

sábado, noviembre 20, 2010

La mejor amiga


La conocí un día cualquiera. Desde ese instante fuimos inseparables el uno del otro cuando nos encontramos. Le agradaba un mundo cuando la acariciaba. Dejaba caer suavemente su cabeza y le alcanzaba a ver un dejo de satisfacción, de disfrute incluso y su contentura era evidente. Jamás supe de quejas de ella, más bien era cuidadosa y celosa con los suyos.
Fue un tiempo hermoso y de aprendizaje entre ambos. Muchos secretos guardo de ella, días a solas en la intimidad de la casa mientras escribía y ella estaba siempre esperando que la abordara para venir solícita en busca de compañía. Ardorosa y festiva todo el tiempo. Quizá fue una de las miradas más profundas que le pude percibir, casualmente días antes de saber que estaba enferma. El cáncer le estaba rondando por todo su cuerpo.
Luego lo de siempre. Exámenes y medicinas. La extirpación de un tumor en su garganta para que pudiera respirar y comer. Pero ella seguía alegre y nunca se quejaba, se mostraba en sus dolores. Los asumió con dignidad. Una dignidad muy de ella, servil y solidaria. Era de color negro, intenso, brillaba su pelambre a la luz de la luna y su tamaño era imponente. Como los de su especie, era una rottwelier cola cortada.
Su fama fue familiar, de las historias cotidianas. No trascendió más allá de las anécdotas comunes y corrientes. Sin embargo, se me antoja ahora compararla con Argos, el perro del famoso Ulises. El can del héroe griego que le espero veinte años mientras yacía en el estiércol sin que nadie le atendiera. Después de una larga ausencia, Ulises regresa a Ítaca vestido de mendigo. Sin embargo, en la distancia Argos le reconoce, levanta las orejas y mueve su cola. Fue el único que le reconoció. Ulises pregunta por su perro al porquero Eumeo y éste da razón de la tristeza y los días transcurridos desde que el amo partió a la guerra de Troya.
Tampoco fue un famoso perro de televisión, como Scooby Do, el Gran Danés alegre y cobardón amigo de Shaggy. Menos se pareció al extrovertido y burlesco Pluto. Fue de la línea de nobles canes, como Lassie o Rin Tin Tìn. Esperó a su amo para morir. Le miró mientras le adormecía quien la atendió hasta que dejó de vivir.
Dicen quienes saben de otras historias que los perros y los caballos, seres nobles y que generalmente se sacrifican por sus amos, cuando mueren, su luz espiritual aumenta hasta transformarles en alma humana que nace en el cuerpo de hombre o mujer para continuar en su eterna rueda de la existencia.
Kalhúa está en el patio de la casa. Sobre su tumba hay semillas de flores esperando nacer. Quizá como en cierto libro de Sábato, esperando ser madero de árbol, hojarasca y flor. Tal vez a nuestra muerte la vida siga y nos encontremos con nuestros ancestros para saber que todos somos importantes y necesarios en esta pirámide donde las piedras más rústicas sostienen aquellas labradas y éstas a las otras que dan resplandor y son luz para un saber compartido.


(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

viernes, noviembre 12, 2010

Lengua T.Q.Q.J.



El lenguaje es la extensión espiritual del ser humano. Ella vaga por las calles, se arrincona, se agazapa. Es del mercado. Es lo inasible, lo perdurable. Está ahí. No es de la academia. No se aprehende en un aula de clase. Su rostro es cambiante. ¿Cómo entonces conocerlo?



En ningún texto de gramática ni ejercicio redaccional. En esos sitios sólo aparece su esqueleto. Vacío. Desligado de la realidad. Los docentes, los profesores de lenguaje no enseñamos ningún idioma. Intentamos acercarnos a un alma que no sabemos dónde está. Sobre todo, enseñamos un idioma ajeno a un espacio, a una historia.



Habrá que hacer un gran esfuerzo para asimilar voces-imágenes, como “pucho”, “pringao” “dolor de bolas”, “senda papa”, “flor perla”, entre un mar de voces que determinan al joven de este momento.



El español del joven de este instante no resiste más el acecho a que ha sido sometido, tanto por la Familia como por el Estado, siendo los docentes castradores idiomáticos de esa espontaneidad.



Porque los adultos, en la generalidad de los casos, estamos formados para perpetuar un idioma que nos permite ejercer autoridad sobre nuestros hijos.



Le llamamos lenguaje “vulgar” a un español que desde hace más de treinta años inició un camino ajeno a la oficialidad académica.



El lenguaje académico pertenece a los cenáculos donde seniles eunucos socioidiomáticos norman un habla que está divorciada de la realidad. Mientras en la calle, cual vagabunda de amaneceres, la lengua, en boca de putas, ladrones, domésticas, obreros, estudiantes y campesinos, juega a las escondidas. Ella sabe a ron, tabaco y sexo.



Por eso amo tanto al Quijote. Ahí no se aprende a leer el español; se aprende a vivir en español, a maldecir, amar, tirar, comer, blasfemar y asimilar su libertad.



El español como todo idioma, es un cuerpo en movimiento, con un rostro siempre joven. Tan nuestros son esas formas esdrujuladas que nos acercan a nuestros libertadores como esos abruptos cortes de los jóvenes. Habrá que arrastrar también con esta nueva narcolengua que invadió el país. Esos neologismos de alguna manera representan vivencias de un ser humano. Lo que sucede es que la lengua es amoral y en su profundidad es andrógina. Existe de hecho un espacio existencial al que necesariamente se debe verbalizar: es el espacio de lo oculto, lo negado por ser feo o bochornoso. Por eso los moralistas y las beatas impusieron los eufemismos. Desde aquel “carache” para ocultar al vernáculo carajo hasta este “miércoles” que expresa la mierda de un estado anímico específico.



El estudioso del lenguaje que se frena ante una palabra “arrabalera” se parece a esos médicos evangélicos que se niegan a salvar vidas cuando se interponen creencias o dictámenes celestiales.



Todo lo que nombra la palabra tiene un valor y como tal debe ser respetado porque a fin de cuentas, el significado está en las personas. La palabra procede del hombre, de su experiencia. Ella nombra realidades y establece ese puente con lo mítico-simbólico.



Los jóvenes sufren cuando se enfrentan con textos o ejercicios del lenguaje que hablan de experiencias ajenas a su realidad idiomática. Además de acusarlos de no saber leer ni escribir ni pronunciar, manifestamos que tienen poca capacidad para comprender determinadas palabras o giros literarios.



Pienso que si en este momento a nosotros nos entregaran un texto de Alfonso El Sabio o de Sánchez de las Brozas, sudaríamos antes de comprender semejantes grafismos, no sin antes trabarse la lengua frente a formas guturales que nos vincularían con los germanos visigodos o con los moros. Haríamos el ridículo. Seríamos el hazmerreír de estudiantes, obreros y secretarias.



Los jóvenes y las personas en general, no hablan mal. Hablan según como creen que deben hacerlo y comunicarse. Y eso es lo trascendental: atreverse a hablar para comunicarse y afirmar la libertad.




(*) camilodeasis@hotmail.com twitter@camilodeasis

sábado, noviembre 06, 2010

El fin de la universidad





Para quienes lean este artículo el título les podrá dar una idea negativa sobre el ser y hacer de la universidad y su destino. No así para otros quienes pensarán en los fines, los propósitos que ella detenta en su misión como formadora y reproductora de saberes en la sociedad.

Desde hace más de treinta años la universidad venezolana, republicana, democrática, autónoma y pública, se encuentra sumida en una crisis cuyas aristas son apenas los reclamos anuales por presupuesto e infraestructura, para continuar reproduciendo un conocimiento que en nada satisface, ni a los estudiantes ni mucho menos a la sociedad en su conjunto. La crisis, la verdadera crisis universitaria está en un tipo de conocimiento que ya está agotado y que no interesa a nadie, salvo a quienes están interesados en mantener eso que llaman el status quo. Seamos honestos y aceptemos que la universidad venezolana, si bien en un tiempo produjo conocimiento, un pensamiento que influyó en la transformación del Estado venezolano hasta llevarlo de lo agrario a lo industrial, hoy no parece ofrecer mayor interés ni sirve a nadie.


La universidad venezolana huele mal, académicamente hablando, y ese mal olor, notoriamente infecundo, está referido a unos conocimientos, a una actitud académica y pedagógica, tanto entre sus profesores como el resto de la comunidad, incluyendo al personal administrativo, obrero y estudiantes, con sus escasas excepciones, donde las cuotas de poder y las rencillas grupales norman la vida de todos los días, en centros académicos que cada vez se parecen más a un liceo grande. Es más, el punto de vista pedagógico de la excelencia académica no creo que tenga mucha diferencia con la actividad de las misiones educativas de este gobierno, decidido a repetir lo que el gobierno de Rafael Caldera hizo en los años ’60 cuando intervino y militarizó, con tanques de guerra y soldados, varias universidades, entre ellas la Universidad Central de Venezuela.


La crisis actual de la universidad venezolana es de profundidad académica, de su ethos, su razón de ser como centro donde se genera conocimiento que debe ser aplicado, tomando en cuenta la realidad social de un entorno humano donde se debatan nuevas formas de relacionarse el hombre consigo mismo y con el Otro. Allí aparecen los nuevos paradigmas referidos a una nueva ética, a una nueva moral, nuevos valores y formas innovadoras de otro pensamiento que dinamice la vida y otorgue sentido de creación y transformación permanentes a las relaciones del universitario con su realidad-real. Sin embargo, como van las cosas, sabemos que los discursos se estarán produciendo más hacia los reclamos de índole presupuestaria, de quien otorga el dinero (Estado) para que funcionen esas instituciones escolásticas de segundo orden.


Bien seguro estuvo Josu Landa cuando, a mediados de los años ’80, escribió en su libro Miseria de la universidad, lo siguiente: Quizá los males de la educación venezolana –y, por lo mismo, los de la universidad- tienen su origen en que la mayoría de las veces se ha hecho todo lo contrario a la línea pedagógica de sus padres espirituales. Mientras hace más de un siglo (1849) Simón Rodríguez advertía que “leer es el último acto en el trabajo de la enseñanza. El orden debe ser…Calcular-pensar-hablar-escribir y leer. No…Leer-escribir y contar.” Es decir, lo que el viejo maestro recomendaba no hacer.


Casi todos los gobiernos han intentado intervenir la universidad venezolana para hacerse de espacios de poder que legitimen su gestión. La creación, en los años ’70 del Consejo Nacional de Universidades fue una estrategia adeco-copeyana para controlar las universidades autónomas. Al final no se pudo y las universidades más grandes terminaron repartiéndose los mayores presupuestos. Los posteriores gobiernos del Estado inventaron las llamadas universidades experimentales para nombrar a dedo sus rectores y así tener mayoría a la hora de fijar políticas sobre la vida universitaria. Al final tampoco pudieron y lo que siguió fue una lucha “a cuchillo” dentro de esa instancia (CNU) donde los rectores de las universidades experimentales se agruparon para defenderse frente a los representantes de las universidades mayores. Conclusión: han sido años de enfrentamiento estéril, sólo por reclamos presupuestarios mientras día a día el desfase académico-pedagógico fue ampliando la brecha hasta lo que es hoy: espacios donde priva la mediocridad académica, el desánimo, la incultura, la falta de actitud proactiva y lo más triste; no se sabe el sentido que tiene en estos instantes la universidad como un todo frente a los nuevos desafíos que traen estos años de incertidumbre.


La universidad venezolana ha permanecido casi intacta desde que fue creada, a mediados del siglo XVIII. Esa mentalidad escolástica de claustro, de saberes y conocimientos, junto con actitudes, valores y modos de ser seculares se repiten, reciclan y vuelven circularmente a decirse hasta el agotamiento de verdades que ya nadie cree. Conceptos que por ser tan caducos se han vuelto hipócritas. Y en eso se ha convertido la universidad de hoy en Venezuela: un centro antipedagógico donde las verdades, soportadas por poderes y medias políticas de intereses grupales, dicen de un mundo universitario que se está cayendo a pedazos y que poca o nada ética poseen, salvo aquella que otorga el ser parte de un partido, grupo político o amigo o compadre de algún miembro del claustro.






(*) camilodeasis@juanguerrero.com.ve twitter@camilodeasis